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CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC, GINEBRA, 1998: CANADÁ

Declaración del Excmo. Sr. Jean Chrétien, Primer Ministro, Canadá

 

El pasado fin de semana, cuando los líderes de los ocho principales países industrializados, junto con el Presidente de la Comisión Europea (CE), nos reunimos para intercambiar opiniones sobre una serie de cuestiones de interés mundial, tomamos especial nota de que esta semana se conmemoraba el Cincuentenario del establecimiento del sistema mundial de comercio.

Lamentando profundamente que el nutrido programa de mi viaje por Europa no me permita hacer un alto en Ginebra, en espíritu estoy con ustedes para celebrar este trascendental aniversario. Tengo el convencimiento de que es importante que los dirigentes mundiales se interesen en la labor del sistema comercial internacional, especialmente en este importante aniversario, y que apoyen la orientación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la definición de su programa.

Me complace dirigir mis felicitaciones al Director General, Renato Ruggiero, por la capacidad de liderazgo y la dedicación que ha demostrado trabajando en nombre de todos nosotros en la dirección de la OMC.

Al reflexionar sobre la significación de este aniversario, recuerdo la visión de nuestros predecesores cuando expresaron en la Carta de las Naciones Unidas el objetivo de preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, reafirmar los derechos fundamentales del hombre, crear condiciones sobre las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas del derecho internacional, y promover el progreso social y elevar el nivel de vida.

Cuando se establecieron las instituciones de Bretton Woods, sus dirigentes nos transmitieron los mecanismos internacionales para promover el adelanto social y económico de todos los pueblos.

Por lo tanto, me parece particularmente apropiado que los cimientos del sistema del comercio mundial se encuentran en el Palais des Nations, edificio consagrado a la construcción de la paz, el respeto de los derechos humanos, y la prosperidad económica y el desarrollo de las relaciones entre los países. El fortalecimiento de estos ideales sigue siendo el desafío para los líderes de hoy.

La reunión de esta semana tiene una doble finalidad:

    -    reconocer la contribución que ha aportado durante estos años el sistema de comercio basado en normas para mejorar el nivel de vida de nuestros ciudadanos; y

    -    expresar nuestro compromiso en favor del fortalecimiento de la OMC como pilar de este sistema.

Nosotros, canadienses, hemos obtenido sustanciales ventajas del comercio internacional.

El Canadá fue uno de los primeros signatarios del GATT de 1947 y del Acuerdo sobre la OMC, en 1994. Es parte en el acuerdo de libre comercio más amplio que jamás se haya negociado, concertado con los Estados Unidos y México. Estos últimos años, hemos concluido acuerdos de libre comercio con Israel y Chile. Los resultados combinados de estos esfuerzos han sido impresionantes. Desde 1950, las exportaciones e importaciones del Canadá se han incrementado casi 80 veces.

Hoy,

    -    en el Canadá, un empleo sobre tres está relacionado con el comercio;

    -    el 40 por ciento de nuestro PIB procede de las exportaciones; y

    -    nuestras exportaciones anuales de bienes y servicios siguen alcanzando nuevos récord.

En el momento en que se negoció el GATT, solamente un 7 por ciento de la actividad económica mundial se basaba en el comercio. Hoy día, los intercambios comerciales representan más del 22 por ciento de una economía mundial mucho más vasta, y para los países como el Canadá la proporción es mucho mayor.

Esta triplicación del papel del comercio internacional nos dice dos cosas: en primer lugar, que los países son cada vez más interdependientes en sus relaciones económicas. En segundo lugar, que nuestra labor en esta esfera aún no está terminada. Quedan aún posibilidades de crecimiento.

Esta interdependencia de los países mejora nuestras perspectivas de desarrollo sostenible. Pero también significa que tenemos una responsabilidad colectiva con respecto al sistema comercial, el que nos pertenece a todos. Y esto nos lo han demostrado en forma brutal los acontecimientos económicos que tuvieron lugar en Asia un año atrás. Por cierto, si bien la carga de estos acontecimientos pesará más gravemente en los ciudadanos de nuestros copartícipes asiáticos, todos nosotros resultamos afectados.

Esta es la razón por la que en Birmingham, exhortamos a todos los países del mundo a mantener abiertos sus mercados. Para ello se requerirá un firme compromiso en favor del sistema comercial multilateral.

Es evidente que la OMC no ha permanecido inactiva. Desde que nuestros ministros de comercio han firmado el Acuerdo por el que se la ha creado, en 1994, la OMC ha obtenido nuevos resultados impresionantes, liberalizando el comercio de productos de tecnología de la información, los servicios de telecomunicaciones y los servicios financieros. Y en el mundo de mañana, necesitaremos aún el tipo de liderazgo al que debemos los logros de hoy. Deseo asegurarles a todos ustedes que el Canadá se propone desempeñar el papel que le corresponde.

