DIRECTORA GENERAL ADJUNTA ANABEL GONZÁLEZ

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Es un gran placer estar hoy aquí con ustedes para recibir su Declaración de Política.

Ahora más que nunca, necesitamos escuchar las voces de todas las partes interesadas en el debate sobre el comercio.

La voz de la comunidad empresarial, que goza de una experiencia real en la esfera del comercio, no puede ser más importante.

Celebro el firme llamamiento de su Confederación para que el sistema mundial de comercio sea eficaz.

Ustedes representan los intereses de más de 150 millones de empresas de toda Asia y el Pacífico Occidental.

Gracias por la ardua labor que han dedicado a la Declaración de Política y su correspondiente informe.

Por su compromiso con la OMC.

Y por la fuerza de su mensaje de cara a la Duodécima Conferencia Ministerial de la OMC, que se celebrará al final del otoño.

Hoy me gustaría hablar de dos cosas:

En primer lugar, del valor de la OMC, especialmente en tiempos de crisis.

Y en segundo lugar, de la necesidad de que la OMC evolucione y mejore.

Analicemos el primer punto.

A veces, puede parecer que el sistema mundial de comercio, construido con tanto esfuerzo en respuesta a las grandes crisis del siglo XX, ha perdido gran parte de su pertinencia en el siglo XXI.

En los últimos años se ha observado un aumento de las tensiones comerciales.

El ritmo de la reforma de los regímenes nacionales de comercio se ha frenado.

Y la OMC tiene dificultades para negociar nuevas normas y corregir las disfunciones de su sistema de solución de diferencias.

En efecto, el sistema mundial de comercio se enfrenta a verdaderos desafíos, a los que me referiré en breve.

No cabe duda de que la OMC debe evolucionar y mejorar, como pone de manifiesto su informe.

Aun así, en un momento de crisis, el sistema mundial de comercio ha vuelto a demostrar su utilidad.

No porque la OMC haya logrado un gran avance.

Sino, más bien, porque la Organización forma parte de un sistema mundial de cooperación económica basada en normas.

Un sistema que, a lo largo de varios decenios, ha trabajado discretamente en un segundo plano.

Para poner coto al proteccionismo comercial.

Mantener la apertura general de los mercados.

E impedir que los Gobiernos adopten un comportamiento mutuamente destructivo de “empobrecimiento del vecino” como ocurrió en la década de 1930.

Sin la OMC, el mundo estaría más fragmentado y habría un mayor grado de incertidumbre y de vulnerabilidad a las perturbaciones.

Eso reduciría las posibilidades que les ofrece el comercio para desarrollar sus propias empresas y hacerlas prosperar.

Para sacar a cientos de millones de personas de la pobreza, como ha hecho el comercio en los tres últimos decenios.

Y para luchar contra la doble crisis que afrontamos hoy, sanitaria y económica, como está haciendo el comercio en este momento.

A principios de 2020, el comercio se hallaba en caída libre. Los confinamientos y las cuarentenas, las restricciones a los viajes y los cierres de fronteras paralizaron las economías de todo el mundo.

Pero a finales de 2020, el comercio de mercancías se había recuperado. Los últimos pronósticos de la OMC, publicados a principios de este mes, señalan un aumento del comercio de mercancías de casi un 11% en 2021, más del doble de las previsiones de crecimiento del PIB para este año.

Por su parte, el comercio de servicios muestra indicios de una leve recuperación. La pandemia sigue afectando desproporcionadamente a algunos servicios, en especial al turismo.

En cambio, otros servicios están en pleno auge, en particular los suministrados digitalmente, como las telecomunicaciones y los servicios de informática y de información.

En pocas palabras, el comercio está impulsando la recuperación económica.

Y ello se debe en gran medida a la OMC.

Porque la Organización está cumpliendo el cometido para el que se creó.

Inclinar la balanza de las medidas comerciales adoptadas por los Gobiernos en favor de la apertura y la facilitación en lugar de las restricciones y la burocracia.

Las cifras lo dicen todo:

De las 380 medidas comerciales introducidas por los Miembros de la OMC en respuesta a la pandemia, la mayoría (el 65%) facilitó y abarató el comercio.

Y de las 130 medidas restrictivas aplicadas, prácticamente la mitad se había eliminado a mediados de 2021.

Esperamos conocer otras buenas noticias cuando la OMC actualice su informe de vigilancia en las próximas semanas.

No obstante, el cuadro general es dispar.

La recuperación del comercio es sólida, pero también desigual.

Según nuestras últimas estimaciones, a finales de este año las exportaciones de Europa y América del Norte habrán recuperado plenamente el terreno perdido a raíz de la pandemia.

