WTO NOTICIAS: DISCURSOS DG PASCAL LAMY
La Ronda de Doha, en la encrucijada
Sesiones de Alto Nivel del Consejo Económico y Social 2007
Diálogo de política de alto nivel sobre las actuales tendencias de la
economía mundial y la cooperación económica internacional
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Pascal Lamy
Me complace estar hoy aquí para intercambiar
con ustedes opiniones sobre las actuales tendencias de la economía
mundial y la cooperación económica internacional. Veo con satisfacción
que la cooperación es el tema central de este debate. Desde hace mucho
tiempo considero que la cooperación internacional es la única receta
para el desarrollo sostenible y el crecimiento de todos los países,
especialmente en la esfera del medio ambiente, donde es necesaria la
cooperación para hacer frente al cambio climático; también en materia de
salud la cooperación mundial es indispensable para combatir pandemias
tales como el VIH/SIDA o el paludismo, por mencionar sólo dos; y lo
mismo cabe decir del comercio, y especialmente de las actuales
negociaciones comerciales del Programa de Doha para el Desarrollo.
En la actualidad existe amplio consenso sobre la función esencial que la
apertura del comercio desempeña en el crecimiento y el desarrollo, como
se aclara en el informe preparado por el Secretario General de las
Naciones Unidas para la presente reunión del ECOSOC. La apertura del
comercio y la elaboración de normas son, sin duda, dos importantes
objetivos de la OMC. Sin embargo, en la actualidad, varias normas
sustantivas vigentes de la OMC perpetúan algún tipo de parcialidad
contra los países en desarrollo. Esto ocurre, por ejemplo, en el caso de
las normas sobre subvenciones a la agricultura, que permiten la
existencia de subvenciones con efectos de distorsión del comercio
favorables, en general, para los países desarrollados. Lo mismo sucede
con los elevados aranceles que muchos países desarrollados aplican a las
importaciones de productos agropecuarios e industriales, en particular
los procedentes de países en desarrollo. Acostumbro a decir que, si bien
la descolonización política tuvo lugar hace más de 50 años, aún no hemos
llevado a término la descolonización económica. Por consiguiente, un
aspecto fundamental del Programa de Doha para el Desarrollo es corregir
los desequilibrios que aún existen en el sistema multilateral de
comercio y brindar a los países en desarrollo mejores oportunidades de
mercado.
No obstante, aunque el comercio es un componente esencial, sabemos
también que su apertura no es la panacea para todos los problemas del
desarrollo, ni es necesariamente fácil de lograr o eficaz si no se
enmarca en un contexto económico, social y político favorable.
En mi opinión, el comercio es necesario, pero no suficiente por sí solo
para asegurar que los beneficios de la negociación se plasmen en
resultados positivos para las poblaciones de los países en desarrollo.
En realidad, la apertura del comercio sólo puede ser política y
económicamente sostenible si se complementa con políticas paralelas que
aborden, al mismo tiempo, los problemas de capacidad —humanos,
burocráticos o estructurales— y las dificultades que plantea la
distribución de los beneficios creados por un comercio más abierto. Ahí
es donde la política comercial se entreteje con la enseñanza y la
seguridad social, las políticas fiscales o las infraestructuras. Como ha
señalado el Secretario General de las Naciones Unidas en su informe, es
preciso considerar con detenimiento esa combinación de políticas. Y si
hacerlo es difícil en los países desarrollados, que tienen los medios
necesarios para ello, la tarea resulta verdaderamente ardua para muchos
países en desarrollo. Por ese motivo, la iniciativa de Ayuda para el
Comercio ocupa un lugar destacado en el programa de la OMC, junto con la
Ronda de Doha y paralelamente a ella.
El objetivo de la Ayuda para el Comercio es mejorar la capacidad de los
países en desarrollo para aprovechar las ventajas de la mayor apertura
del comercio. Para algunos países en desarrollo, esa mejora requerirá el
establecimiento de instalaciones de prueba e instituciones fiables que
contribuyan a asegurar que los productos exportados cumplen las
reglamentaciones y normas técnicas, sanitarias y fitosanitarias de los
mercados de exportación. Para otros, significará la adopción de
proyectos a mayor escala, tales como la mejora de las infraestructuras
de transporte y la logística comercial.
Las actividades de la OMC en ese terreno son limitadas y se centran
principalmente en la formación, por lo que la iniciativa de Ayuda para
el Comercio se ha puesto en marcha en colaboración con el Banco Mundial,
la UNCTAD, el FMI, el PNUD, los bancos regionales de desarrollo, la OCDE
y otros organismos que han aportado sus conocimientos especializados. La
OMC será la plataforma para vigilar y examinar periódicamente si la
Ayuda para el Comercio se financia de modo suficiente y proporciona los
resultados previstos. En particular, debemos asegurarnos de que los
donantes hagan realidad sus promesas de incrementar la Ayuda para el
Comercio. También es preciso que los beneficiarios aseguren al comercio
un lugar destacado en sus prioridades de ayuda para el desarrollo. Por
último, debemos trabajar para coordinar mejor la asistencia de los
donantes.
