OMC: NOTICIAS 2010

  

I. AGRADECIMIENTOS

Permítanme ante todo expresar mi agradecimiento a la Comisión Europea, que financia este interesante proyecto en el que se examinan la globalización y sus consecuencias a nivel industrial. Deseo asimismo expresar mi agradecimiento a la Universidad de Groningen, que dirige el proyecto, y aprovecho la ocasión para rendir homenaje al Profesor Angus Maddison, eminente economista y estadístico, fallecido el 24 de abril con algo más de 80 años y cofundador del Centro de Crecimiento de Groningen.

II. INTRODUCCIÓN

Como muchos de ustedes estarán pensando, puede parecer extraño que un abogado haga un discurso sobre el análisis insumo-producto y sus aplicaciones al comercio. A decir verdad, mi esposa —que es economista y económetra— expresó las mismas dudas cuando le dije que el Director General de la OMC, Pascal Lamy, me había pedido que le sustituyera para abrir esta conferencia. Tampoco me sentía cómodo con la tarea, pues sabía que nuestro Director General era un entusiasta de la utilización del análisis insumo-producto a nivel internacional para facilitar la comprensión del comercio moderno, y que nuestro departamento de estadística llevaba tiempo trabajando en este campo, pero tenía la impresión de que esta esfera era competencia de economistas o estadísticos.

No obstante, me puse manos a la obra y rápidamente me di cuenta de que originalmente, la relación insumo-producto sí era cosa nuestra, es decir, de los estudiantes de letras, y no de los economistas o los estadísticos. De hecho, la noción de interdependencia productiva de una economía se remonta a Sir William Petty, un médico inglés del siglo XVII, especialista en anatomía. Y fue otro médico, François Quesnay, el que en su famoso Tableau Economique desarrolló y formalizó la teoría de Petty.

Ahora que sé que quienes hicieron ese descubrimiento eran médicos, me siento más cómodo, como abogado, para decir unas palabras sobre este tema, sobre todo, porque soy abogado mercantilista y nuestros dos médicos, Petty y Quesnay, también estuvieron vinculados a dos corrientes del pensamiento económico y político que han configurado las políticas comerciales desde entonces: el mercantilismo y la fisiocracia.

Petty fue discípulo del filósofo Thomas Hobbes y después destacó entre los mercantilistas, que defendían la intervención activa del Estado en la economía, así como el proteccionismo comercial para generar excedentes y acumular reservas de oro. En cambio, el fisiócrata Quesnay tenía más fe en la naturaleza humana y propugnaba la mínima injerencia del gobierno en la economía, preconizando una política de “laissez-faire les hommes, laissez passer les merchandises”.

Veremos que esta controversia entre mercantilistas y fisiócratas sigue siendo pertinente hoy en día y que el análisis internacional insumo-producto, impulsado por el proyecto de la Base de datos mundial de insumos-productos (WIOD), puede ayudarnos a comprender mejor sus repercusiones en el comercio, el crecimiento económico y el desarrollo.

Podemos incluso vincular la reciente evolución de la economía mundial a teorías mucho más antiguas que el mercantilismo o la fisiocracia. La nueva economía mundial, que hizo su aparición en el decenio de 1980, resucitó una teoría de principios de la Edad Media: según el autor estadounidense Tom Freidman, la Tierra es plana cuando se mira a través de los nuevos conceptos globales.

III. UN MUNDO MÁS PLANO

A mi modo de ver, la idea fundamental en que se basa el proyecto de WIOD concuerda con esta nueva idea de un mundo más plano en que las fronteras y las distancias tradicionales están desapareciendo. La fecha exacta en que comenzó el aplanamiento de la Tierra sigue siendo objeto de controversia. Permítanme que les proponga unas pocas fechas para definir los hitos.

La “adecuación mundial” entre la demanda masiva de bienes de consumo en Occidente y el aumento de la capacidad manufacturera en Asia Oriental comenzó a principios del decenio de 1960 y dio lugar a la aparición de las nuevas economías industrializadas, como Corea o el Taipei Chino, además del Japón.

