VÍDEO DEL DEBATE

El Relator de las Naciones Unidas y el Director General de la OMC debaten sobre el efecto del comercio en el problema del hambre

¿Reduce la liberalización del comercio de productos agropecuarios la capacidad de los gobiernos para garantizar el acceso de su población desfavorecida a los alimentos? Olivier De Schutter, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, argumentó que así es en un debate celebrado sobre este tema en el Palacio Eynard de Ginebra el 11 de mayo de 2009. El Director General de la OMC, Pascal Lamy, repuso que el Dr. De Schutter se equivoca al culpar a la apertura del comercio del hambre en el mundo.

El Dr. De Schutter dijo que su principal preocupación era la “fragmentación” de las políticas internacionales, sobre todo porque, a su juicio, los gobiernos no valoraban la repercusión que podían tener las conversaciones encaminadas a la liberalización de los productos agropecuarios en los derechos humanos y el derecho a la alimentación.

El Sr. Lamy resumió el debate como una diferencia de pareceres sobre el riesgo: “Usted dice: no hay que asumir el riesgo de la apertura, es demasiado peligrosa. Y yo digo: hay que asumirla; funciona, y también para los más desfavorecidos, en general.”

El debate fue organizado conjuntamente por el Alcalde de Ginebra, Manuel Tornare, y 3D, una organización no gubernamental que se centra en las tres dimensiones del comercio, los derechos humanos y la economía justa.

En el acto se puso de manifiesto la existencia de esferas de coincidencia en cuestiones importantes. Los dos oradores se mostraron de acuerdo en que ninguno de ellos defendía la autosuficiencia o “soberanía alimentaria”, expresión utilizada por algunos activistas. Para el Dr. De Schutter, la clave residía en la excesiva dependencia de los mercados a la que están sujetos los agricultores. Para el Sr. Lamy, una mejor regulación del comercio es una solución para ayudar a alimentar a quienes pasan hambre.

Ambos coincidieron en la importancia del derecho a la alimentación.

“El derecho a la alimentación no consiste en una mayor producción de alimentos. … El derecho a la alimentación es el derecho de producir alimentos o el derecho de contar con ingresos suficientes para procurárselos en los mercados”, dijo el Dr. De Schutter.

“El derecho a la alimentación … es reconocido por la enorme mayoría de los Estados del planeta”, añadió el Sr. Lamy. “Por lo tanto, la cuestión no consiste en determinar si hay o no un derecho a la alimentación. Pero tratemos de establecer si se lo pone en práctica o no, y de qué modo se lo pone en práctica.”

 

Argumentos del Dr. De Schutter

El Relator de las Naciones Unidas se centró en los peligros que plantea el comercio, así como en la necesidad de procurar que los países no dependan excesivamente de un número reducido de productos y de garantizar que los gobiernos tengan libertad para escoger sus propias políticas “sin que le estén dictadas por el sistema de comercio internacional”.
Se mostró especialmente crítico con la “esquizofrenia” de los países, que les hace separar las políticas comerciales de los derechos humanos. “El mundo de la OMC es un mundo aislado de los derechos humanos, a pesar de que los mismos Estados son a la vez partes en el Consejo de Derechos Humanos y Miembros de la OMC”, declaró.

Dijo que la forma en que se mira el comercio internacional a partir del derecho a la alimentación es “nueva y diferente”. En vez de valorar si el comercio permitirá a los Estados aumentar la producción y las exportaciones, este enfoque se centra en quiénes son los ganadores y los perdedores, y en si los perdedores -los pequeños agricultores, que son los más vulnerables- están a salvo de los daños derivados de la liberalización del comercio, señaló.

El Dr. De Schutter describió cuatro peligros:

  • La especialización. Los beneficios del comercio se derivan de las divisiones del trabajo y la especialización. Sin embargo, esta especialización puede impedir el desarrollo si obliga a un país a centrarse en unos pocos productos y servicios, en lugar de diversificar su economía.

  • La dependencia. La experiencia de los decenios de 1980 y 1990 revela que cuando los países se especializan en cultivos orientados a la exportación, como el algodón, el café, el té, el tabaco y el cacao, pasan a depender de esos productos y quedan expuestos a la volatilidad de los precios.

  • La desigualdad. La liberalización concentra explotaciones extensísimas en un número muy reducido de propietarios, frente a más de 2.000 millones de pequeños agricultores, muchos de ellos abocados al hambre.

  • El exceso de beneficio concentrado en unas pocas manos. Un pequeño número de poderosas empresas del sector agroalimentario tiene en sus manos una parte cada vez mayor del valor de la producción, lo que amplía la diferencia entre los precios al por menor y los precios que reciben los agricultores, de tal modo que los pequeños agricultores no se benefician de los aumentos de precios.

    “Los precios son cada vez más elevados para el consumidor que está al final de la cadena, pero siguen siendo demasiado bajos e insuficientemente remuneradores para los pequeños campesinos, que no pueden vivir realmente de sus cosechas”, dijo el Dr. De Schutter. “En esto consiste la crisis alimentaria. La crisis alimentaria son los pequeños campesinos desplazados hacia las ciudades, incapaces de vivir de sus campos, relegados a una agricultura de subsistencia porque sus precios no son suficientemente remuneradores.”

