OMC: NOTICIAS 2011

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Buenas tardes, señoras y señores.  Es un gran placer para mí estar hoy aquí, y agradezco sinceramente al profesor Lim su amable presentación y el apoyo prestado al facilitar mi alocución de hoy ante ustedes.

Les hablo en un momento de grave incertidumbre económica en el mundo.  La recuperación de la crisis financiera ha sido desigual, y algunos dirán que las proclamaciones de una rápida recuperación fueron prematuras.  El desempleo persistente continúa y el ritmo del crecimiento mundial se ha aminorado.

El crecimiento del comercio internacional en 2010 dio lugar a una recuperación inicial, particularmente en las economías emergentes y en desarrollo.  Ese año, el comercio mundial creció a una tasa récord del 14,5 por ciento, y en julio las exportaciones e importaciones de los países en desarrollo habían superado sus niveles máximos anteriores a la crisis.  Ese crecimiento más rápido se apoyó en un fuerte aumento del comercio Sur-Sur en el primer semestre de 2010.  Sin embargo, las perspectivas son ahora algo menos halagüeñas.

En octubre la OMC revisó a la baja sus previsiones del comercio mundial para 2011, reduciendo a un 5,8 por ciento el pronóstico inicial del 6,5 por ciento.  En los últimos meses el comercio crece más lentamente de lo previsto, los problemas cada vez mayores de muchas economías desarrolladas con su deuda soberana y sus déficits fiscales insostenibles están mellando la confianza internacional, y la recuperación que presenciábamos a principios de año está en entredicho.

Y la ciudadanía está reaccionando.  En las últimas semanas hemos visto imágenes de las protestas en Wall Street.  El sentimiento compartido de frustración y la falta de confianza en que los sistemas nacional e internacional sean capaces de lograr el crecimiento y un desarrollo sostenible nos están llevando a lo que algunos comentaristas llaman el “invierno global”.  Pocos meses después de la “primavera árabe”, cada vez es más evidente que una bolsa de descontento en una parte del mundo puede multiplicarse y desencadenar un movimiento global.

Vivimos en un espacio económico complejo, algunos dirían tumultuoso.  La cruda realidad es que el multilateralismo se encuentra en una situación precaria.  Y es precisamente en tiempos de crisis cuando la cooperación mundial se hace imprescindible.

El comercio sigue siendo uno de los más importantes motores del crecimiento nacional, regional y mundial.

La experiencia de muchos países, particularmente en Asia, ha confirmado la importancia del comercio para el crecimiento mundial.  Fueron, después de todo, las economías asiáticas las que abanderaron el crecimiento mundial tras la crisis de 2008, al mantener sus mercados abiertos y utilizar el comercio como instrumento de política para la recuperación.

Las medidas de signo contrario — cerrar los mercados, erigir obstáculos y fomentar el proteccionismo — podrían haber tenido un efecto radicalmente diferente.

Ahora hemos pasado de una crisis financiera a una crisis de crecimiento.  Muchas economías no están creciendo a un ritmo suficiente para lograr el saneamiento de las finanzas públicas que necesitan para reducir el alto desempleo.  Sin embargo, el proteccionismo no es la respuesta a estos problemas del crecimiento mundial que sufrimos colectivamente.

 

1. Proteccionismo

Durante la visita que hizo en octubre a Chengdu, la capital de la provincia de Sichuan, en el sudoeste de China, el Director General de la OMC, Pascal Lamy, subrayó el papel que cumple la OMC al impedir que cobren fuerza las tendencias proteccionistas.  Según afirmó, tendremos que estar “alerta”, ya que “ésta es la principal tarea de la OMC”.

Las posturas de encerrarse en sí mismo y las tendencias aislacionistas pueden ser la reacción visceral al período de turbulencias que estamos viviendo.  En una crisis alimentaria, los países pueden tratar de asegurarse de que disponga de alimentos su población únicamente.  En una crisis laboral, la principal prioridad puede ser asegurarse de que en el propio país se pierda el menor número de empleos.  Estas reacciones son comprensibles, pero no siempre son las mejores, ni desde una perspectiva económica ni desde la perspectiva de la cooperación global.

