WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

“El futuro del sistema multilateral de comercio”

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Señoras y señores,
Estimado Pradeep,
Estimados amigos,

Me complace estar hoy aquí con ustedes con motivo de este acto organizado por CUTS.

Permítanme dar las gracias a Pradeep por su liderazgo y por el papel vital que ha desempeñado CUTS fomentando una mejor comprensión de las cuestiones comerciales y económicas, en particular en los países en desarrollo.  Su contribución en el plano intelectual y el debate que han alentado sobre los asuntos comerciales son de gran utilidad para que los países puedan propugnar un comercio más abierto.

Cuando CUTS me propuso que les dirigiera unas palabras en esta ocasión, me pidió que hablase del “futuro del sistema multilateral de comercio”.  Pero, amparándome en mis prerrogativas de orador, cambié un poco el tema y les hablaré del “sistema multilateral de comercio del futuro”.  No pretendo ser exhaustivo, ni responder a todas las preguntas.  Sólo quiero hacer algunas reflexiones para promover el diálogo.

Cabe decir sin temor a exagerar que el mundo pasa por un período tormentoso.  La economía mundial, que a principios de año mostraba señales de recuperación, vuelve a afrontar graves dificultades:  problemas de aumento de la deuda soberana, pérdida de confianza en los mercados financieros y falta de una respuesta coordinada de los gobiernos para resolver los problemas estructurales que traen consigo un crecimiento escaso, un elevado desempleo y déficits fiscales insostenibles en muchos países desarrollados.

Hemos pasado de una crisis financiera a una crisis de crecimiento.  El crecimiento de muchas economías no es suficiente para que puedan sanear sus finanzas públicas, cosa indispensable después de las medidas excepcionales que hubo que tomar durante la crisis financiera, y para reducir el elevado desempleo, que es socialmente destructivo.

El crecimiento del comercio internacional en 2010 impulsó la recuperación, en especial en las economías emergentes, que en buena parte fueron víctimas inocentes de la crisis.  En 2010, el volumen del comercio mundial registró un aumento sin precedentes del 14,5 por ciento y se prevé que este año aumente un 6,5 por ciento.  Para julio de 2010 las exportaciones e importaciones de los países en desarrollo sobrepasaban los elevados niveles anteriores a la crisis, mientras que los países desarrollados no lo lograron hasta el primer trimestre de 2011.  El crecimiento especialmente pujante del comercio Sur-Sur durante el primer semestre de 2010 contribuyó a que las exportaciones de las economías en desarrollo aumentaran a un ritmo más rápido.

Sin embargo, al debilitarse la demanda, es probable que a fin de mes tengamos que revisar a la baja las perspectivas para el comercio mundial en 2011.

La crisis económica y financiera de 2008 creó un terreno propicio al proteccionismo.  Hubo quienes pronosticaron que esto provocaría un proteccionismo comercial equiparable al de la Gran Depresión del decenio de 1930.  Afortunadamente, se equivocaron.

A fines de 2008, la OMC estableció un sistema de vigilancia de las medidas comerciales adoptadas durante la crisis.  Para sorpresa de muchos, la situación no era demasiado grave.  Había nuevos aranceles y obstáculos no arancelarios y nuevas medidas comerciales correctivas, en particular derechos antidumping, pero, en conjunto, parecía que la mayoría de los gobiernos habían conseguido controlar las presiones proteccionistas.

Ulteriores informes de vigilancia del comercio preparados en 2009 confirmaron esta impresión.  La situación se controló y permaneció estable a lo largo de todo el año 2010.  No obstante, en los seis últimos meses, hemos observado algunos acontecimientos preocupantes.

En las circunstancias actuales recurrir a medidas proteccionistas sería un gran error que podría hacer que la economía mundial volviera a caer en una profunda recesión.  Siendo así los gobiernos deben hacer gala de determinación y valentía política y deben actuar de forma coordinada.

