DIRECTOR GENERAL ADJUNTO ALAN WM. WOLFF

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La tecnología sigue reduciendo los obstáculos físicos a la circulación de mercancías, servicios e ideas a través de las fronteras.  El puerto de Rotterdam es un claro ejemplo de las soluciones que ya se han encontrado para problemas logísticos complejos.  El éxito en este caso está respaldado por un sistema multilateral de comercio en gran parte invisible.   Si no fuera por el sistema multilateral de comercio, es muy poco probable que el crecimiento sin precedentes del comercio y la economía mundial registraría cifras tan excepcionalmente positivas como las alcanzadas hasta la fecha.  Los aranceles serían mucho más elevados, los contingentes de importación serían moneda corriente, la discriminación sería generalizada, las normas de productos asfixiarían el comercio y cualquier diferencia podría acarrear el riesgo de medidas de retorsión y contrarretorsión.  Sin el sistema multilateral de comercio, los acuerdos bilaterales y regionales habrían creado un paliativo, al reducir algunos aranceles entre grupos de interlocutores comerciales y establecer algunas normas, pero también generarían una maraña de prescripciones en materia de contenido regional que podrían convertir el transporte transfronterizo de mercancías en una pesadilla.  La actividad económica no sería si no una pequeña parte de lo que es hoy.

Quienes forjaron el mundo de las relaciones internacionales tras la Segunda Guerra Mundial, escarmentados por el rotundo fracaso del intento de utilizar medios económicos para asegurar una paz duradera después de la Primera Guerra Mundial, fundaron las instituciones financieras internacionales de Bretton Woods y se comprometieron a crear un sistema multilateral de comercio.  Es fácil no ser conscientes de lo extraordinario que fue este logro, que ahora pasa desapercibido, pero fue notable.  Fueron necesarios casi cuatro milenios desde las primeras leyes conservadas que regulaban el comercio internacional, incisas en una estela de basalto negro en el antiguo reino de Babilonia, para alcanzar esta fase en la evolución económica humana, caracterizada por la creación de un único conjunto de normas que actualmente rige el 95% del comercio mundial, incluso con las nuevas restricciones que aparecen en los titulares actuales.

Con un enfoque multilateral, el comercio mundial debe ser regulado para todos los que se han comprometido a respetar un conjunto de preceptos comunes, y todos los que suscriben esos preceptos salen beneficiados.  Después de que en 1947 no se lograra crear una organización internacional de comercio como institución, en 1995, medio siglo después, se creó la OMC para administrar el sistema.  Hasta la fecha, 164 países se han adherido a la OMC y ninguno la ha abandonado.  Bajo los auspicios de la OMC durante estos últimos 24 años, y gracias a los avances en el ámbito del transporte, facilitados por la adopción de normas comunes, como en el caso de los contenedores de acero, el valor de las corrientes de comercio mundial se ha cuadruplicado y la economía mundial casi se ha triplicado.   

El sistema multilateral de comercio en peligro

Lo que se ha creado tiene un valor inestimable. Sin embargo, en muchos medios se manifiestan sentimientos cada vez más negativos sobre el comercio.   Pocos saben lo importante que es el sistema multilateral de comercio para ellos, y muchos de los que saben de la existencia de la OMC, ahora tienden a centrarse en sus deficiencias y no en sus logros.  Eso puede ser útil, hasta cierto punto, porque la complacencia sería más peligrosa para el sistema mundial de comercio que unas críticas bien fundamentadas.  Sin embargo, es preciso hacer una advertencia importante: es poco probable que el progreso surja del hastío o la desesperación.  Estos tiempos requieren intensificar el liderazgo y los esfuerzos de cooperación.

Hubo varias señales de peligro que deberían haber servido como una llamada de alerta.  En 2017, los Estados Unidos se retiraron del Acuerdo de Asociación Transpacífico antes de que el pacto entrara en vigor.  Actualmente, los dos mayores socios comerciales del mundo están intercambiando amenazas arancelarias a través del Océano Pacífico.  La alianza de la posguerra con los Estados Unidos que sustenta el orden internacional que creó se vio sometida a una presión adicional debido al alza de los aranceles relacionados con el comercio del acero y el aluminio.  Por otra parte, tras un infructuoso decenio, aún no se ha establecido un acuerdo bilateral que una los litorales del Atlántico para facilitar el comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos.  Además de todas estas preocupaciones, todavía no está claro cuán ancho será el Canal de la Mancha después del Brexit, y la situación todavía incierta de la frontera irlandesa, hoy en día prácticamente invisible, es igualmente preocupante. 