Mi Gobierno tampoco ha permanecido inactivo. En el Canadá, seguimos aprovechando las posibilidades existentes de liberalizar el comercio y las inversiones.

Sobre una base regional, somos interlocutores de otros 33 países en el lanzamiento de la negociación de una Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA); participamos en esfuerzos voluntarios con otros 17 miembros del APEC (Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico) para liberalizar el comercio; la semana pasada, en Londres, convinimos con nuestros amigos de la Unión Europea (UE) en preparar opciones y recomendaciones para ampliar los vínculos a través del Atlántico; y la semana próxima nos reuniremos con los países de la AELC (Asociación Europea de Libre Comercio) para determinar los parámetros de un acuerdo de libre comercio. También estamos negociando acuerdos de cooperación económica con países de África.

Sobre todo, cooperamos en Ginebra con otros interlocutores comerciales, grandes y pequeños, para garantizar que se aplican plenamente los acuerdos alcanzados en el pasado y que los acuerdos regionales contribuyen a fortalecer la OMC. El Canadá considera que las iniciativas comerciales regionales son compatibles y complementarias con la labor de la OMC. Como hemos visto, se refuerzan y definen mutuamente.

En mi opinión, la tarea que habremos de desempeñar en el futuro consistirá en canalizar esos esfuerzos para conseguir en el marco de la OMC un conjunto unificado de normas que sean de aplicación más universal. No será tarea fácil, pero merece la pena intentarla.

En nuestro empeño por fortalecer la OMC y utilizar el comercio para incrementar el crecimiento mundial, tendremos que asegurarnos de responder a las expectativas y preocupaciones de nuestros ciudadanos.

Los canadienses, como muchos otros, reconocen que el sistema internacional de comercio es uno de los pilares del desarrollo, la cooperación y la seguridad en el mundo, es decir, la herencia que hemos recibido del Palais des Nations.

Pero los canadienses, como los ciudadanos de otros países, también albergan temores fundados acerca de los efectos que pueden tener sobre sus vidas la mundialización acelerada de la economía mundial y la rápida expansión del cambio tecnológico. Las inquietudes sobre la soberanía, la integridad de las políticas sociales, la protección del medio ambiente, la preservación de la identidad nacional y la distribución más equitativa de los beneficios del comercio encuentran el mismo eco en el Canadá que en los demás países.

A mi juicio, es necesario atender esas preocupaciones. Uno de los retos principales a los que habrá de hacer frente el sistema mundial de comercio será el de conseguir una participación más amplia del público en el proceso de consultas, con el fin de que nuestra labor sea más comprensible y aceptable. A medida que progresemos en la realización de nuestro programa, la OMC deberá desempeñar una función importante para conseguir mayor confianza y apoyo entre nuestras respectivas comunidades en el mundo.

A pesar de esos temores sobre los efectos de la mundialización, estoy convencido de que un mundo más integrado y más comprometido es mucho mejor que el mundo de los años cuarenta que condujo al establecimiento de la Carta de las Naciones Unidas y de las Instituciones de Bretton Woods. Es mucho mejor que el viejo mundo de la guerra fría, caracterizado por el aislamiento y la beligerancia, en el que nuestros misiles se apuntaban mutuamente. Ahora sólo enviamos misiones comerciales y recogemos los beneficios de la cooperación económica.

Mi Gobierno está firmemente decidido a consultar con los canadienses para definir nuestras prioridades nacionales en el ámbito del sistema comercial. Deseamos también compartir nuestros puntos de vista con los demás Miembros de la OMC para afrontar los desafíos de la política comercial del próximo siglo.

Más que una opción, la liberalización del comercio y la inversión es cada vez más una necesidad en este mundo interdependiente, pero sólo la podremos conseguir con el apoyo de nuestros pueblos y con unas políticas económicas, sociales y culturales capaces de concitar ese apoyo.

El objetivo del Canadá -como el de tantos otros de ustedes que participan hoy en esta conmemoración- consistirá en seguir aprovechando la energía de la liberalización y la integración económica mundial en beneficio de todos nosotros.

Para ello será necesario aceptar el cambio y la apertura, conservando al mismo tiempo todo aquello que nos hace diferentes; aplicar las políticas gubernamentales adecuadas y ejercer la soberanía para apoyar la apertura de los mercados; y conseguir que los beneficios del comercio se distribuyan de manera más equitativa -entre las naciones y entre nuestros ciudadanos-, en consonancia con los designios de nuestros predecesores.

Hemos recorrido un largo camino en estos 50 años, pero todavía quedan cosas por hacer.