Señoras y señores,
Es un honor para mí que hayan dejado a mi cargo las “observaciones
finales” en el Trading Forum de este año. No me extenderé en mis
observaciones. Mi principal objetivo será conectar su mundo -el del
comercio de productos básicos- con el mundo de la elaboración de normas
comerciales, que constituye la principal actividad de la OMC.
Muchos de los aquí presentes participan en el comercio físico o
financiero de productos básicos. En la Organización Mundial del
Comercio, 153 Miembros se dedican a elaborar y aplicar normas para el
comercio mundial. En otras palabras, establecen el marco reglamentario
en el que se desarrollan las actividades en el mundo de ustedes.
Aunque no son perfectas, las normas que los Miembros de la OMC han
creado hasta ahora impiden que impere la “ley de la selva” en las
relaciones comerciales internacionales. Si consideran que los mercados
de productos básicos son hoy en día volátiles, piensen por solo dos
segundos en cuánto más volátiles, por no decir injustos, serían si el
sistema mundial de comercio dejara de existir, si no hubiera normas para
los aranceles o las subvenciones, ni límites para las fortalezas que los
países podrían construir para aislarse del resto del mundo.
No me estoy olvidando de que tengo ante mí a muchos compradores y
vendedores que prefieren y desean la volatilidad. No he olvidado mis
años en el sector bancario. Sin embargo, estoy seguro de que incluso
ustedes estarían de acuerdo en que las fluctuaciones totalmente salvajes
que nos desconectaran por completo de los principios fundamentales del
mercado podrían volverse contra nosotros.
Hay muchos compradores y vendedores de productos básicos, como, por
ejemplo, Rusia, el Irán y Kazajstán, que siguen fuera del sistema de la
OMC. Esperamos, ciertamente, que puedan contarse entre nuestros Miembros
en un futuro no demasiado lejano. La propia China, que ha sido un
protagonista central de la conferencia de hoy, incluso quizás de los
mercados de productos básicos en general en los últimos años, es un
Miembro bastante reciente de la OMC.
China se adhirió en 2001 —el mismo año y, de hecho, en la misma
conferencia en que se inició la Ronda de Doha de negociaciones
comerciales, la Ronda que nos estamos esforzando por finalizar, y que
actualizará, aclarará y mejorará el entorno en el que desarrollan
ustedes sus actividades. Este mensaje se puso de manifiesto en la
reunión sobre productos básicos organizada por la UNCTAD en Ginebra este
lunes. No es necesario destacar la competencia y experiencia de la
UNCTAD en la esfera de los productos básicos.
Señoras y señores, en los últimos 50 años, los precios de los productos
básicos han evolucionado en forma cíclica, con aumentos y disminuciones
de diversa magnitud y duración. Tras un período de disminución constante
entre 1995 y 2002, los precios internacionales invirtieron su tendencia.
Entre 2002 y 2008, aumentaron de forma sostenida —hasta alcanzar a veces
niveles sin precedentes, que dieron de hecho lugar a la crisis
alimentaria de todos conocida—. Desde entonces, los precios han
comenzado a disminuir marcadamente. No obstante, en lo que respecta a
los alimentos, la OCDE y la FAO nos advierten de que algunos de los
factores estructurales que provocaron la reciente subida de los precios
harán que los precios reales de los alimentos se mantengan a niveles más
altos que antes. En este contexto, no podemos permitirnos perder de
vista a los pobres y los hambrientos ni obviar la necesidad de buenas
políticas de desarrollo agrícola que permitan que la oferta responda al
aumento de los precios. En el caso de otros productos básicos, como los
minerales, tengo entendido que la crisis financiera afectó de manera
particularmente considerable las “prospecciones”. La financiación del
comercio, que había desaparecido temporalmente, también redujo las
corrientes comerciales.
Dado que me dedico personalmente a la tarea “a largo plazo” de la
elaboración de normas, permítanme que haga algunas observaciones sobre
las tendencias a largo plazo del comercio de productos básicos. En este
panorama de fluctuaciones de precios que acabo de describir, lo
sorprendente es que algo no haya fluctuado durante por lo menos 20 años.
Me refiero a la participación de los países en desarrollo, en
comparación con los países desarrollados, en el comercio internacional
de menas, metales, minerales e incluso alimentos. A grandes rasgos, en
los años noventa los países desarrollados importaban y exportaban
aproximadamente el 70 por ciento de estos productos básicos, y los
países en desarrollo el 30 por ciento restante, y sigue siendo así.
