DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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Observaciones del Director General Roberto Azevêdo

Buenos días a todos, y feliz Día Internacional de la Mujer.

El 8 de marzo es una ocasión señalada para reconocer la influencia positiva que ejercen las mujeres en todas las esferas de la vida.

También es una oportunidad para sensibilizar, hacer balance de los progresos realizados, especificar los desafíos pendientes y promover una mayor inclusividad.

Durante los últimos años hemos prestado especial atención a esta cuestión, y los progresos son notables.

El ejemplo más representativo de estos progresos fue la Declaración conjunta sobre Comercio y Empoderamiento Económico de las Mujeres formulada durante nuestra Undécima Conferencia Ministerial, que se celebró en Buenos Aires el pasado mes de diciembre.

Firmaron la Declaración 118 Miembros y observadores, expresando así su deseo de promover el diálogo sobre esta cuestión.

Se trató de un acontecimiento verdaderamente memorable, que ha situado estas cuestiones en el centro de la Agenda de la OMC como nunca antes lo habíamos visto.

Por ello, no es de extrañar que en la OMC hayamos preparado toda una semana de eventos para señalar el Día Internacional de la Mujer. Desearía dar las gracias a todos los que han colaborado en la realización de este proyecto, en especial a Anoush y a Monica.

El programa es muy variado.

Incluye:

    • exposiciones;
    • debates;
    • y sesiones de formación sobre cuestiones como el liderazgo de las mujeres y la cultura organizativa.

El tema de esta sesión es el papel del comercio y de la OMC en el empoderamiento económico de las mujeres.

Garantizar la participación plena de las mujeres en la economía es esencial para construir la sociedad inclusiva a la que todos aspiramos. Por supuesto, también es imprescindible lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Todos tenemos un papel que ejercer para que ese logro se haga realidad, pero aún queda mucho, mucho camino por recorrer.

Las mujeres suman la mitad de la población activa mundial, pero tan solo generan el 37% del PIB.

En la mayoría de países, las mujeres cobran entre un 60% y un 70% de lo que los hombres reciben por el mismo trabajo.

Ninguna sociedad puede alcanzar su máximo potencial si la mitad de su población no puede participar adecuadamente en la economía.

Y sabemos que el aumento de la igualdad puede generar inmensos beneficios.

Los datos del Banco Mundial sugieren que la supresión de todas las formas de discriminación hacia las mujeres supondría un aumento de la productividad per cápita del 40%.

McKinsey estima que el cierre de la brecha de género podría generar un aumento de no menos de 12 billones de dólares del PIB mundial para 2025.

Por consiguiente, ¿qué nos impide liberar este potencial? Observemos algunos de los obstáculos que impiden el progreso en esta cuestión. Me gustaría destacar solo tres de ellos.

En primer lugar, los obstáculos jurídicos y normativos son mayores para las mujeres.

En muchas economías, las mujeres empresarias afrontan más obstáculos que sus homólogos masculinos. Estos obstáculos van desde las dificultades para obtener crédito y registrar una propiedad hasta para abrir una cuenta bancaria.

En 155 de las 190 economías analizadas por el Banco Mundial, las mujeres no gozan de los mismos derechos jurídicos que los hombres, lo que significa que existe al menos una ley que restringe las oportunidades económicas de las mujeres.

El segundo obstáculo que me gustaría mencionar son las condiciones laborales.

La brecha de género puede hacer que las condiciones laborales sean desfavorables e incluso peligrosas.

Los datos registrados sugieren que en algunos lugares las mujeres sufren acoso y soborno de manera desproporcionada en los puestos fronterizos.

Y las actitudes siguen siendo un problema sustantivo. Una encuesta realizada a pymes exportadoras dirigidas por mujeres canadienses puso de manifiesto que el 75% percibía "falta de respeto por parte de los empresarios" y "rechazo a ser tomadas en serio". Y, por cierto, no lo digo para criticar al Canadá sino para encomiar sus esfuerzos al llevar a cabo este tipo de investigación y reconocer las actitudes discriminatorias a las que se enfrentan las mujeres exportadoras.

El tercer obstáculo que quiero mencionar es el acceso a la formación, el conocimiento y las aptitudes.

Los niveles de alfabetización bajos son más frecuentes entre las mujeres exportadoras. En el Asia Meridional y en África Subsahariana hay 150 millones menos de mujeres alfabetas que de hombres alfabetos. Sucede lo mismo con el conocimiento de las normas y los procedimientos del comercio transfronterizo.

Estos son solo algunos ejemplos. Por supuesto que hay otros factores que pueden dificultar la participación plena de las mujeres en el comercio, como la exclusión financiera y digital o la subrepresentación política, que obstaculiza la posibilidad de un cambio real.

Eliminar esos obstáculos tendría una gran repercusión en el empoderamiento económico de las mujeres, pero también en el crecimiento económico y el desarrollo social, de manera general.

