OMC: NOTICIAS 2008

Reunión de Jefes de Delegación — reunión informal

   

> La Declaración de Doha explicada
> Explicación de la Decisión de Doha relativa a la aplicación
> Cómo están organizadas las negociaciones

Notas para la intervención del Director General

Como todos sabemos el mundo está sufriendo una de las crisis financieras más graves de la historia moderna, con su epicentro en los Estados Unidos y efectos secundarios en los principales centros financieros de todo el mundo. La alteración de los valores de los activos es tan intensa que tiene consecuencias sistémicas en la solidez y la seguridad de todo el sistema financiero internacional. Los gobiernos, los bancos centrales y las autoridades reguladoras están actuando en varios frentes, aportando liquidez, recapitalizando y reestructurando instituciones financieras y haciendo cesar comportamientos peligrosos que podrían seguir precipitando los mercados en la depresión. Más allá de eso, la percepción de que un sistema financiero sobredimensionado había generado “burbujas”, debido a una mala evaluación de los riesgos y una utilización cuestionable de importantes corrientes de liquidez, ha suscitado interrogantes a escala nacional e internacional sobre la necesidad de dar a la arquitectura financiera internacional un armazón más firme.

Desde el punto de vista que adoptamos, el punto de vista de la economía real la crisis financiera que experimentamos es una señal de alerta que nos indica que la economía mundial no puede crecer por encima de los límites de su producción real, y alimentarla con endeudamiento y liquidez no puede sino provocar graves alteraciones.

No es ésta la primera conmoción que sufre nuestro sistema multilateral de comercio. A pesar de su juventud, la OMC se ha enfrentado ya a otros episodios anteriores de crisis financieras y ha dado pruebas de su capacidad de reacción. El sistema multilateral de comercio, al mantener abiertos los mercados durante períodos de crisis financieras y de los pagos externos, ha demostrado que puede dar una oportunidad a los países golpeados por la crisis para recuperarse por medio del comercio. Pero también hemos aprendido en esos períodos que, para lograr ese resultado, es preciso mantener el acceso a la financiación del comercio a tipos asequibles en esos momentos críticos a fin de que los intercambios internacionales puedan seguir desempeñando su función amortiguadora.

Después de la crisis asiática y en casos de interrupción súbita de las líneas de crédito comercial que los bancos internacionales habían concedido a algunos países sacudidos por crisis, la OMC, en asociación con el FMI y el Banco Mundial, constituyó un grupo informal de expertos procedentes de los bancos regionales de desarrollo, los organismos de seguros de crédito y los bancos internacionales que intervienen en la prestación de servicios de uno u otro tipo de financiación del comercio. Con la consigna de la coherencia, se procura buscar alternativas ante la escasez de recursos para la financiación del comercio durante los períodos de crisis y lo que parecía ser una tendencia a retirarse de los mercados de los países en desarrollo más pequeños. Desde entonces, la OMC ha organizado periódicamente reuniones para examinar la forma de atender esas insuficiencias, la última de las cuales tuvo lugar en abril de 2008. En aquel momento, percibíamos aumentos de costos y falta de liquidez que ya afectaban a la financiación del comercio en el caso de algunos países en desarrollo y PMA.

En la reunión que he presidido esta mañana con el mismo grupo de representantes de bancos privados, instituciones financieras internacionales y organismos de crédito a la exportación se ha confirmado que el mercado de la financiación del comercio ha sufrido un deterioro grave en los últimos seis meses, y en particular desde septiembre. Se han señalado dos causas fundamentales. Una de ellas es la falta de liquidez para financiar los créditos al comercio. La segunda es una reevaluación general de los riesgos resultantes tanto de la crisis financiera como de la desaceleración de la economía mundial; y hay una interacción entre esos dos ciclos. Los comerciantes y los bancos de las economías de mercado emergentes son los que sienten más agudamente estos problemas.

La opinión manifestada esta mañana por los especialistas de la financiación del comercio es que la situación probablemente empeorará en los próximos meses.

Algunas de estas dificultades ya se estaban poniendo de manifiesto en abril, cuando presidí la última reunión de este grupo. A raíz de esta reunión se tomaron algunas medidas para responder a la situación. Permítanme señalar en particular el anuncio hecho esta semana por el Presidente del Banco Mundial, Sr. Robert Zoellick, de que propondrá a la Junta Ejecutiva del Banco Mundial y la CFI que se triplique el tope de 3.000 millones de dólares de las garantías para la financiación del comercio que se ofrecen en el marco del programa de facilitación de la financiación del comercio de la CFI. Esto constituye un ejemplo notable de rápida reacción de una institución financiera internacional ante la actual evolución de los mercados y sus exigencias, y de la Ayuda para el Comercio que se está llevando a cabo. La Unión de Berna, que reagrupa los organismos de crédito a la exportación, también nos ha informado de que éstos han intervenido en los últimos meses de forma mucho más activa. Colectivamente han incrementado su actividad, que se ha acelerado desde el verano, más de un 30 por ciento en los últimos 12 meses. Hemos tenido confirmación de que esta intensificación de su actividad está respaldada por algunos gobiernos, como los de Alemania; el Japón y Hong Kong, China.