La evolución de las exportaciones de Asia habrá sido aún mejor, con un aumento de casi un 15% con respecto al nivel anterior a la COVID-19.

En cambio, se prevé que las exportaciones de África y Oriente Medio sigan siendo bajas hasta entrado el 2022.

Esto refleja la recuperación en forma de K de la producción económica mundial.

Algunas regiones — las que tienen acceso a las vacunas y poder fiscal suficiente — se están recuperando con fuerza, mientras que otras con poblaciones en su mayoría no vacunadas se están quedando atrás.

La fortaleza del comercio mundial brinda la oportunidad a los países en desarrollo, especialmente a los que no pueden ofrecer incentivos fiscales, de impulsar la recuperación económica.

Pero el aumento del comercio no se traducirá automáticamente en un crecimiento más rápido a menos que los países en desarrollo reactiven la reforma de sus regímenes nacionales de comercio.

La crisis económica es solo una cara de la pandemia. La otra cara es la crisis sanitaria.

Y también aquí, el comercio y la OMC desempeñan una función fundamental.

Cuando comenzó la pandemia el año pasado, los titulares estaban llenos de historias sobre pugnas mundiales por obtener mascarillas y otros equipos de protección utilizados por el personal sanitario en primera línea.

Tras casi dos años de pandemia, el desajuste entre la oferta y la demanda mundiales sigue siendo noticia.

Solo que esta vez las historias no se refieren únicamente a las mascarillas y otros EPI, sino a todo tipo de productos, desde chips informáticos y componentes electrónicos hasta aparatos para hacer ejercicio, papel o prendas de vestir.

La preocupación por los riesgos inherentes a las cadenas de suministro globalizadas ha aumentado de manera exponencial. Y también lo ha hecho la presión para que las empresas transformen la producción “justo a tiempo” en producción “por si acaso” y para que los Gobiernos intervengan en hacer que la producción regrese al territorio nacional.

Es cierto que las cadenas de suministro globalizadas están sometidas a enormes tensiones.

Pero si miramos más allá de los titulares veremos que no se trata de una historia sobre el comercio como fuente de vulnerabilidad.

El relato se refiere al comercio como fuente de resiliencia.

Tomemos como ejemplo el comercio de productos médicos. A pesar de que el valor del comercio mundial de mercancías disminuyó casi un 8% en 2020, el comercio de productos médicos aumentó un 16%.

El comercio de equipos de protección personal se incrementó en casi un 50%, y el de mascarillas en un 480%.

Cada día, cientos de insumos especializados para producir vacunas contra la COVID-19 se comercializan a lo largo de cadenas de suministro vinculadas estrechamente, que a menudo atraviesan más de una docena de fronteras internacionales.

El comercio, respaldado por la estabilidad y la previsibilidad que ha generado la OMC, contribuye a llevar todos esos productos allí donde se necesitan.

Permite que los mil quinientos millones de dosis de vacunas que se obtienen cada mes en las líneas de producción salgan de las fábricas y lleguen a los centros de vacunación.

También aquí hemos realizado progresos, pero queda mucho por hacer.

Aunque las cadenas de suministro de vacunas contra la COVID-19 están en funcionamiento, todavía nos encontramos muy lejos de un acceso equitativo a las vacunas. Menos del 5% de la población de África ha recibido la pauta completa de vacunación. En los países de ingresos bajos, ese porcentaje ni siquiera alcanza el 2%.

Por eso la OMC ha ayudado a los Gobiernos a coordinar sus medidas de política comercial en respuesta a la pandemia.

Por esa misma razón, la OMC también está colaborando con los fabricantes para vigilar las cadenas de suministro de las vacunas e identificar los cuellos de botella que dificultan el acceso a los insumos, añaden incertidumbre a los plazos de entrega de las vacunas y aumentan su costo.

Junto a estos esfuerzos, los Miembros de la OMC están trabajando en un marco para mantener las cadenas de suministro abiertas y en funcionamiento no solo durante esta pandemia, sino también en las que surjan en el futuro.

Un resultado sobre comercio y salud en nuestra Conferencia Ministerial del próximo mes constituiría un paso importante en la dirección correcta.

Pero solo sería el inicio del camino, no el final.

Y esto me lleva al segundo punto: la OMC debe evolucionar y mejorar.

Tres grandes transiciones están reconfigurando el comercio mundial en el siglo XXI:

La transición a una economía digital y de servicios.

La transición a una economía sostenible y con bajas emisiones de carbono.

Y la transición a una economía más inclusiva.

