DIRECTOR GENERAL ADJUNTO JEAN-MARIE PAUGAM

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Señora Presidenta,

Distinguidos miembros del Comité Económico y Social Europeo,

Señoras y señores,

Gracias por brindarme el honor y la oportunidad de dirigirme a ustedes en nombre de la Organización Mundial del Comercio.

Es también un honor personal para mí, como ciudadano europeo con un gran interés en nuestra Unión.

Además, observo una similitud un poco fatal, que me asombra, cuando se habla de la OMC o de la Unión Europea: se mencionan con más facilidad sus fracasos que su éxito.

Por ejemplo, tengo el privilegio de pertenecer a la primera generación de europeos que no ha conocido nunca una guerra en el territorio de la Unión Europea. Para mí eso bastaría para justificar toda la iniciativa. Pero son cosas que recordamos rara vez porque la pregunta que normalmente nos hacemos es la que usted formula, señora Presidenta: ¿Nuestras vidas serán mejores mañana? ¿Aporta algo Europa? A diario se plantea esta misma pregunta en relación con la Organización Mundial del Comercio: ¿Aporta algo la OMC a la vida de las personas?

La OMC no es una Unión y no desea serlo; es simplemente una entidad intergubernamental de cooperación, basada en tratados.  Pero, igual que la UE, debe responder diariamente a esta pregunta y a veces sufre el mismo trato: se olvida lo que aporta por su simple existencia, cuando la atención se centra en sus dificultades o sus fracasos. Mi intención no es ocultarlos, al contrario, vamos a examinarlos para ver cómo podemos mejorar.

Pero antes de nada, si me permiten, deseo comenzar por nuestros éxitos y señalar para iniciar nuestro debate la razón por la que la Unión Europea considera a la OMC uno de los grandes logros de la sociedad internacional.

1— Lo primero que deseo decir es que el sistema de la OMC ha funcionado bastante bien, en su esencia, ante las crisis importantes que acaban de sacudir a la economía mundial. El sistema comercial internacional acaba de demostrar su resiliencia y su utilidad ante dos golpes importantes: el primero, el de la guerra comercial y el segundo, el de la pandemia de COVID.

Naturalmente ambos son de naturaleza muy diferente: uno se generó a nivel político y el otro, a nivel bioeconómico. Uno derivado de la superestructura y el otro, de la infraestructura. Sin comparar sus causas, tuvieron tres efectos comunes.

— El primero, el efecto directo, fue encarecer el costo de la mundialización: el de los derechos de aduana establecidos para la guerra comercial y el de las medidas económicas restrictivas y de confinamiento adoptadas para hacer frente a la pandemia.

— El segundo fue aumentar la incertidumbre en torno a la mundialización: ¿Cómo se pueden tomar decisiones en materia de inversión y de comercio, sin saber cómo serán los mercados de mañana? Este efecto se dejó sentir sobre todo en las empresas y, como consecuencia, se produjo una recesión.

— El tercer efecto fue sembrar una semilla de duda, estructural, sobre la relación con la mundialización: ¿Se puede confiar en las cadenas de valor mundiales para garantizar el abastecimiento de nuestras naciones? ¿Se debería relocalizar una parte de la producción necesaria, en particular, para los productos médicos? Muchas empresas se hicieron esta pregunta al principio, pero luego se convirtió en una cuestión política y gubernamental, porque guarda relación con la soberanía.

La Organización Mundial del Comercio ha dado respuestas positivas a estas tres preguntas. No mediante la negociación de nuevos acuerdos, sino simplemente porque existe y sus disciplinas resultaron útiles.

En general la Organización se resistió a la guerra comercial: se tomaron medidas unilaterales, que son objeto de diferencias, pero no desembocaron en una lógica de represalias incontrolada: desde este punto de vista, aprendimos la lección de la década de 1930 y no repetimos los mismos errores. Ni en 2008 ante la crisis financiera, ni en 2020 ante la pandemia. El sistema se estableció precisamente para evitar que se reprodujeran estos errores históricos de política económica.

Asimismo, la Organización resistió bien al nacionalismo sanitario, ayudada por los llamamientos del G-20: desde este punto de vista, nuestros informes son formales — ustedes saben que vigilamos las medidas comerciales adoptadas e informamos al respecto cada 6 meses —, pese a los límites metodológicos que les son inherentes. Aunque al comienzo de la pandemia fuimos testigos, durante un mes o dos, de una proliferación de medidas restrictivas del comercio, concretamente el control de las exportaciones de productos médicos, con bastante rapidez los Estados eligieron la vía de la cooperación y la facilitación del comercio. Las medidas de liberalización o facilitación prevalecieron sobre las restricciones. Y nos juzgan las estadísticas: mientras que en 2020 el comercio mundial se desplomaba, un 8% al año, el comercio de productos médicos creció un 16%.