Aunque podemos estar orgullosos de que los actuales instrumentos del comercio internacional y los procesos de transparencia han constituido un importante mecanismo preventivo contra la generalización del proteccionismo, es evidente que tenemos que construir un sistema global de comercio más fuerte para hacer frente a los retos que se avecinan.  Nuestro sistema de normas está cada vez más anticuado, pero nuestros Miembros tienen la llave para concertar acuerdos capaces de inyectar crecimiento;  por ello, renovar el compromiso con las negociaciones multilaterales sobre el PDD es una condición sine qua non para seguir avanzando.

La evolución del proteccionismo desde que comenzó la crisis ha sido irregular, pero presenta tendencias preocupantes.  A finales de 2008 la OMC estableció un sistema de vigilancia de las medidas comerciales adoptadas durante la crisis.  Aunque se constató el establecimiento de nuevos aranceles, obstáculos no arancelarios y medidas comerciales correctivas nuevas (en particular, derechos antidumping), la mayoría de los Miembros lograron evitar los impulsos proteccionistas.  Los posteriores informes de vigilancia comercial, de 2009 y 2010, así lo confirmaron.

Sin embargo, en los últimos seis meses han surgido algunas tendencias preocupantes, especialmente en miembros del G-20.  El reciente informe de la OMC sobre las medidas comerciales del G-20, de octubre de 2011, mostró que había una menor contención en la adopción de nuevas medidas de restricción del comercio y una menor determinación a la hora de eliminar las existentes.

El informe señala que cunde la impresión de que en algunas partes del mundo el proteccionismo está ganando terreno como reacción política ante las dificultades económicas que actualmente se están padeciendo. Esas dificultades son con frecuencia el resultado de las fluctuaciones cambiarias y de los desequilibrios macroeconómicos, que son  problemas que las restricciones del comercio no (necesariamente) pueden resolver.  El proteccionismo menoscabará el crecimiento mundial y perpetuará actividades económicas no competitivas.  Es evidente que hemos de hacer frente a cualquier repunte del proteccionismo, en especial porque son las medidas internas los instrumentos que se están prefiriendo.

Lo preocupante a este respecto es que las normas multilaterales que rigen esas esferas están menos desarrolladas que las que regulan las prácticas seguidas en la frontera, lo que da lugar a una transparencia ligeramente más “opaca”.  Las restricciones del comercio tradicionales, aplicadas en la frontera, también deben seguir siendo vigiladas.  Dado que el 40 por ciento del comercio mundial es intraempresarial, y que las distintas partes de un mismo producto se fabrican y montan en diferentes países, las restricciones en un país pueden afectar a la relación costo-eficiencia del conjunto de la cadena de suministro.

Es preciso actuar de manera coordinada para hacer frente a esos problemas estructurales que subyacen a la persistencia del desempleo, el estancamiento del crecimiento y la inestabilidad de los mercados financieros.  El proteccionismo es sólo un remedio provisional para un problema de más largo alcance.

A este respecto, la OMC ha proporcionado tradicionalmente a los países un medio para asumir compromisos y una póliza de seguro para garantizar la reforma de las políticas y poner freno a las tendencias proteccionistas.  La OMC facilita las normas que ayudan a los países a limitar las políticas de egoísmo nacional, y proporciona un mecanismo — el Órgano de Solución de Diferencias — que vela por la cooperación.  Una de las mejores formas de reforzar ese papel es actualizar el sistema de normas de la OMC.  Dieciséis años después de la conclusión de la Ronda Uruguay, esas normas mundiales necesitan imperiosamente una puesta al día.

 

2. OMC/PDD

Todos sabemos que el PDD se encuentra ya desde hace algún tiempo en una situación de estancamiento.  Hay muchas razones que lo explican, pero esta situación confirma dos puntos:  que el comercio no es, en modo alguno, inmune a las transformaciones de la realidad geopolítica acaecidas en los últimos diez años, y que esta parálisis de la función de negociación de la OMC restringe la capacidad de la Organización para adaptarse y adecuarse a prioridades emergentes del comercio mundial que los países no pueden — y en algunos casos no deben — tratar de resolver mediante acuerdos bilaterales o regionales.  Cada día que pasa sin que los Miembros encuentren una forma de avanzar en las negociaciones para dar más acceso a los mercados, perfeccionar las normas vigentes y establecer nuevas reglamentaciones, se abre la puerta a posibles presiones proteccionistas.