En los Estados Unidos, las importaciones de bienes manufacturados en Asia Oriental pronto se volvieron fundamentales en la estrategia de comercialización masiva de los minoristas estadounidenses. Desde la perspectiva de la expansión industrial de Asia, las exportaciones destinadas a los Estados Unidos eran el pilar de la estrategia de industrialización. Ahora bien, estas redes de suministro que surgieron aún se limitaban a un número reducido de interlocutores.

Desde una perspectiva verdaderamente global, podríamos decir que el “aplanamiento de la Tierra” se remonta a enero de 1979, fecha en que tuvo lugar la histórica visita de acercamiento realizada por Deng Xiaoping a los Estados Unidos, visita que marcó el principio del fin de la época de bloques separados propia del período posterior a la segunda guerra mundial, así como el retorno de China al mercado internacional, a través de un largo proceso de reforma e industrialización.

Diez años después, en 1989, dos hechos áltamente simbólicos cimentaron el nuevo orden mundial: la caída del muro de Berlín, que puso fin al proceso político iniciado con la visita de Xiaoping, y la iniciativa de bonos Brady, con la que se cerró la crisis internacional de la deuda del decenio de 1980, en la que se vieron inmersos muchos países en desarrollo, en particular de América Latina.

Entretanto, China había ido adoptando una economía más abierta y se estaba convirtiendo poco a poco en una potencia industrial mundial. Este proceso fue reconocido internacionalmente en 2001, cuando China se adhirió a la OMC, sucesora del GATT.

La política o la economía por sí solas no hubieran podido aplanar el mundo. Eso también fue resultado de los cambios en las tecnologías del transporte y las comunicaciones, en particular la revolución informática, que transformaron la forma en que las personas, las máquinas y las organizaciones intercambian ideas y se comunican.

El símbolo más emblemático de la nueva interconectividad es indudablemente Internet. El nacimiento del Internet “moderno” se puede situar a principios del decenio de 1990. Su éxito fue tal que en enero de 1992 se creó la sociedad de Internet para regular su crecimiento.

Los cambios en la gobernanza mundial y la tecnología también propiciaron un cambio en la forma de dirigir las empresas modernas, con enormes consecuencias para el comercio internacional. Aquí es donde la OMC hace su entrada.

A. DE RICARDO A LAS CADENAS MUNDIALES DE SUMINISTRO Y EL COMERCIO DE TAREAS

Cuando el mundo era redondo, la teoría de la ventaja comparativa de Ricardo era la que mejor representaba la vieja forma de entender la economía internacional. Los países intercambiaban las mercancías en las que tenían una ventaja comparativa. Inglaterra producía textiles y los intercambiaba por vino de Portugal. Con alguna adaptación, este modelo rigió la forma en que los economistas entendían el comercio internacional hasta finales del decenio de 1990.

Mientras tanto, como resultado de los adelantos en las esferas de la tecnología, la ingeniería y la administración de empresas, iban apareciendo nuevos modelos empresariales. La producción de bienes finales comenzó a fragmentarse en varias etapas, algunas de las cuales se contrataban con países muy alejados del país de origen. Cada vez más, el viejo concepto de “país de origen” fue perdiendo su significado.

Hoy en día, en el comercio internacional de manufacturas, lo que vemos ya no se corresponde con la realidad: la etiqueta “fabricado en ...” puede ser engañosa. Veamos, por ejemplo, el nuevo invento de Apple, el iPad. Según un informe reciente, en los Estados Unidos el costo de un iPad de gama media importado de China es de unos 290 dólares. Ahora bien, el contenido chino sólo representa el 5 por ciento del valor comercial registrado por la aduana, mientras que la mayoría del contenido electrónico procede de hecho de Corea del Sur, el Japón y los Estados Unidos, y las baterías han sido fabricadas en Hong Kong, China por una empresa japonesa.

