DIRECTOR GENERAL ADJUNTO ALAN WM. WOLFF

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Es un placer darles hoy la bienvenida a este simposio sobre el comercio en el sistema agroalimentario mundial. Tendrán ustedes la oportunidad de escuchar a expertos tanto de países desarrollados como de países en desarrollo hablar sobre los desafíos que afrontará el sector agropecuario en el futuro y sobre qué posibilidades hay de aumentar la capacidad de este sector para contribuir a alcanzar resultados sostenibles.

Este es el segundo simposio organizado en Ginebra que reúne a expertos de todo el mundo. El año pasado nuestros debates se centraron en el panorama del comercio mundial de productos agropecuarios. Los ponentes destacaron la diversidad de políticas existente entre los Miembros de la OMC e intercambiaron puntos de vista sobre cómo abordar los actuales desafíos en el sector agropecuario.

Este año el tema del simposio es el papel del comercio en los sistemas agroalimentarios mundiales. El objetivo de este evento es brindar a los Miembros de la OMC una oportunidad de reflexionar sobre las formas en que el comercio interactúa con otras partes del sistema agroalimentario y cómo puede desempeñar distintos papeles en función de las situaciones que quizá surjan en el futuro, en particular en lo relativo al cambio climático y la innovación digital en el sector.

Los medios de vida de más del 60% de los 7.700 millones de habitantes del mundo dependen de la agricultura. Por tanto, crear las condiciones necesarias para un sistema agroalimentario saludable y resiliente es indispensable para mejorar los ingresos de esas personas. La salud del sistema depende de las conexiones: las conexiones de los productores con los mercados, de los consumidores con sus productos preferidos, y de las regiones que tienen excedentes de producción con las regiones que tienen déficit de producción. Esto cobra cada vez mayor importancia allí donde se producen cambios en el clima y catástrofes naturales. El comercio, al acercar los mercados, los productores y los consumidores, desempeña una función cada vez más destacada en la creación de las condiciones necesarias para establecer sistemas agroalimentarios sostenibles a escala mundial.

El comercio de productos agropecuarios ha ido en aumento en el último decenio y la estructura del comercio ha evolucionado. Entre 2006 y 2016, las exportaciones de productos agropecuarios se incrementaron en un 70%, situándose el promedio de crecimiento anual en un 5%. Con la rápida expansión del comercio Sur-Sur, ha aumentado la participación de los países de ingreso medio y bajo en los mercados mundiales de productos agropecuarios. Según estimaciones de la FAO, la participación de las importaciones de países de ingreso medio y bajo procedentes de otros países de ingreso medio y bajo pasó del 41,9% en 2000 al 54,4% en 2015. En ese mismo período, las exportaciones siguieron una tendencia similar. En 2015, aproximadamente la mitad de las exportaciones de los países de ingreso medio y bajo tuvieron como destino otros países del "Sur".

No obstante, las pautas actuales del comercio puede entrañar riesgos para la seguridad alimentaria si los fenómenos meteorológicos extremos se convierten en la norma. Según han mostrado estudios realizados por la OCDE, por lo general, el comercio de productos agropecuarios parte de un pequeño número de exportadores, con destino a un gran número de importadores. En el caso del arroz y el trigo, por ejemplo, los cinco principales importadores representan conjuntamente menos del 30% de las importaciones mundiales. En cambio, las exportaciones de productos agropecuarios están, por lo general, muy concentradas, con el consiguiente riesgo de graves repercusiones en los mercados mundiales si los grandes exportadores se ven afectados por malas cosechas o introducen cambios sustanciales de política.

La función de la agricultura en nuestros países Miembros y en aquellos que desean adherirse a la OMC depende de las características específicas de cada país, como la densidad demográfica, el tamaño relativo de las poblaciones urbana y rural, y los niveles de ingresos, así como la base de recursos, en particular el agua y la tierra cultivable. Aunque, a causa de estas distintas condiciones, puede resultar difícil encontrar puntos de convergencia, es precisamente esa diversidad lo que impulsa un sistema alimentario mundial saludable.

El sistema agroalimentario está cambiando de manera espectacular, y se prevé que los cambios se aceleren en los años venideros. Los fenómenos meteorológicos extremos y una mayor probabilidad de brotes de plagas inesperados plantean desafíos a los productores agrícolas. Es necesario que los Gobiernos hagan frente a los desafíos ambientales graves, en particular la degradación del suelo y la escasez de agua, mejorando a la vez la seguridad alimentaria.

En cuanto a los aspectos positivos, las nuevas tecnologías innovadoras pueden ofrecer nuevas posibilidades a los agricultores para gestionar la producción y conectarse a los consumidores. Según un estudio, las mejoras en la productividad derivadas de la utilización de las TIC para promover el acceso a información sobre los precios en tiempo real en África se han traducido en un aumento de hasta el 36% de los ingresos para los agricultores de países como Kenya, Ghana, Uganda y Marruecos. La creciente adopción de las tecnologías de aprendizaje profundo, de visión por ordenador y de análisis predictivo aplicadas a la agricultura es un importante motor de crecimiento para los mercados en países como Australia, China, el Japón y la India.

