DIRECTORA GENERAL ADJUNTA ANABEL GONZÁLEZ

Más información

  

Queridos participantes en esta segunda edición de la Global Trade Week, es un verdadero placer reunirme con ustedes desde Ginebra.

Nuestros anfitriones me han pedido que hable sobre el comercio de servicios. Eso puede resultar extraño, en especial en este primer día de la Global Trade Week, dedicado al tema de la geopolítica y las cadenas de suministro.

En los actuales debates sobre la cadena de suministro, rara vez se mencionan los servicios. Oímos hablar de semiconductores, no de servicios de TIC; de vacunas y productos farmacéuticos, no de servicios de salud; y de minerales esenciales y baterías de gran capacidad, no de transporte o servicios de energía.

Sin embargo, los servicios se han convertido en el sector más dinámico del comercio mundial. De hecho, del mismo modo que han pasado a ser un sector dominante en muchas de nuestras economías nacionales, han adquirido también un papel más destacado en la economía mundial.

Eso significa que, sin una buena comprensión del comercio de servicios, es imposible entender las cadenas de suministro modernas, y menos aún hacia dónde se dirigen o cómo se verán afectadas por la geopolítica.

Por tanto, acojo con gran satisfacción la oportunidad de hablar sobre el comercio de servicios.

Hoy quiero examinar tres relatos: el primero se remonta al pasado; el segundo trata del presente; y el tercero mira hacia el futuro.

El relato del pasado tiene que ver con el progreso y el éxito, pero también con las posibilidades desaprovechadas.

En las décadas de 1980 y 1990, empezamos a ver que muchos países emprendían reformas autónomas encaminadas a abrir sus mercados de servicios a la competencia.

Rudi Dornbusch, economista del MIT ya fallecido, describió esta tendencia como una “amplia oscilación del péndulo”, causada, según él, por la decepción generalizada ante los resultados de las restricciones del mercado y el bajo rendimiento de las actividades de servicios en muchas economías.

Cuando la liberalización autónoma del comercio cobró impulso en diversos países, también se intensificaron en el marco de la Ronda Uruguay las negociaciones sobre el establecimiento de un instrumento multilateral para abrir y facilitar el comercio de servicios.

Estas negociaciones culminaron en el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios. El AGCS, como se lo conoce, entró en vigor en 1995, y se lo considera, con razón, un hito en la historia del sistema de comercio basado en normas.

El AGCS sin duda merece ese honor. Introdujo lo que en su día fue una definición novedosa del comercio, que engloba distintas maneras de suministrar servicios a escala internacional. Además, creó certeza jurídica y sentó las bases para la elaboración de nuevas normas y para la promoción de una mayor liberalización en el comercio de servicios. Más importante aún, el AGCS creó un espacio en el que los Gobiernos pueden vigilar, establecer puntos de referencia y compartir conocimientos sobre el comercio de servicios.

El AGCS representó un gran paso hacia la creación de un marco de políticas mundial abierto y seguro para el comercio de servicios. Gracias a ese marco, fue posible lograr una innovadora liberalización de los servicios de telecomunicaciones y financieros a finales de la década de 1990.

Lamentablemente, el AGCS se ha infrautilizado en gran medida. Con contadas excepciones, los Gobiernos no han hecho uso de uno de sus instrumentos más poderosos y valiosos, que es la posibilidad de consolidar las condiciones comerciales vigentes y proteger a las empresas de los costosos cambios de orientación en las políticas.

Para conseguir eso, los Gobiernos han recurrido, en cambio, a los acuerdos comerciales regionales. Más de 130 Miembros de la OMC (alrededor del 80% del total) son parte en al menos un ACR sobre servicios. Es en el marco de esos acuerdos, no del AGCS, que los Gobiernos, a lo largo de los años, han intentado cada vez más consolidar su nivel de apertura comercial.

Pero fijémonos en lo que no ha sucedido. La mayoría de los Gobiernos se ha abstenido en gran medida de utilizar los acuerdos comerciales — sea el AGCS o los ACR — para seguir realizando avances hacia la apertura del comercio de servicios.

Y esa es una gran oportunidad perdida, como enseguida demostraré.

Son muchas las razones por las que los Gobiernos han hecho un uso tan limitado del AGCS como instrumento para abrir el comercio.

