DIRECTORA GENERAL ADJUNTA ANGELA ELLARD

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Es para mí un gran placer dirigirme hoy a la AAEI y sus miembros, gracias por la invitación.

Felicidades a la AAEI por su liderazgo a lo largo de los 100 últimos años. La AAEI ha sido una fuente fiable de información exacta y perspectivas sensatas para los encargados de adoptar decisiones de todo el mundo, y en particular de los Estados Unidos. Nos basamos en la experiencia de la AAEI y las empresas que la integran para ofrecer análisis “con los pies en el suelo” sobre la repercusión de las opciones de política que se están examinando. Esta perspectiva práctica tiene un valor inestimable y da lugar a las mejores decisiones y resultados en materia de políticas.

Colaboré estrechamente con la AAEI cuando trabajaba en el sector privado, y después en la Cámara de Representantes, y espero con interés proseguir nuestra colaboración en mi nuevo cargo en la OMC.

Hoy me gustaría hablar sobre la labor de la OMC y algunos de los desafíos a que nos enfrentamos. Como saben ustedes, la OMC se sustenta en la idea de que un sistema de comercio basado en normas permite a las partes comerciar con libertad, lo que aumenta el nivel de vida en todo el mundo.

Y, en efecto, el comercio ha sido y sigue siendo un potente motor del crecimiento. Según el Banco Mundial, un crecimiento del comercio del 1% eleva el ingreso per cápita un 0,2% mediante la transferencia de tecnología y la disponibilidad de bienes y servicios de mayor calidad. Estos avances benefician en particular a los hogares de ingresos más bajos, que gastan una mayor proporción de sus salarios en bienes y servicios importados.

Ustedes saben mejor que yo que, a escala mundial, millones de empleos dependen del comercio internacional. En los Estados Unidos, las exportaciones generan 15 millones de empleos, y la cifra es incluso más elevada en la UE (66 millones) y China (121 millones). Las empresas que participan en el comercio crean más empleos y pagan salarios considerablemente mayores. Este efecto se observa tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. Además, el comercio puede ayudar a subsanar la brecha salarial de género, como han demostrado estudios realizados en todo el mundo.

Soy consciente de que la AAEI no solo se centra en las exportaciones, sino también en las importaciones. Y las importaciones favorecen la creación de empleo, pues hacen que las empresas sean más competitivas y les aportan insumos que de otro modo quizá no pudieran obtener en condiciones competitivas. Sin embargo, es al mismo tiempo innegable que, si bien el comercio beneficia a las economías en su conjunto, hay quienes han sido perjudicados por el comercio. Esos trabajadores, familias y comunidades necesitan apoyo mediante reconversión laboral, enseñanza específica y programas (públicos y privados) concebidos para devolverlos a la actividad productiva.

No podemos dar por sentada la capacidad de comerciar, ni el apoyo político y popular al comercio. El comercio no sucede por casualidad. Las actividades comerciales en mercados extranjeros exigen esfuerzo, y las empresas han de tener confianza en que el marco operativo del comercio es estable, previsible, transparente y relativamente coherente. Aquí es donde interviene de la OMC. Las normas del comercio mundial, negociadas a lo largo de casi 80 años, proporcionan este marco esencial.

Por importante que sea el sistema de comercio de la OMC, no se puede eludir el hecho de que los últimos años han sido difíciles para la Organización, y para la reputación del comercio. Pero esto está empezando a cambiar gracias al dinámico liderazgo de nuestra nueva Directora General, Ngozi Okonjo-Iweala. Volvemos a las raíces, y al mismo tiempo exploramos nuevos territorios. La Dra. Ngozi ha señalado que el fundamento de la OMC — el Acuerdo de Marrakech — establece que los principales objetivos de la Organización están directamente relacionados con las personas: elevar los niveles de vida, crear empleos y fomentar el desarrollo sostenible. Nos hemos apartado de esta misión principal, y eso forma parte de nuestro problema.

La mejor manera de reparar la OMC es lograr resultados en las esferas fundamentales de nuestra labor. Si hacemos frente a la pandemia de COVID-19, preservamos nuestros océanos mediante un acuerdo que reduzca las subvenciones a la pesca perjudiciales y actualizamos nuestras normas y nuestro sistema de solución de diferencias, restableceremos la confianza en la OMC. La Conferencia Ministerial que se celebra en noviembre nos brinda una gran oportunidad de lograr resultados concretos.

Todos los Miembros de la OMC coinciden en la necesidad de reformas, pero la falta de confianza entre los Miembros muestra que ha sido difícil alcanzar un acuerdo sobre el carácter de esas reformas o su orden secuencial.

La prioridad más importante es que la OMC desempeñe un papel más activo en la lucha contra la pandemia. Para ello, hay que asegurar que las vacunas, los medios de diagnóstico y otros productos médicos puedan circular sin contratiempos a través de las fronteras.

