> La
Declaración de Doha explicada
> Explicación
de la Decisión de Doha relativa a la aplicación
> Cómo
están organizadas las negociaciones
Notas para la intervención del Director General
Como todos sabemos el mundo está sufriendo una
de las crisis financieras más graves de la historia moderna, con su
epicentro en los Estados Unidos y efectos secundarios en los principales
centros financieros de todo el mundo. La alteración de los valores de
los activos es tan intensa que tiene consecuencias sistémicas en la
solidez y la seguridad de todo el sistema financiero internacional. Los
gobiernos, los bancos centrales y las autoridades reguladoras están
actuando en varios frentes, aportando liquidez, recapitalizando y
reestructurando instituciones financieras y haciendo cesar
comportamientos peligrosos que podrían seguir precipitando los mercados
en la depresión. Más allá de eso, la percepción de que un sistema
financiero sobredimensionado había generado “burbujas”, debido a una
mala evaluación de los riesgos y una utilización cuestionable de
importantes corrientes de liquidez, ha suscitado interrogantes a escala
nacional e internacional sobre la necesidad de dar a la arquitectura
financiera internacional un armazón más firme.
Desde el punto de vista que adoptamos, el punto de vista de la economía
real la crisis financiera que experimentamos es una señal de alerta que
nos indica que la economía mundial no puede crecer por encima de los
límites de su producción real, y alimentarla con endeudamiento y
liquidez no puede sino provocar graves alteraciones.
No es ésta la primera conmoción que sufre nuestro sistema multilateral
de comercio. A pesar de su juventud, la OMC se ha enfrentado ya a otros
episodios anteriores de crisis financieras y ha dado pruebas de su
capacidad de reacción. El sistema multilateral de comercio, al mantener
abiertos los mercados durante períodos de crisis financieras y de los
pagos externos, ha demostrado que puede dar una oportunidad a los países
golpeados por la crisis para recuperarse por medio del comercio. Pero
también hemos aprendido en esos períodos que, para lograr ese resultado,
es preciso mantener el acceso a la financiación del comercio a tipos
asequibles en esos momentos críticos a fin de que los intercambios
internacionales puedan seguir desempeñando su función amortiguadora.
Después de la crisis asiática y en casos de interrupción súbita de las
líneas de crédito comercial que los bancos internacionales habían
concedido a algunos países sacudidos por crisis, la OMC, en asociación
con el FMI y el Banco Mundial, constituyó un grupo informal de expertos
procedentes de los bancos regionales de desarrollo, los organismos de
seguros de crédito y los bancos internacionales que intervienen en la
prestación de servicios de uno u otro tipo de financiación del comercio.
Con la consigna de la coherencia, se procura buscar alternativas ante la
escasez de recursos para la financiación del comercio durante los
períodos de crisis y lo que parecía ser una tendencia a retirarse de los
mercados de los países en desarrollo más pequeños. Desde entonces, la
OMC ha organizado periódicamente reuniones para examinar la forma de
atender esas insuficiencias, la última de las cuales tuvo lugar en abril
de 2008. En aquel momento, percibíamos aumentos de costos y falta de
liquidez que ya afectaban a la financiación del comercio en el caso de
algunos países en desarrollo y PMA.
En la reunión que he presidido esta mañana con el mismo grupo de
representantes de bancos privados, instituciones financieras
internacionales y organismos de crédito a la exportación se ha
confirmado que el mercado de la financiación del comercio ha sufrido un
deterioro grave en los últimos seis meses, y en particular desde
septiembre. Se han señalado dos causas fundamentales. Una de ellas es la
falta de liquidez para financiar los créditos al comercio. La segunda es
una reevaluación general de los riesgos resultantes tanto de la crisis
financiera como de la desaceleración de la economía mundial; y hay una
interacción entre esos dos ciclos. Los comerciantes y los bancos de las
economías de mercado emergentes son los que sienten más agudamente estos
problemas.
La opinión manifestada esta mañana por los especialistas de la
financiación del comercio es que la situación probablemente empeorará en
los próximos meses.
Algunas de estas dificultades ya se estaban poniendo de manifiesto en
abril, cuando presidí la última reunión de este grupo. A raíz de esta
reunión se tomaron algunas medidas para responder a la situación.
Permítanme señalar en particular el anuncio hecho esta semana por el
Presidente del Banco Mundial, Sr. Robert Zoellick, de que propondrá a la
Junta Ejecutiva del Banco Mundial y la CFI que se triplique el tope de
3.000 millones de dólares de las garantías para la financiación del
comercio que se ofrecen en el marco del programa de facilitación de la
financiación del comercio de la CFI. Esto constituye un ejemplo notable
de rápida reacción de una institución financiera internacional ante la
actual evolución de los mercados y sus exigencias, y de la Ayuda para el
Comercio que se está llevando a cabo. La Unión de Berna, que reagrupa
los organismos de crédito a la exportación, también nos ha informado de
que éstos han intervenido en los últimos meses de forma mucho más
activa. Colectivamente han incrementado su actividad, que se ha
acelerado desde el verano, más de un 30 por ciento en los últimos 12
meses. Hemos tenido confirmación de que esta intensificación de su
actividad está respaldada por algunos gobiernos, como los de Alemania;
el Japón y Hong Kong, China.
