WTO NOTICIAS: DISCURSOS DG PASCAL LAMY
Intervención de Pascal Lamy en la sesión de clausural de la conferencia sobre Ayuda para el Comercio en Dar es Salaam, Tanzania
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Esta reunión, que constituye el último de
nuestros tres exámenes regionales, ha generado más interés, más diálogo
y más ideas de lo que nadie habría podido esperar. No hace sino reforzar
mi convicción de que África está decidida a triunfar en el comercio
mundial.
Las perspicaces observaciones que aquí se han hecho son demasiado
numerosas para que intente condensarlas en mis breves conclusiones.
Hemos oído decir que el problema no es la falta de empresas
competitivas, sino la falta de sistemas económicos competitivos, y que
si podemos resolver este problema, África podrá competir con el mundo.
Se nos ha recordado que una mayor ayuda al comercio de África sería
beneficiosa para el mundo, y no sólo para los africanos, que la Ayuda
para el Comercio debería ser considerada una inversión, y no una obra de
beneficencia. Hemos oído decir que el desafío no consiste sólo en crear
una infraestructura, sino también en cambiar las mentalidades, y que el
cambio más importante es el que comienza por arriba, con un compromiso
político de otorgar la máxima prioridad al comercio.
Esto me lleva a algunas de las enseñanzas fundamentales que he sacado de
esta conferencia:
En primer lugar, el liderazgo. Es imposible exagerar la importancia de
un compromiso nacional definido y constante en favor de un crecimiento
impulsado por el comercio. El mensaje que hemos oído una y otra vez en
este último día y medio es que el comercio debe ser una prioridad
nacional, que el liderazgo debe venir de arriba, que es necesario que
haya una estrategia para conseguirlo y que esta estrategia debe ser
aplicada conjuntamente por los gobiernos y las empresas e integrada en
todos los aspectos de la política nacional. Los países que estén unidos
y tengan objetivos específicos podrán sacar partido de la mundialización;
los partidos que se muestren inseguros o ambivalentes no podrán hacerlo.
En segundo lugar, las prioridades. El reto para los países -y se trata
de un reto enorme desde el punto de vista político- radica en acordar
los dos o tres objetivos que más repercusión vayan a tener en el
crecimiento de su comercio, y después no cejar en el empeño de hacerlos
realidad. Tener muchas prioridades es como no tener ninguna. Incluso si
aumenta la Ayuda para el Comercio, los recursos no son ilimitados. Los
países deben centrarse en los factores más importantes para aumentar sus
exportaciones, en los principales impedimentos y dificultades, y en los
proyectos en que se pueda obtener un mayor rendimiento de las
inversiones. Resulta difícil elegir entre intereses y objetivos
contrapuestos, pero es fundamental hacerlo.
En tercer lugar, hay que pensar a escala regional, y no sólo nacional.
Una forma de reducir el número de prioridades es centrarse en las
necesidades y los proyectos regionales, desde los corredores de
transporte hasta la modernización de las aduanas. Muchos países tienen
mercados internos pequeños. Muchos otros carecen de litoral, y su
capacidad para conectar con la economía mundial, y para comerciar de
forma competitiva, depende fundamentalmente de las conexiones y la
competitividad de sus vecinos. Por ello, al formular y aplicar
estrategias en materia de Ayuda para el Comercio, la integración
regional debe ser considerada un paso necesario hacia la integración
mundial. La mayoría de los países africanos se enfrentan al dilema de
participar juntos en el comercio o quedarse al margen de éste.
En cuarto lugar, la previsibilidad y la accesibilidad de la
financiación. Hay una necesidad evidente de que los donantes respeten
los compromisos contraídos en Hong Kong y los compromisos más amplios
contraídos en Gleneagles. Deberíamos subrayar la necesidad de cumplir
esos compromisos, en vez de elucubrar sobre ellos. Al mismo tiempo, un
suministro eficaz y eficiente de los fondos puede ser tan importante
como la cuantía de éstos, sobre todo en una economía mundial que cambia
rápidamente. Los donantes y las instituciones financieras tienen también
que hacer progresos en este frente, reduciendo la burocracia y
acelerando los desembolsos.
En quinto lugar, el papel decisivo del sector privado. La Ayuda para el
Comercio será pertinente si se deja impulsar por las fuerzas del
mercado, pero dejará de serlo si se convierte en un diálogo entre
burócratas. No sólo hemos de escuchar a los comerciantes, los inversores
y los empresarios; tenemos también que incluirlos en las conversaciones,
y al más alto nivel, tal como hemos hecho en este último día y medio.
Los consejos del sector privado no harán sino reforzar la política
comercial, porque de él forman parte exportadores que conocen sus
mercados, que pueden determinar sus prioridades y que pagan el precio de
las demoras, los impedimentos y la burocracia.