En épocas difíciles es comprensible que todos busquemos cobijo, que nos protejamos.  Pero, paradójicamente, el proteccionismo no protege.  Las exportaciones de un país son las importaciones de otro, y a la inversa.  El proteccionismo de un país propiciará el proteccionismo de otro, y al final todos saldremos perdiendo.  Como decía Gandhi, “ojo por ojo y acabaremos todos ciegos”.

Es probable que el sistema multilateral de comercio del futuro siga siendo objeto de presiones proteccionistas.  Sería catastrófico que cediéramos a la tentación.  Pero si queremos seguir propiciando una mayor apertura del comercio, necesitaremos otras formas de protección, a saber, mejores redes de seguridad social e inversiones en tecnología, educación e infraestructura.  Esas cuestiones no son de la competencia de la OMC, pero tienen que formar parte de la política nacional para que la apertura del comercio sea viable en cada país.

El sistema multilateral de comercio del futuro también deberá tener más en cuenta la creciente importancia de las cadenas de valor mundiales.  La fragmentación geográfica de estas cadenas ha provocado un cambio estructural del comercio internacional.  Hemos pasado del “comercio de mercancías” al “comercio de operaciones”, fenómeno al que hemos dado en llamar “Hecho en el mundo”.  Viejos conceptos como el de “país de origen” o “residente/no residente” son cada vez menos pertinentes para analizar la economía internacional.

Para definir y aplicar la política comercial en este contexto hace falta una nueva medición de las corrientes comerciales basada en el valor añadido, que indicará el contenido nacional de las exportaciones, una vez deducidos los insumos directos e indirectos importados.  La OMC coopera activamente con otros interlocutores comerciales para construir los conjuntos de datos necesarios y definir los métodos más apropiados.  Las repercusiones de esta metodología son especialmente importantes al calcular las balanzas comerciales bilaterales y exigen una reevaluación de la eficacia de los instrumentos de política tradicionales, como los tipos de cambio.

No se trata de un simple ejercicio académico.  Para mantener un verdadero debate nacional sobre el comercio hay que disponer de los instrumentos adecuados para medir las corrientes comerciales.  Los titulares de los periódicos y las declaraciones de muchas personalidades sobre el comercio me recuerdan las palabras de Mark Twain:  “No dejes que la realidad te estropee una buena historia”.

Las cadenas de valor mundiales requieren asimismo un análisis más profundo de las normas y reglamentos en frontera.  A medida que los aranceles se van reduciendo, unilateralmente o en virtud de los numerosos acuerdos comerciales preferenciales, debemos prestar más atención a las divergencias existentes entre los marcos normativos nacionales.

Esto me lleva a la tercera observación que quería formular.  El sistema multilateral de comercio del futuro también tendrá que afrontar el reto que representa la proliferación de acuerdos comerciales preferenciales complejos.  Como demuestra el Informe sobre el Comercio Mundial 2011, que la OMC acaba de publicar, si bien avanzamos lentamente hacia la convergencia de los aranceles, el riesgo de divergencia entre los marcos normativos de los acuerdos comerciales preferenciales va en aumento.  Si esos acuerdos se refieren menos a los aranceles, se modifica el carácter de las relaciones entre el sistema multilateral de comercio y los acuerdos comerciales preferenciales.  El desafío es la segmentación del mercado.  Será necesario elaborar un nuevo marco que se aplique mejor a esos acuerdos comerciales preferenciales.

Se han propuesto distintas ideas:  corregir las deficiencias en el marco jurídico de la OMC;  elaborar un conjunto de prácticas óptimas no obligatorias para los miembros de los acuerdos comerciales preferenciales;  hacer extensivos a más participantes los acuerdos preferenciales existentes de manera no discriminatoria;  o acelerar la apertura multilateral del comercio mediante un programa de reglamentación más ambicioso.  Son elementos de reflexión para un debate muy necesario entre los Miembros de la OMC.

