Pulsar aquí para regresar a "la omc"

CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC, GINEBRA, 1998: CLINTON

Declaración del Excmo. Sr. William J. Clinton, Presidente, Estados Unidos

 

Hacia finales de la segunda guerra mundial, cuando los dirigentes y los ciudadanos corrientes comenzaban a soñar con un sistema que impidiera la vuelta a la guerra, el Presidente Franklin Roosevelt pidió al pueblo de los Estados Unidos, y al mundo, que mirasen hacia un futuro en paz.  Dijo que "uno de los elementos básicos esenciales de la paz permanente es un nivel decente de vida para cada uno de los hombres, mujeres y niños de todas las naciones.  'La libertad del miedo' está eternamente unida a la 'libertad de la necesidad'".  

 Y así, a mediados del siglo, entró en acción una generación visionaria de dirigentes, conscientes de las amargas lecciones del proteccionismo, la depresión devastadora y la guerra.  Hicieron suya la idea revolucionaria de que la libertad -democracias libres, mercados libres, el libre intercambio de ideas, el libre movimiento de las personas- serían el camino más seguro hacia la mayor prosperidad para todos.  Confiaron en que la creciente interdependencia económica produciría una paz mayor entre las naciones.  Y las alianzas e instituciones económicas que crearon -el FMI, el Banco Mundial, el GATT- crearon una plataforma para la prosperidad que dura hasta hoy.

 Con el paso del tiempo se ha demostrado espectacularmente que estaban en lo cierto.  El comercio mundial se ha multiplicado por 15.  Una comunidad comerciante que comenzó con 23 naciones miembros incluye actualmente a 132 economías y otras 31 trabajan por unirse a ella.  Rusia y China, donde los grilletes del socialismo de Estado asfixiaban antes el espíritu de empresa, avanzan ahora hacia la unión con la próspera comunidad de las economías libres.  El comercio crea prosperidad entre las naciones de las Américas y ofrece esperanza a las economías emergentes de África.

 Hoy, en la frontera de un nuevo milenio, estamos creando una nueva economía impulsada por la tecnología y movida por el ingenio, que nos acerca cada vez más.  Cada día, más de tres millones de personas viajan en vuelos comerciales.  Hace tres decenios, las líneas telefónicas sólo podían admitir 80 llamadas simultáneas entre Europa y los Estados Unidos;  hoy admiten un millón.  En los Estados Unidos, la producción económica se ha triplicado mientras que el peso físico de las mercancías producidas apenas ha cambiado.  La nueva riqueza del mundo proviene en gran medida del poder de las ideas.

 Esta nueva economía mundial, dinámica y basada en las ideas, ofrece la posibilidad de que miles de millones de personas pasen a formar parte de una clase media mundial.  Sin embargo, también lleva en sí las semillas de nuevos desgarros, nuevas inestabilidades, nuevas desigualdades, nuevas amenazas a la economía mundial.  El desafío a que se enfrenta la generación del milenio es crear un sistema mundial de comercio sintonizado con el ritmo y las posibilidades de la nueva economía mundial, un sistema que ofrezca oportunidades para todas nuestras gentes y que resuelva los profundos problemas medioambientales que nos son comunes.

 Dimos el primer paso en ese sentido, un paso decisivo, en 1995, con la creación de la Organización Mundial del Comercio -un objetivo que nuestros predecesores no habían podido alcanzar en casi medio siglo.  La Ronda Uruguay, que llevó al establecimiento de la OMC, supuso la mayor reducción de derechos de la historia del mundo (76.000 millones de dólares al año cuando se haya aplicado plenamente), y en sólo cuatro años, el comercio mundial ha crecido un 25 por ciento.

 Desde 1995 hemos comenzado a crear la infraestructura de la nueva economía, con acuerdos históricos sobre tecnología de la información, telecomunicaciones y servicios financieros, que afectan a intercambios comerciales mundiales por valor de billones de dólares al año.

