OMC: NOTICIAS 2011

ESTUDIOS Y ANÁLISIS ECONÓMICOS

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Profesor Ir.  Sudjarwadi, Rector de la Universidad Gadjah Mada, Sr. Riza Arfani, Secretario Ejecutivo del Centre for World Studies, distinguidos invitados y participantes:  Selamat pagi.

Permítanme comenzar diciendo que, aunque el sistema de la OMC ofrece las condiciones para facilitar la competitividad, la OMC no tiene una posición oficial sobre el asunto.  Así pues, expondré mis propias opiniones al respecto.  También hablaré de lo que hace la OMC, a su manera, para reforzar la competitividad de sus Miembros, en particular los menos desarrollados. 

 

Algunas cuestiones generales sobre la competitividad

Primero algunas cuestiones generales en el contexto de la competitividad.

Para comprender la competitividad en el contexto que le corresponde, hemos de tener presente que no es un objetivo independiente de la contribución que aporta a otros objetivos más básicos, como el aumento de los ingresos, la capacidad de producción y niveles de bienestar más altos.  Todos estos conceptos son dinámicos, por lo que debe considerarse que la competitividad crea condiciones que favorecen la consecución de esos objetivos mediante esfuerzos sistemáticos, específicos, positivos e ininterrumpidos a lo largo del tiempo.

En general, la competitividad es la capacidad de competir.  Si buscamos la palabra competitividad en Internet, una de las definiciones que encontraremos con frecuencia será que consiste en la capacidad de competir de una empresa, de un subsector o de una nación.

Todas esas entidades, ya sean empresas o naciones, tratan de mejorar su capacidad de competir.  Cada una a su nivel, toman medidas y establecen sistemas que contribuyen a reforzar la competitividad.  Este es un contexto importante en que el sistema multilateral de comercio o la OMC desempeña un papel pertinente.  Volveré a ocuparme de este punto más adelante.

La competitividad presupone estar dispuesto a participar y a tratar de abrirse camino en un mundo en constante evolución.  Por su propia naturaleza, no supone erigir muros de exclusión en torno a nosotros.  En el mundo actual, es imposible mantener una política de ese tipo.  Las empresas y los dirigentes políticos tienen que reforzar constantemente sus ventajas competitivas.  En un mundo interconectado como el nuestro, esto es imperativo para todos nosotros.

Este mundo interconectado también se refleja en el análisis de las políticas económicas.  Ya se trate de la microeconomía o de la macroeconomía, o de las teorías del desarrollo, de las finanzas o del comercio, la evolución de los conocimientos ha traído consigo el reconocimiento explícito de que la gente, las empresas y las naciones no son entidades aisladas.  Por ejemplo, actualmente los dirigentes políticos no pueden aplicar políticas macroeconómicas sin tener en cuenta el sector internacional.

Debido a esas interrelaciones, el hecho de que existan oportunidades internacionales estables, previsibles y cada vez mayores tiene una repercusión mucho más amplia que los meros beneficios directos del comercio y la inversión internacionales.  Esto se debe a que, en muchos casos, la eficacia y la eficiencia de las políticas nacionales — incluidas las iniciativas para aumentar la competitividad dependen de las condiciones prevalecientes en el sector internacional.

Por lo tanto, no es sorprendente que las naciones hayan colaborado para establecer un sistema que proporciona estabilidad, previsibilidad y crecimiento en los mercados internacionales.  La OMC es precisamente un sistema de ese tipo, con un marco en el que se insiste en la buena gobernanza, las garantías procesales, la transparencia, un sistema creíble de solución de diferencias y la reducción de la arbitrariedad en la esfera de las relaciones económicas internacionales.  Esta fue una de las razones para que en enero de este año el Ministro Pangestu recalcara en Davos que no hay alternativa al sistema multilateral de comercio.