También hemos de reflexionar de manera mucho más creativa sobre la
utilización de la Ayuda para el Comercio como catalizador para
aprovechar los recursos y el dinamismo del sector privado. No importa el
éxito que tengamos en la movilización de la asistencia para el
desarrollo: la ayuda no basta para colmar las lagunas de la capacidad
comercial. Los fondos cuantiosos, y el potencial para crear una
capacidad real, están asociados con el sector privado, y con el aumento
del comercio, la inversión y el crecimiento.
Por último, la cooperación. La realidad es que ningún ministerio u
organismo puede prestar Ayuda para el Comercio en solitario. Hemos
aprendido que, cuando existen “lagunas” de capacidad en África, éstas
son a menudo el resultado de un fallo en la cooperación y la coherencia,
y no simplemente de una falta de recursos. Los gobiernos se tienen que
coordinar a nivel interno. Los donantes y las instituciones financieras
han de mantener una coordinación entre ellos y con los gobiernos. Los
países deben coordinarse a nivel regional. Y, como hemos visto aquí, se
debe alentar al Sur a que continúe aumentando su coordinación, y su
cooperación, con el Sur.
El plan consiste ahora en preparar un informe conciso sobre esta
reunión, bajo la responsabilidad del BAfD, de la CEPA y de la OMC, que
les sirva a ustedes para transmitir sus ideas, conclusiones y
recomendaciones durante el Examen Mundial que tendrá lugar en Ginebra en
noviembre.
A mi juicio, el informe debería estar orientado a la acción: de ese modo
dejaríamos a un lado el examen de conceptos, que ha sido necesario hasta
la fecha, para iniciar el examen de planes específicos destinados a
alcanzar resultados concretos. Pasaríamos del debate sobre políticas a
la evaluación de las necesidades, y de la evaluación de las necesidades
a la elaboración de planes factibles.
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En primer lugar, debemos centrarnos en dos o tres prioridades para la región, que nos permitan establecer un conjunto claro de objetivos y con respecto a las cuales podamos medir nuestros éxitos. Esto significa hacer una distinción entre objetivos a medio y largo plazo, y reducir nuestra larga lista de necesidades en materia de Ayuda para el Comercio a una breve lista de prioridades básicas incorporadas en un plan factible. Por ejemplo, he oído hablar mucho de la necesidad de centrarse en la infraestructura, la facilitación del comercio, la financiación del comercio y las normas alimentarias y técnicas, y de reflexionar sobre estas prioridades en términos regionales.
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En segundo lugar, debemos fijar un calendario claro para determinar las prioridades, movilizar los fondos y ejecutar los proyectos, de manera que la iniciativa de la Ayuda para el Comercio pueda empezar a producir resultados mensurables. Medir la eficiencia de la Ayuda para el Comercio es una tarea compleja. Pero debemos basarnos en el trabajo analítico que ya existe, por ejemplo en el Banco Mundial y la OCDE.
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En tercer lugar, debemos arbitrar un mecanismo regional que permita reunir a los principales interesados de la región, incluido el sector privado, y llevar adelante el proceso. En mi opinión, el BAfD y la CEPA están en una posición idónea para desempeñar esta función catalizadora.
El informe no puede, ni debe, dar todas las respuestas ahora; sin embargo, debe plantear las cuestiones adecuadas, con vistas a empezar a abordarlas en Ginebra en el mes de noviembre.
Tenemos que demostrar que la Ayuda para el
Comercio dará resultados, sin suscitar al mismo tiempo expectativas poco
realistas. Tenemos que elaborar un plan que sea pertinente para esta
región, colme “lagunas” y establezca objetivos ambiciosos, pero también
viables y concretos. Sobre todo, tenemos que demostrar que el sistema
mundial de comercio puede reportar, y reportará, más beneficios a
quienes siguen estando marginados. La Ayuda para el Comercio, repito, no
puede sustituir a la conclusión satisfactoria de la Ronda de Doha para
el Desarrollo, en la que el desarrollo es un pilar central, como tampoco
puede sustituir a las políticas nacionales apropiadas. Sin embargo, la
Ayuda para el Comercio es un complemento cada vez más importante y
necesario.
En esta reunión han dejado ustedes claro que los países africanos desean
avanzar. Mantengamos el impulso. Tratemos de dar, en el Examen Mundial
sobre la Ayuda para el Comercio que tendrá lugar en Ginebra en
noviembre, otro paso adelante en este proceso, cuyo objetivo final es
movilizar una Ayuda para el Comercio mayor y mejor. Sabemos que ha de
ser mayor para que sea mejor; sabemos también que ha de ser mejor para
que sea mayor.
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