 En la Cumbre del G-8 que acaba de celebrarse en Birmingham, los dirigentes han analizado ideas encaminadas a reforzar la arquitectura financiera internacional para que los mercados de capitales privados puedan estimular un rápido crecimiento con el mínimo riesgo de inestabilidad económica mundial.

 Tenemos ahora que construir, sobre la base de esos logros y con una nueva visión del comercio, una OMC moderna, preparada para el siglo XXI.

 En primer lugar, hemos de tratar de conseguir un sistema mundial de comercio cada vez más abierto.

 Permítanme que hoy declare sin ambages que los Estados Unidos están comprometidos con la causa del comercio abierto entre todas las naciones.  La libertad económica y el comercio abierto han dado lugar a una prosperidad sin precedentes en el siglo XX y ampliarán la gama de oportunidades en el siglo XXI.  En mi propio país, la tercera parte del sólido crecimiento económico de que hemos disfrutado durante los cinco últimos años ha sido generado por las exportaciones.  En el caso de cualquier país dedicado al comercio, los mercados abiertos amplían espectacularmente la base de posibles clientes de sus bienes y servicios.  Hemos de seguir avanzando.  La intensificación de nuestros esfuerzos para derribar los obstáculos al comercio estimulará el crecimiento en todos nuestros países;  creará empleos adecuados e incrementará los ingresos;  ofrecerá nuevas oportunidades a nuestros pueblos e impulsará la libre circulación de ideas, información y personas que son la savia de la democracia y de la prosperidad.

 La mundialización no es una opción política, sino un hecho.  Pero todos nosotros hemos de elegir.  Podemos esforzarnos por modelar esas poderosas fuerzas de transformación en beneficio de nuestro pueblo o refugiarnos tras los muros de la protección y quedar rezagados en la economía mundial.  En un momento en el que, por primera vez en la historia de la humanidad, la mayoría de los pueblos del mundo tienen gobiernos que ellos mismos han elegido ... en que el debate sobre si es mejor la libre empresa o el socialismo de Estado ha quedado saldado ... en que los pueblos de todos los continentes tratan de unirse al sistema de libre mercado, quienes nos hemos beneficiado de ese sistema y hemos estado a la cabeza del mismo no podemos volver la espalda.  En lo que a mi respecta, estoy decidido a seguir en todas las regiones del mundo una estrategia activa de apertura de los mercados y continuaré trabajando con los representantes de los dos partidos en el Congreso de los Estados Unidos para conseguir poderes de negociación por la vía rápida.

 En segundo lugar, hemos de reconocer que, en la nueva economía, la forma en que desarrollamos el comercio afecta a la vida y los medios de subsistencia, la salud y la seguridad de las familias de todo el mundo.

 Para el siglo XXI debemos construir un sistema de comercio que haga honor a nuestros valores al brindarnos mayores oportunidades.  Debemos hacer más para asegurarnos de que esta nueva economía mejore el nivel de vida en el mundo y que el vigor de la competencia económica entre los países nunca se convierta en una carrera que vaya en detrimento de la protección del medio ambiente, la protección del consumidor y las normas del trabajo.  Debemos igualar por arriba y no por abajo.  Si no seguimos esta estrategia no podremos conseguir que la economía mundial cuente con el apoyo necesario de la opinión pública.  Los trabajadores sólo asumirán los riesgos de un mercado internacional libre si confían en que este sistema será beneficioso para ellos.

 La OMC fue creada para mejorar la vida de los ciudadanos corrientes, y debe escucharlos.  Propongo que la OMC sea el primer foro en el que los grupos que representan los intereses de las empresas, del trabajo, del medio ambiente y de los consumidores puedan expresarse y contribuir a orientar la evolución futura de la OMC.  Creo que cuando este organismo se vuelva a reunir, los Ministros de Comercio del mundo deberían reunirse con representantes del público en general para iniciar este debate.