La OMC debe responder a estas tres transiciones para garantizar que pueda seguir desempeñando su misión principal.

Esa misión es más importante que nunca.

Utilizar el comercio para elevar el nivel de vida, crear empleo y promover el desarrollo sostenible.

O como afirma la Dra. Ngozi, nuestra Directora General: mejorar la vida de las personas a través del comercio.

La buena noticia es que los Miembros de la OMC ya están trabajando intensamente para dotar a la Organización de medios con los que llevar a cabo las tres grandes transiciones del siglo XXI.

En algunos casos, se están preparando para ofrecer resultados en nuestra próxima Conferencia Ministerial.

Eso incluye la transición digital.

Las tecnologías digitales están transformando la forma de producir, comercializar, suministrar y consumir bienes y servicios.

Las cifras muestran que el comercio ofrece enormes posibilidades.

Incluso antes de la pandemia, el comercio electrónico mundial ya representaba un mercado de 26,7 billones de dólares, que abarcaba unos 1.500 millones de consumidores.

Entre 2007 y 2017, los flujos transfronterizos de datos se multiplicaron por más de 20.

Y el comercio de servicios lleva varios años creciendo a un ritmo que supera en más del doble al del comercio de mercancías. En la actualidad, los servicios representan casi la mitad del valor añadido total del comercio mundial.

Por eso es alentador que grupos de Miembros de la OMC estén trabajando en la elaboración de normas mundiales en tres esferas fundamentales de la transición digital: la reglamentación de los servicios, la facilitación de las inversiones y el comercio electrónico.

En lo que se refiere a la reglamentación de los servicios, 65 Miembros de la OMC están a punto de concluir un acuerdo en la materia.

Ese acuerdo abordará muchas de las dificultades de orden práctico que afectan a la capacidad de los proveedores de servicios para operar en un mercado extranjero.

Contiene un conjunto de disciplinas para que el proceso de obtención de una autorización para prestar un servicio sea más transparente y predecible y menos burocrático.

Un resultado en este sentido sería muy significativo. Solo en los países del G20, el acuerdo podría ahorrar a las empresas 140.000 millones de dólares anuales, lo que daría un impulso a la productividad de toda la economía.

Las pequeñas empresas serían las más beneficiadas, ya que disponen de menos recursos para hacer frente a prescripciones y procedimientos opacos y costosos.

La labor sobre la facilitación de las inversiones y el comercio electrónico también sigue adelante, aunque no logrará concluirse antes de la Conferencia Ministerial.

La transición a economías sostenibles y con bajas emisiones de carbono también tendrá importantes repercusiones en el comercio.

Cada vez es mayor la reacción de los Gobiernos, las empresas, los inversores y los consumidores ante la creciente amenaza que representan el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de los océanos y otros problemas ambientales mundiales.

Los consumidores exigen cada vez más información sobre la huella de carbono y ambiental de los bienes y servicios que adquieren.

Un número creciente de empresas está adoptando estrategias sobre el clima y redefiniendo los modelos empresariales para aprovechar las fuentes de demanda de productos ecológicos y gestionar el aumento de los riesgos en sus cadenas de suministro.

Los inversores reconocen cada vez en mayor medida que colocar su dinero en soluciones sostenibles crea valor, y piden que las empresas divulguen mejor la información sobre los riesgos y oportunidades relacionados con el clima.

Y los Gobiernos están poniendo en marcha planes más ambiciosos para reducir las emisiones en todos los sectores de la economía, desde la energía hasta la industria manufacturera, la agricultura y el transporte.

Esta confluencia de fuerzas está reconfigurando el comercio mundial.

También está centrando la atención en la forma en que el sistema mundial de comercio puede contribuir a acelerar la reducción de las emisiones de carbono.

Y ha puesto de relieve la necesidad de reforzar la capacidad de los países más pobres para aprovechar los posibles beneficios comerciales de la transición hacia bajas emisiones de carbono.

Grupos de Miembros de la OMC están tratando de responder a estos cambios fundamentales.

Están estudiando un plan de trabajo para velar por que el comercio desempeñe plenamente su función de apoyo a la transición hacia la sostenibilidad.

Una función que abarca desde promover el comercio de bienes y servicios respetuosos con el clima hasta eliminar las ineficientes subvenciones a los combustibles fósiles y velar por que la fragmentación del comercio y los conflictos comerciales no socaven la ambición climática.

Otra cuestión de sostenibilidad que ocupa un lugar destacado en el programa de la OMC es la salud de nuestros océanos.

Los Miembros están tratando de alcanzar un acuerdo multilateral que ponga freno a decenas de miles de millones de dólares en subvenciones a la pesca perjudiciales.

