WTO NOTICIAS: DISCURSOS DG PASCAL LAMY
Manila, 20 de septiembre de 2007 Intervención de Pascal Lamy en la sesión de clausura de la conferencia sobre Ayuda para el Comercio en Manila, Filipinas
VER TAMBIÉN:
> Comunicados
de prensa
> Noticias
> Discursos:
Pascal Lamy
Ayer manifesté la esperanza de
que este vibrante país nos sirviera de inspiración. Mis expectativas
han sido superadas.
Hemos oído que existen dos Asias: una que ha encauzado la
mundialización hacia un crecimiento extraordinario y otra que desea
ponerse a la par. Hemos oído que estos países entienden las
oportunidades y los desafíos —y que están dispuestos y decididos a
asumirlos—, pero que necesitan ayuda internacional en esferas
fundamentales. Se ha dicho que la liberalización del comercio es tan
sólo uno de los términos de la ecuación. La Ronda de Doha consiste en
crear oportunidades de comercio y la Ayuda para el Comercio consiste
en lograr que eso ocurra.
Por encima de todo, hemos asistido al inicio de un verdadero diálogo
—entre las finanzas y el comercio, entre el comercio y el desarrollo,
entre las empresas y los gobiernos, y entre los países y las regiones—
sobre cuáles son exactamente los desafíos y cómo deberíamos trabajar
juntos para afrontarlos.
Quisiera destacar brevemente algunos de los mensajes esenciales que me
llevo de este último día y medio:
En primer lugar, el liderazgo. Las grandes potencias comerciales del
continente asiático no son fruto de la casualidad. El elemento clave
de su éxito ha sido el liderazgo político —un compromiso definido y
constante en aras de un crecimiento impulsado por las exportaciones—,
respaldado por una estrategia integral. El mensaje que se nos ha
transmitido en este último día y medio es que, si los países desean
sacar partido de la mundialización, el comercio debe estar integrado
en todos los aspectos de la política nacional.
La existencia de una estrategia clara —que cuente con el apoyo del
gobierno en su conjunto y del sector privado— es también un elemento
importante para coordinar la acción de los donantes. Es el modo de
asegurarse de que éstos tengan en cuenta las prioridades nacionales, y
no a la inversa. En eso consiste la verdadera “identificación”.
En segundo lugar, las prioridades. Los países y las regiones tienen
que concentrarse en lo que sea más importante para aumentar las
exportaciones y en los ámbitos en que se pueda obtener un mayor
rendimiento de las inversiones. Tener muchas prioridades es como no
tener ninguna. El reto para muchos países de la región —y se trata de
un reto enorme tanto intrínsecamente como desde el punto de vista
político— radica en acordar los dos o tres objetivos que más
repercusión vayan a tener en el crecimiento de su comercio —y,
después, no cejar en el empeño de hacerlos realidad—.
En tercer lugar, la previsibilidad y la accesibilidad de la
financiación. Hay una necesidad evidente de que los donantes respeten
los compromisos contraídos en Hong Kong y los compromisos más amplios
contraídos en Gleneagles —y deberíamos centrarnos en la forma de
cumplir esas promesas, en vez de elucubrar sobre ellas—. Al mismo
tiempo, la eficacia del modo en que se suministran los fondos puede
ser tan importante como las cantidades en sí, sobre todo, en una
economía mundial que cambia rápidamente. Los donantes y las
instituciones financieras tienen también que hacer progresos en este
frente, reduciendo la burocracia y acelerando los desembolsos. Esta
cuestión, que es decisiva para los receptores, interesa igualmente a
los contribuyentes de los países donantes, que quieren que su dinero
produzca resultados tangibles en la esfera del desarrollo.
En cuarto lugar, la cooperación. La realidad es que ningún organismo
puede prestar Ayuda para el Comercio en solitario. Hemos aprendido
que, cuando existen “lagunas” de capacidad en la región, éstas son a
menudo el resultado de una falta de cooperación y coherencia, y no
simplemente de la ausencia de recursos. Los gobiernos se tienen que
coordinar a nivel interno. Los donantes y las instituciones
financieras han de mantener una coordinación entre ellos y con los
gobiernos. Los países deben coordinarse a nivel regional.
Por último, el papel decisivo del sector privado. No basta con
escuchar a los comerciantes, los inversores y los empresarios, sino
que tenemos que incluirlos en las conversaciones, tal como hemos hecho
en este último día y medio. La Ayuda para el Comercio será pertinente
si se deja impulsar por las fuerzas del mercado, pero dejará de serlo
si se convierte en un diálogo de burócratas.
Como dije ayer, el plan consiste ahora en preparar un informe conciso
sobre esta reunión —bajo la responsabilidad del BAsD y de la OMC— que
les sirva a ustedes para transmitir sus ideas, conclusiones y
recomendaciones durante el Examen Mundial que tendrá lugar en Ginebra
en noviembre.
A mi juicio, el informe debería estar orientado a la acción —de ese
modo pasaríamos de debatir conceptos, lo que ha sido necesario hasta
la fecha, a examinar propuestas específicas que persigan resultados
concretos—. En primer lugar, debemos identificar dos o tres
prioridades básicas para la región, que nos permitan establecer un
conjunto claro de objetivos a medio plazo y con respecto a las cuales
podamos medir nuestros éxitos. Por ejemplo, he oído hablar mucho de la
necesidad de centrarse en la financiación del comercio, la
facilitación del comercio y la infraestructura relacionada con el
comercio. En segundo lugar, debemos fijar un calendario claro —para
determinar las prioridades, movilizar los fondos y ejecutar los
proyectos—. En tercer lugar, debemos arbitrar un mecanismo que permita
reunir a los principales sectores interesados de la región y llevar
adelante el proceso. En mi opinión, el BAsD tiene una posición idónea
para desempeñar esta función catalizadora.
El informe no puede —ni debe— dar todas las respuestas ahora; sin
embargo, debe plantear las cuestiones adecuadas, con vistas a empezar
a abordarlas en Ginebra en el mes de noviembre.
Tenemos que obtener resultados —sin que por ello se susciten
expectativas poco realistas—. Tenemos que planificar la Ayuda para el
Comercio de tal manera que ésta sea pertinente para esta región, colme
“lagunas” y establezca objetivos ambiciosos, pero también viables y
concretos. Sobre todo, tenemos que demostrar que el sistema mundial de
comercio puede reportar, y reportará, más beneficios a los que siguen
estando marginados. Ése es el motivo por el que la actual ronda de
negociaciones de la OMC tiene el desarrollo como pilar central y el
motivo por el que la realización de progresos en la ronda tiene tanta
importancia para Asia y el resto del mundo. La Ayuda para el Comercio
—repito— no puede sustituir a la conclusión satisfactoria de la Ronda
de Doha para el Desarrollo, como tampoco puede sustituir a las
políticas nacionales apropiadas. Sin embargo, la Ayuda para el
Comercio es un complemento cada vez más importante y necesario.
En esta reunión se ha dado un gran paso adelante. Filipinas nos ha
servido de inspiración. Mantengamos ahora el impulso.
> Si tiene problemas para visualizar esta página,
sírvase ponerse en contacto con [email protected], y proporcionar detalles sobre el sistema operativo y el navegador que está utilizando.