 En tercer lugar, hemos de hacer más para armonizar nuestro objetivo de expansión del comercio con nuestro objetivo de mejora del medio ambiente y de las condiciones de trabajo.

 Un mayor comercio puede y debe aumentar -y no reducir- la protección del medio ambiente.  En efecto, en el preámbulo del Acuerdo sobre la OMC se establece expresamente como objetivo del comercio abierto el desarrollo sostenible, con inclusión del compromiso de preservar el medio ambiente y mejorar la capacidad para hacerlo.  Por consiguiente, las normas del comercio internacional deben permitir que los Estados soberanos ejerzan su derecho a establecer normas de protección de la salud, la seguridad y el medio ambiente, así como de la diversidad biológica.  Los países tienen derecho a establecer esa protección -aunque sea mayor que la prevista en las normas internacionales.  Pido que se convoque una reunión de alto nivel, en la que participen los Ministros de Comercio y Medio Ambiente, para dar en los próximos años a las actividades de la OMC relacionadas con el medio ambiente una orientación clara y un nuevo impulso, como ha propuesto la Comisión Europea.

 Del mismo modo, la OMC y la Organización Internacional del Trabajo deberán comprometerse a realizar una labor conjunta, para asegurarse de que el comercio abierto mejore las condiciones de vida y respete las normas fundamentales del trabajo que son un elemento imprescindible no sólo de los derechos de los trabajadores sino de los derechos humanos en general.  Pido a las Secretarías de ambas organizaciones que celebren una reunión de alto nivel para examinar estas cuestiones.  Este fin de semana, los dirigentes del G-8 apoyaron la propuesta de que la OIT adopte, cuando los Ministros de sus países miembros se reúnan el próximo mes en Ginebra, una nueva declaración sobre las normas fundamentales del trabajo y un mecanismo útil de seguimiento.  Espero que también ustedes la apoyen.  Debemos esforzarnos por conseguir que la OIT sea una institución llena de vida.  He transmitido hoy al Senado para su ratificación el Convenio de la OIT que tiene por objeto eliminar la discriminación en el lugar de trabajo.

 Cada uno de nosotros, en nuestros propios países, debemos hacer todo lo posible por ofrecer a nuestros pueblos los estudios y la formación que les permitan sacar el mayor provecho de sus vidas.  Dado que la nueva economía se basa en las ideas, la información y la tecnología, los beneficios de la enseñanza nunca han sido mayores, como tampoco lo ha sido la pérdida de oportunidades que entraña la falta de capacitación.  No es posible invertir estas tendencias.  Nuestro objetivo debe ser ayudar a más personas a beneficiarse de las oportunidades que ofrece la nueva economía, asegurándonos al mismo tiempo de que la fuerza de la tecnología y de las nuevas estructuras comerciales no agrave la desigualdad ni empeore las condiciones de trabajo.

 En cuarto lugar, debemos modernizar la OMC abriendo sus puertas al escrutinio y la participación del público.

 En un largo proceso de prueba y error hemos comprendido que los gobiernos operan mejor cuando sus actuaciones son manifiestas respecto de aquellos que se ven afectados por sus medidas -es decir, como en la famosa frase del juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Louis Brandeis, "no hay mejor desinfectante que la luz del sol".

 La OMC debería adoptar cualquier medida viable para exponer sus actuaciones y responsabilizarse de ellas.

 Hoy en día, cuando una nación cuestiona las prácticas comerciales de otra, el procedimiento se desarrolla a puerta cerrada.  Yo propongo que todas las audiencias de la OMC se abran al público, y que se hagan públicos todos los alegatos de las partes.  Para alcanzar ese objetivo debemos cambiar las normas de esta Organización.  Pero cada uno de nosotros puede hacer lo que le corresponda y hacerlo ya.  Los Estados Unidos ofrecen formalmente en el día de hoy abrir completamente los trabajos de cada uno de los grupos especiales en el que somos partes y propongo a cada una de las demás naciones que se sumen a nosotros en conseguir que ello ocurra.

