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CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC, GINEBRA, 1998: COMMONWEALTH DE DOMINICA

Declaración del Excmo. Sr. Edison C. James, Primer Ministro, Commonwealth de Dominica

 

El Cincuentenario del establecimiento del sistema multilateral de comercio ofrece la ocasión de evaluar sus logros y sus deficiencias, así como los desafíos y las oportunidades que afronta la economía mundial. Reconocemos el papel fundamental que han desempeñado el GATT y su sucesor, la OMC, para fomentar el establecimiento de regímenes de comercio abiertos y eliminar obstáculos arancelarios y no arancelarios al comercio de bienes y servicios. Todos los países pueden reafirmar sin temor la primacía de un sistema de comercio multilateral, basado en normas, transparente, justo y equitativo en el marco de la OMC, que incluye el desarrollo de los acuerdos comerciales regionales.

Esto no significa que todos los países se hayan beneficiado del sistema. De hecho, a lo largo de estos 50 años se ha puesto de manifiesto claramente que un gran número de países, todos en desarrollo, y en particular países menos adelantados, han quedado rezagados. En los cuatro años transcurridos desde el establecimiento de la OMC se han podido observar aún más claramente inquietantes indicios de que se tendía a una exclusión y marginación de estos países más que a su inclusión o integración. Además, esta tendencia empieza a socavar muy seriamente la confianza de países que hasta hace poco tiempo veían sus perspectivas de futuro con considerable optimismo.

Los países en desarrollo, y especialmente los menos adelantados, son los que menos se han beneficiado de la liberalización comercial a pesar de las medidas adoptadas en el GATT, desde el decenio de los años 50, para ayudar a estos países, cabe citar como ejemplo la adopción en 1979 de la "Cláusula de Habilitación", que incluyó en el marco jurídico del GATT el principio del trato especial y diferenciado para los países en desarrollo.

Acogemos con satisfacción las iniciativas que se han adoptado en el marco de la OMC para la aplicación del plan de acción para los países menos adelantados acordado en Singapur. La Reunión de Alto Nivel celebrada el pasado mes de octubre demuestra que la OMC es consciente de las necesidades de los países menos adelantados. Felicitamos a los Estados Miembros, tanto desarrollados como en desarrollo, y a los organismos internacionales cooperantes por sus importantes contribuciones al Plan de Acción, que esperamos se aplique sin demoras.

Pero hablo en nombre de un país y de una región que no se ajustan fácilmente a ninguna de las clasificaciones de países de la OMC. Se trata de esas otras categorías de países en desarrollo que vinieron a quedar situadas entre las economías emergentes y las menos adelantadas, cuyas necesidades se pasan por alto. Me refiero específicamente a las pequeñas economías en desarrollo como Dominica, confrontadas al desafío de desarrollar sus capacidades institucionales y de exportación para poder convertirse en participantes efectivos en el nuevo entorno mundial altamente competitivo y evitar, de esa forma, la marginación.

Para que las pequeñas economías en desarrollo puedan atraer las inversiones, incrementar la producción, mejorar la calidad de los productos, cumplir las normas, en suma, competir eficazmente y aprovechar las oportunidades que ofrecen los Acuerdos de la OMC, es imprescindible que también se les reconozca su necesidad de recibir apoyo y de disponer de períodos de transición suficientes.

Claro está, mientras insistimos en que se preste más atención a nuestras preocupaciones específicas, reconocemos que incumbe a nosotros mismos identificar nuestros problemas y hacer que encuentren expresión en la OMC y en otras organizaciones internacionales, y llevar adelante un trabajo conjunto con éstas para conseguir superar las condicionantes que nos limitan.

El reciente caso de solución de diferencias sobre el régimen de importación del banano de la Unión Europea fue para nosotros una experiencia sumamente perturbadora. Ha ejercido una influencia negativa en el comercio con nuestros interlocutores comerciales y socavado la confianza en el proceso de la OMC. Al comenzar el examen del Entendimiento sobre Solución de Diferencias (ESD), pensamos que hay algunos importantes principios y procedimientos que deberían mejorarse. Las reclamaciones denominadas "sistémicas" presentadas por un interlocutor comercial importante, además de suponer el riesgo de alterar el equilibrio de derechos y obligaciones, debilita el equilibrio de los beneficios para los países en desarrollo, cuya obtención fue objeto de difíciles negociaciones durante la Ronda Uruguay.

Estamos especialmente preocupados por la aplicación ciega e inconsciente de las normas de la OMC que podría tener como efecto menoscabar todos los esfuerzos realizados para preparar las economías para su integración en el sistema económico mundial.

