WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

“La adhesión de Rusia a la OMC: los principales retos aún están por llegar”


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Deseo agradecer a la Escuela Superior de Economía de la Universidad Nacional de Investigación, a su presidente Alexander Shokhin (quien, como yo, fue un sherpa del G-8 a finales del siglo pasado) y a su rector Yaroslav Kuzminov que hayan tenido la amabilidad de invitarme a estar hoy aquí con ustedes.  Conozco bien los logros de la Escuela Superior de Economía y el importante papel que ha desempeñado esta institución en la modernización del estudio de la economía y las ciencias sociales en Rusia.

Aunque no es la primera vez que visito Rusia, este es mi primer viaje oficial a Moscú desde que, el año pasado, Rusia se convirtió en el 156º Miembro de la Organización Mundial del Comercio.

Por consiguiente, es ésta una buena ocasión para analizar la importancia de la adhesión de Rusia a la OMC, para examinar lo que está haciendo -y lo que no está haciendo- en la actualidad la Organización, y para destacar los beneficios que puede reportar la participación de Rusia en la OMC tanto a la Organización como a sus Miembros y, sobre todo, a la propia Rusia.

La adhesión de Rusia a la OMC corrige una anomalía.  Dada la importancia económica y política de Rusia, el hecho de que no fuese Miembro de la OMC le restaba credibilidad a la OMC en tanto que Organización Mundial del Comercio y comprometía su aspiración de contar con un sistema de comercio basado en normas verdaderamente multilateral.  De hecho, Rusia era el único miembro del G-20 y del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que no formaba parte de la OMC.

El proceso de adhesión de Rusia a la OMC fue largo:  duró más de 19 años.  Como suele suceder con este tipo de negociaciones, con frecuencia también fue un proceso difícil.

Como parte de sus esfuerzos por ingresar en el sistema multilateral de comercio, el Gobierno ruso ha asumido importantes compromisos.  En la esfera del comercio de mercancías, por ejemplo, a finales del plazo para la aplicación, el tope arancelario medio en relación con todos los productos importados en Rusia será del 7,8%, por debajo del promedio del 10% aplicado antes de la adhesión.  En el caso de los productos manufacturados, el tope arancelario medio será del 7,3%, en lugar del 9,5%, mientras que en el de los productos agropecuarios será del 10,8%, y no del 13,2%, como era antes.  Más allá de estos recortes arancelarios, que son importantes pero que no representan un cambio radical, Rusia ha ofrecido mejores oportunidades de acceso a los mercados en determinadas esferas del comercio de mercancías y en muchos sectores de servicios.

Pero ¿qué es esta Organización a la que se ha adherido Rusia?  Lo primero que hay que tener en cuenta es que la OMC no se creó para acabar con todas las restricciones al comercio internacional, ni es una institución dedicada a promover la desregulación.

La OMC es la sucesora del GATT [el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio] firmado en 1947, cuyo objetivo era eliminar la discriminación en el comercio internacional y abolir las medidas no arancelarias arbitrarias.  El GATT alentaba a las partes a utilizar los aranceles en lugar de las prohibiciones o restricciones a la importación, menos transparentes, como medio preferido para proteger las mercancías producidas a nivel interno.  Asimismo, el GATT alentaba a las partes a consolidar esos aranceles, a participar en ejercicios periódicos para aumentar el número de productos abarcados por los aranceles consolidados y a reducir progresivamente el nivel de esos aranceles.

Por consiguiente, el objetivo del GATT, y actualmente de la OMC, no es liberalizar totalmente el comercio, sino evitar la discriminación y las distorsiones en el comercio internacional y hacer que el comercio sea más abierto, más transparente y más previsible.

Con la creación de la OMC en 1995, el alcance de este sistema multilateral se ha ampliado más allá del comercio de mercancías para abarcar el comercio de servicios y la protección de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio.  En los diversos Acuerdos de la OMC se da a los Miembros la flexibilidad necesaria en cada uno de esos ámbitos para perseguir objetivos legítimos, como la protección de la vida y la salud de los seres humanos, los animales y las plantas, o la defensa del medio ambiente.

