Lo que está ocurriendo en la OMC

NOTICIAS:  COMUNICADOS DE PRENSA 1995

PRESS/25
16 de octubre de 1995

La complejidad cada vez mayor de las relaciones econ�micas internacionales exige la ampliaci�n y la consolidaci�n del sistema multilateral de comercio, dice el Director General de la OMC

“Las premisas pol�ticas, largo tiempo vigentes, de la guerra fr�a han perdido su validez y las relaciones Norte-Sur, tantas veces dominadas en el pasado por una innecesaria polarizaci�n, que se reflejaba en un verdadero di�logo de sordos, han cambiado de modo irrevocable”, dijo hoy el Director General de la OMC, Sr. Renato Ruggiero, en el marco de las conferencias Paul-Henri Spaak, de la Universidad de Harvard, Boston (Estados Unidos).

“Desde la perspectiva del sistema multilateral de comercio, nos encontramos ahora ante la doble tarea de ampliar geogr�ficamente el alcance del sistema para hacerlo realmente mundial, y de asegurarnos de que sigue siendo efectivo en una situaci�n de creciente complejidad en las relaciones econ�micas internacionales”.

En una sugerente conferencia, el Sr. Ruggiero esboz� los aspectos m�s apremiantes del programa que, actualmente y para un futuro previsible, tiene ante s� el sistema multilateral de comercio, poniendo de relieve que la OMC, ahora que se est� convirtiendo en una instituci�n m�s amplia y de m�s vastos cometidos, tiene que atender a una diversidad a�n mayor de intereses.

Un objetivo fundamental era incluir a China, Rusia y otras econom�as en transici�n dentro del sistema multilateral de comercio, en condiciones que contribuyan al proceso de reforma de cada una de esas econom�as, pero que adem�s mantengan plenamente la integridad del sistema. Muchos pa�ses en desarrollo hab�an “dejado de lado la antigua separaci�n entre el Norte y el Sur” y hab�an “depositado su fe en el sistema de comercio de la OMC, que les ofrece continuidad, estabilidad y oportunidades comerciales para el futuro”, adoptando una pol�tica comercial cada vez m�s liberalizada y confiando cada vez m�s en la competencia internacional para la obtenci�n de ingresos y el fomento de su crecimiento. Es cierto que, en relaci�n con los pa�ses en desarrollo de escasos ingresos que evidentemente no se est�n beneficiando como debieran de la creciente prosperidad mundial, la OMC ha de asumir una responsabilidad compartida. Y tiene que conseguir, adem�s, que esos pa�ses puedan diversificar la producci�n que ellos destinan a la exportaci�n y ampliar sobre una base competitiva el acceso de esos productos a los mercados de otros pa�ses.

El Sr. Ruggiero destac� la necesidad de que la memorable creaci�n de la OMC diera lugar a la aparici�n de un sistema robusto, y continuamente en evoluci�n, como la econom�a mundial que ha de sustentar. Su credibilidad depende del fiel cumplimiento por los gobiernos miembros de las normas, disciplinas y compromisos de apertura del mercado resultantes de la Ronda Uruguay y de la ejecuci�n eficaz del mandato derivado de la propia Ronda, de celebrar nuevas negociaciones, especialmente en el sector del comercio de servicios.

El Sr. Ruggiero continu� describiendo las cuestiones que posiblemente habr�a que abordar en el nuevo programa impuesto por el m�s amplio proceso geopol�tico de integraci�n econ�mica mundial, cuestiones entre las que figuraban las de las relaciones entre el comercio y el medio ambiente, las normas comerciales y sociales, los principios de reciprocidad y de naci�n m�s favorecida, el crecimiento del regionalismo y el sistema multilateral de comercio, y la relaci�n entre las inversiones y una pol�tica de competencia. “Los retos ante los que se encuentra el sistema multilateral de comercio”, dijo el Sr. Ruggiero, “rebasan los l�mites de los problemas comerciales tal y como ven�an defini�ndose hasta ahora. La confluencia de los acontecimientos pol�ticos y econ�micos de los �ltimos a�os nos sit�a en el umbral de una oportunidad hist�rica de establecer un sistema realmente mundial para el desarrollo eficaz de las relaciones econ�micas internacionales”.

Se adjunta el texto �ntegro del discurso del Sr. Ruggiero.

Nota para los editores:

Paul-Henri Spaak (1899-1972) fue el principal pol�tico de B�lgica en los decenios que siguieron a la segunda guerra mundial y uno de los pioneros de la cooperaci�n europea. Desempe�� un importante papel en la creaci�n de la Comunidad Econ�mica Europea y de la Organizaci�n del Tratado del Atl�ntico Norte.

Un reto mundial : oportunidades y opciones que se ofrecen en el sistema multilateral de comercio


Decimocuarta Conferencia Paul-Henri Spaak por Renato Ruggiero
Director General de la Organizaci�n Mundial del Comercio
Universidad de Harvard, 16 de octubre de 1995

I

Es para m� un placer estar hoy aqu� para pronunciar la decimocuarta conferencia Paul-Henri Spaak y honrar de ese modo la memoria de un gran visionario y pol�tico europeo. Spaak consagr� su vida a la causa de la cooperaci�n internacional, aportando a ella su m�xima contribuci�n en un momento en que los dirigentes de todo el mundo trataban de redefinir el orden mundial, a ra�z del conflicto armado m�s generalizado de toda la historia de la humanidad. Nada m�s l�gico que el que Paul-Henri Spaak, que era un paneuropeo comprometido, fuera al mismo tiempo ferviente partidario de la solidaridad atl�ntica: se trataba, despu�s de todo, de piezas complementarias de un mismo rompecabezas. Pero tampoco hoy, en este mundo extraordinariamente interdependiente, creo yo que podamos hablar de cooperaci�n internacional sin adoptar una visi�n global de las cosas. Tal es la raz�n por la que ahora voy a referirme a la cooperaci�n internacional en su sentido m�s amplio, y estoy seguro de que no les sorprender� que insista sobre todo en la importancia fundamental del sistema multilateral de comercio para el crecimiento y la estabilidad internacionales. Me gustar�a transmitirles a ustedes el sentido de un sistema que est� continuamente en evoluci�n, justamente como la econom�a mundial a la que sirve de respaldo. Perm�taseme empezar por donde empez� Spaak en su lucha por la reconstrucci�n de un mundo mejor, despu�s de 1945. Y espero poder mostrarles, a medida que vayamos avanzando, que los problemas y las oportunidades ante los que hoy nos encontramos son en cierto modo comparables a los que se plantearon a los fundadores de nuestro sistema. Su visi�n es algo que tenemos urgente necesidad de hacer hoy nuestra.