Reforma de la OMC

Es imposible negar que la propia OMC está en crisis.  Estamos en un momento de tensión extraordinaria.  Dicho esto, es aún más un momento de oportunidades para el sistema multilateral de comercio.  Recientemente, en el último año y medio, ha quedado claro para los gobiernos de casi todos los países comerciantes que es necesario cambiar el sistema y adaptarlo a las circunstancias actuales.  Así lo manifestaron los líderes del G 20 (1) cuando declararon lo siguiente el 1º de diciembre de 2018, en Buenos Aires:

Reconocemos el aporte que el sistema de comercio multilateral ha realizado. Actualmente, el sistema no está cumpliendo sus objetivos, y existen posibilidades de mejora.  Por lo tanto, respaldamos la reforma necesaria de la OMC para mejorar su funcionamiento. Revisaremos el avance en tal sentido en nuestra próxima Cumbre.  

Falta poco más de un mes para la próxima Cumbre de Líderes del G 20, que se celebrará en el Japón.  Puesto que hasta la fecha los líderes del G 20 no han proporcionado más orientaciones sobre la naturaleza de las reformas necesarias, corresponde a los Miembros de la OMC marcar el rumbo a seguir.  Los retos que esto plantea pueden beneficiarse de la aplicación del enfoque que Abraham Lincoln expuso en su discurso ante la Convención Republicana de Illinois, el 16 de junio de 1858:

Si pudiéramos saber primero en dónde estamos y a dónde nos dirigimos, podríamos juzgar mejor qué hacer y cómo hacerlo. 

El impulso para la reforma de la OMC

Si bien antes de que entrara en funciones la nueva administración estadounidense el 20 de enero de 2017 ya había numerosos problemas por resolver, la actual sensación de crisis —que, es importante destacar, también crea grandes oportunidades para lograr cambios positivos— tiene su origen en las medidas adoptadas por el Gobierno de los Estados Unidos que fue elegido en noviembre de 2016.  Alejándose de la postura de las 13 administraciones anteriores, este gobierno no abrazó el multilateralismo y anunció que prefería concluir acuerdos bilaterales.  Se quejó de la falta de acción de la OMC ante los problemas que había señalado en los últimos 15 años con respecto a la solución de diferencias y bloqueó los nombramientos para el Órgano de Apelación del sistema de solución de diferencias de la OMC, lo que llevaría, si no se encontraban soluciones, a su extinción.  Invocó la excepción por motivos de seguridad nacional a las normas para aplicar aranceles a todas las importaciones de acero y aluminio procedentes de todas las fuentes, aliados y “competidores estratégicos” por igual.  Anunció una política de reequilibrio de las relaciones comerciales, moderada como terminó ocurriendo con Corea, México y el Canadá, y más radical con China.  Los Estados Unidos afirmaron que estas medidas eran en realidad reacciones a problemas causados por otros y, en su opinión, eran razonables dadas las circunstancias.  Otros Miembros de la OMC expresaron su desacuerdo tanto con la táctica como con las cuestiones de fondo.

Ya había otros indicios de que las cosas no iban bien en el sistema multilateral de comercio.  Después de que en 2008 no se pudieron concluir las negociaciones del Programa de Doha para el Desarrollo, los esfuerzos de los gobiernos destinados a concertar acuerdos comerciales bilaterales eclipsaron los encaminados a promover un programa multilateral.  Los Miembros afirmaron que los acuerdos comerciales regionales eran un camino elegido por defecto ya que el progreso multilateral se había estancado.  Los Estados Unidos en realidad llegaron tarde al intento de aplicar una política de bilateralismo.  La están aplicando ahora. 

Sin embargo, había otros factores importantes en juego.  La participación en el comercio mundial había cambiado radicalmente desde la creación de la OMC.  El centro político se había desplazado.  El auge del populismo y el nacionalismo erradicaron el deseo de liberalizar el comercio.  El último intento de liberalización del comercio de mercancías, el desafortunado proyecto de Acuerdo sobre Bienes Ambientales, fracasó debido a la falta de suficiente interés mutuo por salvar las diferencias restantes en las percepciones del equilibrio de intereses.  Lo mismo sucedió con los productos agropecuarios.  Y el examen de la cobertura del Acuerdo sobre Tecnología de la Información, que estaba previsto para 2018 (con miras a su ampliación), no se llevó a cabo.

