WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO


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Rector Paalzow,
Señoras y señores,
buenas tardes.

Es un verdadero placer estar aquí, en la Stockholm School of Economics, y en Letonia. Esta es mi primera visita como Director General de la Organización Mundial del Comercio. De hecho, es la primera vez que visito Letonia en toda mi vida, así que estoy muy contento de encontrarme aquí.

Además, este año la OMC celebra su vigésimo aniversario, de modo que parece el momento ideal para reflexionar sobre el futuro de la Organización.

De eso quiero hablar esta tarde. Quiero explicar por qué esta Organización seguirá desempeñando una función esencial para impulsar el crecimiento y el desarrollo, de Letonia y del resto del mundo.

Pero para ello, creo que conviene examinar primero las raíces del sistema multilateral de comercio tal como lo conocemos hoy.

La OMC, con 20 años de antigüedad, es una organización relativamente joven pero, en realidad, nuestra historia se remonta mucho más atrás, hasta la Conferencia de Bretton Woods de 1944.

Después de la guerra se hizo patente el deseo de construir un mundo mejor, más estable, y en ese contexto se propuso la creación de la Organización Internacional de Comercio, que, junto con el FMI y el Banco Mundial, constituiría el marco para la gobernanza y la cooperación económica mundiales.

Se concibió de acuerdo con el principio de que el comercio no es solo un motor de crecimiento y desarrollo, sino también de estabilidad y paz.

Sin embargo, la creación de una organización internacional de comercio no pudo concretarse en ese momento y, en lugar de ello, en 1947 se firmó el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio.

Luego tuvieron lugar varias rondas de negociaciones encaminadas a reducir los aranceles y ampliar el alcance del Acuerdo y el número de partes contratantes, hasta que, por fin, en 1995 se creó la OMC.

Hoy en día nuestro papel consiste esencialmente en:

  • acordar las normas que rigen el comercio mundial,
  • vigilar el cumplimiento de esas normas, y
  • ayudar a la solución de las diferencias entre países cuando se plantean.

Y, en paralelo a todo ello, trabajamos para ayudar a los países en desarrollo a integrarse en el sistema mundial de comercio.

Creo que no hay duda sobre el valor de nuestra labor.

Por ejemplo, el volumen de las exportaciones se ha multiplicado por 35 desde la segunda guerra mundial, en gran parte gracias a la reducción de los aranceles medios, que han disminuido de alrededor del 40% al 4% en el marco del sistema multilateral de comercio que hoy encarna la OMC.

Otro ejemplo es la respuesta a la reciente crisis financiera, cuyos efectos todavía padecemos hoy.

Comparen esta experiencia con la crisis del período de entreguerras.

En el decenio de 1930, los gobiernos respondieron a la crisis erigiendo obstáculos al comercio, por ejemplo con la Ley Arancelaria Smoot-Hawley, que precipitaron al mundo a una espiral proteccionista.

Entre 1929 y 1933, las restricciones al comercio impuestas como medidas de retorsión acabaron con dos terceras partes del comercio mundial, un error que no se volvió a cometer en 2008.

Después del estallido de la crisis financiera hace siete años, el valor del comercio mundial disminuyó, pero esa disminución representó tan solo una fracción de la que se registró en el decenio de 1930; además el comercio se recuperó inmediatamente.

En lugar de reaccionar mediante medidas proteccionistas motivadas por el pánico, la respuesta fue moderada y prudente.

¿Por qué fue tan diferente la respuesta? Una de las principales razones fue el sistema multilateral que se había construido con tanto trabajo en Ginebra y que abarcaba la inmensa mayoría de la economía mundial.

A pesar de las crecientes presiones internas para que se adoptaran medidas de protección, los gobiernos sabían que estaban vinculados por normas y obligaciones comunes a todos ellos, lo que les hizo confiar en que los demás también respetarían las reglas del juego. Toda medida comercial multilateral inapropiada podía tener graves consecuencias jurídicas y económicas.

De esta manera conseguimos evitar que una crisis financiera perjudicial se convirtiese en una catástrofe económica.

Por todo ello considero que se trata de un sistema sumamente valioso.

Y que continúa evolucionando.

En los 20 últimos años la OMC ha acogido a 33 nuevos Miembros, entre ellos algunas de las mayores economías del mundo, como China y Rusia, pero también algunos de los países menos adelantados. Hoy, los 160 Miembros de la OMC representan aproximadamente el 98% del comercio mundial.

En 1999 la OMC dio la bienvenida a Letonia, que hoy destaca por su apertura al comercio, superando a muchos de sus interlocutores europeos.

Letonia ha demostrado ser un Miembro muy proactivo de esta Organización, un Miembro que no teme dar muestra de liderazgo, como estamos comprobando desde que ha asumido la presidencia de la UE. También pudimos contar con su apoyo en otro momento clave de nuestra historia reciente.

En la Novena Conferencia Ministerial que celebramos en 2013 en Bali, dimos el primer gran paso para poner al día las normas que rigen el comercio mundial. Fue un avance histórico, porque el acuerdo que alcanzamos era el primero de ese tipo que se adoptaba desde la fundación de la OMC. Y Letonia estuvo presente en todas las negociaciones, como parte de la delegación de la UE, desempeñando un papel esencial.