Con las lecciones de un nacionalismo destructor y de una pol�tica econ�mica introvertida, recientes todav�a en las mentes de todos, los arreglos internacionales de comercio de la posguerra estaban concebidos para crear entre todas las naciones una interdependencia econ�mica mutua que contribuyera a salvaguardar la paz y la seguridad. El comercio hab�a de desempe�ar una funci�n central en la consolidaci�n de las relaciones entre las naciones y en el afianzamiento de la armon�a internacional. A partir de sus comienzos, en gran parte inspirados por los Estados Unidos y de orientaci�n trasatl�ntica, el sistema comercial del GATT ha aportado, en un �mbito cada vez m�s amplio, una contribuci�n vital a la paz y la prosperidad en el curso de los �ltimos 50 a�os.

Las bases del sistema estaban profundamente enraizadas en el principio de no discriminaci�n y pon�an de relieve una s�lida relaci�n contractual reglamentada entre sus miembros. Estos dos elementos fueron la fuente del �xito del GATT, �xito que se refleja en el hecho de que el comercio internacional se multiplicara por 13 desde 1950. Cada vez son m�s las oportunidades econ�micas que se basan en el intercambio internacional. En los Estados Unidos, por ejemplo, las exportaciones no representaban m�s que el 5 por ciento del ingreso nacional en 1960, pero en los primeros a�os del decenio de 1990 el porcentaje de las exportaciones en el PIB se hab�a duplicado con creces. Desgraciadamente, no disponemos de buenas estad�sticas sobre el comercio internacional de servicios, pero sabemos que el comercio de servicios se est� ampliando a un ritmo todav�a m�s r�pido que el de mercanc�as y representa ahora el 20 por ciento aproximadamente de las corrientes comerciales internacionales.

A medida que aumenta la importancia del comercio, aumenta la contribuci�n de �ste a la creaci�n y el mantenimiento de empleos. S�lo en los Estados Unidos, m�s de 7 millones de empleos dependen de las exportaciones de mercanc�as. Alrededor de la tercera parte de todos los puestos de trabajo creados en los Estados Unidos en el curso de los �ltimos diez a�os tienen su origen en el aumento de las exportaciones de productos, y pr�cticamente todos los nuevos empleos relacionados con las manufacturas deben su existencia a las actividades de exportaci�n. Si dispusi�ramos de cifras sobre los servicios, el resultado ser�a todav�a m�s impresionante.

Tambi�n el flujo de las inversiones internacionales se ha desarrollado espectacularmente en los �ltimos a�os. La afluencia de inversiones extranjeras directas a todos los pa�ses ascendi� por t�rmino medio a 50.000 millones de d�lares EE.UU. al a�o durante la primera mitad del decenio de 1980, y se ha elevado a 194.000 millones en 1993. Hubo un momento en que las empresas internacionales tend�an a ver el comercio y las inversiones como uno de los medios que pod�an garantizarles el acceso a los mercados extranjeros. Hoy, las empresas tienen que ser capaces tanto de invertir como de comerciar a escala mundial, y para ello dependen de unos reg�menes abiertos y previsibles de comercio e inversi�n.

El GATT presidi� ocho rondas de negociaciones comerciales multilaterales. En el curso de ellas, fue rebajando los aranceles aduaneros hasta reducirlos al promedio actual de menos del 4 por ciento, una d�cima parte de los que se aplicaban en el per�odo inmediatamente posterior a la guerra. Al reducirse los aranceles, han pasado a primer plano otras medidas restrictivas del comercio. En las �ltimas rondas de negociaciones del GATT se ha dado por eso m�s importancia a los obst�culos no arancelarios al comercio, cre�ndose un conjunto cada vez m�s amplio y complejo de derechos y obligaciones. Al mismo tiempo, los negociadores se han aventurado en nuevos terrenos de pol�tica general, ajenos a los puramente relacionados con el comercio de mercanc�as, con objeto de lograr que el sistema re�na las condiciones necesarias para cumplir la tarea de ordenar las relaciones econ�micas internacionales en el mundo de hoy.

La Ronda Uruguay, recientemente terminada, constituye el ejemplo m�s claro de c�mo nuestro programa se ha ido ampliando para responder a las necesidades de cada momento. La Ronda Uruguay transform� al GATT en la Organizaci�n Mundial del Comercio, asentando el sistema del comercio sobre bases institucionales coherentes y s�lidas. Y creando, por ejemplo, un nuevo procedimiento integrado de soluci�n de controversias, que garantiza una soluci�n r�pida, objetiva y neutral de las diferencias comerciales que puedan plantearse entre los gobiernos. La Ronda consigui� tambi�n importantes progresos en sectores, como los de la agricultura y los textiles, en los que m�s han perdurado las pol�ticas proteccionistas, e introdujo una disciplina m�s estricta en materia de subvenciones, comercio de Estado, normas t�cnicas y procedimientos de obtenci�n de licencias, para no citar m�s que algunos ejemplos. La Ronda Uruguay fue adem�s la primera en la que se trat� del comercio de servicios y de la protecci�n de los derechos de propiedad intelectual. Este compromiso, que a�n se mantiene, con la liberalizaci�n del comercio y el mejoramiento de la competencia constituye una contribuci�n esencial de unos gobiernos con visi�n de futuro a unas actividades econ�micas globalizadas.

    La globalizaci�n, que para m� significa una multiplicidad de relaciones econ�micas mutuamente complementarias entre las econom�as nacionales, es una consecuencia natural de los progresos tecnol�gicos que se han registrado en las comunicaciones y los transportes. La globalizaci�n se ha visto adem�s fomentada por el entorno favorable que para ella han creado las reglas y los compromisos de acceso al mercado, del sistema multilateral. De ese modo, el apoyo de los gobiernos y la moderna tecnolog�a han inducido a empresas y empresarios a operar -como la mayor�a de ellos deseaban, naturalmente- a trav�s de las fronteras, de un modo que hubiera sido muy dif�cil hace 20 � 30 a�os. La realidad de la integraci�n global (o lo que es lo mismo, mundial) se refleja claramente en la forma en que el aumento del comercio ha rebasado a�o tras a�o al aumento de la producci�n: cada 10 por ciento de aumento de la producci�n ha ido acompa�ado de un 16 por ciento de aumento del comercio mundial. Y esta tendencia se est� acelerando: el a�o pasado, el aumento del comercio mundial casi triplic� el de la producci�n. Este incremento de la proporci�n entre el comercio y la producci�n mundiales no s�lo indica la creciente interdependencia entre las naciones, sino que, al poner de relieve el hecho de que el comercio internacional ha dado constantemente m�s pruebas de dinamismo que la producci�n en el per�odo de la posguerra, destaca el papel central del comercio internacional en el crecimiento econ�mico de ese per�odo.