Digo esto no para hacer sonar las sirenas de alarma sino porque hablo en nombre de un país cuya economía ha dependido tradicionalmente de un único cultivo, que es el banano, o plátano. Este cultivo es muy adecuado para las condiciones existentes en mi país y en todos los Estados del Caribe Oriental y otros países de la Comunidad del Caribe. En el caso de las Islas Barlovento, el sector representa más de la mitad de todos los ingresos por exportaciones y alrededor de la quinta parte del PIB. El sector constituye la principal fuente de empleo, y la mayoría de los hogares perciben unos ingresos directa o indirectamente derivados de la producción y comercialización del plátano. Se trata de una actividad que emplea a casi toda la comunidad rural en la producción del plátano, fundamentalmente en pequeñas explotaciones familiares situadas con frecuencia en laderas. Un número considerable de los agricultores dedicados a la producción de plátanos son mujeres. Actualmente, no existe ningún otro sistema que garantice de mejor forma que las capas más necesitadas de la sociedad perciban unos ingresos que permita atender los problemas especiales de la población rural con escasos recursos. Además de su contribución al desarrollo económico, el sector del plátano constituye así un importante garante de la estabilidad social y política no sólo en mi país, productor de plátanos, sino en toda la región del Caribe. No puedo pues proceder a evaluar 50 años del sistema multilateral de comercio, especialmente su evolución desde la creación de la OMC, fuera del contexto de su tratamiento del comercio del plátano y sus consecuencias para nuestros países.

En una pequeña economía insular las posibilidades de desarrollo no son muchas. El proceso de reforma es arduo y el proceso de diversificación difícil. Además, todas esas iniciativas dependen para su éxito del aumento de los recursos financieros necesarios para financiar la infraestructura, la formación y para obtener acceso a la tecnología. El aumento de los flujos monetarios, a su vez, depende de un entorno económico y político estable. No es suficiente pues hablar del carácter no discriminatorio de la OMC. Ésta deberá asimismo fomentar y defender un sistema comercial ordenado cuya finalidad sea hacer llegar los beneficios del crecimiento económico mundial y del comercio a todos los países, independientemente de su tamaño o nivel de desarrollo. Puede que la labor trascienda de la sola OMC. En este caso, además de los organismos con base en Ginebra, tal vez sea necesario que participen otros organismos cuya misión relacionada con el desarrollo tenga un mayor ámbito.

De este modo, a medida que estructuramos el temario y definimos el programa de trabajo para el período que se avecina, debemos tener presentes algunas importantes consideraciones que hasta ahora no han sido admitidas como inspiración de las deliberaciones y decisiones.

Sería ocioso repetir que, debido a sus deficiencias intrínsecas, algunos países no pueden ahora aprovechar las numerosas oportunidades ofrecidas como resultado del proceso de liberalización. Y ello a pesar del gran esfuerzo que están realizando para situarse en un plano que les permita obtener al menos algunos de los beneficios del sistema, y a pesar también de haberse comprometido en tan gran medida a la aplicación de reformas. Es un hecho patente que la lista de Miembros de la OMC está formada por países de diferentes niveles de desarrollo y con intereses comerciales diversos. El sistema debe poder responder a las variadas necesidades para que todos los países, entre ellos especialmente los pequeños Estados insulares en desarrollo, puedan obtener algún beneficio. Es importante sobre todo reconocer que los ajustes necesarios para adaptarse a una economía global no se efectuarán al mismo ritmo en todos los países ni tendrán la misma repercusión en todas partes.

A este respecto, en el período que se avecina, la labor de la OMC debería centrarse en la aplicación de los acuerdos existentes y del programa incorporado, y en reducir la brecha que existe entre sus Estados Miembros.

Un requisito esencial de este programa de trabajo debería ser evaluar la repercusión de la aplicación de los acuerdos para determinar los beneficios o los efectos negativos en los países en desarrollo. Debería efectuarse en concreto una evaluación del Acuerdo sobre la Agricultura para determinar en qué medida los países están cumpliendo sus compromisos de reducción y la repercusión de ello en los países en desarrollo importadores netos de productos alimenticios. Esto es especialmente importante por lo que se refiere a la Decisión Ministerial relativa a los posibles efectos negativos del programa de reforma en los países menos adelantados y en los países en desarrollo importadores netos de productos alimenticios.

En relación con las nuevas negociaciones, hay un punto en el que nunca se hará suficiente hincapié al abordar las nuevas cuestiones: se trata de la capacidad de los pequeños países en desarrollo de hacer frente al programa de trabajo actual y futuro de la OMC, que implicará negociaciones. La incapacidad de las administraciones nacionales para prepararse de manera adecuada para las negociaciones puede afectar desfavorablemente el nivel de su participación.

Proponemos que se establezca en la OMC un mecanismo para examinar las circunstancias especiales en las que se encuentran los pequeños Estados, sobre todo los insulares, habida cuenta de su conocida fragilidad y vulnerabilidad, con miras a determinar la manera en que podrían estructurarse las normas para tener en cuenta estas desventajas.

A medida que nuestros países van intensificando sus esfuerzos por aplicar los Acuerdos de la OMC, habría que reconocer debidamente que es necesario establecer períodos de transición adecuados y apoyar nuestros esfuerzos a nivel nacional. A este respecto, desearíamos subrayar que debe continuar y aumentar la asistencia técnica facilitada por la OMC, la UNCTAD, la UIT y los organismos pertinentes, para permitir que nuestros países participen más activamente en los Acuerdos de la OMC.

Señor Presidente, considero que viene un período alentador para la cooperación multilateral en el comercio, las inversiones y otras esferas, y la Comunidad del Caribe hace todo lo posible para estar en condiciones de participar plenamente en este proceso global.