Evidentemente, la reducción progresiva de los aranceles ha hecho que la atención de quienes comercian se dirija hacia las medidas no arancelarias que afectan a las mercancías, como los reglamentos técnicos o las prescripciones sanitarias y fitosanitarias.

A diferencia de los aranceles, las medidas no arancelarias no suelen ser diseñadas fundamentalmente para proteger a determinados productores o puestos de trabajo sino que tienen carácter reglamentario, como sucede, por ejemplo, con las normas, las pruebas y los procedimientos de certificación.  Los aranceles son un medio relativamente transparente de protección, mientras que los efectos en el comercio de las medidas no arancelarias son más opacos.  Reflejan necesidades y deseos de la sociedad, y el hecho de que estén continuamente sujetas a modificaciones y ajustes hace más necesario y más difícil evaluar su repercusión.

Los Acuerdos de la OMC no prohíben esas medidas a condición de que -y lo subrayo- no se apliquen de manera arbitraria o discriminatoria y tengan una justificación técnica o científica, y, en la medida de lo posible, se basen en normas acordadas a nivel internacional.

Por lo tanto, el desafío a que se enfrentan la OMC y otras organizaciones multilaterales no es necesariamente limitar el alcance de esas medidas, sino tratar de armonizarlas para que no entren en conflicto ni restrinjan innecesariamente el comercio.

En otras palabras, los Miembros de la OMC conservan las facultades necesarias para regular el comercio de mercancías y servicios incluso en los sectores que hayan decidido abrir a la competencia.

Sin embargo, los Miembros de la OMC tienen la obligación de ser transparentes en lo que se refiere a las medidas que afecten al comercio internacional, lo cual tiene además la ventaja de promover la claridad y la rendición de cuentas en las políticas públicas, en beneficio no sólo de los interlocutores comerciales, sino del público en general.  La mayor parte de esa información se publica en el sitio Web de la OMC, que se ha convertido en una importante fuente de información para gobiernos, investigadores y profesionales.

La OMC también vigila la evolución del entorno comercial internacional, para lo cual cuenta con el apoyo y los conocimientos técnicos de la Secretaría.  La vigilancia de las medidas comerciales ha cobrado más importancia en la crisis económica actual.  Como saben, la economía mundial se enfrenta a grandes dificultades que han frenado el crecimiento del comercio y la producción mundiales.  Pese a las medidas aplicadas en muchos países para poner coto a la desaceleración del crecimiento económico, las tendencias en materia de producción y empleo han seguido siendo negativas.  En vista de estos acontecimientos, recientemente redujimos a 2,5% nuestra previsión en relación con el crecimiento del comercio mundial en 2012 en comparación con la anterior previsión del 3,7%.  Según nuestras previsiones, el volumen del comercio crecerá un 4,5% en 2013, por debajo del promedio anual a largo plazo de los últimos 20 años, que fue de entre el 5% y el 6%.

En épocas difíciles, los gobiernos se ven sometidos a presiones proteccionistas.  No obstante, quiero subrayar que, en la situación económica actual, la apertura del comercio no es parte del problema.  De hecho, el comercio podría ser parte de la solución para retomar el crecimiento económico, promover la competitividad y crear puestos de trabajo.  Pero las presiones proteccionistas siguen haciéndose sentir y la vigilancia colectiva que ejercen los Miembros de la OMC es un factor importante para contenerlas.

Otra esfera de trabajo en la que la OMC desarrolla sus actividades es la solución de las diferencias comerciales entre sus Miembros.  La OMC se ha convertido en el sistema más eficaz de solución de diferencias del derecho internacional.  Cuando aumentan las tensiones comerciales, el mecanismo de solución de diferencias de la OMC se encarga de aflojarlas por medio de consultas o a través de un proceso contencioso basado en normas, previsible y respetado.

