WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

13 de diciembre de 2005

Ceremonia inaugural

Conferencia Ministerial, Sexto período de sesiones, Hong Kong,

Señor Administrador Ejecutivo en Jefe Donald Tsang, Señor Secretario John Tsang, Señores Ministros, Dr. Supachai, Señora Embajadora Amina Mohammed, Excelentísimos Señores, Señoras y Señores:

Me han dicho que alguien calificó en una ocasión a las Conferencias Ministeriales de la OMC de “medievales”. No sé quién era el que lo hizo, pero seguramente no había visto Hong Kong y la forma en que Hong Kong ha organizado esta Conferencia.

Lejos de ser medievales, la visión de los rascacielos del distrito central, desde el vestíbulo, y el lugar elegido para esta reunión constituyen más bien un escenario de ciencia ficción. Deseo, pues, manifestar nuestro agradecimiento a las autoridades y al pueblo de Hong Kong por las disposiciones adoptadas para la presente Conferencia, que confirman la tradición de hospitalidad y eficacia de esta ciudad.

Antes de viajar a Hong Kong, han recibido ustedes un Proyecto de Declaración, así como la carta que la Embajadora Amina Mohammed y yo enviamos al Secretario Tsang, en la que explicamos las condiciones en las que ese documento fue aprobado por el Consejo General el 2 de diciembre, y algunas preguntas destinadas a orientar su labor. El proyecto no encierra ninguna sorpresa; no hay en él nada mágico.

El pasado mes de septiembre, cuando asumí el cargo de Director General de la OMC, dije que no tenía una varita mágica; seguramente lo recuerdan ustedes. Entre tanto, se me ha proporcionado amablemente una varita mágica. Aquí está. Pero temo que todavía no funciona muy bien. Me parece que es el tipo de magia que sólo actúa si todos creen en ella. Dejemos pues de lado la fantasía y procuremos aunar nuestras esperanzas y nuestras fuerzas, sus esperanzas y sus fuerzas, para hacer avanzar las negociaciones hasta el horizonte de 2006.

Puesto que les he enviado un proyecto, no es necesario que les presente un plan de trabajo para esta semana. Esta Conferencia Ministerial es de ustedes; por tanto, son ustedes y los negociadores de sus países los que han de trabajar lo mejor que puedan.

Hoy desearía dar con ustedes un repaso rápido a la OMC, su pasado, su presente y su futuro.

No olvidemos nunca que la OMC es un sistema — un sistema bastante complejo, con sus peculiaridades, sus puntos fuertes y sus deficiencias, su activo y su pasivo — y que ese sistema les pertenece. Ustedes son los actores de la OMC y, en su condición de gestores de este su patrimonio común, les incumbe y les interesa mejorarlo.

Son ustedes herederos de casi 60 años de tradición de negociaciones comerciales, de una considerable serie de normas y decisiones, y de un impresionante cuerpo de interpretaciones jurídicas. Han heredado también una máquina bien engrasada que supervisa y garantiza la aplicación de un sistema equilibrado de derechos y obligaciones. Pueden estar orgullosos con toda razón de los logros alcanzados por su empresa colectiva. Esto por lo que respecta al pasado.

La situación actual es algo más heterogénea. De un lado, las actividades cotidianas y las actividades de solución de diferencias están funcionando relativamente bien. Aunque el número de diferencias ha aumentado considerablemente, la mayoría de las decisiones son respetadas y aplicadas, sin recurrir a la retorsión, lo que avala la credibilidad del mecanismo de solución de diferencias. Sólo un número reducido de las más de 300 diferencias que se han sometido a la OMC desde su creación en 1995 están aún pendientes de solución.

De otro lado, la parte de sus actividades que corresponde a las negociaciones es sin duda susceptible de mejora. Hay también un amplio margen para mejorar tanto la aceptación pública de la OMC, como sus actividades de marketing. Lo menos que puede decirse es que la OMC -como les recordarán a ustedes ruidosamente y a veces con furia las multitudes que se agolpan en este edificio y desde luego fuera de él- no es la organización internacional más popular. A pesar de ser famosa en el mundo entero, la OMC es una empresa muy pequeña: su presupuesto para 2006 asciende sólo a 140 millones de dólares EE.UU., cinco veces menos, por ejemplo, que el presupuesto de otra organización internacional, la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), que es de 700 millones de dólares EE.UU. y casi 10 veces menos que el presupuesto de una famosa ONG. No cabe duda de que tendré que recurrir a los poderes mágicos que ustedes tienen para ver si podemos conseguir un motor más poderoso para el vehículo de la OMC, que se está haciendo cada vez más grande, e incluye ahora a dos países que acaban de incorporarse a ella, Arabia Saudita y Tonga.