Las decisiones que los Miembros adoptaron en Bali tienen relevancia económica por sí solas, y, juntas, han abierto un nuevo capítulo en las negociaciones comerciales multilaterales.

Después de muchos años sin que se consiguieran acordar resultados en el plano multilateral, el éxito de Bali dio un nuevo impulso para proseguir las negociaciones, y podría propiciar cambios decisivos.

Un elemento fundamental de este proceso ha sido el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio.

Cuando se haya puesto en aplicación, este Acuerdo contribuirá a reducir los trámites burocráticos y a simplificar los procedimientos en frontera de todos los países Miembros de la OMC, lo que reducirá los plazos y los costos de las operaciones comerciales en todo el mundo.

En efecto, se estima que el Acuerdo podría reducir hasta en un 10% los costos del comercio para los países desarrollados, los beneficios globales podrían ascender a 1 billón de dólares EE.UU. al año, y se podrían crear 21 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, la gran mayoría de ellos en los países en desarrollo.

El paquete de Bali era realmente importante para el desarrollo, y eso lo mostraron claramente sus defensores.

El paquete no provocó una división entre países desarrollados y países en desarrollo. Todos participaron en las negociaciones y todos querían que se llegara a un resultado satisfactorio.

Hoy la OMC es una organización verdaderamente mundial. Todos tienen un lugar en la mesa y todas las voces son escuchadas.

Creo que al ampliar el número de Miembros y al reunir a todas las grandes potencias comerciales y a las economías más pequeñas en un sistema abierto y basado en normas, la OMC ha concretado por fin la visión de 1944.

Naturalmente, la creación de la OMC no fue el punto final, sino más bien el inicio de un nuevo capítulo.

Y quiero dejar claro que no hay en mis palabras complacencia alguna. Todavía tenemos mucho por hacer y serios retos que superar.

LOS RETOS

Uno de esos retos es el ritmo de avance de las negociaciones.

Aunque Bali fue un enorme éxito, no hay duda de que tenemos que obtener más resultados.

El hecho de que el grueso de nuestras actuales normas comerciales se acordara hace 20 años, cuando se fundó la OMC, invita a la reflexión y a moderar el entusiasmo.

Si bien muchas de esas normas encarnan principios básicos e imperecederos, lo cierto es que nuestros textos jurídicos todavía no han traspasado realmente el umbral del siglo XXI.

Soy consciente de que tenemos que obtener más resultados, y más rápidamente. Haremos cuanto esté en nuestras manos para conseguirlo, trabajando en colaboración con los Miembros.

La frustración que generan las negociaciones multilaterales se cita frecuentemente como uno de los factores que contribuyen a la proliferación de negociaciones comerciales bilaterales y regionales que se observa desde hace unos años.

Evidentemente, ese tipo de acuerdos comerciales no multilaterales no son un fenómeno nuevo.

De hecho, son anteriores al sistema multilateral porque, en cierto sentido, fueron las semillas de las que nació el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio.

Esas iniciativas coexisten con el sistema multilateral y pueden darle un impulso considerable. Pero, al mismo tiempo, la base de todos y cada uno de esos acuerdos es el sistema mundial de normas.

No en vano las partes en esos acuerdos regionales siguen recurriendo la mayoría de las veces al sistema de solución de diferencias de la OMC.

Recordemos además que la OMC es una importante red de seguridad: gracias al sistema multilateral, los países no pueden volver a incurrir en malas prácticas y erigir nuevos obstáculos.

No obstante, es evidente que el número de acuerdos bilaterales y regionales ha aumentado rápidamente en los últimos años. El Acuerdo de Asociación Transpacífico o la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión suelen ocupar los titulares, pero hay muchos más. Hasta la fecha se han notificado a la OMC más de 250 acuerdos comerciales regionales (ACR) actualmente en vigor.

Estas iniciativas son importantes para el sistema multilateral de comercio, pero no lo sustituyen, de modo que los países deben mantener los esfuerzos en todos los niveles. Déjenme explicarles por qué.

Naturalmente, resulta más sencillo y menos delicado concertar bilateralmente acuerdos de acceso a los mercados. Eso nunca cambiará, de modo que las negociaciones bilaterales o regionales sobre acceso a los mercados seguirán siendo, como ha ocurrido siempre, el planteamiento más obvio. Sin embargo, muchas cuestiones de gran transcendencia solo se pueden abordar eficientemente en el contexto multilateral por conducto de la OMC.

El Acuerdo sobre Facilitación del Comercio al que llegamos en Bali es un buen ejemplo.

Ese Acuerdo se negoció satisfactoriamente en la OMC porque, desde el punto de vista económico, no tiene sentido reducir los trámites burocráticos o simplificar los procedimientos comerciales en frontera en uno o dos países: si se hace para un país, en la práctica se hace para todos.

Y esta no es la única cuestión intrínsecamente multilateral.

No es posible liberalizar eficazmente la reglamentación relativa a los servicios financieros o las telecomunicaciones para un solo interlocutor comercial, de manera que es preferible negociar entre todos los países las avenencias en materia de servicios en el seno de la OMC.

