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CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC, GINEBRA, 1998: MARRUECOS

Declaración de Su Alteza Real el Príncipe Heredero Sidi Mohammed, Marruecos

 

Hace cuatro años, en Marrakech, el sistema multilateral de comercio del que conmemoramos hoy el Cincuentenario conoció su apoteosis, con el nacimiento de la Organización Mundial del Comercio, la OMC.

 Fue un momento privilegiado para todos nosotros, y fue para el mundo una etapa decisiva en la construcción, todavía inacabada, de una comunidad de naciones deseosa de hacer prevalecer el derecho sobre los atributos del desnudo poder.

 Permítaseme pues rendir homenaje aquí a todos aquellos que, desde La Habana en 1947 a Marrakech en 1994, pasando por Punta del Este en 1986, han sido los pioneros de nuestro sistema multilateral y los actores de una mutación económica y comercial sin precedentes en el curso de este siglo.  Una mutación a la que estamos asociados y que, cuando se haya concluido, hará predominar los valores de solidaridad y las obligaciones de apertura sobre las tentaciones del unilateralismo y de la razón del más fuerte.

 Conmemoramos hoy el Cincuentenario de un sistema comercial nacido sobre las ruinas de la segunda guerra mundial.  Un sistema que ha contribuido de manera decisiva a la reconstrucción de la economía mundial y, más recientemente, a dar impulso a un período excepcional de crecimiento económico, progreso tecnológico y reequilibrio progresivo de la distribución de la riqueza y del saber en el mundo.  Un sistema, asimismo, cuya dinámica y lógica multilateral han contribuido de manera decisiva a enterrar definitivamente el pacto colonial y a perfilar las reglas de una interdependencia económica entre las naciones basada en la igualdad de derechos y obligaciones para todos.

 Este sistema, y cada uno de los aquí presentes lo sabe bien, no se limita a la sola construcción jurídica y diplomática de otro pilar fundamental de la economía mundial.  Es en primer lugar la expresión de un universo en mutación, que va a abordar el próximo milenio con unos intercambios mundiales cercanos a la cifra irreal de 10 billones de dólares, o sea casi la cuarta parte del producto interno bruto mundial.

 Un universo, asimismo, en el que la aceleración de la innovación en las tecnologías de la información terminará por dar a la aldea mundial, la de los hombres, los intercambios y el saber, una realidad irreprimible.

 ¿Permite esta constatación decir que todo va a pedir de boca?  ¡Por cierto que no!  En un mundo en el que la imagen y la información ya no tienen fronteras, la extrema riqueza y la extrema pobreza son vecinas y se miran todavía todos los días por pantalla de televisión interpuesta.  Es necesario, pues, tomar la justa medida de esta realidad y de los desequilibrios que persisten, dado que, aunque la integración creciente de la economía mundial ha sido globalmente el motor de un enriquecimiento mutuo, no es menos cierto que una franja importante de la población está aún excluida de los beneficios de la prosperidad alcanzada y de los progresos realizados.  Los países emergentes han ciertamente experimentado una aceleración del crecimiento desde principios de los años noventa pero, en un plano más general, los desequilibrios persisten y se agravan.  El producto interno bruto per cápita en los países del G8 es todavía 40 veces mayor que el del promedio de los habitantes de los países más pobres del planeta.

 Admitámoslo:  el proyecto global anhelado por los pioneros de nuestro sistema continúa sometido a fragilidad por la condición de esos centenares de millones de personas que no aceptarán indefinidamente quedar persistentemente al margen del gran movimiento de prosperidad y de progreso que dinamiza a la parte desarrollada de nuestro mundo.

 Es verdad que el crecimiento y el desarrollo no se decretan.  Pero también lo es que no son fatales la marginación y el subdesarrollo.

 Su Majestad el Rey Hassan II, Mi Augusto Padre, lo había señalado oportunamente en su discurso de clausura ante la Conferencia Ministerial de Marrakech, sugiriendo una mejor coordinación de la acción del FMI, el Banco Mundial y la OMC.  Proponiendo igualmente la creación de un Grupo de Reflexión sobre los nuevos mecanismos de globalización económica y comercial, en busca de una integración más equitativa de los países del sur.  Nos incumbe a todos retomar la iniciativa en esa dirección.

 Las recomendaciones hechas por Su Majestad Hassan II hace cuatro años eran premonitorias, si se considera lo que acaba de suceder en algunos países de Asia.

 Hemos asistido con inquietud y aprensión, impotentes, al derrumbe en pocas horas de los frutos del empeño y el sacrificio de varios decenios.  Estos logros han sido borrados en parte por la deriva y los desequilibrios del sistema monetario internacional, cuya organización ha sido puesta una vez más a dura prueba.  Son éstos algunos ejemplos que constituyen otras tantas escorias del sueño de los padres fundadores de nuestro sistema, para cuya solución debemos hoy movilizarnos.