Ciertamente, la OMC no es sólo un órgano de negociación, pero un bloqueo prolongado de la función legislativa y normativa de la Organización acabará por afectar a la eficiencia de los sistemas de vigilancia y de solución de diferencias:  dos aspectos de la labor de la OMC que son esenciales para poner freno al proteccionismo.  Además, los elementos del debate han cambiado con el tiempo.  Las sucesivas rondas de negociación han conducido sistemáticamente a una reducción del papel de los aranceles y los contingentes como restricciones al comercio libre y equitativo.  Los debates se centran cada vez más en el entorno normativo.

Estas y otras cuestiones formarán el núcleo del debate de los Ministros en la Octava Conferencia Ministerial que se celebrará en Ginebra en diciembre.  El tema de la ministerial será “La OMC, una organización que cumple”.  Es importante que se perciba que la OMC avanza, aunque sea a pequeños pasos sucesivos.  Como el Director General declaró en un encuentro celebrado en Delhi el pasado mes de septiembre, “si vemos claramente que es preciso resolver las cuestiones del Programa de Doha, de lo que se trata es de lograr el coraje político y las medidas pragmáticas que llevarán a nuestros Miembros a mantener una negociación franca”.  Para seguir adelante, tenemos que hacer avanzar las negociaciones en las esferas en que se pueden lograr progresos, obtener resultados en cada una de ellas sucesivamente y tener una hoja de ruta clara para abordar las cuestiones pendientes.  Se está fraguando un consenso en torno a la idea de que toda labor futura debe hacerse sobre la base de los progresos logrados hasta la fecha, y de que el desarrollo debe seguir siendo un elemento central en todo resultado que se logre.

Los Miembros no han renunciado a las negociaciones.  No han renunciado al multilateralismo.  La autarquía es una opción que no cabe contemplar.  Sin embargo, quisiera hacer varias observaciones sobre la manera en que colectivamente podemos seguir dando esos pasos pequeños, pero importantes, para avanzar.

La primera es una reafirmación de nuestro propósito.  El desarrollo ha de seguir estando en el centro de nuestra labor.  Utilizar el comercio como plataforma para promover un desarrollo sostenible, la reducción de la pobreza y una mayor integración de los países en desarrollo en el sistema multilateral de comercio es algo que está fuera de toda cuestión.  Para los países en desarrollo, debe tratarse menos de excepciones y exclusiones que de obtener los medios para utilizar el comercio como instrumento para el desarrollo económico.  Integrar la iniciativa de Ayuda para el Comercio en el sistema multilateral de comercio ayudará a lograr este objetivo.

En segundo lugar, nuestro compromiso renovado ha de venir acompañado de un espíritu de pragmatismo y compromiso.  La flexibilidad no implica debilidad;  al contrario, es signo de resolución y de voluntad de lograr los beneficios mundiales de alcanzar un acuerdo.  Sin embargo, también puede ser necesario que nos apartemos en cierta medida del camino que hemos seguido para tratar de lograr un acuerdo sobre Doha.  Sin dejar de respetar el todo único, hay pasos más pequeños que podemos dar y que demostrarán progresos tangibles, como los recientes avances en las negociaciones sobre la contratación pública (en las que Hong Kong tiene una participación importante).  Los progresos, por pequeños que sean, inspiran confianza.  Las cuestiones de  Doha ‑reducción de aranceles, eliminación de las subvenciones a la pesca que distorsionan el comercio, agilización de los trámites y reducción del costo de hacer negocios mediante la facilitación del comercio, ampliación de las oportunidades para los servicios, y otras muchas — siguen siendo pertinentes actualmente.  Mirar a otro lado no las hará desaparecer de la agenda internacional.

En tercer lugar, el liderazgo político es un elemento importante a este respecto.  Los acuerdos comerciales se negocian en Ginebra, pero se aplican a nivel interno.  Se necesita un proceso constante de educación e información sobre los efectos y los beneficios de los acuerdos comerciales.  Los líderes políticos y los funcionarios encargados del comercio tienen la responsabilidad de hacer uso de su capital político para cumplir ese objetivo.

En cuarto lugar, es necesario ampliar el alcance del sistema mundial de comercio.  Es preciso completar la tarea inacabada en relación con las crestas arancelarias y las subvenciones causantes de distorsión, entre otras cuestiones, pero tenemos que dirigir nuestra atención a los obstáculos no arancelarios y al entorno normativo del comercio.  Las normas internacionales son instrumentos imprescindibles para promover la inocuidad y generar eficiencias, pero la creciente proliferación de normas puede perjudicar al comercio, en particular al sector empresarial.  Una cuestión conexa a la que me referiré más adelante es el riesgo de disparidad en las reglamentaciones y fragmentación de los mercados, que ya se está materializando a causa de la proliferación de marcos reglamentarios en los acuerdos comerciales preferenciales concertados al margen de la OMC.  Esta cuestión se puso de relieve en el Informe sobre el Comercio Mundial 2011 de la OMC.

