OMC: NOTICIAS 2016

ÓRGANO DE APELACIÓN


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En palabras de uno de sus compañeros Miembros del Órgano de Apelación, Julio era "el diplomático ideal". Era capaz de lidiar con una enorme variedad de cuestiones complejas, extrayendo los aspectos esenciales y centrándose en ellos, y solo se mostraba inflexible en las batallas que eran verdaderamente importantes. Tenía un don especial para propiciar el consenso en los grupos. A veces lo lograba haciendo que los participantes se pusieran de acuerdo entre ellos. Otras, escuchaba y guiaba el debate hasta que, transcurrido un tiempo que consideraba razonable, anunciaba: "No veo objeciones, de modo que concluyo que todas las delegaciones convienen en adoptar el texto. Así queda decidido." El sistema de solución de diferencias de la OMC tal como lo conocemos no existiría de no haber sido por su firme liderazgo y su compromiso con el sistema multilateral de comercio.

En 1995, tras presidir las negociaciones de la Ronda Uruguay relativas a la solución de diferencias y sancionar con un golpe de mazo el texto del Entendimiento sobre Solución de Diferencias, Julio fue designado por el recién constituido Órgano de Solución de Diferencias como uno de los siete Miembros iniciales del Órgano de Apelación. Hasta hoy, es el único Miembro del Órgano de Apelación propuesto por un Miembro de la OMC del que no era nacional (el Canadá). En aquella época, debido a su vasta experiencia en el ámbito del derecho y la política comercial internacional, los demás Miembros del Órgano de Apelación lo consideraban una leyenda viva del GATT, y su elección como primer Presidente del Órgano de Apelación por unanimidad fue algo natural. Sus colegas se nutrían a menudo de sus profundos conocimientos y su amplia experiencia en relación con el GATT y la OMC, y apreciaban su constante capacidad de ofrecer observaciones penetrantes sobre las repercusiones de las resoluciones e interpretaciones del Órgano de Apelación, no solo a nivel jurídico, sino también en el plano práctico y sistémico. Sin duda, su actuación como Presidente del Órgano de Apelación durante sus dos primeros años de existencia fue decisiva para modelar la institución en sus albores y contribuyó de forma notable al prestigio de que hoy goza el Órgano de Apelación en la OMC.

Pese a sus innumerables logros, Julio era una persona sumamente humilde, afable y abierta. Todos los que lo conocieron saben de su gran afición por el tenis, deporte que practicaba y también disfrutaba como espectador. Siguió jugando hasta después de cumplir los noventa, y durante muchos años fue un asiduo asistente de los torneos Roland Garros y Wimbledon. Echaremos de menos a Julio, pero su legado perdurará. Que en paz descanse.

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