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CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC, GINEBRA, 1998: NORUEGA

Declaración del Excmo. Sr. Kjell Magne Bondevik, Primer Ministro, Noruega

 

Hace medio siglo representantes con visión del futuro de 23 países -incluido el mío- adoptaron un sistema de normas básicas para el comercio internacional.  La experiencia reciente de estos padres fundadores había sido un círculo vicioso de mayor proteccionismo, estancamiento económico, caos y guerra, en ese orden.  Con ese telón de fondo, y para evitar que la historia se repitiese, decidieron impulsar el crecimiento creando un nuevo orden basado en derechos y obligaciones entre los Estados.  Desde entonces, ese marco se ha perfeccionado tanto en su alcance como en su contenido.  Sin embargo, los principios básicos siguieron siendo los mismos:  apertura gradual de los mercados mutuamente acordada, no discriminación, previsibilidad, transparencia y consenso.

 Nadie puede decir cuáles habrían sido los resultados si el sistema hubiese sido distinto o, incluso, si no se hubiesen establecido normas multilaterales de comercio.  Mirando hacia atrás, creo que es correcto afirmar que las disposiciones y principios del GATT -y, posteriormente, de la OMC- han hecho una contribución decisiva para el progreso registrado en vastas zonas del mundo durante la última parte del presente siglo.  No me refiero únicamente al crecimiento económico, sino también a los logros sociales, al empleo y a la estabilidad política que genera la prosperidad.  Se trata de valores fundamentales.  Actualmente, el sistema multilateral de comercio representa, pues, una parte importante de un marco mundial que favorece la estabilidad y las relaciones pacíficas.

 La viabilidad de este sistema se ha visto confirmada por el hecho de que el número de Miembros haya pasado de 23 a 132.  Además, otros 31 países se encuentran en proceso de adhesión, con inclusión de actores principales como China y Rusia.  Me complazco en que esos países se adhieran aceptando condiciones convenidas para adquirir los derechos y asumir las obligaciones en pie de igualdad con los otros Miembros.  Confío en que muy pronto podremos decir que la OMC es una organización verdaderamente mundial.  Esto tendrá una significación política muy importante.

 A medida que nos acercamos a la participación de todos los países en la OMC resulta cada vez más difícil, e importante, encontrar un equilibrio entre los intereses de los Miembros.  En particular, me preocupa la situación actual de los países menos adelantados.  A estos 48 países les corresponde, en conjunto, sólo el 0,4 por ciento del comercio mundial.  La mitad de ellos no son miembros de la OMC.  Sus productos exportables suelen tropezar con obstáculos para el acceso a los mercados.  Es necesario contrarrestar esta marginación de los países más pobres, perfeccionar los programas de asistencia técnica relacionada con el comercio y mejorar la coordinación internacional de esas actividades.  También ha de ampliarse el acceso a los mercados.  La capacidad de la OMC para hacer extensivos los beneficios del aumento del comercio a todos los pueblos del mundo será un criterio fundamental para evaluar sus resultados en el futuro.

 "Mundialización" es un término que se utiliza cada vez con más frecuencia.  El proceso de mundialización está transformando nuestro mundo y nuestras estructuras económicas de una manera y a una velocidad sin precedentes.  Se trata de un proceso revolucionario.  Para algunos, esta evolución es positiva, crea vínculos más estrechos, así como una interdependencia entre los países y los pueblos de todo el mundo.  Otros tienen una visión distinta y más escéptica de la mundialización:  ponen en tela de juicio los efectos de la liberalización del comercio y la inversión y de la libre circulación de capitales;  temen que nuestras instituciones democráticas estén perdiendo el control de las fuerzas económicas internacionales y que los costos ambientales y sociales sean altos.  Se trata de preocupaciones legítimas relacionadas con cuestiones fundamentales que afectan al bienestar de la humanidad.  Si la mundialización no puede responder a estas preocupaciones, muchas personas no podrán considerarla como un proceso positivo.

 La mundialización es una cuestión compleja.  Lo que hemos visto hasta ahora es sólo el comienzo.  Sin embargo, el mensaje es claro.  A medida que se acelere, la mundialización tendrá repercusiones de largo alcance en el comercio mundial y en el desarrollo de nuestras sociedades en el sentido más amplio.  Por consiguiente, es importante que tengamos la mejor comprensión posible de las consecuencias de estos procesos, de las oportunidades que crean y de los dilemas que plantean.

 En este contexto, mi Gobierno ha decidido organizar el año próximo en Noruega un simposio internacional sobre los efectos de la mundialización.  Aspiramos a que esa conferencia no sólo nos permita obtener una mejor comprensión de las cuestiones planteadas, sino que contribuya también a lograr un consenso sobre la forma en que debemos abordarlas.  Entre las cuestiones importantes que se examinarán en la conferencia figuran las tendencias y perspectivas para el desarrollo de la economía mundial, las consecuencias para el gobierno democrático, el medio ambiente y los países en desarrollo.  He tomado nota con interés de las declaraciones de Peter Sutherland, antiguo Director General de esta Organización, que ha destacado la necesidad de entablar un amplio debate internacional sobre estas cuestiones.  Nuestro simposio tiene por objeto contribuir a ese debate.

 Con respecto a la OMC, también considero que es necesario analizar de qué manera podría hacerse más hincapié en aspectos cualitativos, como la salud, la protección del consumidor, la inocuidad de los alimentos y el medio ambiente.  Si bien se trata de un dominio en el que la responsabilidad principal incumbe a la OIT, la cuestión de las normas de trabajo también debe plantearse en la OMC.  Si nos esforzásemos por mejorar permanentemente las normas relativas a estas cuestiones, aumentaríamos la credibilidad del sistema y demostraríamos la necesidad de la cooperación internacional en estas esferas.  
 Si bien sigue siendo necesario y oportuno que los países intensifiquen la cooperación regional para resolver problemas comunes, algunos de nuestros retos más acuciantes son de alcance mundial y, por consiguiente, deben abordarse mediante una cooperación multilateral más amplia y adecuada.  Es innecesario que insista en ello porque represento a un pequeño país que depende en gran medida del comercio y la inversión internacionales.

 El sistema multilateral de comercio siempre ha respondido de una manera pragmática a los desafíos que se le planteaban, en gran medida debido al principio del consenso en la adopción de decisiones.  Este es un aspecto valioso que es preciso preservar ahora que entramos en una nueva era de la historia del sistema multilateral de comercio.  Sin duda se estimará necesario perfeccionar y afinar las normas comerciales.  Es importante ampliar la apertura.  Marchemos juntos por este camino animados por el espíritu positivo de cooperación que ha prevalecido hasta el presente.

 Felicito a todos los Miembros, al Director General y a la Secretaría de la OMC por estos primeros 50 años y reafirmo que Noruega seguirá contribuyendo en forma constructiva al éxito continuo del sistema.