Los productos electrónicos de consumo no son el único ejemplo de mundialización de la manufactura: en el caso del primer Airbus 380, que despegó de la ciudad de Toulouse, Francia, rumbo a su destino final de exportación en Singapur, las alas se habían fabricado en el Reino Unido y en España, mientras que la mayor parte de la cabina y el fuselaje se habían fabricado en Alemania. Incluso se podría impugnar el origen “europeo” de Airbus Industrie, dado que los motores eran de fabricación estadounidense y la compañía tiene más de 1.500 proveedores en 27 países.

Incluso símbolos de prestigio como los “coches alemanes” son más mundiales que alemanes: más del 35 por ciento de los componentes del Porsche Cayenne montado en Leipzig proceden de proveedores extranjeros.

En este modelo “post-ricardiano” del comercio internacional, la especialización ya no depende del equilibrio global de la ventaja comparativa para producir un producto final. Inglaterra ha dejado de intercambiar textiles por vino de Portugal. En el actual mundo plano, la ventaja comparativa depende de cada etapa específica de la cadena de valor mundial que dará lugar, al final de la cadena, a la producción del producto final.

Este cambio de paradigma del comercio de mercancías al comercio de tareas exige un cambio en las herramientas analíticas y estadísticas que utilizamos para medir y comprender el mundo real.

B. CONSECUENCIAS DE LAS CADENAS MUNDIALES DE SUMINISTRO EN LAS ESTADÍSTICAS COMERCIALES

El comercio de tareas exige una nueva medida del comercio internacional: el contenido de valor añadido o contenido nacional del comercio. Volviendo a uno de mis ejemplos, si queremos asignar a cada país de origen el valor añadido incorporado en un iPad importado por los Estados Unidos, debemos ser capaces de medir los elementos procedentes de China, el Japón o Corea, y, por supuesto, de los Estados Unidos.

Ante la necesidad de adaptar el sistema estadístico, las organizaciones nacionales e internacionales de estadística tienen dos opciones:

El enfoque directo, que examina los detalles de la fabricación y desenreda el origen y el valor de los insumos, como se ha hecho en el estudio del iPod y del Porsche Cayenne; son casos ilustrativos, pero no siempre representativos. En Eurostat y la OCDE también hay programas ambiciosos que tienen por objeto vincular las estadísticas comerciales y las estadísticas empresariales a nivel de empresa, pero para ello se requiere una recopilación muy intensiva de microdatos que queda reservada a los sistemas estadísticos más desarrollados.

La OMC optó por un enfoque indirecto que se puede hacer extensivo a muchos países y que consiste en adaptar los datos existentes sobre el comercio y las cuentas nacionales, extraídos por lo general de estadísticas oficiales. No quiero entrar en detalles técnicos que serán examinados durante esta conferencia por verdaderos expertos, no como yo. Me limitaré a decir que este método consiste en armonizar un conjunto de cuadros sobre la oferta y la demanda de cada uno de los interlocutores comerciales y vincular esos cuadros nacionales a través de las corrientes comerciales sectoriales.

El año pasado la OMC, en colaboración con el Instituto de Desarrollo Económico del Japón, emprendió un estudio piloto que se centraba en las economías de Asia. Pese a la importancia de las matrices de insumo-producto, este proyecto piloto sigue teniendo un alcance limitado y seguimos a la espera de una base de datos mundial para generalizar nuestras conclusiones. Afortunadamente, el proyecto de Base de datos mundial de insumos-productos está colmando esas lagunas.

Estoy aquí para dar mi apoyo a la iniciativa de WIOD y señalar algunas de las repercusiones de política que prevemos como resultado de una mejor compresión de la economía internacional.

Antes de dar algunos ejemplos de las repercusiones estadísticas para la política comercial y la economía internacional, me gustaría establecer un paralelismo entre la Gran Depresión de los años treinta, que dio lugar a la creación de las cuentas nacionales modernas, y lo que estamos viviendo en la actualidad, después de la crisis económica de 2008-2009.