No faltan, por supuesto, aquellos a los que les gustar�a retrasar el reloj para hacer desaparecer la interdependencia de los pa�ses, pero nadie puede interrumpir el curso de la historia. La interdependencia ha contribuido de manera incre�ble al aumento de los ingresos y al fomento de la paz entre las naciones, y no puede por menos de perdurar ... y de hacerse cada vez mayor. El reto al que ahora hemos de responder es el de conseguir que esa interdependencia sea cada vez m�s beneficiosa y que sus beneficios se extiendan a todas las naciones.

Es un reto formidable, lo reconozco. Pero recientes acontecimientos nos han ofrecido tambi�n una oportunidad hist�rica, una posibilidad de definir algo distinto y duradero en las relaciones internacionales. Las premisas pol�ticas tanto tiempo vigentes y previsibles de la guerra fr�a han dejado de tener curso. Tambi�n han cambiado irrevocablemente las relaciones Norte-Sur, tantas veces dominadas en el pasado por una polarizaci�n innecesaria y un di�logo de sordos. Mientras que el colapso del comunismo qued� vivamente simbolizado por el derrumbamiento del Muro de Berl�n, nada se�al� an�logamente a la atenci�n del mundo los cambios que han tenido lugar en las relaciones entre los pa�ses desarrollados y en desarrollo. Alg�n d�a, sin embargo, veremos c�mo esos cambios han sido igualmente transcendentes.

II

Desde la perspectiva del sistema multilateral de comercio, �qu� significa, pues, todo esto? Nos encontramos ahora ante una doble tarea. Tenemos que ampliar el �mbito geogr�fico del sistema para hacerlo realmente mundial, y tenemos al mismo tiempo que asegurarnos de que sigue siendo efectivo en una situaci�n de creciente complejidad en las relaciones econ�micas internacionales. Todos ustedes tendr�n conciencia del incesante debate que viene desarroll�ndose en el marco de la Uni�n Europea sobre las opciones que se plantean entre la extensi�n geogr�fica de la Uni�n y la consolidaci�n de sus disposiciones sustantivas. Es �ste un debate pol�ticamente comprometido, dado que ampliaci�n y consolidaci�n son muchas veces consideradas como soluciones mutuamente excluyentes. Para el sistema multilateral de comercio, sin embargo, eso no es cierto. Y precisamente porque la OMC aspira a ser una entidad realmente mundial y comercialmente significativa, tenemos que avanzar simult�neamente en ambos frentes.

Por lo que se refiere a la ampliaci�n geogr�fica, tenemos que resolver una serie de cuestiones. Primero, los 12 o m�s Estados creados como consecuencia del colapso de la Uni�n Sovi�tica aspiran, o aspirar�n en breve, a formar parte de la OMC. El procedimiento de adhesi�n de Rusia est� ya en curso, como los est�n los de otros antiguos pa�ses de la desaparecida Uni�n Sovi�tica, como los Estados B�lticos, Ucrania y Armenia. De las relaciones entre China y el GATT se ha venido tratando desde hace unos diez a�os. Y la entrada de China, Rusia y otras econom�as en transici�n en la OMC, en calidad de participantes de pleno derecho, es uno de nuestros objetivos fundamentales para los pr�ximos meses y a�os.

En otros tiempos se permiti� el ingreso en el GATT de econom�as de planificaci�n centralizada, como Polonia, Rumania y Hungr�a, que no hab�an emprendido todav�a ning�n esfuerzo serio de reforma econ�mica. Para esos casos se prepararon protocolos especiales de adhesi�n, en los que se reconoc�a la falta de oportunidades comerciales derivadas de las fuerzas del mercado, falta que se trataba de suplir mediante compromisos de ampliaci�n de las importaciones, que permit�an en todo caso la supervivencia de arreglos comerciales discriminatorios. Pero las razones de conveniencia pol�tica y la limitada importancia econ�mica de esos arreglos no tienen ya vigencia en la OMC de hoy. Las econom�as en transici�n est�n comprometidas en espectaculares y dif�ciles transformaciones econ�micas para la introducci�n de un sistema basado en el mercado. Las condiciones de su eventual adhesi�n a la OMC tienen que contribuir al proceso de reforma, y tienen que ser realistas. Ahora bien, el simple tama�o y la potencia econ�mica de algunos de esos pa�ses exige tambi�n que las condiciones de adhesi�n respalden plenamente la integridad del sistema de comercio de la OMC. La coherencia del sistema no puede sacrificarse en aras de la universalidad ..., aunque �sta sea la meta final; porque un sistema de comercio mundial que excluya a una gran parte de la poblaci�n del mundo es una contradicci�n.

La otra revoluci�n geopol�tica en el sistema de comercio es el gran avance que se ha registrado en la participaci�n de los pa�ses en desarrollo. En el curso del �ltimo decenio han sido docenas los pa�ses en desarrollo que han adoptado una pol�tica de comercio m�s liberal y han confiado en mayor medida en la competencia internacional para la obtenci�n de ingresos y el crecimiento. Durante los �ltimos diez a�os, m�s de 70 pa�ses en desarrollo han adoptado medidas unilaterales de liberalizaci�n. Este proceso ha terminado con la antigua divisi�n Norte-Sur. Muchos pa�ses de niveles totalmente distintos de ingresos y desarrollo han depositado su fe en el sistema de comercio de la OMC, que les ofrece continuidad, estabilidad y oportunidades comerciales para el futuro. No significa esto que los intereses y las prioridades de todos los pa�ses sean id�nticos. Porque si bien parte de la funci�n de la OMC es definir, siempre que sea posible, la comunidad de intereses, y fomentar una acci�n conjunta, los pa�ses no pueden ser obligados a aceptar esa situaci�n, sino que tienen que ser convencidos del inter�s que tiene para cada uno de ellos. De aqu� que, a medida que la OMC ampl�a su �mbito geogr�fico y de actividad, tiene que compaginar una gama cada vez mayor de intereses. Esa tarea puede ser ahora m�s dif�cil que en el mundo m�s sencillo de antes, que estaba dominado por unos cuantos pa�ses, del mismo modo de pensar; pero tenemos que conseguirlo, y los resultados no ser�n menos satisfactorios.