Una posible razón es la siguiente: organizar negociaciones sobre los servicios en el marco de un acuerdo multidimensional como el AGCS es una labor compleja, si tenemos en cuenta que la OMC se compone de 164 Miembros y que, entre todos, abarcan más de 160 sectores de servicios y distintas maneras de suministrar servicios a escala internacional.

Otra razón es que los obstáculos que dificultan el comercio de servicios son en sí mismos muy complejos, y a menudo políticamente sensibles.

La realidad es que las medidas que afectan al comercio de servicios — como las normas profesionales, las prescripciones en materia de licencias, las restricciones a la inversión y los visados de trabajo — son mucho más difíciles de abordar en un acuerdo comercial que las que afectan al comercio de mercancías, por ejemplo, los aranceles y los contingentes.

La reglamentación de los servicios puede restringir el comercio y a menudo lo restringe. Pero esa no es forzosamente su finalidad: en general, su finalidad va ligada al logro de objetivos de política legítimos. Ahí reside uno de los grandes desafíos en el esfuerzo de abrir el comercio de servicios.

Ese desafío es especialmente acuciante en los países en desarrollo y los países menos adelantados.

Estos afrontan obstáculos concretos que menoscaban su confianza y su capacidad para participar en las negociaciones comerciales, entre ellos la falta de información sobre qué políticas nacionales pueden ser abarcadas por los compromisos comerciales, la difícil coordinación entre Ministerios y organismos, y un conocimiento insuficiente de las oportunidades de exportación.

En la OMC, trabajamos con nuestros asociados en el empeño de elaborar herramientas para el manejo de datos que apoyen a los países en desarrollo y los países menos adelantados a la hora de participar en las negociaciones sobre el comercio de servicios.

Tomando todo esto en consideración, pasemos ahora a mi segundo relato: el presente del comercio de servicios. Se trata de un relato sobre oportunidades ilimitadas, pero también sobre crecientes desafíos.

Los servicios ya han transformado a gran escala las economías nacionales. Basta pensar en lo indispensables que han pasado a ser la logística, las finanzas y la informática para gestionar nuestras economías, cada vez más complejas y sofisticadas.

Los servicios generan más de dos terceras partes de la producción económica, atraen más de dos terceras partes de la inversión extranjera directa, y crean casi dos terceras partes de los empleos en los países en desarrollo y cuatro quintas partes en los países desarrollados. Los servicios desempeñan también un papel destacado en la incorporación de la mujer al mundo laboral.

Y van camino de transformar el comercio mundial de maneras similares. De hecho, esa transformación ya está en marcha.

Antes de la pandemia, el comercio de servicios venía creciendo desde hacía varios años a un ritmo más rápido que el comercio de mercancías. La participación de los servicios en el comercio mundial se ha duplicado con creces desde 1970. Se prevé que ese rápido crecimiento prosiga pese al pronunciado descenso en el comercio de servicios como consecuencia del desplome de los servicios de turismo y viajes debido a la pandemia.

Si utilizamos estadísticas basadas en el comercio en valor añadido en lugar de estadísticas brutas, constatamos que los servicios desempeñan un papel incluso mayor en el comercio internacional. Según este análisis más sutil, los servicios representan hoy día casi la mitad del valor del comercio mundial.

Esta proporción es mayor que la del sector manufacturero o la agricultura, sectores a los que se asocia más tradicionalmente con el comercio.

Este análisis más detenido también pone de relieve el hecho de que los servicios desempeñan una función catalizadora para las cadenas de valor mundiales. Sin el gran número de servicios que se entrecruzan en el mundo, sería imposible coordinar las complejas redes de producción multinacionales que han acabado definiendo la producción y el comercio en el siglo xxi.

Muchos factores impulsan la eclosión de un mercado de servicios globalizado, entre ellos la creciente demanda de servicios en línea, la inversión en infraestructuras físicas y digitales, y la reforma de las políticas en muchos países.

Pero el factor determinante es la tecnología, que ha convertido lo no comercializable en hipercomercializable.

Servicios que antes eran difíciles de comercializar a distancia, porque solo podían suministrarse físicamente, son cada vez más fáciles de comercializar, porque pueden suministrarse digitalmente.

La COVID-19 aceleró esta transformación. Durante la pandemia, cuando la gente se vio de pronto obligada a teletrabajar y pasó a depender en gran medida de Internet para el esparcimiento y las relaciones sociales, no fue solo el comercio de servicios de TIC lo que registró un auge.