Actualmente, se observa una reactivación importante del comercio mundial y del crecimiento. En efecto, a ritmos diferentes según las regiones del mundo, pero la recuperación es clara: el sistema apoya dicha recuperación y somos testigos de un desmantelamiento progresivo de las medidas comerciales que habían sido aplicadas el año pasado.  Nuestro próximo informe debería confirmarlo.

No pretendo que hacer de esto una ciencia exacta, ni demostrar una relación causal científica entre el papel de la OMC y las tendencias observadas en la economía real. Mi mensaje es que en general el sistema ha funcionado bien ante estos golpes. Que posee un valor en sí y merece la ayuda que le otorgan los Gobiernos y las empresas incluso, o especialmente, cuando pasa por dificultades.

2— Y pasa por dificultades. Muy grandes. Desde hace mucho tiempo se habla de crisis en la OMC y se pide su reforma. ¿A qué se debe? Al hecho de que las tres funciones del sistema han sufrido grandes cambios.

La función de administración de acuerdos. Sigue siendo la que mejores resultados obtiene. En nuestros comités hay una gran actividad que permite, diariamente, resolver de forma amistosa muchas de las dificultades comerciales mediante la cooperación.  Pero nos enfrentamos a un gran problema: un número significativo de nuestros Miembros ya no cumple sus obligaciones de base, que consisten en notificar las medidas que adoptan. Sin embargo, esta obligación de transparencia, como saben, es el primer pilar del sistema.

La función de negociación de acuerdos ha arrojado pocos resultados importantes desde la creación de la OMC. Dos acuerdos multilaterales: uno sobre las licencias obligatorias para la fabricación de medicamentos en tiempos de pandemia, muy importante sobre todo en la situación actual; y el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio. Un acuerdo plurilateral, para la liberalización de bienes que contribuyen a las tecnologías de la información.

El resto de las negociaciones multilaterales es muy difícil. Las negociaciones agrícolas no han avanzado desde la creación de la Organización. Las negociaciones sobre las subvenciones a la pesca, iniciadas hace 20 años y elevadas al rango de Objetivo de Desarrollo Sostenible, se encuentran en su fase final pero su resultado sigue siendo incierto. Los debates sobre las respuestas de la OMC a la pandemia tropiezan con diferencias importantes respecto de las normas de propiedad intelectual. La aplicación de impuestos al comercio electrónico, para el que la OMC había adoptado en 1998 una moratoria sobre la aplicación de derechos de aduana a las transacciones digitales, también genera mucha polémica.

Sin embargo, esta función de negociación se reactivó gracias al inicio en 2017 de debates plurilaterales, es decir, debates en los que solo se reunían los países que deseaban participar. En el marco de estos debates se realiza actualmente el mayor esfuerzo de actualización de las normas del comercio mundial: sobre la reglamentación del comercio electrónico (más allá de la única cuestión de la imposición de transacciones), sobre los servicios y la inversión y, en breve, esperamos, sobre el medio ambiente. De hecho, a través de esta vía plurilateral, la OMC trata de ponerse en posición de abordar las dos transformaciones estructurales de la economía y del comercio mundial: la digitalización y la descarbonización.

Para terminar, la función de solución de diferencias. Saben que el establecimiento de un Órgano de Apelación fue uno de los grandes avances de la Ronda Uruguay, que había creado la OMC. Este Órgano de Apelación funcionó muy bien, contribuyendo a interpretar el derecho de la Organización y a resolver numerosos conflictos comerciales. Quizá incluso funcionaba demasiado bien, porque el recurso al Órgano de Apelación que, conforme al espíritu de los textos, debía seguir siendo más bien excepcional, se había convertido en casi sistemático. Sus interpretaciones del derecho tendían a ser consideradas también como normas. En una palabra, esta pequeña institución tendió a “judiciliazarse” y a desempeñar un papel incluso más importante en la producción de leyes, mientras que la función de negociación seguía siendo improductiva. La Unión Europea vivía esa transformación con bastante comodidad, dado que lleva en su propia naturaleza la dinámica de una integración económica estimulada por una jurisdicción supranacional. La mayoría de los Miembros de la OMC apoyaba también esta institución. Los Estados Unidos, que nunca han aceptado ningún tribunal internacional, se han visto en una situación cada vez más incómoda desde el punto de vista de su soberanía, aunque se hayan beneficiado en gran medida del sistema ganando un alto número de sus diferencias. Por lo tanto, bajo la administración de Trump, decidieron derribar este Órgano de Apelación, bloqueando la renovación de sus miembros salientes.