No obstante, como ya he dicho, entre los distintos pa�ses en desarrollo miembros de la OMC los intereses no son siempre los mismos. Mientras que muchos de ellos siguen creciendo y moderniz�ndose, y creando suficiente riqueza para que sus habitantes vivan cada vez mejor, algunos pa�ses en desarrollo de escasos ingresos es evidente que no participan de la creciente prosperidad global. Ninguna sociedad puede participar realmente de las oportunidades de un mercado mundial si muchos de sus ciudadanos carecen de lo necesario para vivir. Nosotros compartimos la responsabilidad de ofrecer a esos pa�ses las condiciones necesarias para salir de la situaci�n en que se encuentran. Por lo que se refiere al sistema de comercio, tenemos que hacer cuanto podamos para que los pa�ses en desarrollo de bajos ingresos puedan diversificar su producci�n destinada a la exportaci�n, y ampliar sobre una base competitiva los mercados de sus exportaciones. En la OMC estamos preparando un programa especial para �frica, en particular, cuyo objeto es ayudar a los gobiernos a aprovechar mejor las oportunidades de comercio internacional e inversiones extranjeras. Es �ste un modesto esfuerzo que tiene que completarse, especialmente en colaboraci�n con otras instituciones econ�micas multilaterales.

III

Hasta aqu� por lo que se refiere a la tarea con que nos encontramos para hacer el sistema de comercio de la OMC verdaderamente universal desde un punto de vista geogr�fico. �Qu� podemos decir acerca de la consolidaci�n del sistema? Insistiendo en la liberalizaci�n, abriendo caminos en sectores del comercio en los que el proteccionismo llevaba mucho tiempo atrincherado, y abordando sin temor aspectos totalmente nuevos pero muy importantes del comercio, la Ronda Uruguay hizo una se�alada contribuci�n a las relaciones comerciales internacionales. La creaci�n de la OMC constituy� un verdadero hito en ese proceso. Pero despu�s de cada parto, es necesario ocuparse del ni�o. Y a este respecto yo veo tres tareas esenciales de las que habr� de ocuparse nuestra nueva instituci�n en los pr�ximos a�os. La primera es consolidar lo que ya hemos hecho. La segunda, concretar el programa de negociaciones previstas, que est� esencialmente constituido por cuestiones que quedaron pendientes en la Ronda. La tercera, hacer frente a los nuevos desaf�os que ya se perfilan en el horizonte. Perm�taseme decir algunas palabras acerca de cada una de esas tareas.