 

Una visión más detallada de la competitividad

Con este telón de fondo, examinemos más de cerca algunos de los factores inherentes al aumento de la competitividad.  El trabajo del Profesor Porter ha mostrado que para reforzar la competitividad es necesario aplicar políticas macroeconómicas y microeconómicas y, en particular, prestar especial atención a los fundamentos microeconómicos de la competitividad.1 

En el último decenio varios teóricos del crecimiento han llegado a conclusiones similares en cuanto a la importancia de los factores microeconómicos subrayados por el Profesor Porter.  Sus resultados muestran que la competitividad y el crecimiento pueden mejorar sustancialmente con políticas microeconómicas apropiadas encaminadas a crear y mejorar un entorno propicio a la inversión y la innovación.

Por eso es interesante observar que tanto la reflexión teórica como la experiencia sugieren que hay buenas y malas maneras de entender la competitividad y que, en consecuencia, los gobiernos pueden tratar de reforzarla de buenas o de malas maneras.  En un famoso artículo publicado en Foreing Affairs, Paul Krugman expresó reservas respecto de la obsesión de los países con la competitividad.2 

Según él, desde un punto de vista teórico, la idea de que los países compiten entre sí de la misma manera que Coca-Cola compite con Pepsi-Cola es sencillamente errónea.  Nos advirtió de que la insistencia en la competitividad supone un peligro para la política económica y, en particular, para la política comercial.  La fijación de los gobiernos con la competitividad puede llevar a los países a optar por políticas sectoriales, en que los políticos y los burócratas son quienes deciden qué sectores es probable que sean los ganadores o los perdedores, y a qué sectores nacionales debe darse apoyo preferencial.  También puede suceder que los dirigentes políticos se obsesionen con la idea de que la competitividad se mide por la balanza comercial o de producir más exportaciones que importaciones, lo que nos lleva a una visión del comercio como juego de suma cero y a la probabilidad de incesantes conflictos comerciales.

Con esto no quiero decir que no pueda haber casos en que se considere que determinadas empresas son de importancia estratégica para su país.  En tales casos, puede haber algo de cierto en la idea de que los países, al apoyar a sus campeones estratégicos, competirán los unos con los otros de manera muy parecida a como hacen las empresas privadas.

Con todo, creo que la crítica de Krugman es acertada.  Al mismo tiempo, sus opiniones pueden conciliarse con las del Profesor Porter, que tampoco pide a los gobiernos que elijan ganadores y perdedores.  También concuerda con las investigaciones más recientes sobre el comercio internacional, que sitúan a las empresas en el centro del análisis.  Tradicionalmente, la teoría del comercio internacional se centraba en los países.  Como recordarán, en el ejemplo clásico de David Ricardo se utilizaba a Inglaterra y Portugal para ilustrar el principio de la ventaja comparativa.  Tuvieron que pasar casi dos siglos para que las investigaciones de Krugman (la llamada nueva teoría del comercio) hicieran que el análisis se centrara en los sectores y en el comercio intrasectorial.  Las últimas investigaciones económicas, la “nueva nueva teoría del comercio”, lleva el análisis al nivel de las empresas. 

 

Lo que las nuevas investigaciones nos dicen

Las nuevas investigaciones nos dicen que las empresas que exportan son muy productivas, aunque con frecuencia sólo constituyen una minoría de las empresas de un país.  Por ejemplo, de los 5,5 millones de empresas que había en los Estados Unidos en 2000, sólo el 4 por ciento exportaban.3 El 96 por ciento de las exportaciones totales de los Estados Unidos correspondía a las 10 principales empresas exportadoras.  Esas empresas exportadoras son muy diferentes de las que no exportan.  Son más grandes y más productivas, hacen un uso más intensivo de los conocimientos especializados y del capital y tienden a pagar salarios más altos.  Esas empresas más productivas optan por participar en el comercio internacional.  Esas son las empresas que nos proporcionan un buen modelo para comprender cómo llegar a ser más competitivos, porque están en mejores condiciones de hacer frente a los diversos costos de la actividad empresarial, como el costo de la información sobre las condiciones de la demanda en el extranjero, el costo de establecer un sistema de distribución o el de cumplir las normas extranjeras aplicables a los productos.