El desafío consiste en asegurarse de que estas tecnologías se aprovechen para contribuir a mejorar la productividad en el sector agrícola, en el caso de los pequeños agricultores y en el de los agricultores con grandes explotaciones, en el de las mujeres y en el de los hombres, en el de las personas de edad y en el de los jóvenes.

Es necesario un sistema de comercio más abierto y con menos distorsiones para asegurarse de que el sistema agroalimentario pueda responder de manera eficaz a las perturbaciones. Pero el comercio solo es un elemento más en los complejos contextos de las políticas nacionales. Los Gobiernos, tomando en consideración su propio contexto económico y ambiental único, deben reunir un conjunto de políticas que permita al sector agroalimentario contribuir a la paz y la prosperidad. La adopción de conjuntos de políticas que comprendan políticas macroeconómicas coherentes, políticas en materia de nutrición, investigación y desarrollo, y servicios de extensión agrícola debe asegurar la resiliencia futura del sector.

El comercio crea oportunidades, y estas, en un entorno político propicio, pueden tener efectos positivos tanto para los productores como para los consumidores. Ahora bien, debemos permanecer atentos a las limitaciones que puedan dificultar a determinados grupos el acceso a las nuevas oportunidades. Pese a los rápidos cambios tecnológicos, para los pequeños agricultores puede representar un gran esfuerzo conectarse a los mercados por numerosas razones, entre ellas, una infraestructura deficiente, la imposibilidad de adoptar nuevas tecnologías a causa de una formación insuficiente, o la introducción de tecnologías inadecuadas para su situación en particular. Debemos velar por que, a medida que se transforme el sector agropecuario, se establezcan las condiciones para que los más desfavorecidos tengan acceso a las oportunidades creadas.

Deseo subrayar tres aspectos fundamentales sobre la contribución de la OMC a un sistema agroalimentario saludable.

En primer lugar, la OMC desempeña una importante función en el esfuerzo de asegurar conexiones sólidas entre las distintas partes del sistema agroalimentario. El sistema de la OMC se estableció para contribuir a la previsibilidad y la transparencia en el sistema mundial de comercio. Antes del establecimiento de la OMC, algunos utilizaban el término "desorden" para describir los mercados mundiales de productos agropecuarios. Algunos países otorgaban a los productores un elevado nivel de ayuda interna, que a mediados del decenio de 1980 representaba el 60% del valor de la producción agropecuaria de los países de la OCDE. Como consecuencia de la ayuda interna y de la protección en la frontera, los países generaron unos excedentes de producción enormes a los que solo era posible dar salida en los mercados mundiales mediante subvenciones a la exportación. La inestabilidad de los mercados mundiales y unos precios artificialmente bajos de los productos agropecuarios plantearon desafíos a todos los países. Las normas del GATT dispensaban un trato especial a la agricultura, al excluir los productos agropecuarios de las disciplinas aplicadas a otros productos. La OMC se creó para corregir estas limitaciones; los Miembros de la OMC accedieron a limitar sus subvenciones causantes de distorsión del comercio, incluidas las subvenciones a la exportación. Acordaron asimismo proseguir las negociaciones para lograr el objetivo a largo plazo de reducir sustancial y progresivamente la ayuda y la producción. Naturalmente, estos avances fueron posibles mediante cambios en los objetivos de política nacionales. Ahora, siendo más amplio el ámbito de aplicación de las normas internacionales en el contexto de la OMC, las normas de la Organización, mediante la promoción de la transparencia y la previsibilidad, desempeñan un papel fundamental en la creación de las condiciones para un sistema agroalimentario resiliente.

En segundo lugar, mediante las funciones de vigilancia de la OMC, los Miembros de la Organización pueden identificar las políticas que crean condiciones comerciales desleales y distorsiones de los mercados mundiales y responder a ellas. El Comité de Agricultura de la OMC es un foro del que disponen los Miembros para examinar las condiciones generales del sistema de comercio de productos agropecuarios. Los informes de vigilancia de la Secretaría señalan las tendencias en las intervenciones de política y aportan información esencial para los encargados de la formulación de políticas que se enfrentan a un sistema agroalimentario en rápida evolución. Los informes de vigilancia generan información esencial sobre la salud del sistema de comercio, los posibles riesgos para los productores y las tendencias que podrían desestabilizar los mercados. La información, que está a disposición de todos los Miembros, puede luego utilizarse para fundamentar la adopción de decisiones y los debates, o para identificar las actuaciones colectivas que podrían ser necesarias para estabilizar el sistema y fomentar relaciones comerciales saludables.