  • Primero, consolidaci�n, o aplicaci�n. La mera enumeraci�n de los temas que se trataron en la Ronda Uruguay resulta abrumadora, incluso para los m�s audaces. Los textos que de ella salieron comprenden no menos de 19 acuerdos, 24 decisiones, 8 entendimientos y 3 declaraciones. Algunos de esos textos son evidentemente m�s importantes que otros, pero todos juntos representan cerca de 500 p�ginas de documentos cuidadosamente elaborados y repletos de compromisos. (Quiz�s no debiera referirme a las otras 24.000 p�ginas de compromisos espec�ficos de acceso al mercado.) Para algunos pa�ses, algunos de esos compromisos coincidir�n con la pol�tica que ya aplican. En otros casos, sin embargo, se impone el cambio. Y de todos los Miembros de la OMC se requiere un esfuerzo concertado para consolidar los resultados de la Ronda Uruguay y garantizar su pleno cumplimiento. Una cuesti�n sobre la que cabe opinar es la de la posible aceleraci�n del escalonamiento concertado para algunos de esos compromisos. Yo, por mi parte, no veo por qu� los beneficios de la liberalizaci�n deber�an retrasarse en ning�n pa�s un d�a m�s de lo absolutamente necesario. Incluso en su forma actual, los compromisos requieren d�a a d�a un trabajo seguido y continuo tanto por parte de los gobiernos como por parte de la OMC. Es �sta una actividad que raras veces se refleja en los titulares de los medios de comunicaci�n, pero que es esencial para un adecuado funcionamiento del sistema.
  • No obstante, nuestra mayor prioridad a corto plazo es asegurarnos de que el nuevo sistema de soluci�n de diferencias resulta legal y pol�ticamente fiable. Cuando se susciten dificultades y desacuerdos, podr�n invocarse las disposiciones de la OMC en materia de consultas, conciliaci�n y soluci�n de diferencias. La aceptaci�n de los procedimientos de soluci�n de diferencias y de sus conclusiones es tan importante como el respeto de las normas. Con s�lo nueve meses de experiencia, creo que podemos sentirnos alentados ante el funcionamiento del nuevo sistema. En primer lugar, los gobiernos est�n utiliz�ndolo de una forma que demuestra una fe considerable en la OMC. En este per�odo son alrededor de 20 los casos que se han sometido a la consideraci�n del �rgano de Soluci�n de Diferencias, muchos m�s que en cualquiera de los 47 a�os de existencia del GATT. En segundo lugar, la rapidez del procedimiento autom�tico, unida al conocimiento de que, a su terminaci�n, la decisi�n es ejecutoria, parece estar aproximando las voluntades y fomentando una r�pida soluci�n de las diferencias mediante el proceso inicial de consultas; uno de esos casos es la reciente controversia entre los Estados Unidos y el Jap�n en relaci�n con los autom�viles y sus repuestos. Porque adem�s, de eso es de lo que se trata: de resolver r�pidamente las controversias comerciales, no, primordialmente, de crear jurisprudencia. Muchas diferencias se llevar�n, por supuesto, hasta el final, y no tengo la menor duda de que dar�n lugar a decisiones objetivas, claras y motivadas, que merecer�n la confianza de los gobiernos y de los legisladores de todos los pa�ses. Nadie tiene por qu� temer conclusiones arbitrarias o falta de neutralidad por parte de los grupos especiales de soluci�n de diferencias de la OMC o del nuevo �rgano Permanente de Apelaci�n.
  • Para todos los pa�ses, se han establecido nuevas obligaciones detalladas en materia de notificaci�n de pol�ticas y medidas, de modo que las partes en el comercio puedan estar seguras de tener pleno conocimiento de las pol�ticas de sus interlocutores. La transparencia es un ingrediente esencial para fomentar la confianza mutua y promover el respeto de las normas. De hecho, uno de los resultados de la Ronda Uruguay fue la creaci�n de un mecanismo de examen de las pol�ticas comerciales, con arreglo al cual la pol�tica comercial de cada Miembro de la OMC es, siguiendo un sistema de rotaci�n, objeto de un detenido examen multilateral. Estos ex�menes, que ofrecen a los pa�ses la oportunidad de mantener un intercambio de opiniones franco y no litigioso sobre sus pol�ticas respectivas, constituyen una valiosa contribuci�n a la transparencia y ayudan a mejorar el conocimiento de las cuestiones de pol�tica general por parte de todos los interlocutores comerciales.
  • En anteriores negociaciones multilaterales de comercio, las cuestiones pendientes tend�an a reflejar la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre cuestiones bastante fundamentales, como la de abordar o no abordar los problemas del sector de la agricultura o de los textiles, o la de reformar las normas sobre medidas de salvaguardias. Apenas fue �ste el caso en la Ronda Uruguay. No obstante, al terminar las negociaciones en 1993, era evidente que se hubiera necesitado m�s tiempo en algunos sectores clave. Esa necesidad se hizo m�s patente en el sector de los servicios, en el que ya, despu�s de la Ronda Uruguay, hemos mantenido negociaciones sobre el comercio de servicios financieros y el movimiento de personas naturales, y estamos negociando ahora sobre los servicios b�sicos de telecomunicaciones y transporte mar�timo. Es cierto que no hemos conseguido todo lo que hubi�ramos deseado en las negociaciones sobre los servicios financieros y las personas naturales, pero hicimos progresos. En los servicios financieros, en particular, unos 30 pa�ses asumieron valiosos compromisos adicionales sobre apertura de los mercados.
  • A finales de abril del a�o pr�ximo se terminar�n las negociaciones sobre las telecomunicaciones b�sicas, que crear�n nuevas e importantes oportunidades de comercio e inversi�n. Las negociaciones coinciden con las tendencias que se aprecian en la industria a una mayor liberalizaci�n, tanto debido a las presiones provenientes de los fabricantes de los productos de uso como al r�pido desarrollo tecnol�gico. Existe, sin embargo, resistencia a la erradicaci�n de los arreglos monopol�sticos de la oferta en muchos pa�ses, y una acci�n multilateral concertada es la que m�s probabilidades ofrece de conseguir buenos resultados. El �xito de esas negociaciones significar� que los operadores de telecomunicaciones podr�n ofrecer, tanto en los mercados nacionales como en los internacionales, una amplia gama de servicios a precios competitivos. En la vanguardia de esas negociaciones se encuentran los Estados Unidos, con uno de los mercados de telecomunicaciones m�s liberales y m�s econ�micos del mundo. Tal es la raz�n por la que su inter�s por un resultado genuinamente multilateral tiene una importancia esencial. Necesitamos que las negociaciones de la OMC desemboquen en unos firmes resultados que conviertan en realidad la visi�n de la Sociedad Global de la Informaci�n, con todo lo que eso significa de revitalizaci�n de las econom�as, transformaci�n de nuestras sociedades y posibilidades de acci�n de las personas.
  • Las negociaciones sobre servicios de transporte mar�timo, por su parte, se refieren a uno de los medios m�s antiguos de comunicaci�n entre los pueblos, medio que sigue siendo de fundamental importancia para el comercio de mercanc�as. Las prodigiosas mejoras registradas en los �ltimos a�os en la tecnolog�a de la navegaci�n tienen que completarse con mejoras en el entorno de la pol�tica general en que navegan esos buques. Tambi�n son �stas negociaciones que se caracterizan por la contundencia con que se mantienen algunas posiciones, pero es esencial que no olvidemos que son tan v�lidas e importantes como las negociaciones en otros sectores.
  • Otra parte de las cuestiones pendientes de la Ronda Uruguay es el programa de futuros trabajos, derivado de sus conclusiones. A este respecto hay que tener en cuenta varios elementos. Los Miembros de la OMC han establecido ya un mandato para iniciar otra ronda de negociaciones sobre el comercio de servicios que permita conseguir gradualmente niveles m�s elevados de liberalizaci�n. La primera de esas negociaciones deber�a empezar dentro de un plazo de cinco a�os. An�logamente, en lo que respecta a la agricultura, los Miembros se han comprometido a iniciar negociaciones destinadas a reducir a�n m�s el apoyo y la protecci�n que actualmente se presta a ese sector. El plazo fijado para esas negociaciones es el mismo que en el caso de los servicios. Estos compromisos y otros que se han asumido en el marco del Acuerdo de la OMC reflejan claramente el reconocimiento de la necesidad de una liberalizaci�n continua y creciente del comercio, de una serie de esfuerzos cooperativos en el �mbito mundial que sirvan de base a un sistema multilateral efectivo.

Est� tambi�n el llamado “nuevo programa”, es decir, aquellos temas, que a medida que contin�a el proceso de integraci�n econ�mica global, aparecen naturalmente como probables puntos del programa de trabajo de la OMC para el futuro.