En quinto lugar, nuestra reflexión sobre el comercio tiene que madurar para tener más en cuenta el papel de las cadenas mundiales de valor.  Así como el modelo mercantilista de Smith dio paso al de la ventaja comparativa de Ricardo y éste al de las economías de escala de Krugman, para comprender las nuevas dimensiones de unas cadenas mundiales de suministro que están fragmentadas geográficamente y en las que intervienen múltiples participantes, es necesario pasar de una teoría del “comercio de mercancías” a un nuevo paradigma del “comercio de tareas”. Para este fenómeno hemos acuñado la expresión “Hecho en el mundo”;  más adelante trataré este punto con más detalle.

En sexto lugar, ¿qué hay de las “nuevas cuestiones” y de su efecto en las políticas comerciales de los países? ¿Cómo pueden abordarse en el marco de las normas de la OMC?  Me refiero a las políticas cambiarias, a las relativas al cambio climático, a las preocupaciones medioambientales, a la cuestión de la seguridad alimentaria. Si las normas y disciplinas no se actualizan y adecúan a las nuevas realidades del comercio, hay riesgo de que se erosione la eficiencia del sistema.

¿Cómo puede, entonces, la próxima Conferencia Ministerial abordar algunos de estos puntos?  Ha de identificar las esferas en que los Miembros están dispuestos a continuar y concluir las negociaciones, así como aquellas en que la resolución sigue siendo esquiva, y trazar un camino para avanzar.

 

3. ACPR

No hay mejor lugar para hablar de los acuerdos comerciales preferenciales que Hong Kong, China y esta región.  El papel de los acuerdos comerciales preferenciales en el sistema internacional es una cuestión fundamental que merece ser examinada más de cerca.  El Informe sobre el Comercio Mundial 2011 de la OMC se centró en gran medida en la función y el efecto de estos acuerdos.  Anteriormente, el debate giraba en torno a si los ACPR inducían el comercio o desviaban los intercambios comerciales:  si se trataba de estímulos o de escollos.  Es necesario, sin embargo, elaborar un nuevo enfoque, basado en la complementariedad y la compatibilidad, que englobe los distintos ángulos de lo que, en esencia, es un sistema paralelo de nuevas normas internacionales del comercio que se están elaborando fuera de la OMC.

En su examen del volumen del comercio abarcado y no abarcado por los ACPR, la OMC concluyó que sólo el 16 por ciento del comercio total se lleva a cabo con carácter preferencial.

El verdadero factor de desviación de los intercambios de estos acuerdos comerciales regionales es, sin embargo, el “efecto reticular” que causa la superposición de unos compromisos normativos que, en su mayor parte, exceden de lo previsto en las normas de la OMC, así como la segmentación de los mercados a que da lugar.  En muchas esferas — política de competencia, obstáculos técnicos al comercio, servicios, propiedad intelectual, medidas en materia de inversiones-, las normas de los ACPR son más detalladas y de más amplio alcance que las establecidas en la actual arquitectura jurídica de la OMC.  El resultado es que las empresas, en especial las empresas del siglo XXI, que se caracterizan cada vez con más frecuencia por las cadenas mundiales de producción y suministro, se enfrentan a una compleja serie de disposiciones, reglamentaciones, normas y compromisos diferentes.  Para evitar una maraña reglamentaria será necesario armonizar todos esos diferentes programas normativos.

Lo que nos lleva a la cuestión de la coherencia entre las normas comerciales multilaterales y las preferenciales, y a la de si pueden incorporarse al sistema multilateral de comercio algunas de las normas convenidas al nivel bilateral o regional.  Se han presentado varios argumentos diferentes para lograr una mayor coherencia, como el hecho de aumentar la transparencia, acelerar la apertura multilateral del comercio con un programa normativo más ambicioso, aclarar las normas sustantivas de los ACPR y los ACR en el marco jurídico de la OMC, y multilateralizar el regionalismo, haciendo extensivos los arreglos preferenciales existentes a nuevos participantes, de manera no discriminatoria

Una transparencia efectiva y la identificación de las mejores prácticas puede dar lugar a una mayor armonización entre los ACPR y el sistema multilateral de comercio, de modo que los ACPR apoyen y contribuyan de manera eficaz al programa del comercio internacional.