 Hoy en día no existe un mecanismo para que los particulares aporten información en esas diferencias comerciales.  Yo propongo que la OMC ofrezca a quienes tengan un interés en un asunto la posibilidad de comunicar sus opiniones, como sería la capacidad para presentar alegatos de "amicus", para contribuir a informar a los grupos especiales en sus deliberaciones.

 Hoy en día, el público debe esperar durante semanas para leer los informes de esos grupos especiales.  Yo propongo que las decisiones de esos grupos especiales en materia de comercio se faciliten al público en cuanto se emitan.

 En quinto lugar, debemos tener un sistema de comercio que explote todo el potencial de la Era de la Información.

 La revolución de la tecnología de la información es el mayor agente de prosperidad que nos será dado ver en nuestras vidas.  La comunidad social y económica de Internet es la de más rápido crecimiento en la historia:  se trata de un fenómeno que entraña el potencial inimaginable y revolucionario de desarrollar las capacidades de miles de millones de personas en todo el mundo.  Se le ha llamado la "muerte de la distancia" ya que permite que las personas trabajen juntas a un lado y otro de los océanos, como si lo que los separase no fuese más que un corredor.  Hace cuatro años, menos de tres millones de personas tenían acceso a Internet.  Hoy en día, su número es superior a 100 millones y se duplica cada año. 

 Hoy en día, no hay derechos aduaneros que graven las llamadas telefónicas, los mensajes por fax, el correo electrónico, o el tráfico de datos informatizados cuando atraviesan una frontera.  Hemos pasado 50 años abatiendo obstáculos al comercio de bienes y servicios.  Lleguemos ahora al acuerdo de que, en lo que se refiere al comercio electrónico, empezaremos por no erigir jamás esos obstáculos.

 Pido a las naciones del mundo que junto a los Estados Unidos se pronuncien por el statu quo de todos los aranceles sobre las transmisiones electrónicas que atraviesen las fronteras.  No podemos admitir que obstáculos discriminatorios detengan el desarrollo de la nueva oportunidad económica más promisoria de varios decenios.  En horas más tempranas del día de hoy, en la Cumbre con la Unión Europea, acordamos estrechar nuestra colaboración en esta esfera.  Y la semana pasada, el Primer Ministro Hashimoto y yo mismo convinimos en avanzar conjuntamente, adoptando un enfoque orientado hacia el mercado y estimulado por el sector privado para reforzar el derecho a la privacidad, proteger la propiedad intelectual y alentar la libre circulación de la información y el comercio en Internet.  Espero que logremos un consenso para afirmar que ésa es la mejor forma de aprovechar el notable potencial que representa este nuevo medio de comunicación.

 Sexto, un sistema de comercio para el siglo XXI debe estar constituido por gobiernos cuyas prácticas sean abiertas, honestas y leales.

 En la era de los mercados financieros mundiales, la prosperidad depende de prácticas gubernamentales basadas en el estado de derecho y no en el capricho burocrático, los favoritismos o la corrupción.  Los inversores lo exigen, y perder su confianza puede tener efectos repentinos, rápidos y graves, seguidos de una reacción en cadena en las economías regionales.

 Al insistir en normas leales y abiertas, la OMC desempeña un papel determinante en favor de gobiernos abiertos y responsables de sus actos;  pero la OMC no ha llegado lo suficientemente lejos.  En el año próximo, todos los Miembros de la OMC deberían acordar que todos los contratos públicos se efectúen a través de licitaciones abiertas y equitativas.  Tan sólo esa reforma podría abrir a la competencia mundial intercambios comerciales por tres billones de dólares.  Invito además a cada nación del mundo a que adopte el convenio elaborado por la OCDE para combatir el soborno.  Ambas medidas fomentarían la confianza y la estabilidad entre los inversores.