  • Uno de esos “nuevos temas”, que ya est� en el programa de trabajo de la OMC, es la relaci�n entre comercio y medio ambiente. En el fondo de la cuesti�n est� el problema de c�mo relacionar el sistema multilateral de comercio basado en normas, la continua liberalizaci�n de los intercambios comerciales y el desarrollo ulterior de la econom�a mundial con las preocupaciones y objetivos ambientales. Es posible prever circunstancias en las que el comercio, a falta de una buena pol�tica ambiental, pueda causar da�os en el medio ambiente -o, por el contrario, casos en los que las reglamentaciones ambientales puedan perjudicar al leg�timo comercio. En tales circunstancias, sin embargo, hay que ponderar cuidadosamente si es la pol�tica comercial o, por el contrario, la pol�tica ambiental la que ha de ajustarse. Tampoco es dif�cil entender c�mo acuerdos ambientales internacionales mal concebidos pueden perturbar innecesariamente el comercio y reducir los ingresos, e incluso poner en peligro la reforma y el mejoramiento del medio ambiente. Al mismo tiempo, es igualmente importante reconocer las circunstancias en las que, gracias a su fomento de la eficiencia y a una mejor asignaci�n de recursos escasos, la liberalizaci�n comercial puede contribuir a la mejora del medio ambiente. Yo conf�o en que la labor que a este respecto estamos realizando en la OMC contribuya a un mejor conocimiento de las cuestiones y ayude a los gobiernos a desarrollar una pol�tica m�s coherente en esta esfera.
  • Comercio e inversi�n es tambi�n un tema que l�gicamente deber� incluirse en el nuevo programa, ya que una de las consecuencias de la globalizaci�n es reducir las distinciones entre las distintas formas de acceso al mercado. En el marco del GATT, sol�amos enfocar ese acceso al mercado simplemente en t�rminos de medidas arancelarias y no arancelarias. Reducir los aranceles y eliminar otros de los obst�culos que en frontera se oponen al comercio era la receta para la liberalizaci�n. Totalmente distinta era la cuesti�n de las inversiones extranjeras. De hecho, los pa�ses sol�an considerar los aranceles y otras barreras al comercio como mecanismos convenientes para atraer esas inversiones. La protecci�n del mercado interno ofrec�a interesantes beneficios a los inversionistas extranjeros. �sa era la esencia de la estrategia del desarrollo basada en la sustituci�n de las importaciones, estrategia en gran medida equivocada y que ahora est� ya desacreditada. En el mundo actual de las empresas internacionales, comercio e inversi�n son cada vez m�s considerados, no como rec�procamente sustituibles, sino como complementarios. Ahora es posible que partes distintas de una misma empresa comercial de base internacional est�n localizadas en distintos pa�ses. Cada vez m�s, las empresas comercian para invertir, e invierten para comerciar. La OMC no puede permitirse prestar �nicamente atenci�n a la parte comercial de la ecuaci�n: eso equivaldr�a a negar la realidad de las modernas pr�cticas comerciales globales.
  • No es simple coincidencia que las inversiones extranjeras directas se hayan cuadruplicado en el mundo, para elevarse a casi 200.000 millones de d�lares EE.UU. al a�o, en los diez a�os anteriores a 1993. De hecho, la importancia de las inversiones se reconoci� en el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, negociado en la Ronda Uruguay, en el que las inversiones, o la presencia comercial, fueron una de las cuatro formas de prestaci�n de servicios en relaci�n con las cuales los Miembros de la OMC aceptaron compromisos de acceso al mercado. Yo creo, sin embargo, que necesitamos un enfoque m�s amplio, o m�s horizontal, de las normas internacionales sobre la inversi�n. Esas normas deber�an basarse en los principios de no discriminaci�n y trato nacional de la OMC, y crear unas condiciones propicias para el desarrollo y la garant�a de las inversiones extranjeras, ya sea en bienes o en servicios. La OCDE ha empezado ya a trabajar en ese sentido, pero yo creo que los gobiernos reconocer�n tambi�n cada vez m�s la necesidad de ocuparse de las inversiones en un �mbito m�s global. Sobre todo porque los pa�ses en desarrollo son no s�lo los destinatarios de una proporci�n cada vez mayor de las inversiones internacionales, sino adem�s inversionistas ellos mismos, de importancia creciente, en otros pa�ses. Me permito hacer notar que el Acuerdo de la Ronda Uruguay sobre las Medidas en materia de Inversiones relacionadas con el Comercio prev� que los Miembros proceder�n en un plazo de cinco a�os a un examen para la formulaci�n de nuevas disposiciones sobre la pol�tica de inversiones.
  • El mismo mandato encontramos en lo referente a la pol�tica de la competencia, que tambi�n tendremos que examinar como posible tema de consideraci�n ulterior. Es verdad que lo que hemos hecho en el GATT y en la OMC en el curso de 50 a�os de promoci�n de la liberalizaci�n del comercio es precisamente fomentar la competencia. Pero si hemos conseguido que las normas sobre la competencia entre los pa�ses funcionen eficazmente, ese mismo �xito nos obliga a ir m�s all� y a considerar c�mo el comportamiento de las empresas puede contribuir a perturbar la competencia internacional. Tenemos que ver si hay sectores en los que, para complementar las normas que muchos gobiernos tienen ya en su legislaci�n, se necesitan reglas expl�citas sobre la competencia, o entendimientos espec�ficos, de car�cter internacional. No me cabe la menor duda de que las reglas sobre la competencia son esenciales para un funcionamiento adecuado de los mercados, pero lo que ahora tenemos que aclarar es la mejor forma de promover, tanto en la esfera nacional como en la internacional, esas disciplinas.
  • Algunos Miembros de la OMC desear�an que en el nuevo programa se incluyera tambi�n un tema sobre comercio y normas sociales. Es �sta, sin embargo, una cuesti�n muy controvertida que, por falta de consenso, no es posible incluir en el programa de la OMC.

Es evidente que lo que necesitamos, ante todo y sobre todo, es un esfuerzo de gran amplitud que permita ver con cierta claridad las muchas y complejas cuestiones que abarca este tema.

El primer punto que necesita aclaraci�n es la naturaleza de la cuesti�n: �nos referimos a la ventaja comparativa que ofrecen a los pa�ses en desarrollo sus niveles de sueldos m�s bajos, como se mantiene algunas veces, o hablamos de derechos humanos o de normas laborales? Porque es realmente importante aclarar los t�rminos del debate en su relaci�n con el comercio.

En segundo lugar habr�a que determinar cu�les son los puntos esenciales en relaci�n con el comercio: cuando hablamos, por ejemplo, del trabajo de los ni�os, o de los derechos sindicales, �lo hacemos en t�rminos de normas laborales, o en t�rminos de derechos humanos?

�stas son s�lo algunas de las condiciones previas para el inicio de una discusi�n sobre la utilidad que de hecho pueda tener un debate sobre estas cuestiones.

Afortunadamente, no partimos de cero. El debate sobre este tema empez� de hecho en la Conferencia de la Paz de Versalles, y algunos de los principios en juego se han reflejado desde un principio en el art�culo XX del Acuerdo General. En las Naciones Unidas, en la OCDE, en la OIT y en las administraciones nacionales, el debate ha progresado asimismo y ha dado incluso lugar a la adopci�n de medidas pr�cticas. A este respecto, he de referirme en particular a los recientes trabajos de la OIT para la identificaci�n de algunos principios que podr�an ser importantes para cualquier examen del tema en la OMC. Estos principios se han presentado como “valores compartidos”, sin que contra ellos hayan formulado la menor objeci�n los miembros de la OIT.