También otros servicios se están globalizando más como consecuencia de los rápidos avances tecnológicos y la COVID-19. Por ejemplo, la telemedicina. La pandemia dio lugar a un auge de los servicios entre profesionales médicos mediante la utilización de herramientas audiovisuales, así como a la aparición de nuevas plataformas digitales destinadas a conectar a los profesionales de la salud y los pacientes.

El comercio transfronterizo de servicios médicos aumentó un 14% en 2020, a la vez que otras formas de comercio de servicios médicos se redujeron o no registraron cambios.

Sin embargo, observamos que a menudo las nuevas actividades de servicios no están sujetas a ningún reglamento o están sujetas a reglamentos obsoletos o incompletos. Y eso puede dar lugar fácilmente a resultados restrictivos del comercio.

Buen ejemplo de ello son los requisitos de nacionalidad o residencia para los profesionales de la salud. Con requisitos de esta índole, resulta imposible suministrar servicios transfronterizos. En la OMC, hemos constatado que aproximadamente uno de cada 10 Miembros declara, en sus compromisos, que no es posible el suministro transfronterizo de servicios de salud. E incluso cuando este está autorizado, es difícil establecer qué se permite realmente.

También las restricciones sobre los flujos de datos transfronterizos y los requisitos de localización de datos afectan a los servicios de salud transfronterizos. Volveremos sobre este punto más adelante.

La situación con respecto a la reglamentación de la telemedicina ilustra una cuestión más amplia. Es la siguiente: en la esfera de los servicios, las políticas comerciales y los esfuerzos de cooperación internacional van a la zaga del creciente papel de los servicios en la economía mundial.

Hoy día los obstáculos al comercio de servicios son equiparables a los que afectaban al comercio de mercancías hace medio siglo.

Eso ha aumentado los costos del comercio de servicios en detrimento de todas las empresas, en especial las pequeñas, que están menos capacitadas para hacer frente al costo inicial de acceder a las cadenas de valor mundiales.

El costo del comercio de servicios a escala internacional es alrededor de cuatro veces mayor que el costo del comercio de servicios a nivel nacional. Eso es el doble del costo que representa el comercio de mercancías.

Este desequilibrio nos impide cosechar los beneficios de un mercado de servicios cada vez más globalizado.

Los beneficios del comercio de servicios son considerables, porque los servicios comparten características únicas que amplían las ganancias tradicionales del comercio. Para empezar, los servicios - desde el transporte, la logística y la tecnología de la información hasta las finanzas, la atención sanitaria y la educación - son un elemento esencial en la facilitación del comercio, el desarrollo y el crecimiento económico.

Eso significa que permitir un mayor acceso a los servicios más eficientes, asequibles e innovadores en el mercado mundial tendrá un gran efecto positivo en la competitividad de las empresas nacionales, la productividad de la economía y el bienestar de los consumidores.

Cada vez son más los indicios de que una estrategia de crecimiento impulsada por los servicios puede ser tan esencial como una estrategia de crecimiento impulsada por el sector manufacturero, y de que la capacidad para acceder a servicios y exportar servicios será un factor determinante para el desarrollo.

Richard Newfarmer, antiguo representante del Banco Mundial, acuñó la expresión “industrias sin chimeneas” para poner de relieve que también los servicios, y no solo el sector manufacturero, proporcionan a los países pobres una vía para el desarrollo y una oportunidad para conseguir cuanto antes exportaciones con un mayor valor añadido y diversificar sus economías.

A fin de aprovechar los beneficios del comercio de servicios, tenemos que adaptar las políticas nacionales y mundiales a la realidad de la economía mundial de servicios. Para los responsables de las políticas comerciales, eso conlleva intensificar la cooperación con miras a superar los obstáculos que dificultan el comercio de servicios.

Y para el grupo más amplio de los responsables de las políticas económicas, conlleva trabajar desde la perspectiva de la oferta, en particular para dotar a los trabajadores y las empresas de las herramientas que necesitan para alcanzar el éxito en una economía mundial más orientada a los servicios y basada en los conocimientos.

Esto me lleva al relato sobre el futuro, un relato que es esperanzador pero a la vez está enturbiado por la incertidumbre.