Quizá de mayor importancia, un nuevo elemento en la lista de fuentes de causas de incertidumbre en el sistema de comercio, es que la moratoria de dos años relativa a la imposición de derechos de aduana a las transmisiones electrónicas podría no ser renovada.  En el mundo moderno del comercio electrónico, la imposición de derechos de aduana sobre el contenido de los flujos de datos transfronterizos podría ser catastrófica.  El margen normativo de que disponen los gobiernos nacionales significa la ausencia de cobertura de un acuerdo internacional, lo cual puede ser saludable en muchos aspectos, pero en ciertos casos puede ser letal para la economía mundial.

Por supuesto, estas no son todas las razones por las que el progreso multilateral parece haberse estancado.  Observadores informados señalaron que el sistema de convoyes, el enfoque del “todo único” por el que el conjunto de los 164 Miembros de la OMC avanzan en un frente amplio, no podía mantenerse.  No existía suficiente acuerdo con respecto a la dirección. 

También podría haber divergencias entre los Miembros de la OMC en cuanto a la finalidad fundamental de participar en la OMC.  ¿Está aumentando la Organización las oportunidades comerciales que permiten mejorar las condiciones económicas para todos, incluidos los países en desarrollo?  ¿O es que el desarrollo se estimula mejor a través de una mayor diferenciación de las obligaciones y beneficios entre los que se reconocen como plenamente industrializados y los que determinan por sí mismos que no lo son?  Este tema ha comenzado a abordarse en un debate abierto centrado en la cuestión de qué países merecen un “trato especial y diferenciado”, lo que implica que sean tratados mejor que otros.  (No se debate acerca de si los países menos adelantados merecen un trato favorable).  Según se prevé este debate de política no se resolverá pronto.

Además, la OMC tiene que mantenerse al día de los avances tecnológicos que afectan al comercio, debe responder al llamamiento de inclusión, ofreciendo oportunidades independientemente del tamaño de las entidades que participan en el comercio, y valorar mejor si los beneficios del comercio se extienden adecuadamente a las mujeres.

Hay un factor que complica la situación:  el liderazgo ya no se concentra en manos de los Estados Unidos, como había ocurrido durante 70 años, como principal defensor del multilateralismo. 

Dirección de la reforma (en palabras de Lincoln: a dónde nos dirigimos)

Muchos Miembros de la OMC, cuando se reunieron con motivo de la Undécima Conferencia Ministerial de la OMC en Buenos Aires en diciembre de 2017, solicitaron reformas o adoptaron medidas concretas para avanzar en el camino de la reforma en esa reunión:

  • El Representante de los Estados Unidos para la Cuestiones Comerciales Internacionales, tras manifestar su apoyo a la OMC, expuso una serie de críticas: que no debía permitirse que el litigio se convirtiera en un sustituto de la negociación, que no todos los que alegaban ser países en desarrollo podían hacerlo válidamente y que los países tenían que cumplir sus obligaciones de notificar las medidas que afectaban al comercio si el sistema tenía que funcionar. 
  • Miembros que representaban una parte importante del comercio mundial establecieron iniciativas conjuntas para estudiar qué normas comerciales podrían ser necesarias para regular el comercio electrónico, la inversión para el desarrollo y la reglamentación nacional de los servicios, así como la manera de mejorar la participación de las pequeñas y medianas empresas y las mujeres en el comercio mundial.
  • . Tres Miembros comerciales importantes —los Estados Unidos, el Japón y la Unión Europea— declararon que presentarían una serie de propuestas concretas relacionadas con la transparencia (cumplimiento de las obligaciones de notificación), las disciplinas sobre las subvenciones a la industria, especialmente las que provocan un exceso de capacidad, la competencia comercial de las empresas de propiedad estatal, la transferencia forzosa de tecnología y las prescripciones en materia de contenido nacional.

De momento, se han presentado propuestas, en particular sobre la solución de diferencias, la transparencia y la diferenciación entre los países que se consideran en desarrollo y, en el marco de las iniciativas conjuntas (los acuerdos plurilaterales abiertos), acompañadas de activas negociaciones en curso sobre el comercio electrónico y la inversión.  Muchos Miembros también están tratando de resolver el estancamiento en el Órgano de Apelación.  En pocas palabras, la reforma se ha convertido en un tema omnipresente en la OMC.