3— Señora Presidenta, así es como están las cosas exactamente en vísperas de nuestra reunión ministerial prevista para finales de noviembre. Por lo tanto, retomando la trilogía de David Henig que usted ha mencionado — renacimiento, regresión, desintegración — ¿qué situación nos espera? Ninguna de las tres, diría yo, pues prefiero el término “reconstrucción”.

Lo que hay que reconstruir primero es la confianza mínima, sin la cual no es posible ninguna negociación. Y esta confianza se ha visto gravemente mermada desde hace mucho tiempo.

Erosión de la confianza de una gran parte del mundo en desarrollo en un sistema en el que los acuerdos se consideran desequilibrados a favor de los países desarrollados: a través de las flexibilidades que se les otorgan en virtud de lo que denominamos trato especial y diferenciado; el derecho a subvencionar la agricultura; o los derechos de propiedad intelectual. La frustración ligada a esta percepción de desequilibrio se agrava en algunos casos debido a una especie de resentimiento — no rehuyamos de las palabras — cuando abordamos la cuestión de los bienes públicos mundiales, como la pesca o las demás preocupaciones ambientales. ¿Quién es el responsable principal de la devastación de los océanos, la destrucción de la biodiversidad y el cambio climático? ¿A quién deberían aplicarse disciplinas restrictivas en estas esferas? Es la pregunta que plantean muchos países en desarrollo. Y hoy es la clave para la conclusión satisfactoria de las negociaciones sobre la reforma de las subvenciones a la pesca.

Erosión de la confianza de una gran parte del mundo desarrollado, y no solo los Estados Unidos, ante la voluntad real de las grandes potencias económicas emergentes de asumir, en el sistema comercial, responsabilidades acordes a su peso económico: pero muchos se siguen beneficiando y reivindican el mantenimiento de su condición de país en desarrollo y expresan su escepticismo respecto de las ventajas de las normas multilaterales para su desarrollo.

Erosión de la confianza de China en los Estados Unidos y no hace falta que les recuerde los términos de la rivalidad sistémica: se exponen todos los días en la prensa y en los cauces diplomáticos.

Podría citar múltiples ejemplos de casos en los que se manifiesta una tal falta de confianza.

Es esta confianza la que hay que reconstruir de manera prioritaria porque, en la OMC, como dice el lema acuñado en las monedas de los Caballeros de Malta, el bien más preciado “non Aes sed Fides”, no es el dinero sino la confianza.

4—¿Qué haremos para lograr este objetivo?

Ser realistas: todos nuestros Miembros convienen en que la Duodécima Conferencia Ministerial de la OMC será más bien una conferencia de etapas, el inicio de una transformación, más que una revolución.

Ser proactivos, porque efectivamente hay que comenzar a escribir un nuevo guión, que responda a su pregunta, señora Presidenta, demostrando que la OMC funciona realmente para las personas. Lo que deseamos y lo que pide nuestra Directora General, la Dra. Okonjo-Iweala, es lograr resultados concretos que vuelvan a dar sentido a la labor de la Organización y restablezcan la confianza que sus Miembros tienen en ella y en ellos mismos.

Concluir las negociaciones sobre la pesca: sería un logro fundamental y un paso importante para la Organización y contribuiría a la consecución de un Objetivo de Desarrollo Sostenible.

Llegar a un acuerdo sobre la contribución del comercio a superar la pandemia de COVID y a salir de la crisis, para lo cual es necesario elaborar una solución pragmática que permita facilitar el acceso a las vacunas sin poner en tela de juicio el fondo de los derechos de propiedad intelectual.

Dar un paso adelante importante en las negociaciones agrícolas, en particular, las subvenciones internas y las cuestiones relacionadas con la seguridad alimentaria.

Reabrir el diálogo con los Estados Unidos sobre el futuro del mecanismo de solución de diferencias, con miras a elaborar un programa de trabajo sobre su reforma y la de la OMC en general.

Lograr progresos en las empresas plurilaterales que he mencionado anteriormente: la Duodécima Conferencia Ministerial debería también marcar la puesta en marcha de numerosas iniciativas fundamentales en materia de comercio y desarrollo sostenible, por ejemplo, la reforma de las subvenciones a las energías fósiles y el diálogo contra la contaminación plástica. 

Por último, mostrarse optimistas: no todo está decidido y la Directora General recibe muchos mensajes de apoyo y de compromiso de los líderes mundiales. Nos queda un mes y medio para transformarlos en soluciones concretas y consensuadas.

Con su ayuda, señoras y señores miembros del Comité Económico y Social Europeo, con la ayuda de las fuerzas que ustedes representan en la Unión Europea, lo vamos a conseguir.

Les agradezco una vez más su invitación y la atención que me han prestado. Estoy preparada para responder a sus preguntas pero, sobre todo, para escuchar sus mensajes sobre el rumbo que esperan que tome la OMC.

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