En general, el Dr. De Schutter describió el comercio como un factor de desestabilización que genera vulnerabilidad en los países y comunidades que son excesivamente dependientes. El comercio internacional y los Acuerdos de la OMC atan las manos de los países, impidiéndoles afrontar el problema u obligándoles a confiar en la “apuesta” de que el comercio será positivo para ellos.

“La 'dependencia excesiva' es una expresión deliberadamente vaga porque quiere decir que los Estados deben hacer opciones según los procedimientos democráticos para escoger cuál habrá de ser su política agrícola, cuál será su política alimentaria, sin que esas políticas estén determinadas por su dependencia respecto del comercio internacional, ya sea porque quieren obtener ingresos de exportación especializándose en determinados cultivos exportables o porque se han vuelto dependientes de los mercados internacionales”, señaló.

 

Argumentos del Sr. Lamy

El Director General de la OMC dijo que el Dr. De Schutter simplificaba el problema en exceso, al centrarse demasiado en el comercio de productos agropecuarios y en la OMC. El comercio es necesario para hacer llegar los alimentos a quienes los necesitan, pero además hacen falta otras políticas adecuadas para garantizar que el comercio trabaje a favor de los derechos humanos y del derecho a la alimentación, indicó. El Sr. Lamy también rechazó la afirmación de que el comercio hace necesariamente que los precios sean volátiles, cuestión que aún siguen debatiendo los economistas.

  • Más que comercio. Los verdaderos obstáculos al derecho a la alimentación son los siguientes: los regímenes de propiedad, las instalaciones de almacenamiento, la infraestructura de transporte y distribución, la falta de crédito, la escasez de agua, etc. En palabras del Sr. Lamy.

    “Cuando estoy en Burundi, en Camboya o en la India, los campesinos y las ONG que se ocupan de la pobreza en esos países no plantean la cuestión del comercio internacional”, dijo. “Son estas otras las cuestiones que me plantean.”

  • Más que agricultores. La hambruna y la pobreza también son problemas urbanos, adujo el Sr. Lamy, en los casos en los que los pobres no tienen dinero para comprar alimentos y se ven “fuera del circuito del abastecimiento de alimentos”. Esto quiere decir que el hambre no sólo tiene que ver con los productores, sino también con los consumidores, afirmó.

  • El comercio es una forma de suministro. “Es necesario que los que producen poco o mal puedan tener acceso a los que producen mucho y bien”, dijo el Sr. Lamy, lo cual, añadió, sucede gracias al comercio, ya sea éste mundial, regional o continental.

    El Sr. Lamy expresó su desacuerdo con la afirmación del Relator de las Naciones Unidas, según la cual los países en desarrollo no pueden aumentar su productividad para competir con los países desarrollados. En la actualidad los rendimientos de los países en desarrollo a veces son superiores a los de los países desarrollados, y exportan a los países desarrollados tanto como adquieren de ellos, argumentó.

    “Lo lamento, pero las cifras ya no dicen eso en la actualidad”, dijo el Sr. Lamy. “Es por esta razón que en la OMC un enorme conjunto de países del sur impulsa la apertura de los intercambios agrícolas. Es posible que estén equivocados, en opinión de usted, pero me parece que tenemos la obligación de escuchar en la OMC a quienes hablan en nombre de los países en desarrollo.”

Para el Sr. Lamy, el principal problema del comercio no era la dependencia, sino las distorsiones causadas por los elevadísimos obstáculos a las importaciones y por las subvenciones “gigantescas”. Las funciones de la OMC consisten en liberalizar y en regular, para lo cual hay 600 páginas de normas acordadas, y no deberían confundirse ambas funciones, señaló.

Afirmó que las negociaciones actuales darán lugar a profundos recortes de los aranceles más elevados y a “una reducción muy importante de las subvenciones en los países del norte (Estados Unidos, Europa y el Japón), de un 80 por ciento”.

Al mismo tiempo, los países más pobres y vulnerables tendrán más margen de maniobra, indicó el Sr. Lamy. Por ejemplo, los países menos adelantados seguirán teniendo la posibilidad de elevar sus derechos de aduana hasta, como promedio, el 70 por ciento, cuando en la actualidad los tipos reales que aplican son sólo del 15 por ciento como promedio, señaló el Sr. Lamy, explicando que si no elevan los derechos es porque al hacerlo encarecerían los alimentos para los pobres que viven en sus zonas urbanas.

“Se puede subvencionar la agricultura en determinadas condiciones; se puede tener aranceles más elevados en ciertas condiciones; y por lo tanto esa idea de que la OMC pretende poner la alimentación en el mismo régimen que las zapatillas, que creo que es uno de los temores que usted manifiesta, no es así y no habrá de ser así por mucho tiempo”, señaló.

 

Exposición del argumento ante la OMC

Hacia el final del debate de una hora y media de duración, el Dr. De Schutter preguntó si podía presentar las conclusiones de su informe a los gobiernos Miembros de la OMC en el Comité de Agricultura o el Consejo General.

El 2 de julio de 2009 se invitó al Dr. De Schutter a una sesión de información de la Secretaría de la OMC en la que debatió su informe con los delegados de la OMC encargados de las cuestiones agrícolas.