Las cuentas nacionales se instituyeron en el período posterior a la segunda guerra mundial para ayudar a los gobiernos a comprender mejor su economía nacional y evitar que se repitiera el desastre de la crisis de 1929. Como el Estado-nación era el actor clave en aquellos años de reconstrucción y la mayoría de las empresas eran estrictamente nacionales, los analistas concibieron el método de identificar el aspecto territorial de cada Estado-nación, estableciendo una clara separación entre residentes y no residentes, entre lo interno y el resto del mundo, entre “nosotros” y “ellos”.

Hoy en día, después de la gran recesión de 2008-2009, las instancias decisorias necesitan un instrumento similar para vincular su economía nacional al contexto mundial. En la actualidad, esas instancias necesitan disponer de los instrumentos adecuados para hacer lo mismo en un mundo globalizado, en el que una ligera variación de las existencias en algún punto remoto de la cadena internacional de suministro puede provocar grandes variaciones en la producción de fábrica en el país de origen.

Esta interconexión de los datos sobre la oferta y la demanda internas a través de las fronteras nacionales crea un conjunto muy tupido de disposiciones de producción, comerciales, financieras y contractuales, que está cambiando rápidamente la forma en que interactúa la economía internacional y que hace que muchas de las clasificaciones analíticas anteriores, como la de “país de origen”, pasen a ser obsoletas o irrelevantes. La mundialización de la manufactura modifica incluso la distinción que se hacía en el período posterior a la segunda guerra mundial entre economías industrializadas y en desarrollo. Este cambio de paradigma acaba por difuminar las fronteras nacionales, que servían para distinguir entre “nosotros” y “ellos”.

No obstante, aunque las instancias decisorias cada vez están más preocupadas por este aumento de la interconexión de las economías nacionales, siguen no teniendo los instrumentos estadísticos adecuados para medir y supervisar con exactitud esta interconexión. Es ahí donde iniciativas como la del proyecto de la WIOD pueden ayudarles a comprender mejor el nuevo mundo plano.

En el resto de mi intervención señalaré algunas de las repercusiones que la red mundial de comercio y fabricación tiene en nuestra comprensión de la economía internacional.

C. REPERCUSIONES DE LAS CADENAS MUNDIALES DE SUMINISTRO PARA LA COMPRENSIÓN DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL

1. Reconsideración de la política comercial

Cuando distinguir entre los residentes y el resto del mundo, por utilizar un concepto de contabilidad nacional, se hace difícil, también se hace mucho más difícil elaborar una política económica puramente nacional, como hemos visto durante la reciente crisis.

He dicho que la OMC colabora con el Instituto de Desarrollo Económico (IDE-JETRO) en la utilización de matrices de insumo-producto para medir el comercio en términos de valor añadido. En una publicación reciente titulada “Asia Beyond the Crisis”, este centro de investigación japonés indica claramente que, frente a esos complejos sistemas de producción mundializada, las medidas para luchar contra la crisis no deben consistir en aislar a las economías nacionales con medidas proteccionistas. La nueva economía comercial y manufacturera global requiere la elaboración de programas sistémicos y transnacionales, coordinados a nivel mundial. El liderazgo asumido por el G-20 al organizar una respuesta coordinada a la crisis es un ejemplo de esas respuestas mundiales a los problemas mundiales.

En otras palabras, también hay que adaptar la elaboración de las políticas nacionales. Las viejas políticas “mercantilistas”, basadas en la visión de que el comercio es una competencia entre “nosotros” y “ellos”, no sólo distan de ser óptimas (aunque tampoco solían serlo, incluso cuando el mundo era redondo), sino que son un anacronismo total en nuestro nuevo mundo más plano.