De modo que la siguiente pregunta que debemos plantearnos es: ¿Qué podemos hacer para que las cosas cambien?

El comercio tiene, sin lugar a dudas, que ejercer un papel. Puede ayudar a:

    • crear puestos de empleo y ofrecer mejores salarios;
    • promover la formación y la adquisición de competencias;
    • y aumentar la independencia financiera.

Pero las ventajas del comercio no resolverán estos problemas de manera automática. Es necesario tomar medidas desde muy diversos puntos de vista para garantizar que somos más inclusivos.

Me gustaría abordar esto desde dos perspectivas: considerando, primero, a la OMC como una importante institución de gobernanza económica y, en segundo lugar, desde el punto de vista de nuestro papel como empleador.

Como miembro de la Iniciativa Internacional para la Igualdad de Género, me comprometí a tomar medidas en ambos frentes, y así lo estamos haciendo.

Como institución, estamos reflexionando cada vez más sobre las medidas que podemos tomar en este ámbito.

Para orientarnos en esta labor, hemos puesto en marcha el Plan de Acción sobre Comercio y Género.

Disponemos ahora de la página web "Las mujeres y el comercio", que habrá de constituir la primera fuente de información en lo relacionado con la labor de la OMC sobre esta cuestión.

Asimismo, estamos colaborando con el Banco Mundial para generar nuevos datos y fomentar una mejor comprensión de la relación entre el comercio y el género.

Por supuesto, esta labor se está llevando a cabo, en parte, en el marco de la Declaración de Buenos Aires sobre las mujeres y el comercio.

Como dije anteriormente, la Declaración fue un hito desde el punto de vista político, y además nos ha permitido orientar el dialogo de estas jornadas.

Los que suscribieron esta iniciativa acordaron algunos puntos específicos.

Se comprometieron a trabajar en colaboración con la OMC para eliminar los obstáculos al empoderamiento económico de las mujeres e incrementar su participación en el comercio.

Y, por consiguiente:

    • Se comprometieron a buscar formas para erradicar los obstáculos que afrontan las mujeres en el comercio y en los mercados de contratación pública.
    • Intercambiarán información sobre mejores prácticas y recopilarán datos económicos pertinentes.
    • Tratarán, a título voluntario, de utilizar los exámenes de las políticas comerciales para resaltar los avances políticos que contribuyen a la igualdad de género.
    • Instan a que la asistencia técnica para el desarrollo relacionada con el comercio se oriente hacia las cuestiones de género.
    • Y se comprometieron a continuar con el dialogo, mediante eventos específicos y debates sobre estas cuestiones.

Esta labor está en curso, pero constituye un avance importante. Confío en que la Declaración de Buenos Aires proporcione una valiosa plataforma para continuar con esta labor y ayude a la OMC a conseguir cambios reales como institución.

Ahora, me gustaría abordar también nuestro papel como empleador.

A lo largo de los años, nos hemos esforzado por mejorar la paridad de género en la Secretaría.

Hemos trabajado para garantizar que las cuestiones de género estén bien integradas en nuestras políticas administrativas, por ejemplo, en nuestra política de ascensos.

En 2017, por ejemplo, hubo 40 ascensos en la OMC. Más de la mitad fueron concedidos a mujeres. Y, si nos fijamos únicamente en los ascensos basados en la actuación profesional, 16 de los 24 funcionarios que fueron ascendidos eran mujeres. Esto significa que dos tercios de los ascensos basados en la actuación profesional fueron concedidos a funcionarias.

Además, alentamos constantemente a las mujeres, mediante talleres y actividades de formación organizados por Recursos Humanos, a que asuman funciones de dirección.

Nos esforzamos también en garantizar que la OMC sea un entorno laboral seguro, y estamos desarrollando una política contra el acoso laboral. Nuestra política al respecto se basa en la "tolerancia cero".

Todo esto representa un progreso alentador, pero, por supuesto, aún queda mucho por hacer. Las mujeres, por ejemplo, están subrepresentadas en los cargos directivos superiores.

Avances, sí, pero no los suficientes. Creo que esta es una descripción adecuada del punto en que se encuentra a día de hoy el debate general sobre las cuestiones de género.

Hemos avanzado muchísimo en los últimos años, pero creo que debemos obligarnos siempre a tratar de ir más lejos.

¿Realmente predicamos con el ejemplo? Como directores, gerentes, colegas, ¿qué más podríamos hacer?

Cuando pensamos en determinadas prácticas del pasado o en cómo las cosas se hacían una generación atrás, a menudo nos cuesta dar crédito. Pues bien, tenemos que plantearnos, ¿qué es lo que no somos capaces de ver hoy en día? ¿Qué cosas que a día de hoy nos parecen normales escandalizarán a la próxima generación?

Debemos seguir perseverando. Debemos seguir profundizando en el debate.

Y todos tenemos un papel que desempeñar, a nivel individual, institucional y colectivo, porque juntos construiremos la sociedad inclusiva a la que aspiramos.

Gracias.

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