El mensaje que se recibe de otros bancos regionales de desarrollo con programas análogos a los del Banco Mundial y la CFI es que también ellos podrían hacer mucho más para responder en los mercados si sus Juntas Ejecutivas aumentaran también sus topes para este tipo de actividades de financiación. Es un mensaje muy claro para los Miembros de la OMC: comuníquense con sus autoridades financieras y de desarrollo que les representan en las Juntas de los bancos regionales de desarrollo para promover una mayor participación de éstos en las actividades de financiación del comercio, que en muchos países es una especie de tabla de salvación para su actividad económica.

¿Qué más es preciso hacer?

Una tarea prioritaria es mejorar la capacidad para atenuar los efectos de la mayor sensación de riesgo y facilitar al mercado una liquidez específicamente destinada a la financiación del comercio. Desde este punto de vista, tanto las instituciones financieras internacionales como los organismos de crédito a la exportación tienen la posibilidad de ampliar su contribución para cubrir riesgos y proporcionar más liquidez mediante los instrumentos de los que ya se dispone. Por consiguiente, tal vez no sea necesario inventar nuevos instrumentos. Existen, y es necesario reforzarlos. Pero para ello será preciso que las autoridades públicas intervengan y les den mayor respaldo.

El mercado estima actualmente la falta de liquidez para financiar el comercio en unos 25.000 millones de dólares. Se trata por supuesto de una suma considerable, pero no exorbitante en comparación con las cantidades que los bancos centrales han estimado necesario aportar a los mercados financieros y bancarios en los últimos dos meses. Los bancos privados consideran que esta falta de liquidez podría colmarse con razonable facilidad mediante un aumento de las asociaciones basadas en el reparto de responsabilidades con instituciones financieras internacionales y organismos de crédito a la exportación en la medida en que los programas de seguros y de financiación del comercio de esas instituciones cuenten con el respaldo de quienes son propietarios de su capital; es decir, de ustedes: los gobiernos Miembros.

Una segunda tarea, que es preciso considerar a mediano plazo, consiste en mejorar los mecanismos de comunicación de informaciones, las técnicas de evaluación del riesgo y la recopilación de datos sobre la financiación del comercio. Con ello se ampliaría el alcance de la colaboración en la esfera de la financiación del comercio entre los bancos privados y entre ellos y las entidades del sector público como las instituciones financieras internacionales y los organismos de crédito a la exportación. Hemos conocido esta mañana algunas propuestas concretas sobre la forma de avanzar respecto de estas cuestiones. Naturalmente, no se trata de una tarea de la OMC; pero tenemos algo que aportar, a mi juicio, y seguiremos trabajando con los diversos protagonistas en relación con estas cuestiones.

El costo de estas medidas y actividades no es exagerado. El mercado de financiación del comercio es uno de los sectores más sólidos de la actividad bancaria y de seguros y tiene un importante efecto multiplicador en el comercio. En momentos de desaceleración de los intercambios comerciales y del crecimiento económico, la inversión de recursos destinados a mantener las corrientes de financiación del comercio desempeña una función decisiva. Basta comparar ese costo con el de la pasividad. Los países más vulnerables a la escasez de financiación del comercio son las economías de mercado emergentes con las que estamos contando para mantener el crecimiento comercial y económico ante la desaceleración que experimentan los países desarrollados.

Este es un mensaje útil para los dirigentes mundiales que se reunirán en Washington el 15 de noviembre.

Hay una desaceleración de la economía mundial y asistimos a una disminución de los intercambios comerciales. Si no se resuelve la cuestión de la financiación del comercio, corremos el peligro de agravar aún más esa espiral descendente. La desaceleración de la economía mundial, ya se le dé en algunas partes el nombre de recesión o se hable en otros de depresión, durará algún tiempo y afectará a todos los países. No podemos decir simplemente que la mundialización favorece a las economías emergentes cuando aumenta la demanda mundial de las economías desarrolladas y que no se dejará sentir ningún efecto cuando esa demanda descienda. En el plano nacional habrá más riesgos, más pérdidas de empleos y más quiebras. Habrá inevitablemente una demanda de redes de protección más amplia y de mayor seguridad, lo que es legítimo, pero también de medidas proteccionistas.