Qué hacer y cómo hacerlo

La OMC es una organización internacional y no supranacional.  Para cumplir su misión —facilitar el comercio— tiene que contar con algunas capacidades básicas.  La misma palabra “organización” implica garantizar el orden.  El orden requiere gobernanza, decidir quién hará qué.  Hay tres aspectos de la gobernanza que son pertinentes para la OMC:   

  • un ejecutivo que funcione, para presentar propuestas, asegurar la vigilancia, y ejercer presión para que se cumplan los compromisos contraídos;
  • la capacidad de elaborar normas, que es una función legislativa, y
  • un medio para la solución de diferencias.

Se necesitan propuestas en relación con cada una de estas esferas para crear una OMC más eficaz.  Podría argumentarse que esto puede lograrse mediante una evolución gradual, pero el tiempo es un lujo que el comercio mundial no tiene.  Si el multilateralismo no ofrece respuestas, se encontrarán, y de hecho ya se están encontrando, alternativas unilaterales, bilaterales y regionales.  Cada uno de estos caminos distan de ser óptimos, y algunos pueden ser directamente perjudiciales, al entrañar el intercambio de concesiones que, más que crear comercio, lo desvían y, en algunos casos, la inclusión de disposiciones que no tienen ninguna posibilidad de ser adoptadas a nivel multilateral en el futuro.   Si el esfuerzo de negociación comercial es demasiado disperso, desordenado e incompleto, el impulso generado para lograr una mejor estructura para el comercio mundial se disipará y el comercio mundial se ralentizará y, tal vez, se reducirá.  Es un alto costo que pagar por un esfuerzo de reforma deficiente, que es a la vez demasiado superficial e insuficientemente amplio.

Reformas para mejorar las funciones ejecutivas de la OMC

No hay ninguna disposición en la OMC relativa a sus funciones ejecutivas.   Los representantes permanentes de los Miembros de la OMC suelen ejercer la presidencia de los comités permanentes y los comités de negociación por un año u otro período relativamente breve.   La forma en que abordan esta tarea varía.  Algunos están claramente orientados a los resultados y hacen todo lo posible por impulsar a los Miembros a llegar a una conclusión positiva.  Otros pueden considerar que su posición es más neutral y aseguran fundamentalmente que los Miembros tengan la oportunidad de expresar sus opiniones. No hay orientaciones claras sobre el ámbito de sus facultades.  En la cima de la pirámide de los comités está el Consejo General, en cuyas reuniones no suele haber una intervención abierta del Presidente, cargo que se ostenta solo durante un año por vez.

La Secretaría también tiene un mandato muy limitado (por ejemplo, el de intervenir en las distintas etapas de la solución de diferencias para facilitar ese proceso, proponer a los integrantes de grupos especiales, u ofrecer sus buenos oficios para la conciliación).

En el aspecto formal, la Secretaría no presenta propuestas, no vigila el cumplimiento y nunca recomienda a ningún órgano de la OMC que se rectifique el incumplimiento de un Miembro.  Secretaría prestará apoyo técnico y logístico a los presidentes de los comités según la costumbre y a petición de cualquier Miembro.  Es mucho más pasiva que sus homólogas en organizaciones similares, como el Banco Mundial, el Fondo o la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).  Habría que examinar cuál debería ser el papel apropiado de la Secretaría en el futuro.

Reformar un proceso disfuncional de elaboración de normas

El proceso legislativo de la OMC se ha atrofiado, al menos por lo que se refiere a la participación teórica del 100% en la creación y adopción de amplios conjuntos de nuevas normas. Ha habido algunas excepciones extraordinarias: la ampliación de la cobertura del Acuerdo sobre Tecnología de la Información (del que todos se benefician, pero no asumen las obligaciones), una prohibición de las subvenciones a la exportación y el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio (con su aplicación a diferentes velocidades).  En cuanto a los acuerdos proyectados, solo hay un acuerdo que todos se comprometieron a lograr: la limitación de las subvenciones a la pesca. Se está realizando un gran esfuerzo para asegurar que se llegue a un acuerdo antes de diciembre de este año.  No está prevista ninguna nueva ronda general de negociaciones comerciales que abarque múltiples esferas, y no hay indicios de que se volverá a llevar a cabo una actividad de este tipo a amplia escala. 