 Por último, debemos desarrollar un sistema mundial de comercio abierto que evolucione tan rápidamente como el mercado.

 En una época en que la vida útil de los productos se mide por meses, y en que la información y el dinero transitan por el planeta en segundos, ya no podemos permitirnos el lujo de dedicar siete años a terminar una ronda comercial, como sucedió en la Ronda Uruguay, ni dejar que transcurran decenios entre la identificación de un obstáculo al comercio y la adopción de la correspondiente medida correctiva.  Entre tanto, día tras día aparecen nuevas ramas de producción, se conforman nuevos bloques comerciales y los gobiernos inventan otros obstáculos al comercio.

 Es preciso que exploremos un nuevo tipo de ronda de negociación comercial que se adapte lo mejor posible a la nueva economía.  Es preciso averiguar si hay un medio de derribar los obstáculos sin esperar que se resuelvan todos los asuntos en todos los sectores para resolver por separado cualquier asunto dentro de cualquier sector.  Hemos de hacerlo en forma equitativa y equilibrada, teniendo en cuenta las necesidades de las naciones, ya sean grandes o pequeñas, ricas o pobres.  Pero confío en que podremos asumir la tarea de negociar acuerdos comerciales más rápida y eficazmente que en la actualidad.

 La agricultura, por ejemplo, está en el centro de la economía de los Estados Unidos y de muchos países y la supresión de los obstáculos al comercio mundial es esencial para satisfacer las necesidades alimentarias de la creciente población mundial.  A partir del año que viene deberíamos iniciar vigorosamente las negociaciones para reducir los aranceles, las subvenciones y otras distorsiones que limitan la productividad en la agricultura.  Debemos elaborar normas, basadas en la ciencia, que permitan obtener todo lo que la biotecnología puede dar.  Además propongo que antes de que las negociaciones lleguen a su fin, los Miembros de la OMC se comprometan a continuar reduciendo cada año los aranceles y las subvenciones, a fin de que la reforma avance sin pausas.

 Debemos reconocer que los servicios son el sector de mayor crecimiento en el mundo, y el que está menos sujeto a la disciplina de las normas de la OMC.  Por ello, cuando se inicien las negociaciones sobre los servicios, creo esencial que entablemos debates de amplio alcance para la apertura de sectores dinámicos de los servicios como son los servicios de mensajería urgente, medioambientales, energéticos, audiovisuales y profesionales.

 Debemos mantener el fuerte impulso del desmantelamiento de los aranceles industriales.  Una buena forma de comenzar sería un acuerdo sobre los sectores -desde el de los productos químicos hasta el de la tecnología medioambiental- propuestos por el APEC.  Y debemos avanzar en el fortalecimiento de la protección de la propiedad intelectual.

 Un sistema comercial que respete nuestros valores.  Una OMC que sea abierta y responsable.  Un sistema comercial que esté en consonancia con la era de la información.  El compromiso de combatir la corrupción.  Un nuevo enfoque de las conversaciones comerciales.  Para avanzar en este programa, invito a los Ministros de Comercio del mundo a que celebren su próxima reunión en los Estados Unidos en 1999.

 Piensen en la oportunidad que se nos ofrece.  La oportunidad de crear una nueva economía internacional ... en la que mercados abiertos y economías abiertas susciten una innovación y prosperidad inimaginables ... en la que las capacidades del ciudadano corriente impulsen la prosperidad de las naciones ... en la que la economía mundial respete los mismos valores que guían a las familias en la educación de los hijos y a las naciones en la formación de buenos ciudadanos ... en la que los pobres tengan oportunidades, dignidad y una vida decente y contribuyan a la prosperidad ... en la que la creciente interdependencia entre las naciones aumente la paz y la seguridad para todos.  Éste será el mundo del siglo XXI -si tenemos la misma sabiduría, decisión, valor y claridad que nuestros antepasados hace medio siglo.