Será esencial mantener la apertura de los mercados internacionales para lograr la recuperación sanitaria y económica. Durante la crisis, venimos observando que las cadenas de suministro internacionales han ayudado a los países a acceder a alimentos y suministros médicos esenciales. Si bien el volumen del comercio en general se contrajo un 8% en el último año, el comercio de productos médicos aumento un 16% y el comercio de equipos de protección personal creció un 31%.

El comercio es esencial para vencer a la pandemia. La fabricación de medicamentos que salvan vidas es muy compleja y requiere ingredientes fabricados en muchos países distintos. Ningún país es autosuficiente en el ámbito de los productos médicos. Por lo tanto, debemos mantener las corrientes comerciales. Pero la presión política sobre los Gobiernos ha llevado a algunos de ellos a aplicar restricciones comerciales, lo que ha ralentizado la producción de vacunas y otros productos esenciales.

En realidad, la pandemia ha sido una prueba de resistencia enorme y única para el sistema multilateral de comercio. Las mismas medidas que son necesarias para detener la propagación del virus — cierre de fronteras, restricciones a los viajes, distanciamiento social — amenazan también con detener las corrientes del comercio mundial. Hemos escuchado críticas sobre el peligro de la interdependencia económica. Hay quien ha pedido la relocalización de la producción y una mayor autosuficiencia económica nacional. Se ha argumentado que la eficiencia “justo a tiempo” debía ser sustituida por la resiliencia “por si acaso”. En los primeros meses de la pandemia, el comercio de mercancías experimentó su peor contracción desde la crisis financiera de 2008-2010, y el comercio de servicios disminuyó incluso más drásticamente.

Y aun así, más de un año después, el sistema mundial de comercio parece más resiliente de lo que muchos esperaban. Tras las perturbaciones iniciales, las cadenas de suministro mundiales se adaptaron en gran medida, las mercancías siguieron circulando a través de las fronteras y no se ha materializado, en la magnitud esperada, la escasez prevista de materias primas, productos de consumo y suministros de alimentos, con la excepción crucial de las vacunas. Los países no solo han reducido o eliminado muchas de sus primeras prohibiciones a la exportación, sino que han adoptado después medidas para facilitar las importaciones de suministros esenciales, mediante la reducción de aranceles, la simplificación de los requisitos de documentación y la aprobación reglamentaria acelerada. A finales de 2020, los Miembros de la OMC habían adoptado el doble de medidas de liberalización del comercio que de medidas de restricción del comercio en respuesta a la pandemia. Pero estamos lejos de ser perfectos.

Todos sabemos que el suministro de vacunas rápido, global y equitativo es un requisito previo para la recuperación sólida y sostenida que todos necesitamos, que permitirá a las empresas y las escuelas reabrir con mayor rapidez y ayudará a las economías a recuperarse. El éxito será facilitar el comercio de esos productos para que no solo los ricos dispongan de ellos. La complejidad de los procedimientos aduaneros bloquea la distribución de vacunas. Debe hacerse todo lo posible para facilitar la circulación de vacunas de los aviones a los pacientes.

La OMC también puede ayudar logrando una solución pragmática a la cuestión de la protección de la propiedad intelectual. Hay un debate activo y fértil en curso sobre la exención de las normas de la OMC relativas a la protección de la propiedad intelectual. Los Miembros de la OMC buscan soluciones ponderadas. Y se reconoce que cualquier solución viable debe ir más allá de la esfera de las patentes y abordar cuestiones prácticas relativas a la producción y la distribución. El anuncio hecho por los dirigentes del G7 de 1.000 millones de dosis de vacunas es un paso importante en la dirección correcta.

Comenzamos a ver que la recuperación se afianza, pero es una recuperación desigual, en la que los países industrializados vuelven a ponerse en marcha rápidamente mientras que los países en desarrollo siguen inmersos en el estancamiento económico. Y también vemos desigualdad, en los países y entre ellos. Se trata de un desafío para la OMC y sus Miembros.

La COVID y la recuperación equitativa en todo el mundo no son, por supuesto, las únicas pruebas a que nos enfrentamos. El sistema mundial de comercio hace frente a numerosos problemas graves: el aumento, en los últimos años, de la aplicación de medidas proteccionistas; el hecho de que, durante demasiado tiempo, las negociaciones en OMC no hayan logrado resultados; y un sistema de solución de diferencias disfuncional en el que los países no rinden cuentas. Tenemos que hallar la forma de preservar lo que funciona y arreglar lo que no funciona.

La facilitación del comercio es un elemento importante de las normas del comercio mundial. Aunque es evidente que el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio no se elaboró teniendo en cuenta la pandemia, está desempeñando una función inmensa en la recuperación a escala mundial. El objetivo básico del AFC era abordar los obstáculos de procedimiento, en gran medida invisibles — exceso de burocracia, procedimientos aduaneros opacos y anticuados, servicios de logística ineficaces —, que ralentizan considerablemente las corrientes comerciales transfronterizas y constituyen un impedimento incluso mayor que los aranceles para el funcionamiento fluido, sin tropiezos y transparente de las cadenas de suministro mundiales.