La naturaleza - y un número considerable de Miembros de la OMC_ aborrece el vacío y este se está colmándo en gran medida con las iniciativas conjuntas anunciadas en Buenos Aires en diciembre de 2017, esto es, con debates plurilaterales abiertos que conducen a negociaciones.  Dos de estos se encuentran en una fase avanzada, los relativos al comercio electrónico y a la inversión, y prometen mucho. 

Las vinculaciones que dan lugar a un veto absoluto pueden ser cosa del pasado.  Poco puede avanzar una organización bajo la consigna de que primero hay que resolver los problemas del país propio antes de abordar los de los demás.  Todos los que deseen sumarse al esfuerzo común son bienvenidos.  Queda por ver cómo encajará esto con el principio de la nación más favorecida, la piedra angular de la OMC y el GATT, a medida que las negociaciones se acerquen a una conclusión.  

Reforma del sistema de solución de diferencias de la OMC

A fin de garantizar la coherencia de los resultados y corregir los errores graves, la inclusión en el sistema de solución de diferencias de la OMC de una función de apelación es muy importante.

Con el proceso de apelación aparentemente en vías de extinción, estamos ante la crisis más evidente del sistema multilateral de comercio.  El olvido llegará en cámara lenta durante un año o más a partir de este mes de diciembre.  ¿Por qué?  Aunque los mandatos de dos de los tres Miembros restantes terminan el 11 de diciembre de este año, si se siguen los procedimientos vigentes, los Miembros actuales pueden seguir trabajando en los casos de los que estén ocupándose cuando sus mandatos terminen.  Sin embargo, no podrán interponerse nuevas apelaciones después del 11 de diciembre de 2019.

Los Estados Unidos han descrito con lujo de detalles la mayoría de lo que consideran fallos en los dictámenes del Órgano de Apelación en el marco de los procedimientos en curso y a lo largo de los últimos 15 años.  No han presentado una propuesta de solución para desbloquear los nombramientos de los nuevos Miembros del Órgano de Apelación.  Es importante señalar que han declarado que desean volver a lo que, en su opinión, se negoció en 1995, cuando el Órgano de Apelación entró en funciones. Un número considerable de Miembros está profundamente empeñado en la búsqueda de una solución y este proceso está siendo facilitado por un negociador de la OMC experimentado y hábil, el Embajador David Walker de Nueva Zelandia, quien, no casualmente, ha sido elegido recientemente Presidente del Órgano de Solución de Diferencias.

Se trata de un proceso por el que se intenta reducir el desfase entre conceptos básicos respecto del papel que debería cumplir el Órgano de Apelación: la elaboración de normas (como es el caso del Tribunal de Justicia Europeo o el Tribunal Supremo de los Estados Unidos) o un órgano que solo formule constataciones que ayuden en la resolución de una diferencia y remita su opinión a los Miembros reunidos como el Órgano de Solución de Diferencias (OSD) para que tomen las disposiciones necesarias.  Según esta última formulación parece que el proceso sería en cierta medida político y no exclusivamente judicial, aun siendo una combinación de ambas cosas.  Esto sería así si no fuera por un factor: el OSD actúa por “consenso negativo”.  En la jerga, esto significaque todos deben estar de acuerdo en que no se adopte el informe del Órgano de Apelación, de lo contrario se adopta.  Dado que es poco probable que alguna vez el ganador en la etapa del grupo especial y quizás otros Miembros estén de acuerdo en sabotear un informe del Órgano de Apelación, la etapa del OSD consiste en la aplicación automática por el OSD de un sello de aprobación de todas las decisiones del Órgano de Apelación.  Aunque la mayoría de los Miembros están comprometidos con el mantenimiento del “consenso negativo”, queda el reto pendiente de convertir el OSD en un instrumento eficaz que desempeñe un papel de contrapeso frente a un proceso puramente judicial.   Esto es especialmente necesario si los aspectos legislativos de la OMC no pueden proporcionar un contrapeso. 