 

4. El comercio de tareas y las cadenas mundiales de suministro

Una esfera en que los ACPR aportan ciertamente un valor añadido creciente es el establecimiento de cadenas regionales basadas en el concepto del “comercio de tareas”.  El comercio de tareas y la subcontratación — es decir, el desarrollo de ventajas comparativas en las tareas y los insumos de producción, más que en los sectores — está revolucionando la estructura del comercio mundial, al generar redes de producción internacionales que fomentan una integración más profunda.

El comercio moderno abarca mercancías, servicios y tareas.  El revolucionario progreso en las tecnologías de la comunicación y la información, y el replanteamiento de conceptos económicos tradicionales como el del “país de origen”, han dado lugar a la fragmentación del proceso productivo y al advenimiento de la cadena mundial como una de las principales plataformas para la integración de los países en desarrollo en el sistema multilateral de comercio.  Estamos asistiendo al fenómeno de la producción mundial.

Actualmente, los procesos de fabricación comprenden distintos componentes que están dispersos en distintos países antes del acabado del producto en uno de ellos para la exportación.  Por lo tanto, el hecho de atribuir todo el valor del producto al país desde el que se exporta al consumidor final puede dar una idea exagerada de la importancia del comercio en ese país.

Esta fragmentación geográfica de la cadena del valor está en la base de lo que la OMC ha denominado “Hecho en el mundo”.  Hay muchos ejemplos de esta noción de “Hecho en el mundo”:  desde los iPods, que se montan en fábricas de los cinco continentes, hasta los pantalones vaqueros, que se fabrican con productos procedentes de países de todo el mundo.  El consorcio Airbus, por ejemplo, pertenece conjuntamente a empresas de cuatro países:  Francia, Alemania, el Reino Unido y España.  Las alas proceden del Reino Unido, el fuselaje y la cola de Alemania, las puertas de España, y la cabina y el montaje se realizan en Francia.  Hay más de 1.500 proveedores en 27 países.

A una escala más pequeña, veamos lo que sucede con la muñeca Barbie.  El diseño y los moldes se hacen en los Estados Unidos, el refino del petróleo para obtener etileno, en el Taipei Chino, el pelo en el Japón, la ropa en China y el montaje, en Indonesia y Malasia.  Y, ¿qué sucede con lo que solemos llamar un automóvil “americano”?  El 30 por ciento del valor corresponde a Corea por el montaje, el 17,5 al Japón por los componentes, el 7,5 por ciento a Alemania por el diseño, el 4 por ciento al Taipei Chino y a Singapur por los pequeños componentes, el 2,5 por ciento al Reino Unido por servicios de comercialización y el 1,5 por ciento a Irlanda y Barbados por el procesamiento de datos.  En un automóvil “americano” se genera en los Estados Unidos el 37 por ciento del valor de producción.

Actualmente, el comercio internacional es inseparable de las redes mundiales de producción, y en este nuevo contexto del comercio de tareas y de la noción de “Hecho en el mundo”, la OMC está abanderando la elaboración de una nueva forma de medición de las corrientes comerciales, basada en el valor añadido.  Estamos trabajando conjuntamente con otros asociados para establecer los conjuntos de datos necesarios y definir la metodología.  Disponer de una medida más exacta del valor de las transacciones y las corrientes comerciales será un elemento importante para mantener un diálogo nacional e internacional sobre el papel del comercio en el crecimiento y el desarrollo que esté asentado sobre una base fáctica más sólida.

La reciente colaboración entre la OMC y el Instituto de Desarrollo Económico — Organización de Comercio Exterior del Japón (IDE-JETRO) para la publicación “Pautas del comercio y cadenas de valor globales en Asia Oriental:  del comercio de mercancías al comercio de tareas”, se centró en el papel que esas cadenas de valor regionales y mundiales y el comercio de tareas han tenido en el crecimiento del “Asia Industrial”.

La formación y evolución de estas redes de producción ha favorecido el crecimiento económico y el empleo en Asia, y hemos deducido que esas cadenas de valor y esa fabricación globalizada han generado oportunidades de empleo, con importantes repercusiones en los territorios nacionales y en las regiones.  El comercio de bienes y servicios intermedios ha alentado la especialización de las empresas dentro de cada economía y entre las distintas economías, dando lugar a un “comercio de tareas”.