Uno de esos principios es el de que el crecimiento y el desarrollo econ�micos y sociales son en gran medida interdependientes. Cuando la situaci�n econ�mica es desfavorable, la situaci�n social tiene muchas probabilidades de serlo igualmente. Y, viceversa, donde hay crecimiento econ�mico, es tambi�n m�s probable que haya desarrollo social.

Aunque nadie deber�a discutir el leg�timo derecho de los pa�ses en desarrollo a utilizar la ventaja comparativa de su menor nivel de costos, y nadie deber�a utilizar los derechos humanos y la cuesti�n de las normas nacionales como excusa para un proteccionismo encubierto, ning�n pa�s deber�a negar deliberadamente los derechos de los trabajadores, ni tratar de obtener unos costos artificialmente bajos recurriendo al trabajo forzado, la discriminaci�n contra las mujeres, la explotaci�n de los ni�os u otros abusos an�logos.

No deber�amos en modo alguno permitir que este debate reavive la divisi�n entre el Norte y el Sur. El di�logo es la mejor forma de encontrar procedimientos para mejorar la observancia de las normas laborales.

Finalmente, la OIT ha reconocido la necesidad de mejorar sus medios de acci�n en esta esfera.

Quer�a subrayar estos puntos, expuestos por la presidencia del Grupo de Trabajo de la OIT sobre las Dimensiones Sociales de la Liberalizaci�n del Comercio Internacional a principios de este a�o, porque yo creo que sobre la base de esos valores compartidos existe la posibilidad de establecer el punto de partida para un debate sobre la cuesti�n. Creo tambi�n que, para convencer a los pa�ses en desarrollo de que en el debate no se ha introducido ninguna consideraci�n de tipo proteccionista, es esencial demostrar que para paliar los problemas se est�n adoptando todas las medidas posibles con excepci�n de las sanciones comerciales. Ejemplo de ello es el memor�ndum de entendimiento sobre la eliminaci�n del trabajo de los ni�os en la industria de las prendas de vestir de Bangladesh, memor�ndum que fue firmado en julio de este a�o por la industria, la OIT y el UNICEF, con el apoyo de los Gobiernos de Bangladesh y los Estados Unidos. Este enfoque conjunto combina las restricciones sobre el trabajo de los ni�os con el mejoramiento de las oportunidades de educaci�n de los mismos. Es un enfoque bien orientado y constructivo de un problema espec�fico, que como tal creo que representa para nosotros un modelo �til para futuros esfuerzos. Restringir en cambio, simplemente las importaciones de prendas de vestir de las industrias de que se trata habr�a empeorado seguramente la situaci�n de esos ni�os.

Perm�taseme resumir mis ideas sobre esta cuesti�n, repitiendo la necesidad que, a mi juicio, existe de una consideraci�n amplia y global de los problemas; s�lo de ese modo ser� posible crear la confianza necesaria para establecer un consenso con miras a un debate sobre sus relaciones con el comercio.

IV

Por �ltimo, aunque no sea lo menos importante, quisiera decir algunas palabras sobre dos cuestiones relacionadas entre s�, que son la de la reciprocidad y la del desarrollo del regionalismo en las relaciones comerciales internacionales.

  • Se oyen de vez en cuando llamadas en favor de una pol�tica comercial que est� basada en la reciprocidad, en lugar de en el principio b�sico NMF. Esas llamadas parten de la hip�tesis de que el grado de liberalizaci�n ya conseguido por ciertos pa�ses no constituye para �stos, en una negociaci�n multilateral, una defensa real contra aquellos cuyo proceso de liberalizaci�n est� mucho menos avanzado. Los partidarios de la reciprocidad mantienen que esos pa�ses no tienen ning�n incentivo real para una mayor liberalizaci�n, habida cuenta de los beneficios que ya les reporta el sistema NMF.

    Perm�taseme hacer un par de observaciones sobre esta cuesti�n. La primera es que presentar la reciprocidad como alternativa del trato NMF constituye una considerable desviaci�n del sistema comercial que hemos construido durante 50 a�os, y es exactamente lo contrario de lo que los pioneros del sistema multilateral hab�an previsto.

    En segundo lugar, comprendo que una naci�n o un grupo regional que se consideran a s� mismos como mercados abiertos tienen derecho a luchar lo que haga falta para conseguir de todos sus interlocutores comerciales el mayor grado posible de liberalizaci�n. Si ese argumento se utiliza t�ctica y temporalmente como medio de negociaci�n, no es mucha la alarma que pueden despertar sus posibles consecuencias para el conjunto del sistema. Pero si se convierte en un instrumento permanente de pol�tica, el riesgo que pueda representar para el sistema multilateral puede llegar a ser real.

    El comercio es t�cnico en su esencia, pero altamente pol�tico en sus consecuencias. Reciprocidad como alternativa estructural del sistema multilateral equivale a bilateralismo; bilateralismo equivale a discriminaci�n; y el resultado final son unas relaciones comerciales basadas en el poder, no en las normas. Ser�a �sta una peligros�sima desviaci�n de la positiva historia del sistema multilateral.

  • M�s complicada es la cuesti�n del crecimiento del regionalismo. No existe ninguna contradicci�n natural entre regionalismo y sistema multilateral. �sta ha sido la opini�n com�n de la gran mayor�a de la comunidad comercial internacional. Donde existe una contradicci�n real, y en esto no se puede dejar de insistir, es entre libre comercio y proteccionismo. Las iniciativas de comercio regional pueden indudablemente contribuir a reducir las barreras al comercio y promover, por lo tanto, el crecimiento econ�mico. Pero la relaci�n entre el regionalismo y un sistema multilateral basado en el principio NMF es, en todo caso, compleja. Las disposiciones del GATT han tratado de asegurar la compatibilidad entre ambos conceptos exigiendo que los acuerdos regionales comprendan pr�cticamente todo el comercio entre las partes y promuevan una pol�tica comercial que no d� lugar a m�s protecci�n, o a m�s restricciones al comercio de los pa�ses no miembros. En la pr�ctica, sin embargo, ha sido casi imposible evaluar la compatibilidad de los acuerdos regionales con el sistema multilateral, en armon�a con esas disposiciones. Desde la creaci�n del GATT, hace casi 50 a�os, se han notificado 108 acuerdos regionales, de los que 80 han sido hasta ahora examinados, y s�lo seis (entre los que no se cuenta el de la Uni�n Europea) se han calificado de compatibles con las normas que acabo de mencionar. M�s recientemente, se han notificado 20 nuevos acuerdos regionales, que est�n en espera de ser examinados por la OMC; no ser�a sorprendente que los resultados fueran parecidos. Es evidentemente necesario mejorar las reglas y los procedimientos con arreglo a los cuales pueden los Miembros de la OMC evaluar esa relaci�n esencial. Pero es tambi�n evidente que los aspectos legales no son m�s que parte de la cuesti�n.