Considero que existen motivos políticos y jurídicos para solucionar el problema y rescatar el sistema de solución de diferencias de la OMC de una desaparición prematura.  Las alternativas, muchas de las cuales probablemente se pondrán en marcha el próximo año, no son buenas.  Una posibilidad que ya ha sido aceptada por dos partes en una diferencia, es acordar en el mandato de un grupo especial que en caso de que no se pueda interponer una apelación por no existir el Órgano de Apelación, entonces la determinación del grupo especial sea definitiva.  (Indonesia y Viet Nam lo han hecho en un caso reciente).  Hay otras opciones que han sido examinadas por miembros del mundo académico y abogados comerciales: variaciones entre recurrir a una etapa de arbitraje después de la decisión del grupo especial en la que las partes podrían convenir sobre una base ad hoc, o en una forma más institucionalizada que abarcará las controversias entre las partes que acepten un nuevo régimen.  Sin embargo, en los casos en los que no haya acuerdo, algunos podrían recurrir a “tomarse la justicia por su mano”, es decir, a la imposición unilateral de medidas de retorsión (lo que sería incompatible con la OMC).  Ya no existiría la certeza, la coherencia de la interpretación, y una forma razonable de corregir errores atroces de los grupos especiales, por muy raros que estos sean.

La reforma y el impacto de las nuevas tecnologías

La era de los macrodatos y la aplicación de la inteligencia artificial se encuentra en sus primeras etapas.  Las empresas comerciales recogen una cantidad impresionante de información (hasta 30.000 datos sobre cada persona) con fines que suelen estar relacionados con la venta de productos de una manera específica.  Asimismo, hay usos más amplios por parte de los gobiernos y otros agregadores de datos con fines políticos y de otra índole, algunos de los cuales aún no se han concebido. 

Los redactores de los Acuerdos de la OMC sabían que una regulación eficaz de las medidas que afectan al comercio dependía de la disponibilidad de información precisa facilitada a través de notificaciones y ahora cada vez más a través de contranotificaciones, así como de la presentación de preocupaciones comerciales específicas y, en última instancia, a través de la solución de diferencias, si todo lo demás fallaba.  Este sistema funciona razonablemente bien en algunas esferas, por ejemplo con respecto a la notificación para formular observaciones sobre proyectos de normas.  Los datos así recopilados se ponen a disposición en la web a través del sistema e Ping.  Además, el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio contiene una cantidad impresionante de útiles enlaces a personas de contacto en los gobiernos que están disponibles en línea para proporcionar información que facilitará el comercio.  Gracias a las nuevas tecnologías, existirá, podrá recopilarse y se pondrá a disposición un mayor volumen de información.

Mucho más puede automatizarse.  No hay ninguna razón por la que una medida que tiene un efecto sustancial en el comercio (por ejemplo, el aumento de un arancel o la concesión de una subvención) no deba notificarse inmediatamente a la OMC cuando se promulgue.  La transparencia debería ser algo más que una obligación exigible.  Debería volverse instantánea.

Conclusión

En retrospectiva, quizá la principal amenaza actual para la OMC no sean las perturbaciones, sino la complacencia.  Permitir el deterioro de la cooperación internacional, no adaptar el sistema multilateral de comercio a la realidad actual y prepararlo para afrontar los desafíos futuros, podría causar una lenta atrofia del sistema multilateral de comercio, hasta que la fuerza del sistema ya no resista.  Este probablemente es el mayor peligro a más largo plazo.  También es un destino que es totalmente evitable, con energía y voluntad.

La OMC es imperfecta, pero puede y debe ser mejor.  No es una utopía.  No existe utopía para el comercio.  El G 20 ha dicho que el sistema se tiene que arreglar.  Ese mandato puede abordarse sin mucho entusiasmo, alcanzando algunos puntos álgidos, pero sin introducir las mejoras necesarias.  La oportunidad es ahora.  Es el momento de realizar un examen completo de la eficacia del sistema y subsanar sus deficiencias.

La reforma no debe ser ni será acometida en una nueva Carta de la OMC, en un solo paquete.  Es probable que sea un proceso continuo.  Para tener éxito se necesitará perseverancia y liderazgo, no solo de los principales países comerciales, sino de todos los Miembros.  Se necesitan aportaciones pragmáticas serias de todas las fuentes bien informadas, entre ellas antiguos ministros de comercio y profesionales, miembros del mundo académico y, no menos importante, del cuerpo de dedicados funcionarios internacionales que prestan y han prestado servicio anteriormente en la Secretaría de la OMC.

Los jóvenes de la antigua Atenas cuando cumplían 18 años hacían un juramento, que incluía, en parte, las palabras siguientes: “legaremos una ciudad aún más grande y esplendorosa que la que hemos recibido”.  El desafío para todos nosotros, como herederos del sistema multilateral de comercio, es dejarlo en un estado mejor del que estaba cuando lo recibimos.

Notas

  1. El grupo consta de 20 miembros: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y Unión Europea. Volver al texto

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