Desde 1995, los Miembros han presentado ante la OMC un total de 455 diferencias.  La mayoría de ellas han sido resueltas por las partes por medio de consultas bilaterales.  Sin embargo, la fortaleza del sistema de la OMC radica en que las partes saben que, si las consultas no permiten resolver una diferencia comercial, el demandante puede recurrir a un mecanismo vinculante en virtud del cual un grupo especial de expertos examina las medidas impugnadas y determina si infringen los Acuerdos de la OMC.  Cuando una parte no queda conforme con la resolución de un grupo especial tiene derecho a apelar.  Hasta la fecha se han dictado más de 150 resoluciones de la OMC.  Los Miembros se toman en serio los compromisos contraídos en el marco de la OMC y suelen cumplir las resoluciones desfavorables dentro de un período razonable.  Son muy pocas las diferencias que han quedado sin resolver una vez expirado dicho plazo, y han luego acabado en la imposición, con la aprobación de la OMC de sanciones comerciales proporcionales.  En consecuencia, el nivel de cumplimiento del sistema de la OMC es alto, sobre todo para un sistema internacional.

Pero no todas las noticias son buenas.  La OMC sigue sin lograr un elemento crucial que guarda relación con su capacidad para actualizar sus normas a fin de adaptarlas mejor a la realidad actual y facilitar la forma en que el comercio pueda impulsar el desarrollo en beneficio de todos sus Miembros.

En noviembre de 2001 iniciamos en Doha negociaciones multilaterales con arreglo a un amplio temario a fin de modernizar las normas de la OMC.  Han transcurrido más de 11 años y el proceso sigue en punto muerto.  El objetivo de que los 157 Miembros de la OMC acuerden un conjunto de resultados de la Ronda de Doha que comprenda la totalidad de los 20 temas no está al alcance de la mano y ni se logrará a corto plazo.

Desde la perspectiva actual, es posible que hayamos sido demasiado optimistas al creer que podía darse término rápidamente a negociaciones tan complejas.  Probablemente subestimamos los profundos cambios geopolíticos que estaban teniendo lugar.  Tampoco podíamos haber previsto la duración ni la amplitud de la crisis financiera mundial, ni cómo esa crisis paralizaría a los gobiernos y restaría energía a las iniciativas multilaterales.

Por lamentable que sea el actual estancamiento de la Ronda de Doha, ello no significa que no podamos dar pequeños pasos en algunas esferas de las negociaciones comerciales.  De hecho, hay varios temas en los que es posible llegar a un acuerdo que redunde en beneficio de todos los Miembros de la OMC.

Para citar una esfera concreta, los Miembros de la OMC están negociando la ampliación del Acuerdo sobre Tecnología de la Información, que inicialmente fue elaborada por 20 Miembros y que hoy en día abarca el 97% del comercio de productos de la tecnología de la información.  Se trata de un Acuerdo que ha beneficiado a todos, y confío en que en los próximos meses se lograrán progresos en este ámbito.

Otra esfera en la que hay claras posibilidades de avanzar es la facilitación del comercio, los esfuerzos encaminados a encontrar una manera más eficaz y eficiente de comerciar o, en otras palabras, de incrementar la permeabilidad de las fronteras.  Se trata de un ámbito normativo que a menudo se pasa por alto, pero que afecta profundamente a la competitividad.  Cuanto más tiempo deba esperar el productor el componente importado que necesita, menos competitivo será.

Fundamentalmente, la facilitación del comercio consiste en hacer que el comercio sea más sencillo y menos caro.  En un mundo cada vez más estructurado en torno a las cadenas de valor y al comercio de productos intermedios, facilitar la eficacia del comercio no es simplemente una cuestión facultativa, sino un elemento indispensable para cualquier país o para cualquier decisión de política empresarial si se quiere crecer, atraer inversiones y aumentar la competitividad.

Las pruebas son claras.  Según cálculos de la OCDE, los procedimientos aduaneros, los trámites y las demoras en frontera representan un 10% del valor de las transacciones comerciales de sus miembros, casi el doble del arancel medio mundial ponderado en función del comercio.  A escala mundial, esos costos ascienden a cerca de 2 billones de dólares EE.UU.  Un Acuerdo de la OMC sobre facilitación del comercio que reduzca derechos y trámites, cree mayor transparencia y reduzca los obstáculos a las mercancías en tránsito permitiría reducir los costos de esas transacciones a la mitad, del 10% del valor del comercio al 5%.