    La relaci�n entre liberalizaci�n regional y multilateral en la pr�ctica ha sido algo distinto y generalmente m�s positivo. A las sucesivas ampliaciones de la Uni�n Europea han seguido, por ejemplo, negociaciones comerciales multilaterales que han mantenido una relaci�n de hecho entre los progresos realizados en la esfera regional y los correspondientes al plano multilateral. Esa relaci�n es el motivo por el que la mayor�a de los observadores han visto los acuerdos regionales como piezas para la edificaci�n del libre comercio multilateral.

    �Est� cambiando la situaci�n, o tenemos que revisar esa idea generalmente positiva? Perm�taseme exponer a este respecto algunas consideraciones.

    Hasta hace relativamente poco no hab�a m�s que un gran grupo regional, limitado a cierto n�mero de pa�ses de la Europa Occidental. Los Estados Unidos eran hist�ricamente opuestos al regionalismo. Pero esa situaci�n ha cambiado. Desde el decenio de 1980, los Estados Unidos han empezado a establecer sus propios acuerdos regionales, mediante el libre comercio con el Canad�, en el marco del TLC, el APEC, etc. Ahora casi todos los pa�ses Miembros de la OMC pertenecen adem�s a un acuerdo de comercio regional. La importancia de los acuerdos regionales como medio de reducci�n de los aranceles ha disminuido (gracias tambi�n al �xito del GATT). Los acuerdos regionales se est�n haciendo cada vez m�s importantes en lo que concierne a las reglas del comercio y al peso pol�tico que representan en las negociaciones internacionales. Son �stos elementos que podr�an perturbar el paralelismo entre los progresos regionales y los multilaterales; existe, en efecto, el riesgo de que el antagonismo entre los grupos regionales dificulte los progresos del sistema multilateral.

    Por otra parte, iniciativas regionales tales como la creaci�n sugerida de una zona de libre comercio transatl�ntica podr�a dar la impresi�n de una reaparici�n de la antigua separaci�n discriminatoria entre el rico Norte y el pobre Sur.

    La conclusi�n a la que llego es la de que tenemos que estar muy atentos al reforzamiento de las relaciones que hasta ahora han existido entre el progreso regional y el multilateral. Lo que esto significa desde el punto de vista pr�ctico es que las iniciativas de liberalizaci�n regional tienen que estar estrechamente asociadas a las de car�cter multilateral. Lo que los pa�ses est�n dispuestos a hacer en la esfera regional, deber�an tambi�n estar dispuestos a hacerlo en el plano multilateral, de modo que se mantenga este paralelismo entre compromisos regionales y multilaterales.

    En el centro de esta relaci�n se encuentra la cuesti�n b�sica del tipo de sistema internacional que queremos: un sistema mundial basado en el principio de no discriminaci�n y plasmado en reglas convenidas y de aplicaci�n obligada, o un mundo dividido en bloques regionales con todas las consecuencias que eso puede implicar para la estabilidad pol�tica y la seguridad.

V

Para resumir, es evidente que los problemas ante los que se encuentra el sistema multilateral de comercio rebasan con mucho los l�mites de lo que antes se consideraba como cuestiones comerciales. Ya s� que para muchas personas -y tambi�n para muchos pa�ses- la evoluci�n es inquietante, e incluso alarmante. Ya sea ante los desaf�os que representa la revoluci�n inform�tica para cualquier persona de m�s de 30 a�os, ya ante el ritmo de la globalizaci�n econ�mica, se produce el comprensible reflejo de pedir al mundo que aminore un poco su marcha. No obstante, sabemos que no lo har�.

Si reducimos nuestras importaciones de los pa�ses en desarrollo, disminuimos su crecimiento, pero tambi�n el nuestro. Y el crecimiento de muchos pa�ses en desarrollo ser� el motor m�s poderoso de crecimiento de los pa�ses desarrollados.

Al mismo tiempo, si reducimos las oportunidades de exportaci�n de los pa�ses en desarrollo no hacemos m�s que aumentar el desempleo y la pobreza en esos pa�ses, reduciendo al mismo tiempo las oportunidades que se ofrecen a los sectores m�s j�venes de su poblaci�n.

Y si tratamos de cerrar nuestras fronteras tanto a las mercanc�as como a las personas no haremos m�s que aumentar la inestabilidad, la violencia, la guerra y el terrorismo. Por eso la �nica pol�tica defendible, tanto para nosotros como para los pa�ses en desarrollo, es una pol�tica de compromiso decidido en favor de la apertura.

Y por eso tenemos que mantener el sistema multilateral, con su acreditado marco de principios y reglas en buen estado; se trata de un firme asidero, en un mundo cambiante. La liberalizaci�n, dentro del sistema multilateral, significa que este proceso imparable puede llevarse a cabo con arreglo a unas normas y unas disciplinas internacionalmente convenidas. Es lo contrario de un proceso ca�tico e incontrolado: sin la seguridad del sistema multilateral, el cambio ser�a desde luego un salto en el vac�o.

Al mismo tiempo, el sistema multilateral se est� convirtiendo en un problema cada vez m�s pol�tico. Y eso es porque su evoluci�n afecta tambi�n en medida creciente a la pol�tica reguladora nacional, m�s que a los obst�culos en las fronteras, y adem�s porque los retos ante los que se encuentra el sistema son cada vez m�s pol�ticos, en lugar de t�cnicos. En este contexto, podr�a ser muy importante examinar la posibilidad de reforzar la base institucional del sistema, desarrollando por ejemplo la dimensi�n pol�tica de su instituci�n central, la OMC.

Estoy profundamente convencido de que la conjugaci�n de acontecimientos pol�ticos y econ�micos de los �ltimos a�os nos sit�a en el umbral de una extraordinaria oportunidad hist�rica: la de establecer un sistema verdaderamente mundial para el desarrollo de las relaciones econ�micas internacionales, un sistema que responda prontamente al cambio y a las necesidades de cada momento, un sistema del que cada pa�s se sienta realmente parte activa. Respondamos a ese desaf�o, como Spaak y los otros art�fices del mundo de la posguerra respondieron a los de aquel momento. Sus logros han configurado nuestro presente, y deber�an inspirar nuestro futuro.