El sistema multilateral de comercio del futuro también deberá hacer frente a una serie de retos mundiales que las normas de la OMC vigentes no abordan o no abordan suficientemente.  La difuminación de los límites entre las políticas comerciales y otras, como las políticas cambiarias, las de cambio climático, las de seguridad alimentaria o las de energía, exigirá la atención de los Miembros de la OMC.  Otro tanto puede decirse de la ampliación del Acuerdo sobre Contratación Pública de la OMC.  O de la tarea inconclusa de integrar plenamente a los países más pobres del mundo en la economía mundial de una manera mucho más convincente que la actual.  Necesitamos comprender mejor las cuestiones que están en juego antes de debatir cómo las abordaremos en la OMC.

Al mismo tiempo, debemos centrarnos en un reto aún más acuciante:  hacer avanzar las negociaciones sobre las cuestiones que acordamos tratar cuando se iniciaron las negociaciones de Doha en 2001.  Como todos sabemos, actualmente las negociaciones están estancadas.

Desde 2001, se han producido grandes transformaciones, ya hablemos de los participantes en la OMC, de las cuestiones incluidas en el programa o de asuntos geopolíticos.  Aun así, no creo que los objetivos que nos fijamos en Doha hayan perdido trascendencia.  Reducir las subvenciones que contribuyen a la pesca excesiva, someter a disciplinas las subvenciones agrícolas que distorsionan el comercio, eliminar las subvenciones a la exportación, disminuir los derechos arancelarios aplicados a los productos industriales, reducir los trámites burocráticos en aduana, ampliar las oportunidades para los sectores de servicios dinámicos o integrar mejor a los países menos adelantados en el sistema de comercio, son objetivos perfectamente trascendentes en el mundo actual.  Tampoco creo que estas cuestiones desaparecieran si dejáramos de negociar y empezáramos de cero.

A mi juicio, hay que buscar la respuesta en otra parte.  ¿Dónde?  Se han planteado muchos argumentos.  Me gustaría señalar tres a los que, a mi modo de ver, hay que prestar atención urgentemente.  Ante todo, el liderazgo político.  Los acuerdos comerciales exigen liderazgo político tanto en las capitales como en Ginebra.  Son acuerdos que conciertan los gobiernos, no los sabios, ni los grupos de reflexión ni los Directores Generales.  Los dirigentes deben actuar para convencer e invertir capital político para hacerlos realidad.  Hace ya mucho que terminó la etapa de la labor técnica.  Ha llegado la hora de la política.  En segundo lugar, pragmatismo y espíritu de avenencia.  Hacen falta concesiones mutuas.  Hace falta flexibilidad, y quizás hayamos sido demasiado rígidos al tratar de concluir el pacto de Doha, con limitaciones que no facilitan los aspectos políticos.  Medidas de menor envergadura que reflejasen avances palpables podrían aumentar la confianza y el impulso necesarios para incluir todos los temas en un paquete final.  En tercer lugar, hace falta ser realista.  Pedir la luna y hacer grandes discursos es cosa corriente en cualquier negociación, pero ya hemos dejado atrás esa etapa.  Ahora debemos buscar soluciones realistas y creativas.  Quedarse a la expectativa hasta que otros tomen la iniciativa sólo sirve para generar desconfianza y paralizar las negociaciones, aplazando los beneficios que podría obtener la economía mundial.

En la Octava Conferencia Ministerial que se celebrará en diciembre, los Ministros tendrán que poner las cartas sobre la mesa.  No se trata de decidir si enterramos la Ronda o si vamos a fijar otro plazo artificial para concluirla.  Si vemos claramente que es preciso resolver las cuestiones del Programa de Doha, de lo que se trata es de lograr el coraje político y las medidas pragmáticas que llevarán a nuestros Miembros a mantener una negociación franca.

Pradeep, amigos,

Reflexionen al respecto.  A fin de cuentas, esa es la esencia de CUTS.  Espero mantener con ustedes un diálogo fructífero.

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