WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

Singapur, el 18 de septiembre de 2006

“Cuál es el motivo de la ayuda para el comercio? ¿Por qué participa la OMC? Y ¿Qué pasa actualmente?”

Discurso del Director General de la OMC en la mesa redonda sobre la ayuda para el comercio

Tal vez la Ayuda para el Comercio no sea un tema nuevo. Pero es un territorio muy nuevo — e importante — para la OMC. Se ha producido calladamente en esta Organización un cambio radical: de considerar nuestra función en términos estrictos -negociaciones y elaboración de normas- a considerar la apertura del comercio como parte de un programa más amplio de crecimiento y desarrollo. La prioridad que damos ahora a la Ayuda para el Comercio es una señal de ese cambio. No significa que la OMC deba — o pueda — convertirse en un organismo de desarrollo, sino que debemos trabajar de manera más coherente con otros agentes internacionales y nacionales para ayudar a los países a beneficiarse de la globalización.

Se me ha pedido que aborde tres preguntas: ¿Por qué Ayuda para el Comercio? ¿Por qué está involucrada la OMC? ¿Y ahora qué? Permítanme, pues, que pase directamente a las respuestas:

La razón de ser de la Ayuda para el Comercio es sencilla. Muchos países en desarrollo no han podido beneficiarse de la apertura de los mercados lograda por la OMC debido, entre otras cosas, a que carecen de la capacidad e infraestructura relacionadas con el comercio necesarias, lo que ha hecho que algunos se muestren renuentes a considerar una mayor apertura. Seamos claros: la Ayuda para el Comercio no es un sustitutivo del éxito de la Ronda de Doha, pero la consideramos un complemento necesario y valioso.

Al ser el comercio una actividad económica compleja, hay muchos tipos diferentes de Ayuda para el Comercio. Está la asistencia técnica, que ayuda a los países a tener conocimiento de las oportunidades comerciales y del modo de acceder a ellas. Está la creación de capacidad institucional, que fortalece a las autoridades aduaneras, los sistemas fiscales, y las pruebas de productos, para reducir el costo del comercio. Están las necesidades de infraestructura, que son cada vez más importantes para vincular las exportaciones a los mercados mundiales. Y está también la asistencia para el reajuste, que contribuye a sufragar los costos de transición asociados con las reducciones arancelarias, la erosión de las preferencias o el deterioro de la relación de intercambio.

Pero la complejidad de los detalles no debe ocultarnos el objetivo básico. La Ayuda para el Comercio consiste en ayudar a los países en desarrollo a construir las herramientas que necesitan para beneficiarse de unos mercados mundiales más abiertos. Consiste asimismo en utilizar mejor el comercio como motor de crecimiento y desarrollo.

¿Por qué está involucrada la OMC? La explicación formal reside en el mandato relativo a la coherencia — uno de los resultados de la Ronda Uruguay —, en el que se reconoce la responsabilidad de la OMC de promover la “coherencia en la formulación de la política económica a escala mundial”. Considero que la Ayuda para el Comercio es la primera prueba real de ese mandato y constituye un claro ejemplo de cómo la OMC tiene un interés cada vez mayor en otras esferas de la política mundial, además de la del comercio.

Pero es también una esfera en la que la OMC no puede conseguir ni aplicar resultados. La OMC no es un organismo financiero o de desarrollo. Su mandato básico es — y seguirá siendo— establecer normas comerciales equitativas. La solución sólo vendrá de la colaboración con otros organismos — con el Banco, el Fondo, los organismos de las Naciones Unidas y los bancos regionales de desarrollo a nivel internacional; y con los Ministros de Comercio, Desarrollo y Hacienda a nivel nacional —, porque es en las capitales de los países donde debe comenzar la coherencia de las políticas.

En cuanto a la tercera pregunta — “¿Y ahora qué?” —, la Conferencia Ministerial de Hong Kong puso en marcha un proceso de tres vías para hallar respuestas: en primer lugar, he estado manteniendo consultas con instituciones asociadas — como el Banco Mundial, el FMI, los bancos regionales de desarrollo y los organismos competentes de las Naciones Unidas — sobre la obtención de recursos financieros adicionales destinados a la Ayuda para el Comercio, sobre las que informaré antes de finales de año; en segundo lugar, creé un equipo de trabajo — compuesto de un grupo representativo de países — para que asesorara sobre el mejor modo de poner en práctica -o proporcionar — la financiación adicional; y, en tercer lugar, establecimos un equipo de trabajo sobre la mejora y ampliación del Marco Integrado (MI), que constituye una parte importante del panorama más amplio de la Ayuda para el Comercio.