Comprender que el comercio no es un juego de suma cero entre “nosotros” y “ellos” tiene importantes repercusiones en la política y las negociaciones comerciales. Por ejemplo, el Canadá anunció recientemente que había eliminado los derechos de aduana respecto de los insumos y la maquinaria de fabricación. Explicó que actuaba así no sólo porque estaba decidido a mantener los mercados abiertos a fin de contribuir a la recuperación de la economía mundial después de la crisis, sino también porque con esa medida unilateral contribuiría a aumentar la competitividad de las empresas canadienses.

A la inversa, la tentación de “comprar o contratar a nivel nacional para ayudar a las empresas y a los trabajadores nacionales” es contraproducente, ya que acaba por perjudicar la productividad y la competitividad de la economía productiva nacional y, a la larga, se destruyen puestos de trabajo, en particular los más productivos y mejor remunerados.

No obstante, sabemos que en tiempos de crisis la presión de la opinión pública puede llevarnos a tomar un camino equivocado. Como no hay estadísticas objetivas que demuestren la interconectividad del sistema moderno de producción, es de temer que entre los remedios más populares siga habiendo políticas equivocadas y obsoletas.

Una de mis versiones preferidas de la ley de Murphy es la de que todo problema complejo tiene una solución sencilla, fácil de comprender y de explicar, pero totalmente equivocada. Además de proporcionar a los expertos las herramientas estadísticas necesarias para comprender la economía comercial y manufacturera global, también espero que el proyecto de la WIOD responda a esta ley de Murphy y facilite a los medios de comunicación y otros líderes de opinión información fáctica, pero fácil de comprender, sobre estas complejas cuestiones.

2. Consecuencias macroeconómicas: Reequilibrio de la economía mundial

Para ilustrar la utilidad de las nuevas estadísticas mundiales que pueden obtenerse interconectando las cuentas nacionales de producción y financieras, deseo referirme a una de las cuestiones más debatidas por los economistas hoy en día: el reequilibrio de la economía mundial.

A menudo se achaca la crisis de los años 2008-2009 a los grandes desequilibrios acumulados en el decenio de 2000. La mayoría de los analistas destacan el enorme desequilibrio bilateral existente entre la actual superpotencia, los Estados Unidos, y el nuevo fabricante mundial, China.

Ahora bien, las estadísticas comerciales convencionales nos dan un panorama distorsionado de los desequilibrios comerciales entre los países. Como vimos al examinar el contenido chino del iPad, lo que importa no son los desequilibrios medidos por el valor bruto de las exportaciones y las importaciones, sino la cantidad de valor añadido que se incorpora en las corrientes. Según estimaciones de la OMC, basadas en datos del Instituto de Economías en Desarrollo (IDE-JETRO), el 80 por ciento del valor de los bienes exportados por los Estados Unidos tenían un contenido nacional. Las cifras comparables eran 77 por ciento para el Japón, 56 por ciento para Corea y alrededor del 50 por ciento para Malasia y el Taipei Chino, lo que significa que la mitad del valor exportado por esos países provenía de otros países.

Si utilizáramos estadísticas comerciales convencionales sobrestimaríamos el déficit bilateral de los Estados Unidos con China en alrededor de un 30 por ciento con respecto a la cifra correspondiente si se mide el contenido de valor añadido sobre la base de matrices de insumo-producto. Las cifras oficiales del déficit bilateral se reducirían un 50 por ciento si se tuviera plenamente en cuenta la actividad de reexportación de las zonas francas industriales de China y Hong Kong, China. Del mismo modo, si se mide en términos de contenido de valor añadido nacional, el déficit bilateral de los Estados Unidos con Corea o el Japón, que son los principales suministradores de los componentes electrónicos del iPad que usamos como ejemplo, aumentaría proporcionalmente a la reducción del déficit de los Estados Unidos con China.

Esto también significa que las políticas cambiarias tradicionales no ayudarán a corregir los aparentes desequilibrios bilaterales. Si el valor añadido de las exportaciones de China a los Estados Unidos fuera sólo la mitad de su valor comercial, una apreciación del yuan chino sólo aumentaría el costo de los productos chinos a la mitad de la tasa de apreciación. En el caso de los productos electrónicos de consumo, esa repercusión sería aún menor y el precio pagado por los importadores sólo reflejaría un 20 por ciento de la variación del tipo de cambio.