En un entorno tan cambiante como el actual, podemos decir, como la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas, “hay que correr mucho para quedarse en el mismo sitio”.

Hoy en día el comercio es muy diferente de lo que lo era hace unos decenios.  El crecimiento mundial ha pasado a depender en mayor medida del comercio, que si en 1980 representaba un 38% del PIB mundial, actualmente representa alrededor del 55%.

La evolución de la tecnología y el transporte ha reducido considerablemente los costos y la incertidumbre vinculados a la distancia.  El rápido desarrollo de las cadenas de valor mundiales, la preponderancia de las nuevas medidas no arancelarias basadas en la reglamentación y la evolución de las modalidades del comercio como resultado del rápido crecimiento de las corrientes comerciales Sur-Sur son, todos ellos, factores que se han acelerado con el cambio de siglo y que, si se mantienen las tendencias actuales, seguirán haciéndolo en los próximos años.

China se ha convertido en la segunda mayor potencia económica del mundo y en el mayor exportador de mercancías.  Además, hay otras muchas potencias comerciales nuevas:  el Brasil, la India, México y Malasia están entre los 25 mayores exportadores, en todos ellos se registró un crecimiento de las exportaciones de, por lo menos, el 15% en 2011.  Hoy en día, la participación en el comercio de los países en desarrollo es del 47% mientras que dicha participación era aproximadamente de un tercio en 2008.

La naturaleza del comercio también ha cambiado.  Los productos de alta tecnología solían estar fabricados en los Estados Unidos, el Japón o Alemania.  En la actualidad, están “hechos en el mundo”, con componentes y piezas fabricadas en muchos países.  La contribución del país donde se lleva a cabo el montaje final puede representar únicamente una pequeña fracción del valor final del producto.  Hoy en día, un 60% del volumen del comercio mundial de mercancías corresponde al comercio de componentes.  En Asia, esa cifra se acerca a los dos tercios.  El contenido de elementos importados en las exportaciones medias es del 40%, en comparación con el 20% hace dos decenios, y seguirá aumentando en el futuro a medida que se vayan extendiendo las cadenas de suministro ubicadas en distintos lugares.

Esas cadenas de valor no sólo han modificado la forma de comerciar de las empresas, sino que también están modificando la naturaleza misma del debate sobre el comercio.  Cuando los productos se fabricaban en un solo país, era más fácil defender el argumento de que es bueno exportar y malo importar.  Este enfoque mercantilista fue un principio rector de las políticas comerciales durante siglos.

Todo esto ha cambiado como resultado de la aparición de las cadenas de valor.  Las empresas que quieren ser competitivas en el mercado mundial necesitan tener acceso a los mejores insumos (bienes y servicios) posibles al menor precio posible.  Impedir a las empresas que importen esos insumos significa restarles competitividad a nivel mundial.  Esto es contraproducente.  Este factor, junto con la estricta vigilancia de la OMC, puede explicar por qué, en general, los países han evitado adoptar en gran escala medidas restrictivas de las importaciones durante la crisis.

Sin embargo, para cambiar las actitudes respecto de las cadenas de valor y del propio comercio, lo primero que hay que hacer es hacer bien los números.

Pongamos por caso un iPhone.  El iPhone se monta en China, pero las mercancías y los servicios antes del montaje final pueden proceder de empresas en 15 países diferentes.  El valor que se añade al iPhone en China es del 4% aproximadamente, mucho menos que el valor añadido en los Estados Unidos, el Japón, Alemania y Corea del Sur.  Sin embargo, cuando un iPhone por valor de 400 dólares EE.UU. se exporta a los Estados Unidos, con arreglo a la contabilidad comercial tradicional esto se registra como un crédito de 400 dólares EE.UU. para China y un débito de 400 dólares EE.UU. para los Estados Unidos.  Las estadísticas comerciales serían muy diferentes si empezásemos a medir el comercio en términos de valor añadido.