Según las nuevas investigaciones empíricas, las empresas exportadoras competitivas venden una amplia gama de productos a gran número de destinos, y el aumento de las exportaciones se debe sobre todo a la entrada de nuevas empresas, a la introducción de nuevos productos y a la apertura de nuevos mercados de exportación (el llamado “margen extensivo del comercio”).  El sistema de la OMC es de importancia decisiva para proporcionar y potenciar esas oportunidades.

Las investigaciones recientes también nos permiten comprender mejor el efecto de composición de la manera en que mejoran la productividad o la competitividad de un país.  Me refiero al descubrimiento de que, a nivel microeconómico e intrasectorial, las políticas que propician una redistribución de los recursos dentro de un sector, de las empresas menos productivas a las más productivas, harán que aumenten la productividad o la competitividad de una economía.  Por consiguiente, la competencia resultante de la apertura o la liberalización del comercio hará que aumente la productividad global de un sector, porque los productores menos productivos saldrán del mercado y su parte de mercado será absorbida por las empresas más productivas, que suelen ser empresas exportadoras.  Obsérvese que este cambio se produce a causa del aumento de la composición de las empresas más eficientes en un mismo sector.  Este cauce hacia el incremento del bienestar es distinto del identificado desde la perspectiva tradicional de la ventaja comparativa, en que la redistribución de los recursos tiene lugar entre sectores.

Las nuevas investigaciones ofrecen orientaciones específicas a los dirigentes políticos que desean mejorar la competitividad de su economía.

Una de ellas es que las políticas que racionalizan y simplifican las condiciones para hacer negocios aumentan la productividad y la competitividad globales de la economía.  Si se reducen esos costos, hay más empresas que pueden competir y participar en el comercio internacional.  A medida que aumenta el tamaño de esas empresas, los recursos que antes absorbían las empresas nacionales menos competitivas se redistribuyen a las empresas más eficientes.

En segundo lugar, para aumentar la competitividad no es necesario que los dirigentes políticos seleccionen sectores ganadores.  En un sector hay empresas de muy diversos tipos, algunas muy productivas, que comercian mucho, y otras no tan productivas que se limitan a servir al mercado nacional.  Así pues, no siempre tiene sentido apoyar a todo un sector, porque ello equivaldría a subvencionar también a muchas empresas no productivas.

En tercer lugar, aumentar la capacidad de las empresas para beneficiarse del mercado internacional es una forma importante de mejorar la competitividad.  Para ello es necesario, entre otras cosas, establecer sistemas que reducen los costos no recurrentes que son lo primero que impide a las empresas entrar en esos mercados, como los costos de información sobre el mercado, o el costo de certificar que las características del producto satisfacen los reglamentos técnicos del país importador, o el de establecer un sistema de distribución de las mercancías.  Esto indica que los dirigentes políticos que quieran impulsar la competitividad de su país tendrán que prestar más atención a esferas como la facilitación del comercio, los obstáculos técnicos al comercio, la mejora de la infraestructura y la capacidad de mejorar los servicios de distribución.

En cuarto lugar, si los dirigentes políticos han de intervenir, deben hacerlo no tanto con la intención de alentar a las mismas empresas a vender más cantidad de los mismos productos a los mismos interlocutores comerciales, sino con la de aumentar el número de empresas que exportan y venden nuevos productos a nuevos interlocutores comerciales.  Esto significa que los dirigentes políticos tendrán que centrarse en los obstáculos que limitan la capacidad de las empresas para exportar, diversificarse para vender nuevos productos o penetrar en nuevos mercados.

Por último, la mayor tarea de los dirigentes políticos que quieran mejorar la competitividad es crear un entorno propicio en el que puedan surgir más de esas empresas productivas.

El régimen de la OMC ayuda a alcanzar todos estos objetivos al mantener la apertura de los mercados, reducir las intervenciones políticas arbitrarias y generar más oportunidades y capacidades.