Esas subvenciones fomentan la sobrepesca y la sobrecapacidad, y constituyen una amenaza para las poblaciones de peces marinos y los medios de subsistencia de las comunidades costeras.

La tercera gran transición que quisiera mencionar es la orientación hacia economías inclusivas.

En el transcurso de nuestras vidas, el comercio ha creado oportunidades para que cientos de millones de personas salgan de la pobreza.

Es un logro extraordinario.

Pero no debe ocultar el hecho de que algunos países, determinados grupos de trabajadores y diversas comunidades se han quedado atrás.

Por razones que tienen que ver menos con el comercio y más con el cambio tecnológico y con unas políticas sociales internas inadecuadas.

No obstante, es innegable que la OMC puede hacer más por un crecimiento inclusivo.

Tomemos como ejemplo las pequeñas empresas. Si se las ayuda a conectarse a las cadenas de valor regionales y mundiales se extenderán los beneficios del comercio a más personas.

Las pequeñas empresas representan el 95% del total de empresas de todo el mundo.

Aportan alrededor del 35% del PIB en las economías en desarrollo y el 50% del PIB en los países desarrollados.

Y son una importante fuente de empleo, especialmente para las mujeres y los jóvenes.

Sin embargo, siguen estando insuficientemente representadas en el comercio.

Un grupo de 91 Miembros está tratando de cambiar esta situación. El año pasado, acordaron directrices para mejorar el acceso a la información sobre los mercados y los datos sobre el comercio, a fin de incluir a las pequeñas empresas en la elaboración de la reglamentación, reducir los trámites burocráticos y mejorar el acceso a la financiación del comercio, una esfera en la que las pequeñas empresas presentan tasas de rechazo mucho más elevadas que las de mayor tamaño.

A este respecto, permítanme destacar que no puedo estar más de acuerdo con la observación formulada en su Declaración de Política, según la cual la mentalidad de que “las exportaciones son buenas y las importaciones malas”, tan profundamente arraigada en los ministerios de comercio de todo el mundo, ha sido muy perjudicial para los intereses de las pequeñas empresas, las personas en situación de pobreza y el carácter inclusivo del comercio.

Por eso, su idea de establecer un proceso adecuado de transparencia interna para determinar lo que se considera de interés nacional tiene fundamento y merece ser estudiada más a fondo.

Veo muchas sinergias posibles entre un proceso de transparencia interna y los procesos de notificación, vigilancia y examen por homólogos en el marco de la OMC, entre ellos el Mecanismo de Examen de las Políticas Comerciales.

Ahora, la respuesta de la OMC a la transición hacia una economía digital, con bajas emisiones de carbono e inclusiva no solo requiere la negociación de nuevas normas mundiales.

También exige la reforma de la capacidad de la Organización para aplicar los acuerdos de la OMC vigentes y resolver diferencias.

Sé que la reforma del sistema de solución de diferencias es una cuestión de especial interés para la comunidad empresarial y un objetivo fundamental de la reforma de la OMC.

Los Miembros han presentado varias propuestas para reformar la OMC. Algunas se refieren a principios totémicos, como el trato especial y diferenciado para los países en desarrollo.

Otras pretenden aprovechar lo que algunos han llamado la verdadera joya de la corona de la OMC.

Es decir, la labor diaria de comités como los Comités OTC y MSF para promover la transparencia y resolver las fricciones comerciales de manera pragmática y cooperativa.

Y diversas ideas de reforma están relacionadas con la ayuda que proporcionan los Gobiernos a sus productores industriales y agropecuarios y las preocupaciones sobre los efectos de esa ayuda en la competencia y el comercio.

Los Miembros de la OMC deben entablar cada una de las reformas de la Organización de buena fe, reconociendo que eso redunda en su propio interés, como se explica claramente en su informe.

Para concluir, permítanme decirles que son ustedes los principales usuarios del sistema mundial de comercio y que su voz tiene un gran impacto en la orientación futura de la OMC.

Por ello, les ruego que sigan dándonos impulso, que mantengan criterios rigurosos para que los negociadores comerciales respondan a la evolución de las realidades empresariales, y que continúen enriqueciéndonos con ideas audaces y valientes como las expuestas en su Declaración de Política.

Sus voces, junto con las de otras partes interesadas, son esenciales para que sigamos avanzando. Son fundamentales para lograr una OMC reformada que constituya una fuerza positiva en el siglo XXI.

Así pues, me alegro de contar con su apoyo.

Y espero con interés trabajar con todos ustedes.

Muchas gracias.

 

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