Hace apenas dos días, la OMC y la OCDE publicaron el primer conjunto de datos comerciales en términos de valor añadido.  Al utilizar el valor añadido, comprobamos que los servicios no representan el 23% del comercio mundial, sino cerca del 45%.  Asimismo, comprobamos que aproximadamente un tercio de las importaciones intermedias se destina en realidad a los mercados de exportación.  También hemos podido ver que el déficit comercial que tienen los Estados Unidos con China puede ser inferior en un 25% a lo que se pensaba.  Una cosa está clara, y es que necesitamos buenos datos para elaborar buenas políticas.

La estructura de las cadenas de suministro seguirá evolucionando en los próximos años.  Es probable que los servicios importados representen una proporción mayor del valor de muchas mercancías.  A medida que los costos de la mano de obra sigan aumentando y mejoren las técnicas de diseño, los países en desarrollo querrán ascender en la escala del valor añadido.  Como resultado de la evolución de la tecnología y el transporte un número cada vez mayor de países podrán formar parte de las cadenas de producción y la especialización ganará terreno.

La competencia por albergar eslabones de producción en esas cadenas mundiales de suministro se hará más intensa.  El costo de la mano de obra y la disponibilidad de recursos naturales no son las únicas variables que las empresas tienen en cuenta al decidir dónde producir o de dónde obtener sus componentes, ya se trate de mercancías o de servicios.  La existencia de políticas nacionales adecuadas, un buen sistema de educación, servicios sociales adecuados, una infraestructura que funcione, normas previsibles y un entorno propicio para las empresas seguirán siendo factores clave para atraer las inversiones necesarias.

En este contexto dinámico, la decisión de Rusia de adherirse a la OMC adquiere una importancia adicional, sobre todo si pasa a formar parte de una estrategia más amplia para emprender las reformas necesarias a fin de modernizar la economía rusa, diversificar la producción y aumentar la competitividad.  Pese a todas las dificultades del proceso de adhesión, sería un error suponer que lo que queda por hacer es fácil.  En realidad, aún no se han superado los principales desafíos.  La adhesión a la OMC cumple una función de facilitación, al colocar a Rusia en mejores condiciones para hacer frente a esos desafíos.

En definitiva, la adhesión a la OMC le abre a Rusia nuevas oportunidades ya que la obliga a tomar un derrotero concreto en materia de desarrollo, sino que pone a su disposición una amplia gama de opciones.  Para empezar, le permite formar parte del proceso de elaboración de las normas comerciales multilaterales.  La otra cara de la moneda es que eso significa que Rusia, como los demás Miembros, tiene la obligación de respetar las normas multilaterales adoptadas.  Que se saque o no todo el partido posible a esas oportunidades depende del propio país.  Le corresponde a Rusia decidir qué hará con su participación en la OMC para promover sus propios objetivos económicos dentro del amplio conjunto de opciones que permiten las normas de la OMC.  Desde luego, Rusia se halla en una posición privilegiada:  tiene abundantes recursos naturales y, como puedo comprobar hoy aquí en esta sala, no le falta talento.  La cuestión es cómo utilizará esos recursos en el futuro y cómo los aprovechará para integrarse satisfactoriamente en la economía mundial, si esa es la opción que prefiere, como creo que es el caso.

Como bien dijo Tolstoi:  “todas las familias felices se asemejan;  cada familia infeliz es infeliz a su modo”.  Parafraseando a Tolstoi, podríamos decir que cada país que ha logrado modernizar su economía y combatir la pobreza lo ha hecho a su manera;  lamentablemente, las historias de los países que han desaprovechado la oportunidad de diversificar su economía y dejar de depender de los recursos naturales son muy semejantes.

Rusia dio prueba de gran valor, determinación y esfuerzo al adherirse a la OMC.  Confío en que demostrará el mismo valor, determinación y esfuerzo para participar plenamente en el sistema de la OMC y convertirse en un actor importante y constructivo en el sistema multilateral de comercio.  Y confío también en que aprovechará la oportunidad que le brinda la adhesión a la OMC en el marco de una estrategia más amplia para incrementar la competitividad de la economía rusa e integrarse satisfactoriamente en el mercado mundial a fin de promover el bienestar del pueblo ruso.

Muchas gracias.

 

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