AEn este momento crucial, el compromiso político con el multilateralismo en la formulación de políticas económicas es más importante que nunca para que todos los países puedan participar en la prosperidad que ofrece la globalización y para garantizar que un mundo más próspero y equitativo se convierta también en un mundo más estable y seguro.

En los últimos años, los gobiernos se han puesto de acuerdo sobre iniciativas ambiciosas para favorecer el desarrollo, tales como la Iniciativa para los Países Pobres muy Endeudados (PPME), los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el Programa de Doha para el Desarrollo y el Consenso de Monterrey sobre la Financiación para el Desarrollo. El nivel de ambición es proporcional a la magnitud de los desafíos a que el mundo hace frente en cada una de estas esferas. No es una opción disminuir nuestras aspiraciones en ninguna de ellas. Tampoco se puede lograr aisladamente ninguno de los objetivos, porque la falta de progresos en una esfera convierte el avance en las otras mucho más difícil. Para que el mundo pueda lograr el crecimiento económico sostenido, el desarrollo sostenible, la reducción de la pobreza y la estabilidad financiera, es fundamental reconocer que las políticas que promueven los gobiernos a través de la OMC, el FMI y el Banco Mundial están interrelacionadas.

Los intereses económicos de los países en desarrollo ocupan una posición central en la Ronda de Doha. Es por ello que compartimos un sentimiento de muy profunda preocupación por las demoras que se han presentado en las negociaciones sobre acceso a los mercados. Comprometerse a actuar ya no resulta suficiente. Hacemos un llamamiento a los jefes de gobierno participantes en la próxima Cumbre del G-8 para que proporcionen la orientación política necesaria que permita que las negociaciones comerciales avancen de nuevo, antes de la Conferencia Ministerial de la OMC, a que se celebrará en Cancún en septiembre. Es necesario que durante la reunión del G-8 la opinión política aprecie plenamente el valor de la liberalización del comercio mundial, en particular del sector agropecuario, que tiene una importancia decisiva para el desarrollo. El comercio es indispensable, no solo por los beneficios directos que procura, sino también para aumentar los flujos de recursos de inversión financieros y reales hacia los países en desarrollo, que generan el crecimiento de los ingresos y las oportunidades de empleo que pueden sacar a la gente de la pobreza y aumentar la resistencia de las economías a las conmociones. Actualmente, la adopción de medidas audaces para reafirmar los fundamentos del crecimiento a largo plazo mediante un comercio más libre reforzará la confianza y ayudará a afianzar la recuperación económica que comienza. Actuar al unísono en el contexto multilateral del G-8 contribuirá a preservar el dinamismo de la reforma económica estructural a largo plazo, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo.

Durante la reunión del Consejo General de la OMC celebrada hoy, hemos discutido acerca de cómo integrar mejor el comercio, el desarrollo y la financiación. La OMC, el FMI y el Banco Mundial están colaborando para apoyar la plena participación de los países en desarrollo en las negociaciones comerciales globales, a fin de obtener resultados que favorezcan la expansión de su comercio. Un mayor acceso a los mercados para las exportaciones de los países en desarrollo es imprescindible para acelerar y mantener el crecimiento de sus economías y reducir la pobreza. Al mismo tiempo, los países en desarrollo necesitan situar la integración del comercio en el centro de sus estrategias de desarrollo y reducción de la pobreza. Estos esfuerzos deben respaldarse mediante un apoyo técnico y financiero mejor dirigido y más generoso, en particular a los países más pobres, para apoyarlos en la creación del capital humano, institucional y físico necesario para mejorar las oportunidades comerciales e integrar con éxito a los países más pobres en la economía mundial.