Dejaré que Mia y Don expliquen sus resultados; sólo deseo señalar el hecho de que ambos equipos de trabajo llegaron este verano a decisiones consensuadas, lo que demuestra el firme y amplio apoyo de todos los Miembros de la OMC a la Ayuda para el Comercio y pone de relieve la impresionante labor realizada por todos los miembros de los equipos de trabajo y, en particular, por sus Presidentes.

En cuanto a mis consultas, merece la pena destacar cuatro cuestiones. Ante todo, estoy convencido de que existe un firme y amplio compromiso de aumentar la Ayuda para el Comercio en el contexto del incremento global proyectado de la asistencia oficial para el desarrollo (AOD). Esa fue la intención de la Cumbre de Gleneagles celebrada el año pasado, así como de los compromisos contraídos en Hong Kong.

En segundo lugar, la experiencia ha demostrado que no podemos seguir prestando Ayuda para el Comercio como lo hemos hecho anteriormente. Hay un mandato de la OMC — y un programa de trabajo — precisamente porque los antiguos métodos y enfoques no funcionan. No se trata de un argumento a favor de sustituir o duplicar los mecanismos existentes sino de hacer que funcionen mejor, más efectivamente, con resultados mensurables.

En tercer lugar, hay una amplia y diversa gama de prioridades a las que hay que responder para promover la integración regional y mundial, y para materializar el potencial de desarrollo de un incremento del comercio. El modo en que pueden abordarse mejor esas necesidades sólo pueden determinarlo los propios países, en estrecha colaboración con las partes interesadas nacionales, especialmente el sector privado, y con sus asociados para el desarrollo. La palabra “identificación” no es un cliché: es la condición previa para hacer que la apertura del comercio — y la creación de capacidad relacionada con el comercio — funcione para los países en desarrollo.

En esto creo que Mauricio ofrece un modelo de cómo la Ayuda para el Comercio puede — y debe — funcionar, y le felicito por ello. Enfrentado con enormes cambios en el entorno del comercio exterior, ha optado por responder con una nueva estrategia comercial propia, dirigida por la demanda y orientada al exterior, en la que la Ayuda para el Comercio actúa como catalizador — y lubricante — de una ambiciosa política de reforma. Animo a otros países en desarrollo a que aprendan de su planteamiento y compromiso.

Lo que me lleva a una última cuestión, de importancia crítica. Mis consultas dejan claro que la Ayuda para el Comercio es un complemento necesario de la Ronda de Doha, pero no un sustitutivo. Los Miembros consideran que la apertura multilateral del comercio y el fortalecimiento del sistema de comercio basado en normas son la contribución más importante que puede hacer la OMC para acelerar el crecimiento económico, promover el desarrollo y reducir la pobreza.

Como saben, el pasado mes de julio decidimos suspender las negociaciones de Doha a fin de dar un período “de pausa” para que los Ministros consideraran cómo podía cada uno contribuir a eliminar los obstáculos a la liberalización sustancial del comercio subsistentes, especialmente en la esfera de la agricultura. Sé que desde entonces ha tenido lugar en las capitales una seria reflexión política. Estoy convencido de que el resultado de ese proceso será el reconocimiento de que no hay alternativa aceptable a la conclusión satisfactoria de la Ronda.

Entretanto, creo que es importante seguir avanzando en la Ayuda para el Comercio, aprovechando los progresos y el impulso claramente existentes. Estoy colaborando estrechamente con Paul Wolfowitz, Rodrigo de Rato y otros, y seguiré haciéndolo a medida que la iniciativa de la OMC cobre impulso y que intensifiquemos y ampliemos nuestras actividades en materia de coherencia. Como la Ayuda para el Comercio no forma parte del todo único, el logro de progresos en Ginebra no tiene por qué verse obtaculizado por la suspensión temporal de las negociaciones comerciales. No obstante, creo también que sus beneficios se verán diluidos y reducidos sin las nuevas oportunidades comerciales que resultarán del éxito de la Ronda.

Mi objetivo número uno sigue siendo concluir las negociaciones. Pero, para hacerlo, me parece evidente que tenemos que pensar de manera más creativa cómo pueden encajar en un todo coherente el comercio, el desarrollo y el crecimiento. La Ayuda para el Comercio es una pieza fundamental de ese rompecabezas. Nos brinda a todos la gran oportunidad — y el desafío– de traducir nuestra promesa de una mayor cooperación mundial en acciones concretas y resultados significativos. Aprovechémosla.