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La OMC tiene por delante un futuro muy prometedor. (Esta afirmación se basa en un convencimiento).

En el noroeste de España se encuentra la catedral de Santiago de Compostela, un lugar sagrado, destino de peregrinación. Los peregrinos recorren una distancia de entre 300 y 800 km. 

En los últimos 75 años, la política comercial ha sido una peregrinación, en cierto modo como hacer el camino hacia la catedral de Santiago de Compostela. En el caso del comercio, nuestra catedral — a la que aún no hemos llegado— es el comercio libre y equitativo, esto es, la eliminación de todos los obstáculos al comercio en las fronteras nacionales. 

La ruta más difícil para llegar a Santiago de Compostela es el Camino Primitivo. Según una descripción encontrada en Internet, esta "ruta es una continua sucesión de subidas y bajadas por senderos forestales, caminos de tierra, veredas pedregosas y, esporádicamente, calzadas asfaltadas. Para emprender viaje por el Camino Primitivo, se recomienda al menos cierta preparación física previa".

En la política comercial, hemos recorrido un Camino Primitivo virtual, que ha consistido en la progresiva reducción de los niveles arancelarios aplicados en 1930. Para ello, primero se concertaron acuerdos bilaterales de liberalización del comercio, a continuación se creó el GATT y posteriormente se suprimieron los obstáculos no arancelarios a través de acuerdos plurilaterales, nuevas normas y, por último, el establecimiento de instituciones en el marco de la OMC y sus Acuerdos. 

No hemos logrado llegar hasta la catedral, destino que en el caso del comercio es inalcanzable. Nuestra catedral es un mercado único, como el de la UE o los Estados Unidos, solo que a nivel mundial. Pero sí hemos recorrido un trecho considerable del camino hacia ese "patrón oro" del comercio.  

Que yo sepa, nadie considera digno de mérito dar media vuelta mucho antes de llegar a Santiago de Compostela y emprender el arduo Camino Primitivo en sentido contrario. Retroceder, volver sobre nuestros pasos, no es aceptable, sea cual sea la distancia.   

Yo creo firmemente en la trama de la historia, que avanza inexorable, ineludible e inevitablemente hacia un comercio más libre y equitativo. Habrá desvíos, habrá aberraciones, a veces importantes, pero los intereses nacionales requerirán un conjunto de normas sólido en el marco de la Organización Mundial del Comercio.

No obstante, conviene hacer una advertencia: la trama de la historia no es nada fiable a corto plazo, y es necesario un ingente esfuerzo para seguirla fielmente.

Así pues, ¿qué hacer para avanzar?

  1. Los Miembros y la Secretaría de la OMC deben aumentar la transparencia en lo que se refiere a todos los obstáculos y distorsiones al comercio. Con ello quiero decir que todo el mundo ha de tener claras las verdaderas razones por las que el comercio fluye o no fluye.
  2. Los Miembros y la Secretaría de la OMC deben entender mejor los intereses y las preocupaciones de cada uno de los Miembros de la OMC.
  3. Los Miembros deben respetar en mayor medida las obligaciones contraídas en el marco de la OMC.
  4. Todo esto que acabo de mencionar debe servir para fortalecer la confianza, sin la cual las nuevas negociaciones no culminarán con éxito
  5. Para avanzar, por supuesto, es indispensable la voluntad política.

El sistema mundial de comercio se estableció sobre la base de contribuciones netas, dicho de otro modo, yendo más allá de intercambios recíprocos basados en el principio de "Reduciré mis aranceles si reduces los tuyos".  Es necesario que los Miembros inviertan en el sistema de comercio en sí, cuestión en la que creo que los Gobiernos de los países Miembros vuelven a centrar su atención. 

También el sector privado, las empresas y las ONG deben invertir más en el sistema de comercio. 

Con estas medidas, el sistema mundial de comercio puede llegar a encontrarse en un lugar mejor.

En la actualidad, el sistema mundial de comercio está sometido a grandes tensiones, como no veíamos desde principios del decenio de 1930. Pero de una crisis pueden derivarse resultados positivos:

  • Los aranceles de 1930 dieron lugar, en 1934, al programa de acuerdos comerciales recíprocos de los Estados Unidos.
  • La Segunda Guerra Mundial dio lugar a los acuerdos de Bretton Woods, a la Organización Internacional de Comercio (OIC), y después al GATT y la OMC.
  • Un arancel del 10% aplicado unilateralmente por los Estados Unidos a las importaciones en 1971 originó el movimiento conducente al actual sistema monetario internacional de tipos de cambio flotantes y a los Acuerdos de la Ronda de Tokio sobre los obstáculos no arancelarios: el Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio, el Acuerdo sobre Contratación Pública y el Acuerdo sobre Valoración en Aduana.

Vivimos tiempos de "fermentación". El diccionario propone como sinónimo de este término "alteración", pero también "avivamiento". Y parece que ambos fenómenos se están produciendo. La fermentación puede dar lugar a la producción de un buen vino. Ahora bien, si el proceso no se realiza como es debido, se obtiene vinagre. Para los Miembros de la OMC, el desafío consiste en producir al menos un vino de mesa aceptable. 

Nuestra generación tiene la responsabilidad de dejarles un sistema mundial de comercio mejor que el que nosotros heredamos. Estoy convencido de que todos los que participan en este programa que están asociados a la OMC suscriben esa obligación.

Pero corresponderá a su generación:

  • conseguir que el comercio sea más libre y equitativo,
  • conseguir que el comercio sea todavía más inclusivo,
  • velar por que los beneficios estén más repartidos y los costos se distribuyan más equitativamente,
  • hacer aún más por el planeta: por el aire, el agua y la tierra,
  • gestionar los nuevos adelantos tecnológicos, y
  • dejar a las generaciones siguientes un sistema multilateral de comercio mejor que el que ustedes hereden.

El objetivo de la vida, de nuestras vidas y las de ustedes, es cambiar las cosas.

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