El Asia Industrial se basa en la especialización de cada eslabón de la cadena de producción en determinadas operaciones y competencias, en función de las ventajas comparativas.  Y este sistema ha dado fruto.  Las distintas economías están más interrelacionadas y la redistribución de funciones y tareas en la cadena regional de suministro de Asia ha dado lugar a que, en menos de 20 años, algunas economías emergentes, como Viet Nam, y PMA, como Camboya, se hayan convertido en fabricantes importantes.

 

5. Ayuda para el Comercio

Lamentablemente, la historia nos enseña que no todos los países han podido beneficiarse de esas oportunidades para el crecimiento y el desarrollo que el comercio internacional puede ofrecer.  El programa de Ayuda para el Comercio, una iniciativa mundial encabezada por la OMC, se puso en marcha aquí en Hong Kong, en la Sexta Conferencia Ministerial, celebrada en 2005, para ayudar a los países en desarrollo, en particular a los PMA, a crear la capacidad de oferta y la infraestructura relacionada con el comercio necesarias para poder aplicar los Acuerdos de la OMC y beneficiarse de ellos y, más en general, para aumentar su comercio.

Una de las principales funciones de la iniciativa de Ayuda para el Comercio es servir de puente entre la demanda y la oferta de creación de capacidad relacionada con el comercio.  El papel de la OMC consiste en dirigir la atención hacia este debate y en vigilar la aplicación de la ayuda para el comercio.  Los exámenes globales nos permiten asegurar esa vigilancia, y, desde el comienzo de la iniciativa en 2005, se han llevado a cabo tres.

El tercer Examen Global tuvo lugar en julio de este año y contó con la contribución del Secretario General de las Naciones Unidas, de los Presidentes del Banco Mundial y de Bancos Regionales de Desarrollo, y de un gran número de Ministros de países desarrollados y países en desarrollo, altos directivos del sector privado y la sociedad civil.

El examen se centró en los efectos y los resultados — era necesario mostrar cómo estaba funcionando la ayuda para el comercio y cómo podría funcionar mejor para promover el crecimiento, el desarrollo y la reducción de la pobreza-.  Se está ultimando en Ginebra un programa de trabajo para el próximo bienio, que se centrará en “profundizar la coherencia” entre la capacidad de ayuda para el comercio y otras políticas sectoriales en las que el comercio es un componente importante, como las políticas en materia de seguridad alimentaria, propiedad intelectual, integración regional y cambio climático.

 

6. El sector privado

El sector privado es un elemento central en la Ayuda para el comercio, ya sea como proveedor de creación de capacidad relacionada con el comercio o como beneficiario de la Ayuda para el comercio.  Con la proliferación de las cadenas mundiales de suministro, surgen aún más oportunidades para que la participación del sector privado tenga un efecto real y sostenible en el desarrollo.

Es evidente que el sector privado está yendo más allá de la filantropía empresarial en tanto que elemento del programa de responsabilidad social de una empresa.  Cada vez con más frecuencia, la responsabilidad social de las empresas tiene por motivo y por meta la obtención de un beneficio.  Esto no es algo que haya de evitarse.  El comercio y la política comercial ofrecen a la comunidad empresarial importantes oportunidades para intervenir a mediano y largo plazo, y de contribuir tanto al crecimiento como a la cuenta de resultados.

En el tercer Examen Global mencionamos varias empresas que estaban llevando a cabo actividades de creación de capacidad en el marco de sus inversiones en nuevas cadenas de valor.  Walmart, por ejemplo, manifestó su interés por cooperar más con los organismos para el desarrollo con el fin de ampliar la escala de su importante labor de desarrollo de nuevos proveedores en nuevos mercados; Danone presentó un fondo especial llamado “Ecosystem” que tiene por fin establecer una relación más estrecha con los tejidos económico y social de los países en los que opera;  y Sae-A Trading Co., Ltd. expuso con detalle las inversiones en infraestructura que está llevando a cabo en Haití.

Pero, ¿por qué habría una empresa multinacional de participar en asociaciones con gobiernos para llevar a cabo actividades de creación de capacidad relacionada con el comercio?  ¿De qué forma puede eso contribuir al crecimiento mundial?