Tampoco se pueden abordar por medio de acuerdos bilaterales las subvenciones a la agricultura o a la pesca.

Las disciplinas sobre medidas comerciales correctivas, como la aplicación de derechos antidumping y compensatorios, no pueden ser mucho más estrictas que las normas de la OMC.

Lo cierto es que muy pocos de los grandes desafíos a los que se enfrenta actualmente el comercio mundial se pueden resolver fuera del sistema mundial. Se trata de problemas mundiales que requieren soluciones mundiales.

De hecho, parece claro que las empresas mundiales que operan en los mercados mundiales exigirán indefectiblemente normas mundiales.

La superposición de acuerdos a veces puede suponer más costos y más complicaciones para las empresas y constituir así un obstáculo para las actividades comerciales, en particular de las pymes.

De modo que son necesarias normas mundiales.

Y hay que reconocer que gracias a los acuerdos multilaterales se pueden obtener muchos más resultados que gracias a otros acuerdos.

Por ejemplo, los acuerdos regionales o bilaterales tienden a estrechar las relaciones comerciales existentes. En cambio, las reformas multilaterales propician la creación de nuevas relaciones comerciales y, por consiguiente, la incorporación de nuevos agentes al sistema de comercio y la creación de nuevas corrientes comerciales.

De hecho, está demostrado que la integración equitativa y progresiva de los países en desarrollo en la economía mundial es la mejor manera de impulsar su desarrollo y de potenciar la contribución del comercio al crecimiento mundial.

Con todo, como he dicho antes, hace mucho tiempo que el mundo no se une para replantearse las normas comerciales.

Estamos viviendo a costa de la liberalización llevada a cabo en el pasado y de las reformas negociadas por la generación anterior.

Así pues, tenemos que ser más ambiciosos.

EL PROGRAMA DE LA OMC

Esto me lleva a abordar lo que está ocurriendo actualmente en la OMC.

Con el paquete de Bali de diciembre de 2013 demostramos que podemos obtener resultados que tienen una relevancia real para la economía.

El verano pasado se produjo un estancamiento en la aplicación de ese paquete, lo que paralizó todas nuestras negociaciones.

Pero trabajamos arduamente para resolver el problema, de modo que al final del año pasado pudimos obtener de nuevo resultados y reactivar nuestros trabajos.

Los Miembros se comprometieron no solo a aplicar todos los aspectos del paquete de Bali, sino también a acordar, a más tardar en julio de este año, un programa de trabajo sobre las cuestiones restantes del Programa de Doha para el Desarrollo.

Eso significa que vuelven a estar sobre la mesa cuestiones tan importantes y complejas como la agricultura, los servicios y los productos industriales.

Y también que tenemos la oportunidad de hacer avanzar unas negociaciones que han estado estancadas varios años.

Queremos que estos trabajos nos permitan lograr un resultado satisfactorio en nuestra próxima Conferencia Ministerial, que se celebrará en Nairobi (Kenya) en diciembre de este año. Es la primera vez que la OMC celebra una Conferencia Ministerial en África, lo que ha generado grandes expectativas.

Es mucho lo que está en juego, y creo que la OMC ha recibido un verdadero impulso.

En enero iniciamos un intenso proceso de negociación y hasta ahora hemos visto grandes progresos y una intensa participación.

De hecho, creo que hemos avanzado más en las primeras semanas de estas conversaciones que en todo 2014. Y desde entonces hemos seguido progresando constantemente.

Los Miembros están abordando las cuestiones de fondo y empiezan a presentar algunas nuevas propuestas.

Es patente que están más dispuestos a encontrar soluciones.

Pero eso no significa que nuestro trabajo esté hecho.

Hacer avanzar el Programa de Doha para el Desarrollo va a seguir siendo increíblemente difícil. Quedan muchas dificultades por superar antes de que se puedan hallar soluciones, pero al menos ahora las estamos buscando.

Y seguiremos esforzándonos por conseguirlo.

CONCLUSIÓN

Este año el mundo está pendiente de la OMC.

No solo porque celebramos nuestro vigésimo aniversario.

No solo por nuestro éxito en Bali.

No solo porque estamos aplicando el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio y las demás decisiones adoptadas en Bali, con todos los beneficios que reportarán.

El mundo está pendiente de la OMC porque, después de varios años de estancamiento, todos los Miembros -desarrollados y en desarrollo- están participando otra vez en negociaciones amplias y significativas que pueden dar un impulso al crecimiento económico mundial justo cuando más falta hace.

Haré cuanto esté en mi mano para que logremos los resultados esperados.

Y sé que Letonia será un valioso asociado en esta tarea.

Muchas gracias por su atención.

 

24.03.2015
El Director General Azevêdo se reúne con la Primera Ministra de Letonia, Sra. Laimdota Straujuma.
© Autor de la fotografía: Toms Norde, Cancillería del Estado

 

24.03.2015
El Director General de la OMC Azevêdo se reúne con el Presidente de la República de Letonia Andris Bērziņš en Riga.
© LETA — Agencia de Noticias de Letonia.

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