Esto demuestra que, como dijo recientemente el Director General Pascal Lamy en la Escuela de Economía de París, es hora de que empecemos a medir el comercio en términos del valor añadido, y no del valor bruto, como se hace actualmente.

IV. CONCLUSIONES

Todas las crisis ponen de manifiesto nuevos problemas y exigen nuevos instrumentos de política. La depresión de 1929 dio lugar a la creación de la versión moderna de las cuentas nacionales que nuestros antecesores mercantilistas y fisiócratas habían imaginado hace siglos.

Las cuentas nacionales reflejaban una visión del mundo según se tratara de residentes o de no residentes. Ahora bien, el mundo de hoy, que se caracteriza por la producción industrial, está dominado por la mundialización de la manufactura, en que el comercio internacional asume la función que solían desempeñar las conexiones entre ciudades en el siglo XIX y a principios del XX. Esta interrelación entre la oferta y la demanda internas trasciende las fronteras nacionales para crear una tupida red de acuerdos contractuales de suministro y de consumo. La mundialización de la manufactura está cambiando rápidamente la forma en que interactúa la economía internacional, borrando las diferencias entre la visión que tienen del mundo los residentes y los no residentes, diferencias que se consideraron primordiales al concebir las cuentas nacionales.

Los objetivos del proyecto de la WIOD son ambiciosos, pero responden a la urgente necesidad de ofrecer una versión internacional de las cuentas nacionales que promovieron los fisiócratas pioneros del siglo XVIII. En la OMC estamos esperando los resultados de este proyecto para conocer el contenido del comercio internacional correspondiente al valor añadido nacional. Al ofrecer unas estadísticas sobre el comercio internacional nuevas y más precisas, lo que pretendemos es ayudar a los encargados de formular políticas y los negociadores comerciales a concebir estrategias empíricas que redunden en beneficio de sus ciudadanos.

Como la OCDE, organización para la que se concibió inicialmente el proyecto, es de lejos el principal agente comercial de la economía mundial, los beneficios de este proyecto se extenderán mucho más allá del club de los países ricos y prósperos, al que mi propio país, Chile, acaba de unirse. Como dije en mi exposición, la mundialización de la manufactura no sólo ha disipado la distinción entre “nosotros” y “ellos”, entre “los residentes” y “el resto del mundo”, sino que también ha borrado las diferencias que se establecieron después de la segunda guerra mundial entre las economías industrializadas y los países en desarrollo, entre “el centro y la periferia”. Prebish ha muerto, se lamentaría un economista estructuralista, y la antigua división entre Norte y Sur, apreciada por tantos economistas radicales del desarrollo, está cediendo el paso a una nueva bipolarización entre Este y Oeste, en la que los nuevos modos de producción internacional se traducen en nuevas instituciones políticas internacionales.

Frente a este nuevo reto debemos adoptar nuevas perspectivas. La gobernanza de este nuevo orden institucional que se ha instaurado exige un cambio en el funcionamiento de las organizaciones nacionales e internacionales. También exige que se renueve el actual sistema de estadísticas a fin de ofrecer a los encargados de formular políticas las estadísticas que necesitan para ejercer sus nuevas responsabilidades. Sé que en última instancia el objetivo del proyecto de la WIOD es apoyar el análisis de algunas cuestiones mundiales relacionadas con la mundialización de la manufactura, como el medio ambiente. Ya he dicho que, también ayudará a la OMC a comprender mejor la relación entre el comercio internacional y el contenido de valor nacional y, en última instancia, la creación de empleo. Esperemos que este proyecto ayude al Norte, el Sur, el Este y el Oeste a darse cuenta de que forman parte de la misma brújula y a que están condenados a compartir el mismo planeta.

Permítanme concluir deseando a todos los participantes un fructífero seminario en esta bella ciudad de Viena.

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