 

¿Cuáles son las políticas apropiadas?

¿Qué tipo de entorno ofrece un terreno más fértil?  El Profesor Porter ha mostrado que, una vez se han hecho determinados ajustes conceptuales, la misma teoría puede aplicarse a la competitividad de las naciones, las regiones y las ciudades.  Insiste particularmente en el papel crucial de la estabilidad macroeconómica y de la solidez de las instituciones políticas y jurídicas.  En ese contexto, el potencial productivo de las empresas depende de la aportación de factores y de las condiciones de demanda del mercado, de la existencia de sectores conexos y complementarios, de la infraestructura que facilita la actividad empresarial y de la capacidad de la empresa para resolver las cuestiones estratégicas y de rivalidad.  Un hallazgo importante es que las iniciativas más adecuadas para un país dependerán en gran medida de su nivel de ingresos y de las condiciones que imperen en él.  Además, el Profesor Porter aclara que “las etapas del desarrollo competitivo suponen pasar de ser una economía basada en los factores a una economía basada en la inversión y, por último, a una economía basada en la innovación”.  También recalca que, más que elegir ganadores y perdedores, el gobierno debe crear un entorno normativo general que reduzca los obstáculos que entorpecen la actividad empresarial y propicie las condiciones que fomentan la competencia, incluida la apertura al comercio internacional.

En tales condiciones, veamos qué se está haciendo actualmente, desde un punto de vista empírico, para evaluar las cuestiones relacionadas con la competitividad a escala regional y mundial.

Consideremos primero el “Informe sobre la competitividad de la ASEAN 2010”, elaborado por el Instituto de Singapur para la Competitividad en Asia, en el que también se examinó la situación en los distintos países de la ASEAN.  Según ese informe, las tres principales esferas en que Indonesia tiene una ventaja relativa son los sectores y subsectores de apoyo y conexos, la estrategia y la eficacia operacional, y la infraestructura de mercado de los capitales.  Por otro lado, las tres principales esferas de desventaja relativa de Indonesia son la infraestructura administrativa, la infraestructura de las comunicaciones y el desarrollo humano.

Adoptemos ahora una perspectiva más amplia, que incluya la situación mundial según se presenta en el índice de competitividad mundial elaborado por el Foro Económico Mundial.  Aunque el índice de competitividad del Foro Económico Mundial no se creó para responder directamente a la pregunta que tengo en mente, creo que se acerca bastante y que es un buen punto de partida.

El Foro Económico Mundial identifica 12 pilares esenciales de la competitividad, que son:   la calidad de las instituciones, la infraestructura, el entorno macroeconómico, la salud y la enseñanza primaria, la enseñanza superior y la formación, la eficacia del mercado de mercancías, la eficiencia del mercado laboral, el desarrollo del mercado financiero, la preparación tecnológica, el tamaño del mercado, la pericia de las empresas, y la innovación.  Estos pilares no son independientes.  Pueden reforzarse mutuamente, de modo que la fuerza (o la debilidad) en una esfera puede tener un efecto positivo (o negativo) en otros pilares.  Suele ser más fácil comenzar las mejoras centrándose en el sector del comercio internacional.

Creo que en estos 12 pilares los dirigentes políticos interesados en alentar la formación de empresas de alta productividad encontrarán las esferas esenciales en que centrarse.  A este respecto, el Gobierno de Indonesia ya ha realizado una labor realmente impresionante mejorando en estos pilares.  El Foro Económico Mundial clasificó a Indonesia en el puesto número 44 de su índice de competitividad mundial, en el que hay 139 economías.  Hace sólo seis años, Indonesia ocupaba el puesto 69.  Por lo tanto, ha dado un paso verdaderamente gigantesco en la clasificación de competitividad del Foro Económico Mundial.