El mensaje político que los Miembros de la OMC deben enviar, tanto dentro del sistema multilateral de comercio como fuera de él, es que la OMC está dispuesta a asumir este desafío con un firme sentido de responsabilidad colectiva y solidaridad. Los Miembros deben resistirse a las peticiones de medidas proteccionistas. En un mundo globalizado, la medida proteccionista de uno es la oportunidad perdida de otro. Y con el proteccionismo de todos —el tipo de “egoísmo nacional” que vimos en el decenio de 1930— lo que podemos conseguir es una contracción grave del comercio internacional, la reducción del crecimiento y el aumento del desempleo, es decir, una vuelta a la situación que vivimos en aquel decenio, como se hizo patente en las crisis financieras de Asia y de América Latina del decenio de 1990. Los gobiernos comprendieron que los mercados abiertos eran parte de la solución y no del problema, y las disciplinas del GATT/OMC ayudaron en aquel momento a resistir a las peticiones de restringir el comercio.

El segundo mensaje, desde luego, es la necesidad de oponerse al caos financiero mediante una mayor apertura del comercio en forma organizada, regulada y equilibrada, por medio de la Ronda de Doha. Mientras los países se esfuerzan por diseñar normas financieras mundiales, podrían enviar una señal positiva regulando mejor el comercio internacional mediante la conclusión de la Ronda de Doha.

Después de siete años de negociaciones, hemos recorrido un largo camino en nuestro empeño colectivo. Mi impresión es que no estamos tan lejos de nuestra meta de concluir la Ronda, por más que nos queden algunos huesos duros de roer, en particular en lo que respecta a las modalidades de la agricultura y los productos industriales, que representarían un paso decisivo para el broche final de Doha. Tengo la impresión de que podemos lograrlas en esas dos esferas hacia el final del año. Sigo pensando que se trata de algo viable y que probablemente es más deseable aún ahora que hace un año. Pero ahora tenemos que hacerlo. El modo de alcanzarlo es perfectamente conocido: la vieja y excelente receta de acumulación progresiva, transparencia y no exclusión. Pero, por encima de todo, el deseo común de atenuar los efectos que tiene en los pueblos el grave deterioro de su situación económica, y por lo tanto de su situación social.

Declaración final

Quiero referirme únicamente a algunos de los aspectos que se han planteado, aunque abordaremos más tarde varios de ellos.

En primer lugar, no tengo intención de asistir a la reunión del 15 de noviembre en Washington, lo que no significa que esa reunión no deba enviar una señal firme sobre el comercio, la Ronda y la financiación del comercio. Hay otras maneras de estar presente distintas de la presencia física, y estamos haciendo intensos esfuerzos en ese sentido con nuestros amigos del G-20.

En segundo lugar, la reunión de esta mañana no era una reunión con los Miembros. Se trataba de una reunión de carácter muy técnico con especialistas. Y si hay —y entiendo que hay— mensajes para las instituciones financieras internacionales, he indicado en mi introducción que esas instituciones financieras internacionales están dirigidas por sus miembros, como la OMC. Por tanto, los Miembros aquí presentes disponen de todos los canales con que cuentan los miembros de esas instituciones financieras internacionales para orientar sus actividades en una u otra dirección. Lo que podemos hacer en la OMC es complementar lo que hacen los Miembros, aumentar la sensibilización, señalar un tanto estas cuestiones a la atención pública pero, en última instancia, las instituciones financieras internacionales adoptarán las decisiones que adopten sus consejos de administración, y ustedes son los integrantes de esos consejos.

En tercer lugar, con respecto al debate general sobre la apertura y la regulación del comercio sin apartarme de mi neutralidad que confío en que sea bien conocida— conviene que establezcamos, al menos intelectualmente, una diferencia entre abrir o no abrir, por un lado, y regular o no regular, por otro. Es posible abrir y regular los mercados, abrirlos y desregularlos, cerrarlos y regularlos y cerrarlos y desregularlos. Una cosa es la apertura del comercio, y otra regular los sectores que se han abierto de manera que los operadores nacionales y los operadores extranjeros sean tratados del mismo modo. Así es que, al menos a efectos de la argumentación intelectual, pienso que deberían distinguirse esas dos nociones.

Por último, nuestra relación con el Banco de Pagos Internacionales en esta esfera no es una relación con el BPI en cuanto Banco Central de los Bancos Centrales, lo que éste no es desde el punto de vista financiero. Desde el punto de vista financiero, el BPI es una cámara de compensación para los Bancos Centrales, no el Banco Central de los Bancos Centrales, como si hubiera una especie de prestamista de última instancia por encima de los Bancos Centrales que pudiera proporcionar más financiación. Nuestra relación con el BPI es una relación con la constelación del BPI, que es el BPI en su calidad de regulador, especialmente con la norma Basilea II, y esta cuestión será objeto de seguimiento como lo serán otras que tratará el equipo de trabajo en la próxima reunión del Grupo de Trabajo sobre Comercio, Deuda y Finanzas. Esta cuestión concreta figura en el orden del día de la reunión del Grupo de Trabajo, que es el órgano encargado del seguimiento de la labor del equipo de trabajo interno que he creado. No obstante, estoy enteramente dispuesto a hacer algo parecido a exámenes periódicos de la situación en el marco del mandato que he impartido al equipo de trabajo interno, a partir, por cierto, de la próxima reunión del Consejo General.

 

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