Galvanizar la participación de empresas privadas a lo largo de toda la cadena del valor, con objeto de que amplíen su red de proveedores invirtiendo en la capacidad y la competitividad de los productores, es una contribución importante al crecimiento mundial y al desarrollo de la capacidad a lo largo de toda esa cadena.  Las empresas del sector privado, principalmente las multinacionales, tienen una dimensión y una capacidad de penetración en el mercado que resulta imposible de alcanzar para muchos pequeños proveedores.  Asociarse con esos productores y comerciantes en los países en desarrollo, ayudarlos a mejorar sus técnicas de producción y a aumentar sus conocimientos sobre el mercado, y transferirles conocimientos técnico-prácticos, es fundamental para que puedan ascender en la cadena del valor.

A largo plazo, para lograr un crecimiento económico sostenido es necesario el progreso tecnológico.  La transferencia de tecnología y conocimientos permite a las empresas producir bienes y servicios más eficientes y respetuosos del medio ambiente, proporciona una plataforma para pasar de la producción primaria a procesos de mayor valor añadido y conduce al desarrollo del capital intelectual y social de una rama de producción.  Un sector privado fuerte, con empresas que tengan departamentos de investigación y desarrollo y generen innovaciones tecnológicas, puede contribuir a aumentar la productividad de los países en desarrollo.  El aumento de la productividad da lugar a un aumento de ingresos y a un aumento de la demanda de bienes y servicios.  Las empresas encontrarán en el beneficio un motivo importante para participar en este esfuerzo, creando nuevos clientes y nuevas oportunidades.

Junto con el papel que la comunidad empresarial puede cumplir transfiriendo conocimientos y tecnología, el comercio también es un elemento esencial de la ecuación.  Las importaciones pueden comportar una transferencia de tecnología.  La competencia con las importaciones puede impulsar la innovación nacional y la modernización de la tecnología, y muchas empresas pueden aprender exportando.  Entre las externalidades que se derivarán de este “aprender haciendo” figuran la difusión de conocimientos entre empresas y el enriquecimiento del capital humano por el desarrollo de aptitudes.

Cuando la OMC dialoga con el sector privado hay siempre una serie de cuestiones que se plantean como prioritarias, sea cual sea el tamaño de la empresa, el alcance de sus operaciones y el saldo de la cuenta bancaria de la organización, a saber:  disponer de normas y reglamentos más transparentes y previsibles, de una infraestructura eficaz y eficiente en los países y las regiones que haga posible el comercio de bienes y servicios, de un suministro fiable de energía y de comunicaciones, y de procedimientos de aduana y trámites administrativos simplificados.

Todo ello es indispensable para que una empresa comercie competitivamente y para que los bienes y servicios puedan llegar al consumidor a un precio, en un plazo y con una calidad razonables.  El precio de un producto para el consumidor, o el de un insumo del ciclo de producción, puede multiplicarse por diez entre la frontera y su destino cuando los trámites administrativos son gravosos, las normas técnicas se superponen, los derechos y cargas son excesivos y la infraestructura de transporte es poco fiable.

Gobiernos y empresas han de colaborar en estos campos para reducir el costo de hacer negocios.  Las asociaciones entre fabricantes, proveedores de servicios empresariales, empresas de logística internacional y gobiernos pueden hacer una gran contribución al aumento de la competitividad.

 

Conclusión

Espero haber arrojado hoy algo de luz sobre las difíciles cuestiones que figuran actualmente en la agenda del comercio internacional, pero también sobre algunas de las soluciones para hacer frente a esas realidades.  ¿Qué papel puede cumplir Hong Kong, China en este esfuerzo?

Hong Kong ha sido siempre un firme partidario del sistema multilateral de comercio.  La influencia de Hong Kong en el sistema se debe a que predica con el ejemplo.  La contribución de Hong Kong a las negociaciones sobre la contratación pública, los debates sobre la facilitación del comercio y las conversaciones sobre los servicios ha sido indispensable para lograr los progresos que hemos presenciado.

La integración en las cadenas mundiales de valor es un aspecto importante del desarrollo de Hong Kong, China.  La iniciativa “Hecho en el mundo” de la OMC ayudará a Hong Kong a vigilar y medir mejor su contribución a la adición de valor y a la competitividad, y espero que podamos encontrar oportunidades para trabajar con la universidad y seguir afinando y concretando esta metodología.

En conclusión, el multilateralismo encara tiempos difíciles.  Hemos identificado los problemas.  El siguiente paso es hacerles frente de consuno.

Muchas gracias por su amable atención.

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