Por último, las normas de la OMC proporcionan la flexibilidad necesaria para que los Gobiernos respondan a las condiciones cambiantes y para que atiendan sus necesidades y prioridades cambiantes. Las normas de la OMC están estructuradas de forma que proporcionan un margen de actuación que permite a los Gobiernos adaptar sus medidas a sus condiciones internas concretas, lo que es fundamental, habida cuenta de la diversidad de las condiciones existentes entre los Miembros.

Ningún conjunto único de políticas solucionará los complejos problemas a los que se enfrentan los Miembros de la OMC. Un marco de políticas sólido requiere un equilibrio entre las distintas necesidades. Las decisiones de política adoptadas a nivel nacional pueden tener efectos sistémicos de gran alcance: en los resultados económicos, en los resultados relativos a la agricultura y en los resultados en materia de medio ambiente. En último extremo, en el plano colectivo, las decisiones nacionales tendrán una repercusión en la sostenibilidad y la salud del sistema agroalimentario mundial. Ampliando nuestras perspectivas, podemos entender mejor cómo estos complejos sistemas interactúan y cómo las decisiones de política determinan las decisiones de los agricultores, las decisiones de las empresas y las decisiones de los consumidores.

Las normas de la OMC se crearon para minimizar los posibles efectos negativos derivados de las políticas causantes de distorsión del comercio, pero existen posibilidades de mejora de esas normas para permitir que el sistema multilateral de comercio responda eficazmente a la transformación del sector agropecuario, con el fin de garantizar que todos los países se beneficien del sistema.

La OMC puede contribuir a encontrar una solución colectiva a los problemas, brindando oportunidades de reflexionar y debatir juntos, y, en último extremo, de mejorar el marco comercial internacional para la agricultura.

El programa de eventos organizados esta semana en la Secretaría incluye este simposio, la reunión del Comité de Agricultura y una sesión de información sobre la ayuda alimentaria internacional. En otras salas, los Miembros están debatiendo otras cuestiones que afectan al ecosistema de la agricultura, en particular la contratación pública, los medios de facilitar el comercio a las pequeñas empresas, y el mecanismo de vigilancia del trato especial y diferenciado. Estas actividades y reuniones permiten que se expresen y debatan distintos puntos de vista.

En este simposio, tendremos durante los próximos dos días la oportunidad de reflexionar sobre los problemas a los que se enfrenta en estos momentos el sistema agroalimentario mundial. Las cuatro sesiones abarcan una amplia gama de temas, desde el papel del comercio en el sistema agroalimentario hasta los efectos de las medidas en frontera en los resultados económicos; desde el gasto público en agricultura hasta las innovaciones destinadas a abordar los problemas a los que se enfrentan los pequeños productores. Los ponentes ofrecerán perspectivas específicas de los países, poniendo de relieve sus propios contextos nacionales. Y lo que es más importante, los participantes dispondrán de tiempo para intercambiar opiniones sobre estas importantes cuestiones.

El sistema alimentario mundial está cambiando rápidamente, y tendremos que encontrar maneras de trabajar juntos para abordar los complejos desafíos que se plantean.

Tengo la firme convicción de que, asumiendo el compromiso común de fortalecer las conexiones dentro del sistema agroalimentario, de prestar atención a los efectos más amplios de las decisiones de política y de estar dispuestos a adaptarnos a las condiciones cambiantes, podemos asegurarnos de que el comercio siga desempeñando un papel fundamental en la creación de sistemas alimentarios mundiales resilientes e inclusivos.

Conclusión

Los animo a que saquen pleno provecho de este simposio: a que analicen ideas nuevas y a que dialoguen entre sí. Juntos, podemos identificar oportunidades para reforzar el sistema agropecuario y alimentario y crear soluciones sostenibles por medio de nuestro empeño común como Miembros de la OMC.

La agricultura ocupa un lugar central en el sistema multilateral de comercio. Es imprescindible realizar avances para mejorar ese sistema en su aplicación a la agricultura. Lo exige la demografía, puesto que, según las previsiones, de aquí a 2050 habrá en el mundo 2.100 millones de personas más que alimentar. Debemos determinar dónde estará la demanda y, en la medida en que sea posible saberlo, de dónde procederá el suministro. Habida cuenta de los pronunciados cambios en las condiciones climáticas y de las catástrofes naturales, el sistema desarrollado por los Miembros de la OMC deberá ser ágil, quizá mucho más que en cualquier otro momento de la historia reciente.

Estos dos días estarán bien empleados si nos permiten seguir preparándonos para atender las necesidades futuras, para intentar recabar más conocimientos acerca de cómo será ese sistema emergente que recibirá el apoyo general de los Miembros de la OMC. Las tecnologías serán solo una parte de la respuesta. Se requerirá la cooperación internacional en un marco mejorado de la OMC, así como la coordinación de programas nacionales coherentes. Es necesario avanzar en el empeño de proporcionar a toda la cadena de valor alimentaria, desde la explotación agrícola hasta el consumidor, alimentos abundantes, que sean tanto inocuos como seguros, que sustenten tanto al planeta como a sus habitantes.

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