El mensaje que se recibe de otros bancos regionales de desarrollo con
programas análogos a los del Banco Mundial y la CFI es que también ellos
podrían hacer mucho más para responder en los mercados si sus Juntas
Ejecutivas aumentaran también sus topes para este tipo de actividades de
financiación. Es un mensaje muy claro para los Miembros de la OMC:
comuníquense con sus autoridades financieras y de desarrollo que les
representan en las Juntas de los bancos regionales de desarrollo para
promover una mayor participación de éstos en las actividades de
financiación del comercio, que en muchos países es una especie de tabla
de salvación para su actividad económica.
¿Qué más es preciso hacer?
Una tarea prioritaria es mejorar la capacidad para atenuar los efectos
de la mayor sensación de riesgo y facilitar al mercado una liquidez
específicamente destinada a la financiación del comercio. Desde este
punto de vista, tanto las instituciones financieras internacionales como
los organismos de crédito a la exportación tienen la posibilidad de
ampliar su contribución para cubrir riesgos y proporcionar más liquidez
mediante los instrumentos de los que ya se dispone. Por consiguiente,
tal vez no sea necesario inventar nuevos instrumentos. Existen, y es
necesario reforzarlos. Pero para ello será preciso que las autoridades
públicas intervengan y les den mayor respaldo.
El mercado estima actualmente la falta de liquidez para financiar el
comercio en unos 25.000 millones de dólares. Se trata por supuesto de
una suma considerable, pero no exorbitante en comparación con las
cantidades que los bancos centrales han estimado necesario aportar a los
mercados financieros y bancarios en los últimos dos meses. Los bancos
privados consideran que esta falta de liquidez podría colmarse con
razonable facilidad mediante un aumento de las asociaciones basadas en
el reparto de responsabilidades con instituciones financieras
internacionales y organismos de crédito a la exportación en la medida en
que los programas de seguros y de financiación del comercio de esas
instituciones cuenten con el respaldo de quienes son propietarios de su
capital; es decir, de ustedes: los gobiernos Miembros.
Una segunda tarea, que es preciso considerar a mediano plazo, consiste
en mejorar los mecanismos de comunicación de informaciones, las técnicas
de evaluación del riesgo y la recopilación de datos sobre la
financiación del comercio. Con ello se ampliaría el alcance de la
colaboración en la esfera de la financiación del comercio entre los
bancos privados y entre ellos y las entidades del sector público como
las instituciones financieras internacionales y los organismos de
crédito a la exportación. Hemos conocido esta mañana algunas propuestas
concretas sobre la forma de avanzar respecto de estas cuestiones.
Naturalmente, no se trata de una tarea de la OMC; pero tenemos algo que
aportar, a mi juicio, y seguiremos trabajando con los diversos
protagonistas en relación con estas cuestiones.
El costo de estas medidas y actividades no es exagerado. El mercado de
financiación del comercio es uno de los sectores más sólidos de la
actividad bancaria y de seguros y tiene un importante efecto
multiplicador en el comercio. En momentos de desaceleración de los
intercambios comerciales y del crecimiento económico, la inversión de
recursos destinados a mantener las corrientes de financiación del
comercio desempeña una función decisiva. Basta comparar ese costo con el
de la pasividad. Los países más vulnerables a la escasez de financiación
del comercio son las economías de mercado emergentes con las que estamos
contando para mantener el crecimiento comercial y económico ante la
desaceleración que experimentan los países desarrollados.
Este es un mensaje útil para los dirigentes mundiales que se reunirán en
Washington el 15 de noviembre.
Hay una desaceleración de la economía mundial y asistimos a una
disminución de los intercambios comerciales. Si no se resuelve la
cuestión de la financiación del comercio, corremos el peligro de agravar
aún más esa espiral descendente. La desaceleración de la economía
mundial, ya se le dé en algunas partes el nombre de recesión o se hable
en otros de depresión, durará algún tiempo y afectará a todos los
países. No podemos decir simplemente que la mundialización favorece a
las economías emergentes cuando aumenta la demanda mundial de las
economías desarrolladas y que no se dejará sentir ningún efecto cuando
esa demanda descienda. En el plano nacional habrá más riesgos, más
pérdidas de empleos y más quiebras. Habrá inevitablemente una demanda de
redes de protección más amplia y de mayor seguridad, lo que es legítimo,
pero también de medidas proteccionistas.
El mensaje político que los Miembros de la OMC deben enviar, tanto
dentro del sistema multilateral de comercio como fuera de él, es que la
OMC está dispuesta a asumir este desafío con un firme sentido de
responsabilidad colectiva y solidaridad. Los Miembros deben resistirse a
las peticiones de medidas proteccionistas. En un mundo globalizado, la
medida proteccionista de uno es la oportunidad perdida de otro. Y con el
proteccionismo de todos —el tipo de “egoísmo nacional” que vimos en el
decenio de 1930— lo que podemos conseguir es una contracción grave del
comercio internacional, la reducción del crecimiento y el aumento del
desempleo, es decir, una vuelta a la situación que vivimos en aquel
decenio, como se hizo patente en las crisis financieras de Asia y de
América Latina del decenio de 1990. Los gobiernos comprendieron que los
mercados abiertos eran parte de la solución y no del problema, y las
disciplinas del GATT/OMC ayudaron en aquel momento a resistir a las
peticiones de restringir el comercio.