Aunque tras esas cifras agregadas para los países en desarrollo se
oculta el hecho de que la participación de países como China y la India
sin duda está cambiando, la participación de los países en desarrollo en
su conjunto es prácticamente la misma.
Aquí es donde el mundo de ustedes, de comercio físico y financiero,
empieza a interactuar con el nuestro —el mundo de la elaboración de
normas—. Me pregunto si es posible que haya obstáculos al comercio
internacional de productos básicos que contribuyan, al menos en parte, a
que esta proporción haya permanecido invariable durante tanto tiempo.
Aunque los obstáculos al comercio no son en modo alguno los únicos
factores determinantes de las pautas del comercio, y los ingresos y el
crecimiento demográfico, junto a la evolución tecnológica, son factores
críticos, tienen también sin duda su importancia.
Desde la creación del sistema multilateral de comercio hace unos 60
años, los aranceles medios aplicados a nivel mundial a los productos
industriales y agrícolas han disminuido considerablemente. Se han creado
normas para las subvenciones y la competencia leal. Se han establecido
normas para las reglamentaciones sanitarias y fitosanitarias que afectan
al comercio de productos básicos como el trigo, el arroz y el maíz. Y el
libro de normas de la OMC sigue abierto.
Pero, gracias a la Ronda de Doha de negociaciones comerciales, los
Miembros de la OMC tienen la oportunidad de desmantelar un número aún
mayor de los obstáculos que dificultan el comercio de productos básicos,
la oportunidad de reducir las crestas arancelarias que subsisten en los
países desarrollados (como los aranceles abusivos sobre el arroz, las
patatas y otros alimentos que aún existen en partes del Hemisferio
Norte), y la oportunidad de reducir los aranceles de las economías
emergentes y las subvenciones a la agricultura otorgadas en los países
desarrollados que distorsionan el comercio internacional. Estas
subvenciones dejan a los países en desarrollo fuera de los mercados
internacionales y les impiden competir en condiciones justas.
Para algunos de los países más pobres del mundo, cuyo comercio
internacional depende de sólo uno o dos productos básicos, la Ronda es
también una oportunidad de abordar la progresividad arancelaria, es
decir, el fenómeno del aumento de los aranceles con la elaboración, que
desalienta la industrialización en los países en desarrollo y que es un
legado de las pautas comerciales coloniales. De hecho, al concluir esta
Ronda, los países menos adelantados obtendrían un acceso a los mercados
de los países desarrollados casi totalmente libre de derechos y de
contingentes.
La Ronda de Doha también ofrece una oportunidad, aunque limitada, para
abordar los impuestos a la exportación y las restricciones a la
exportación de productos agrícolas. Muchos de ustedes se han quejado
ante mí de estos obstáculos, en particular durante la crisis alimentaria,
cuando se impusieron al arroz y otros alimentos. No cabe duda de que hay
un desequilibrio en el libro de normas de la OMC entre la severidad de
las normas aplicables a las importaciones y su relajación en lo que
respecta a las exportaciones. Por ejemplo, en la OMC se permiten algunas
prohibiciones y restricciones a la exportación destinadas a aliviar las
escaseces críticas de alimentos. Tal vez los países deseen abordar en
algún momento esta cuestión.
Una vez concluida, la Ronda de Doha lubricará los engranajes del
comercio internacional de productos básicos, dando al mundo en
desarrollo su justa parte del mercado. Mejorará el funcionamiento de lo
que, en definitiva, no es más que una correa de transmisión entre los
países en los que hay demanda y aquellos en los que hay oferta. En el
caso del comercio de alimentos, la crisis medioambiental hace aún más
necesaria una correa de transmisión que funcione adecuadamente. Las
sequías y otras catástrofes naturales no deberían privar de alimentos a
ninguna parte del mundo.
El comercio de recursos naturales es, de hecho, este año el tema del
Informe sobre el Comercio Mundial, que es la publicación emblemática
anual de la OMC. Hemos creado un foro de debate en línea sobre este
Informe y les invito a que participen en él y den a conocer sus
opiniones. Pueden ustedes así ayudarnos a configurar el Informe.
Señoras y señores, permítanme concluir con la esperanza de que se
reconozca plenamente la importancia de la interacción entre nuestros
mundos y de que todos ustedes hagan escuchar su voz en la Ronda de Doha
y en todas las demás actividades de la OMC.
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