Por una afortunada coincidencia, muchas de las medidas adoptadas para acelerar y agilizar el comercio — ramitación de la documentación por medios electrónicos, despacho de aduana automatizado, sistemas de pagos digitalizados, intercambio electrónico de información — tuvieron también el efecto de reducir la interacción entre personas e impulsar un comercio sin contacto, lo que ha hecho que el sistema operativo esencial del comercio mundial sea más resistente a la COVID. Los países que han adoptado y aplicado rápidamente medidas e infraestructuras de facilitación del comercio — incluido el propio AFC — han demostrado en general ser más resilientes y adaptables, y estar mejor equipados para mantener las corrientes comerciales, a pesar de los confinamientos, las restricciones de los viajes y el distanciamiento social relacionados con la COVID-19. En cambio, los países que han sido más lentos en la automatización y digitalización de sus burocracias comerciales y que todavía se basan en lentos procesos de gran intensidad de mano de obra y documentación impresa se encuentran en una situación menos favorable.

Los Miembros de la OMC reconocen cada vez más las ventajas de la facilitación del comercio, sobre todo durante una crisis. La aplicación del AFC sigue avanzando, e incluso hay interés en acelerarla. Además, los Miembros conceden más importancia a la mejora del acceso a la información relacionada con el comercio, fundamental para la circulación fluida de los productos médicos esenciales para la COVID-19. También hay señales de que los Miembros quieren centrarse en la forma de aprovechar las nuevas tecnologías -la robótica, los macrodatos, las cadenas de bloques y la inteligencia artificial- para mejorar la facilitación del comercio, lo que tal vez dé lugar incluso a un AFC 2.0 mejorado.

Esas tendencias ponen de manifiesto que, aunque es evidente que la pandemia de COVID-19 ha supuesto un importante desafío para el sistema mundial de comercio, también constituye una gran oportunidad. Ahora es más importante que nunca — desde un punto de vista sanitario y económico — seguir modernizando y digitalizando los procedimientos comerciales. Tenemos que asegurarnos de que la pandemia no menoscabe los logros en materia de desarrollo obtenidos con tanto esfuerzo por muchos países de todo el mundo. La aplicación de reformas cruciales, como las previstas en el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio, desempeñará un papel importante en esos esfuerzos.

Además, la pandemia ha dejado claro que nuestro mundo depende enormemente de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), que son consustanciales a nuestra resiliencia económica. También ha demostrado la importancia del comercio digital como componente esencial de la recuperación económica mundial tras la COVID-19. Y la OMC está en primera línea de este debate.

Los Miembros de la OMC reconocen que el comercio electrónico puede dotar a las empresas, grandes y pequeñas, de las herramientas necesarias para expandirse a nivel internacional y participar en las cadenas de valor mundiales. Asimismo, un tema fundamental en los debates ha sido el papel que ha desempeñado el comercio electrónico durante la pandemia como tabla de salvación para muchas empresas. Los Miembros de la OMC siguen intercambiando información relativa a sus programas, políticas y prácticas nacionales con el fin de apoyar la capacidad digital de los consumidores y las empresas.

Aunque reconocen sus beneficios, muchos Miembros han planteado preocupaciones en relación con la brecha digital existente y su capacidad para aprovechar ese potencial. Algunos desafíos que existen actualmente en materia de infraestructuras, finanzas, recursos y gobernanza siguen obstaculizando una mayor adopción del comercio electrónico. Es preciso abordar esas preocupaciones para que el comercio electrónico siga apoyando la recuperación económica mundial.

La OMC puede establecer un marco basado en políticas armonizadas para que el comercio electrónico se desarrolle de manera inclusiva. A este respecto, los Miembros han intensificado su participación en las cuestiones relacionadas con el comercio electrónico, tanto en el marco del Programa de Trabajo sobre el Comercio Electrónico acordado multilateralmente como en el de los debates plurilaterales entre 86 Miembros sobre las iniciativas relativas a las Declaraciones Conjuntas. Los debates se están intensificando en la preparación para la Duodécima Conferencia Ministerial que celebraremos a finales de este año.

Quisiera concluir con unas palabras sobre el apoyo que pueden prestar los importadores y exportadores de la AAEI a la misión fundamental de la OMC. Si valoran ustedes la OMC, es importante señalar su pertinencia y que vale la pena mejorarla y modernizarla. Están ustedes bien situados para transmitir este mensaje directamente a los encargados de la adopción de decisiones en los Estados Unidos, pero también, en un sentido más amplio, al público en general. No podemos dar por sentado que todos creen en el valor del comercio y en el establecimiento de un sistema basado en normas que regule el comercio. Tenemos que demostrar los éxitos de la OMC, ser francos sobre los casos en que no ha tenido éxito y ser ambiciosos en cuanto a la forma de mejorarla.

Muchas gracias por su atención, y espero trabajar con ustedes en los próximos años, cuando la AAEI emprenda su segundo siglo de labor reflexiva y productiva para hacer del mundo un lugar mejor.

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