El segundo mensaje, desde luego, es la necesidad de oponerse al caos
financiero mediante una mayor apertura del comercio en forma organizada,
regulada y equilibrada, por medio de la Ronda de Doha. Mientras los
países se esfuerzan por diseñar normas financieras mundiales, podrían
enviar una señal positiva regulando mejor el comercio internacional
mediante la conclusión de la Ronda de Doha.
Después de siete años de negociaciones, hemos recorrido un largo camino
en nuestro empeño colectivo. Mi impresión es que no estamos tan lejos de
nuestra meta de concluir la Ronda, por más que nos queden algunos huesos
duros de roer, en particular en lo que respecta a las modalidades de la
agricultura y los productos industriales, que representarían un paso
decisivo para el broche final de Doha. Tengo la impresión de que podemos
lograrlas en esas dos esferas hacia el final del año. Sigo pensando que
se trata de algo viable y que probablemente es más deseable aún ahora
que hace un año. Pero ahora tenemos que hacerlo. El modo de alcanzarlo
es perfectamente conocido: la vieja y excelente receta de acumulación
progresiva, transparencia y no exclusión. Pero, por encima de todo, el
deseo común de atenuar los efectos que tiene en los pueblos el grave
deterioro de su situación económica, y por lo tanto de su situación
social.
Declaración final
Quiero referirme únicamente a algunos de los
aspectos que se han planteado, aunque abordaremos más tarde varios de
ellos.
En primer lugar, no tengo intención de asistir a la reunión del 15 de
noviembre en Washington, lo que no significa que esa reunión no deba
enviar una señal firme sobre el comercio, la Ronda y la financiación del
comercio. Hay otras maneras de estar presente distintas de la presencia
física, y estamos haciendo intensos esfuerzos en ese sentido con
nuestros amigos del G-20.
En segundo lugar, la reunión de esta mañana no era una reunión con los
Miembros. Se trataba de una reunión de carácter muy técnico con
especialistas. Y si hay —y entiendo que hay— mensajes para las
instituciones financieras internacionales, he indicado en mi
introducción que esas instituciones financieras internacionales están
dirigidas por sus miembros, como la OMC. Por tanto, los Miembros aquí
presentes disponen de todos los canales con que cuentan los miembros de
esas instituciones financieras internacionales para orientar sus
actividades en una u otra dirección. Lo que podemos hacer en la OMC es
complementar lo que hacen los Miembros, aumentar la sensibilización,
señalar un tanto estas cuestiones a la atención pública pero, en última
instancia, las instituciones financieras internacionales adoptarán las
decisiones que adopten sus consejos de administración, y ustedes son los
integrantes de esos consejos.
En tercer lugar, con respecto al debate general sobre la apertura y la
regulación del comercio sin apartarme de mi neutralidad que confío en
que sea bien conocida— conviene que establezcamos, al menos
intelectualmente, una diferencia entre abrir o no abrir, por un lado, y
regular o no regular, por otro. Es posible abrir y regular los mercados,
abrirlos y desregularlos, cerrarlos y regularlos y cerrarlos y
desregularlos. Una cosa es la apertura del comercio, y otra regular los
sectores que se han abierto de manera que los operadores nacionales y
los operadores extranjeros sean tratados del mismo modo. Así es que, al
menos a efectos de la argumentación intelectual, pienso que deberían
distinguirse esas dos nociones.
Por último, nuestra relación con el Banco de Pagos Internacionales en
esta esfera no es una relación con el BPI en cuanto Banco Central de los
Bancos Centrales, lo que éste no es desde el punto de vista financiero.
Desde el punto de vista financiero, el BPI es una cámara de compensación
para los Bancos Centrales, no el Banco Central de los Bancos Centrales,
como si hubiera una especie de prestamista de última instancia por
encima de los Bancos Centrales que pudiera proporcionar más
financiación. Nuestra relación con el BPI es una relación con la
constelación del BPI, que es el BPI en su calidad de regulador,
especialmente con la norma Basilea II, y esta cuestión será objeto de
seguimiento como lo serán otras que tratará el equipo de trabajo en la
próxima reunión del Grupo de Trabajo sobre Comercio, Deuda y Finanzas.
Esta cuestión concreta figura en el orden del día de la reunión del
Grupo de Trabajo, que es el órgano encargado del seguimiento de la labor
del equipo de trabajo interno que he creado. No obstante, estoy
enteramente dispuesto a hacer algo parecido a exámenes periódicos de la
situación en el marco del mandato que he impartido al equipo de trabajo
interno, a partir, por cierto, de la próxima reunión del Consejo
General.
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