Con ese fin, en otoño celebraremos tres exámenes regionales de la Ayuda
para el Comercio en América Latina, Asia y África, con la cooperación de
los respectivos bancos regionales de desarrollo y del Banco Mundial.
Todas esas actividades culminarán en la primera reunión mundial de
vigilancia y evaluación, que se celebrará en esta ciudad los días 20 y
21 de noviembre.
Mientras tanto, observo también con satisfacción los progresos
realizados en la remodelación del Marco Integrado de ayuda a los
Miembros más pobres, bajo el liderazgo del embajador Don Stephenson, del
Canadá. Ahora es preciso que los donantes dediquen atención preferente a
la próxima reunión de financiación que Suecia ha accedido a organizar en
Estocolmo para septiembre y que pondrá a prueba nuestro compromiso
colectivo de hacer realidad las promesas de asistencia específica a los
países menos adelantados.
Con todo, la Ayuda para el Comercio ha de ser un complemento, y no un
sucedáneo, de unos resultados ambiciosos del Programa de Doha para el
Desarrollo. Aumentar las oportunidades comerciales de los países en
desarrollo y, en particular, de los menos adelantados, sigue siendo, con
mucho, la contribución más importante que la OMC puede hacer al
desarrollo.
La Ronda de Doha ha tenido altibajos. Por un lado, se han alcanzado
acuerdos, tales como el Marco de Julio de 2004, y se han realizado
progresos, en particular en la Conferencia Ministerial de Hong Kong de
diciembre de 2005; por otro, ha habido contrariedades y dudas, como se
puso de manifiesto en julio de 2006. Actualmente, la Ronda de Doha se
halla en una encrucijada: o sigue la dirección del éxito o toma el lento
camino hacia la parálisis.
Los Miembros de la OMC se han comprometido a finalizar estas
negociaciones hacia el final del año, antes de que comience un intenso
proceso político en los Estados Unidos en 2008, al que seguirán cambios
en el Parlamento Europeo y la Comisión Europea en 2009. No obstante,
para alcanzar ese objetivo, es preciso realizar ya avances esenciales en
lo que respecta a las subvenciones a la agricultura y los aranceles
aplicados a los productos agrícolas e industriales.
Recientemente, la reunión de cuatro Miembros de la OMC en Alemania no
sirvió para acercar posiciones sobre esos elementos fundamentales. Esa
no fue una buena noticia, pero podría resultar nefasto que esos cuatro
Miembros no representaran un papel constructivo en las negociaciones
multilaterales que actualmente entran en una fase crucial en Ginebra
bajo la dirección de los Presidentes de los grupos de negociación que se
ocupan de los aranceles agrícolas e industriales. En breve plazo, ambos
Presidentes darán a conocer textos de transacción basados en las
numerosas propuestas y los debates del conjunto de los Miembros hasta la
fecha.
Lo que queda por hacer es poco en comparación con todas las propuestas
formuladas, que representan de dos a tres veces más de lo logrado en la
última Ronda de negociaciones. Sin embargo, también es poco en
comparación con los beneficios potenciales que reportará el reequilibrio
del sistema multilateral de comercio a favor de los países en desarrollo
o la devaluación de esa póliza de seguros contra el proteccionismo que
se producirá si no somos capaces de superar este último tramo.
A decir verdad, el logro de un acuerdo en materia de subvenciones
depende ahora de concesiones adicionales de los Estados Unidos
equivalentes a menos de una semana de comercio trasatlántico; de un
paquete adicional de reducciones porcentuales de los aranceles agrícolas
más elevados en la UE y el Japón; y de otro paquete adicional de
reducciones porcentuales de los aranceles industriales más elevados en
economías emergentes como el Brasil o la India. Medidas que han de
ponerse en práctica, no de hoy para mañana, sino a lo largo de un
período de transición de varios años que haga posible un ajuste gradual.
Espero que todos los Miembros de la OMC tengan sentido de la proporción
durante las próximas semanas, en las que se verán obligados a adoptar
las decisiones necesarias. Actualmente, el desafío no es tanto económico
como político. Se trata de lograr que el sistema multilateral de
comercio dé respuestas y que la cooperación internacional arroje
resultados. Insto a los negociadores de la OMC a que recuerden que hay
miles de millones de personas que confían en que ese acuerdo contribuya
al logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Gracias por su atención.
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