La DGA Ellard hizo referencia a los estudios preliminares de la OMC que demostraban que una disociación de la economía mundial en dos bloques entrañaría una disminución del PIB real mundial a largo plazo de un 5% aproximadamente. Señaló que el elevado costo de la fragmentación demuestra que necesitamos un multilateralismo más estratégico y menos unilateralismo.

La DGA Ellard observó, además, que el comercio forma parte integrante de las soluciones a los desafíos relacionados con el patrimonio común, que solo pueden abordarse sobre una base multilateral. Para abordar cuestiones como la sostenibilidad de los océanos, el cambio climático, la inseguridad alimentaria y las pandemias mundiales, se necesita la participación del mayor número posible de países -grandes y pequeños, desarrollados y en desarrollo-. La OMC es el foro que permite armonizar diversos intereses, ya que se centra en el bienestar de las personas y en la sostenibilidad.

La DGA Ellard añadió que era necesario reformar y fortalecer la OMC para abordar cuestiones relativas al patrimonio común. Dijo que, en la Duodécima Conferencia Ministerial, los Miembros de la OMC demostraron que podían lograr acuerdos sobre cuestiones relativas al patrimonio común a pesar de que se hubieran agravado las divisiones geopolíticas e incluso a pesar de la guerra. Señaló, en particular, el nuevo Acuerdo sobre Subvenciones a la Pesca de la OMC, que constituye un resultado para los océanos y para quienes dependen de ellos a fin de garantizar sus medios de subsistencia y como fuente de proteínas.

La DGA Ellard se refirió al crecimiento económico como medio para mejorar la vida de tantas personas, en particular las más vulnerables. “No podemos estar tan apresurados como para negar el costo económico de un cambio repentino y radical con una evolución hacia la fragmentación”, subrayó, “en particular cuando se trata de mejorar el bienestar social.”  Para concluir, se refirió a la OMC como un “agente de cambio” cuya reforma y fortalecimiento merecían la pena.