WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

El comercio en un mundo en proceso de globalización — Ginebra

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Bienvenidos, y buenos días a todos. Me complace presentar de nuevo la publicación anual más emblemática de la OMC: el Informe sobre el Comercio Mundial. El Informe de este año, titulado “El comercio en un mundo en proceso de globalización”, es una honda reflexión sobre el comercio, en la que se reexamina nuestro conocimiento de los beneficios del comercio y su procedencia. El Informe sitúa el debate sobre el comercio en el contexto más amplio de la globalización y reafirma la significativa contribución de la globalización y del comercio a la mejora de la vida de muchos millones de personas en todo el mundo. Pero también reconoce que los beneficios de la mayor integración e interdependencia no han alcanzado a todos. Hay quienes se han quedado excluidos y rezagados. Es esencial que podamos corregir esa situación —y ampliar el alcance de la mejora del nivel de vida— si, como comunidad mundial, queremos seguir aprovechando las ventajas de la especialización, el intercambio y la creciente prosperidad.

Este Informe no podía haber llegado en mejor momento, en vista de lo que estamos tratando de conseguir aquí en la OMC. Las negociaciones de la Ronda de Doha se hallan en una fase decisiva. Seamos claros. Lo que los Miembros logren conjuntamente la próxima semana se considerará como un indicador de la voluntad y capacidad de la comunidad internacional para participar en la gestión de la globalización de forma eficaz y equitativa. Además de los beneficios que el éxito de la Ronda de Doha aportaría a todos —y que en modo alguno son triviales—, empieza a cobrar importancia una pregunta más importante, que es simplemente la siguiente: ¿cómo se llenará el vacío que cause la ruptura de una negociación multilateral de las dimensiones y la importancia de la Ronda de Doha para el Desarrollo? No trato de decir que cualquier acuerdo sea preferible a la falta de acuerdo. Pero sí que, dado el actual estado de las negociaciones, la incapacidad para llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso y sustantivo sería, sin duda, un mal síntoma.

La globalización no se detendrá. Está impulsada tanto por los avances tecnológicos como por los cambios políticos, las políticas económicas y la evolución de las prácticas empresariales en general. Pero, sin duda, hay muchas formas de favorecer u obstaculizar esa globalización. El comercio ha sido un elemento fundamental del proceso de integración. Estudios recientes sobre la globalización llevados a cabo en casi 50 países en desarrollo y desarrollados demuestran que la mayor parte de la población sigue pensando que el comercio internacional es beneficioso para sus países. Pero junto a esa creencia existe el temor a las perturbaciones y los inconvenientes de la participación en la economía mundial, como por ejemplo la pérdida de empleos, la desigualdad o el incremento de la marginación.

El Informe reúne la información disponible sobre esas cuestiones y nos recuerda que las ventajas de la integración mundial son mayores que su costo, y los responsables de las políticas comerciales que se reunirán aquí la próxima semana pueden sentirse tranquilos con esos resultados. Pero en el Informe también se insiste en que el aumento de la competencia internacional crea ganadores y perdedores, aun cuando los países en su conjunto salgan beneficiados, y que los responsables de las políticas harán bien en no dejar de lado esos problemas. Está claro que debemos hallar un equilibrio entre la apertura de los mercados y las políticas complementarias. Gran parte de lo que queda por hacer depende de los gobiernos nacionales. Pero las iniciativas internacionales también tienen importancia, incluso en el contexto de la OMC, como veremos en seguida.

Permítanme, antes de nada, insistir en algunos de los principales mensajes del Informe que conviene tener presentes.

En primer lugar, los beneficios del comercio han sido, en la práctica, los esperados. Me parece especialmente alentador que esto haya sido confirmado por estudios empíricos sólidos sobre los países en desarrollo. Estos estudios muestran que los países se han especializado en actividades en las que son comparativamente eficientes, lo que les ha permitido aumentar sus ingresos. Tanto los consumidores como los productores se han beneficiado de una mayor diversidad de productos e insumos a precios más bajos. Las empresas funcionan a una escala más eficaz y las industrias han pasado a ser más productivas. Gracias a ésos y otros factores, tales como los efectos de la difusión de conocimientos, el comercio ha propiciado a su vez el progreso tecnológico, que es un impulsor esencial del crecimiento económico.

En segundo lugar, algunos países no aprovechan esos beneficios todo lo que podrían y deberían, debido en gran medida a los costos del comercio en el sentido más amplio: aranceles, obstáculos no arancelarios, transporte, comunicaciones, seguros, contratos, inspección, etcétera. En conjunto, los costos del comercio se han reducido en el último medio siglo tanto por razones vinculadas a políticas, entre ellas la reducción de los obstáculos arancelarios, como por razones tecnológicas, por ejemplo la existencia de Internet. Esa reducción de los costos ha permitido a las empresas de algunos países en desarrollo suministrar insumos especializados en diversas fases del proceso de producción, incluso mediante la participación en el comercio extraterritorial de servicios.