En lo que respecta al futuro de la OMC, comenzó en Doha en 2001 y corresponde a ustedes decidir, en esta asamblea, la forma que desean que adopte en los años próximos. Para que la OMC mantenga y aumente las actividades que lleva a cabo actualmente, han de dar ustedes un paso más y comprometerse a realizar una nueva inversión para mejorar sus normas, mediante el éxito de las negociaciones actuales.

¿Cómo deciden ustedes hacer esta inversión colectiva? Como saben, el proceso de adopción de decisiones en la OMC resulta por así decirlo, difícil. La dificultad se debe al hecho de que todas las partes interesadas — todos ustedes — han decidido que independientemente de cuán pequeños o grandes, poderosos o débiles, ricos o pobres sean, tienen exactamente el mismo derecho: el derecho a hablar, a estar de acuerdo o en desacuerdo. En síntesis, pese a todas las críticas, el proceso de adopción de decisiones de la OMC es democrático. Si fuera diferente, la adopción de decisiones sobre las negociaciones sería probablemente más fácil. Pero no sería tan legítima. El logro de un acuerdo en la OMC es difícil porque se llega a él por acumulación progresiva, y es bueno que sea así. Requiere más tiempo, es más gravoso y molesto, pero estoy convencido de que constituye la mejor forma de adoptar decisiones que tienen repercusión directa en la vida de miles de millones de personas.

En síntesis, deben estar ustedes orgullosos de esta institución sólida y democrática que nos pertenece a todos. Pero, como toda parte interesada, no deben atender sólo a sus necesidades inmediatas, sino que deben pensar de forma prospectiva, deben ocuparse del futuro.

Permítanme contarles un pequeño secreto que conocí cuando asumí el cargo de Director General: hay una divertida guía apócrifa de la Secretaría sobre el lenguaje de los negociadores comerciales en el antiguo GATT. Según esa guía, en aquellos años, cuando los negociadores decían “Señor Presidente: tratamos de conseguir un acuerdo equilibrado” lo que realmente querían decir era “el acuerdo que mejor recoja todo lo que pedimos”; cuando decían “hemos demostrado flexibilidad” querían decir realmente “hemos conseguido disimular nuestra intransigencia”; y cuando anunciaban “estamos dispuestos a aportar nuestra contribución a un resultado ambicioso” querían decir realmente “sólo apoyaremos acuerdos en los que los demás hagan todas las concesiones y nosotros ninguna”. Esta actitud, como todos ustedes saben, forma parte de nuestro pasado.

Esta actitud pertenece al pasado porque hoy lo que necesitamos realmente son negociadores audaces, abiertos y dispuestos a asumir algunos riesgos, como partes interesadas abocadas al éxito. Los Ministros se enfrentan frecuentemente a la difícil tarea de explicar a sus ciudadanos que han ganado algo en las negociaciones, aunque el proceso de negociación no haya acabado. Las numerosas personas que se benefician de un comercio abierto no suelen manifestarse políticamente, mientras que las pocas personas a las que éste afecta desfavorablemente pueden llegar a ser muy ruidosas. Todos entendemos la necesidad que tienen todas y cada una de las delegaciones de volver a su país con algún beneficio de las negociaciones comerciales.

La realidad es que la verdadera magia de estas negociaciones consiste en conseguir resultados que redunden en beneficio de todos los participantes y que permitan a todos considerarse victoriosos. Pero para eso es preciso asumir algunos riesgos. Un proverbio popular chino dice: “si no entras en la guarida del tigre, ¿cómo puedes llevarte su cachorro?” Dicho de otro modo, quien nada arriesga nada gana. Reiterar posiciones ya bien conocidas, utilizar el lenguaje de los negociadores, negarnos a entender las razones de los demás y evitar cualquier riesgo, incluidos los riesgos políticos, no nos llevará a ninguna parte; peor aún: puede poner en peligro un patrimonio valioso acumulado por nuestros predecesores con gran esfuerzo en el pasado. Por el contrario, asumir un pequeño riesgo — un riesgo calculado — proporcionará una oportunidad de mejorar las normas, de establecer condiciones más equilibradas para un comercio libre y equitativo: en síntesis, la mejor oportunidad para el desarrollo, que es el eje de la Ronda de Doha.

A falta de una varita mágica sólo puedo darles mi mejor consejo: sean abiertos, sean audaces, sean valientes. Entren en la guarida del tigre y dejen Hong Kong con una recompensa en sus manos: la seguridad de que la Ronda de Doha para el Desarrollo tiene posibilidades reales de llegar a un final feliz.

Así pues, no nos queda más que trabajar duro, escuchar y tomar decisiones pensando no sólo en nosotros, sino en nuestros hijos y nietos.

Buena suerte y gracias por su atención.