Estas mejoras han tenido un impacto evidente en los resultados económicos de Indonesia.  En el último decenio, el sólido crecimiento económico medio del país ha sido del 5,2 por ciento, holgadamente superior a la media mundial, que es del 3,6 por ciento.  Se prevé que entre 2011 y 2015 el crecimiento medio del PIB de Indonesia se sitúe en torno al 6,5 por ciento.  En cuanto al comercio internacional, en los 10 últimos años, las tasas medias anuales de crecimiento de las exportaciones de mercancías (9,2 por ciento) y de servicios comerciales (12,6 por ciento) de Indonesia han superado la media mundial.  La Economist Intelligence Unit estimó que de aquí a 2015 las exportaciones e importaciones de mercancías de Indonesia habrán aumentado al doble de los niveles de este año.  Estos sólidos resultados han hecho que varios inversores mundiales sugieran que se considere a Indonesia similar a los BRIC.

Algunas de las prescripciones normativas para mejorar la competitividad general de un país sólo requerirán cambiar los reglamentos, y no hará falta que los gobiernos obtengan fondos.  Otras, sin embargo, exigirán que gasten dinero o adquieran conocimientos especializados de los que ahora no disponen.

Con ánimo de resolver las limitaciones de recursos que afrontan los países en desarrollo, durante la Conferencia Ministerial de Hong Kong, celebrada en diciembre de 2005, la OMC lanzó la Iniciativa de Ayuda para el Comercio.  La Iniciativa tiene por objeto ayudar a los países en desarrollo, en particular a los menos adelantados, a superar sus limitaciones en materia de oferta, aumentar su productividad y beneficiarse del comercio internacional.  Canalizando los recursos hacia la creación de infraestructura relacionada con el comercio, y ayudando a los países pobres a formular políticas reglamentarias, empresariales y comerciales adecuadas, la Iniciativa contribuye a crear el entorno económico en que puedan surgir más empresas productivas o competitivas que participen de forma más activa en las cadenas mundiales de valor económico.

El pasado mes de julio tuvo lugar en Ginebra el tercer examen global de la Iniciativa de Ayuda para el Comercio.  Los resultados fueron muy alentadores en varios aspectos.  Las corrientes de Ayuda para el Comercio han seguido aumentando, hasta llegar a 40.000 millones de dólares en 2009, lo que representa un incremento del 60 por ciento desde 2005.  Esos niveles se han mantenido.  Además, en el examen de julio se estudiaron 260 relatos de experiencias y 140 autoevaluaciones presentados por países asociados, organismos donantes bilaterales y multilaterales, proveedores de cooperación Sur-Sur y comunidades económicas regionales.  Aunque los relatos de experiencias son muy variados, muestran que un número significativo de los proyectos de Ayuda para el Comercio se refieren a normas técnicas, reforma aduanera y facilitación del comercio, esferas que refuerzan la competitividad de las empresas nacionales.  Así pues, en los países que reduzcan los estrangulamientos y los obstáculos en estas esferas habrá más empresas exportadoras y aumentará su productividad.  Estoy convencido de que la labor que se ha llevado a cabo aquí, en la Cátedra de la OMC, ayudará a Indonesia y a otras naciones a mejorar su productividad y su competitividad.

Con esta nota optimista, permítanme concluir agradeciéndoles a todos el tiempo que me han concedido para hablar de este importante tema.  Tengo entendido que los competentes expertos reunidos en esta sala continuarán tratando esta cuestión a lo largo del día.  Les deseo el mejor de todos los éxitos en su empeño.  Terima kasih.

1. B. Snowdown and G. Stonehouse (2006) “Competitiveness in a Globalized World: Michael Porter on the Microeconomic Foundations of the Competitiveness of Nations, Regions and Firms” Journal of International Business Studies 37: 163-175. volver al texto

2. P. Krugman (1994) “Competitiveness: A Dangerous Obsession”, Foreign Affairs 73, 2: 28-44. volver al texto

3. A. B. Bernard, J. B. Jensen, S. J. Redding, and P. K. Schott (2007) “Firms in International Trade”, Journal of Economic Perspectives 21, 3:105-130. volver al texto

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