Sin embargo, la elección del lugar en el que deslocalizar no sólo depende de factores tradicionales, como la capacidad técnica o los sueldos, sino también de nuevas fuentes de ventajas comparativas, por ejemplo el marco institucional y la calidad de las infraestructuras. Por desgracia, esos elementos han limitado la participación de los países de ingreso bajo en las cadenas internacionales de suministro, a pesar de su ventaja en lo que respecta a la mano de obra. Es necesario seguir trabajando en ese terreno. Ni que decir tiene que la contribución de la iniciativa de la Ayuda para el Comercio y otras medidas similares puede resultar decisiva.

En tercer lugar, el comercio puede empeorar algunas cosas, aun cuando sea beneficioso en general, o puede no beneficiar a todos por igual. En los últimos tiempos resulta más difícil determinar quiénes son los perdedores. No tienen por qué ser solamente los trabajadores poco calificados ni los sectores que compiten con las importaciones. Es necesario hacer un análisis más sutil. Por ejemplo, los trabajadores medianamente calificados que realizan tareas rutinarias fáciles de normalizar y digitalizar pueden ser especialmente vulnerables frente a la deslocalización, con independencia del sector en el que trabajen. Al mismo tiempo, los estudios muestran que algunas empresas han hecho frente con éxito a la competencia exterior en todos los sectores. Para los trabajadores despedidos, eso significa que pueden tener oportunidades de reciclarse y encontrar empleo en el mismo sector.

Es preciso adoptar políticas para ayudar a los trabajadores despedidos. Con frecuencia, esas políticas forman parte de los sistemas de protección social, ya que es difícil distinguir entre las diversas causas del cambio estructural, tales como la evolución del comercio y los avances tecnológicos. Varios países han utilizado con bastante éxito políticas generales para proteger a los trabajadores, en vez de puestos de trabajo específicos. Los programas de ajuste centrados en el comercio pueden ser útiles si esa ayuda permite vender políticas de apertura al comercio beneficiosas para el país o cuando se carece de sistemas generales, como es precisamente el caso, por razones comprensibles, de los países de ingresos más bajos.

Los pobres son particularmente vulnerables, ya que pueden no tener los medios para superar incluso períodos cortos de desempleo. Aunque el comercio ha contribuido a reducir la pobreza en el mundo, algunos hogares pobres han resultado perjudicados. La relación es compleja, ya que el comercio influye en el crecimiento, el desempleo, los ingresos, los precios de consumo y el gasto público. Los recientes estudios sobre los hogares constituyen un importante avance, pues nos ayudan a comprender la interacción de esos factores y su efecto global en los ingresos.

Asimismo, algunos de esos estudios han demostrado que los productores agrícolas pobres que viven en zonas rurales remotas son incapaces de aprovechar las nuevas oportunidades de mercado, debido a los elevados costos del transporte y otros costos del comercio. Sin duda, el mejoramiento de las infraestructuras materiales y la reforma de las instituciones son competencia de los gobiernos nacionales. Pero esta observación nos lleva de nuevo a preguntarnos qué se puede hacer a nivel multilateral para aprovechar plenamente el potencial del comercio internacional.

En estos momentos, lo que se ve más en el contexto de la OMC es la Ronda de Doha. La mejora del acceso y de las normas es útil de muchas y distintas maneras, y el Programa de Doha va más allá de la reducción de los costos del comercio, pero me limitaré aquí a hacer algunas breves observaciones sobre este último aspecto. Las actuales negociaciones sobre la agricultura, el AMNA y los servicios ofrecen la posibilidad de coordinar la apertura del comercio, de forma que los gobiernos se beneficien tanto de sus propias reducciones de los costos del comercio como de las reducciones de los demás. Las negociaciones sobre la facilitación del comercio tratan de una gran diversidad de costos comerciales, como los relativos a los trámites aduaneros, que pueden representar obstáculos enormes al comercio, especialmente en el caso de los productos que pierden utilidad con el tiempo. Por último, todo lo que pueda hacerse para promover la capacidad de oferta y mejorar las infraestructuras relacionadas con el comercio —objetivo fundamental de la Ayuda para el Comercio—, en el marco de la OMC o fuera de él, es esencial en cualquier iniciativa para ampliar el alcance de los beneficios de la globalización del comercio.

Teniendo presentes las enseñanzas e ideas expuestas en este Informe —que corroboran en gran medida lo que muchos de nosotros hemos tendido a pensar— y los nubarrones que se ciernen sobre el horizonte económico, quiero terminar esta intervención instando a todas las partes interesadas de la Ronda de Doha a aunar sus esfuerzos para dar a las negociaciones ese impulso esencial que hará posible un resultado satisfactorio.

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