 Hace exactamente 11 años que el Reino de Marruecos se adhirió al GATT:  la firma estampada el 18 de mayo de 1987 se inscribía en la lógica y la coherencia de 30 años de construcción paciente de una economía marroquí moderna, basada desde su origen en la libre empresa, el respeto de la propiedad privada, el imperio del derecho y la prioridad atribuida a la integración regional.

 Esta estrategia lúcida, voluntarista y ambiciosa ha sido posible y fructífera porque las opciones políticas y el proyecto de sociedad trazados desde la independencia por Su Majestad Hassan II no han variado nunca:  una monarquía constitucional y parlamentaria, fundada en el pluralismo político y sindical y en el respeto de los derechos humanos.

 Este proceso, profundamente anclado en nuestras instituciones y en nuestra cultura, ha alcanzado su plena madurez con la alternancia democrática hecha realidad hace algunas semanas, y que constituye un paso lleno de esperanzas y promesas para nuestra región.

 Si hacemos referencia a esta dimensión del designio constructor de Marruecos es porque hemos comprendido hace mucho tiempo que una liberalización de la economía que no esté en armonía con un proceso político coherente sería incompleta y vulnerable.

 Sabemos igualmente que sin una vinculación a agrupaciones económicas y comerciales que posean una masa crítica suficiente sería difícil contemplar resultados duraderos en materia de crecimiento y competitividad.  Hay que interpretar en esa perspectiva nuestra determinación de poner por obra un nuevo modelo de relaciones con nuestro vecino del norte, la Unión Europea.

 Al renunciar a la comodidad confortable pero precaria y limitada de las preferencias unilaterales y optar por preferencias multilaterales y recíprocas, Marruecos no ha elegido la facilidad sino unos resultados que descontamos serán más sustanciales y perennes.

 Somos plenamente conscientes de que esta vinculación a Europa estaría privada de un elemento decisivo si no se apoyase en una visión regional cuyo impacto y cuyas promesas no hay que menospreciar.  Ya se trate del Maghreb, del Oriente Medio o de África, los progresos de la integración regional son indispensables e incluso ineludibles para optimizar la situación creada por la aceleración y profundización de la mundialización.

 Fundada en la historia, la geografía, la cultura, la lengua y la religión, la región puede y debe ser para Marruecos la plataforma privilegiada de una inserción fructífera en la competencia global.

 A partir y en virtud de su realidad nacional, de la pertinencia de sus opciones políticas y de la solidez y proyección de su liderato, Marruecos tiene la legítima ambición de ser protagonista del proceso multilateral y de la cooperación regional.

 A partir de esta estrategia hemos determinado nuestro comportamiento en tanto que país Miembro del GATT primero y de la OMC después.

 Ustedes conocen el papel que hemos asumido en el seno de esta institución, incluso en los momentos más difíciles.  Al frente del Grupo Africano o del Grupo de Países en Desarrollo, o con ocasión de las negociaciones multilaterales.  Marruecos ha privilegiado siempre el diálogo y la comprensión y ha contribuido a la formación del consenso que ha hecho evolucionar el sistema multilateral hacia el nivel en que está situado hoy en día.

 Con ese espíritu Marruecos contribuyó a la elaboración de un plan de acción integrado en favor de los países menos adelantados, adoptado en Singapur, que permitió celebrar el año pasado una reunión de alto nivel dedicada a concretar ese proyecto.  Las preferencias que Marruecos se comprometió a otorgar a esos países en el continente africano se harán efectivos y se notificarán a la OMC en el curso de las próximas semanas.

 En la puesta en práctica de los compromisos que ha suscrito, Marruecos también ha velado por el escrupuloso respeto de todos los plazos, permaneciendo fiel a la convicción de que una institución universal, abierta a todos, en condiciones de acceso equitativas, podrá garantizar a nuestro sistema comercial la previsibilidad, la transparencia y la equidad sin las cuales el imperio del derecho no sería más que ilusión.

 El debate en curso en la OMC sobre la gestión del programa de Marrakech y de Singapur, sobre su ampliación y sobre la metodología de las negociaciones futuras no debería ocultar nuestros objetivos estratégicos.  A este respecto, todo lo que pueda contribuir a una solución voluntarista de los desequilibrios y las dificultades que he expuesto ante ustedes deberá figurar en un orden del día abierto e innovador.

 En esta perspectiva, Marruecos, apoyándose en sus logros y en las enseñanzas de las negociaciones de la Ronda Uruguay, tiene más que nunca la intención de desempeñar su papel en la realización fecunda del futuro programa de acción de la OMC y de continuar asumiendo con determinación las responsabilidades que le corresponden.