Durante muchos años, los Miembros de la OMC han intentado hacer avanzar las negociaciones en el marco del AGCS para abrir el comercio de servicios. Pero, por algunas de las razones a las que he aludido, no han conseguido resultados.

Si bien la labor sobre el comercio de servicios prosigue a nivel multilateral, grupos de Miembros de la OMC han decidido impulsar los trabajos sobre varios temas propios de la esfera de los servicios y relacionados con los servicios en el plano plurilateral. No todos los Miembros de la OMC participan en esas iniciativas plurilaterales. Pero estas se llevan a cabo de una manera transparente e inclusiva y están abiertas a cualquiera que desee sumarse.

La decisión de trabajar en grupos de Miembros de la OMC de ideas afines no representa un gran cambio con respecto al pasado. Las iniciativas plurilaterales han formado parte integrante del sistema mundial de comercio desde sus inicios, hace más de siete décadas. En el propio AGCS se prevé la posibilidad de que la liberalización se promueva a través de negociaciones plurilaterales.

Las iniciativas plurilaterales poseen un gran valor. Son de carácter promultilateral, complementan los acuerdos multilaterales, y posiblemente constituirán una parte importante del futuro del sistema mundial de comercio.

Más importante aún, los enfoques plurilaterales han alcanzado resultados tangibles en el pasado, y siguen alcanzándolos en el presente.

Pongamos, por ejemplo, nuestro puntero acuerdo sobre la reglamentación nacional en la esfera de los servicios, el primer resultado alcanzado en materia de comercio de servicios en la OMC desde las negociaciones sobre los servicios de telecomunicaciones y financieros a finales de la década de 1990.

El acuerdo se centra en reducir drásticamente los trámites burocráticos innecesarios, aumentar la transparencia y la previsibilidad, y mejorar el entorno empresarial. La comunidad empresarial mundial lo ha considerado un acuerdo que afirma la capacidad de la OMC para concluir negociaciones comercialmente significativas y que, además, facilita una mayor fluidez en el comercio mundial de servicios y reduce los obstáculos de acceso a los mercados. Hasta la fecha, 67 Miembros de la OMC, que representan el 90% del comercio mundial de servicios, han asumido compromisos en el marco del nuevo acuerdo.

Eso reducirá los costos comerciales, en especial en los servicios básicos de vital importancia, como el transporte, las finanzas y las telecomunicaciones. Según nuestras estimaciones, el ahorro en costos comerciales será del orden de 150.000 millones de dólares anuales cuando el acuerdo se aplique plenamente.

Las pequeñas empresas serán las más beneficiadas, porque a menudo carecen de la información, los recursos financieros y las aptitudes técnicas y de gestión necesarias para acceder a las cadenas de valor mundiales.

Las disciplinas previstas en el acuerdo no solo establecen un referente para la concesión de licencias gubernamentales y otros requisitos impuestos a los proveedores de servicios, sino que también son innovadoras en otro sentido: previenen la discriminación de las mujeres en la reglamentación de los servicios, siendo este el primer acuerdo de la OMC que incluye disposiciones de esa índole.

Se trata de un logro importante, tanto para el sector de los servicios como para la OMC. Y hay otros avances en perspectiva.

Ahora pasaré a describir brevemente dos iniciativas adicionales que revisten gran importancia para el comercio de servicios.

En primer lugar, las negociaciones sobre la facilitación de las inversiones. Estas negociaciones reúnen a una gran mayoría de los Miembros de la OMC, más de dos tercios.

A este respecto, un resultado proporcionaría un conjunto de mejores prácticas mundiales para crear un clima de inversión transparente y previsible que atrajera, retuviera y ampliara las inversiones sostenibles. Eso beneficiaría directamente al comercio de servicios, ya que más de dos tercios de la inversión extranjera directa mundial se destina a los sectores de servicios.

Las negociaciones se centran en la mejora de la transparencia, la simplificación de los procedimientos administrativos, la promoción de una conducta responsable entre las empresas y la prevención de la corrupción. Todo esto mejorará el clima empresarial tanto para los inversores nacionales como para los extranjeros, contribuyendo a movilizar no solo inversiones más cuantiosas, sino mejores.

Los participantes en las conversaciones sobre la facilitación de las inversiones han avanzado de una manera constante y se proponen concluir las negociaciones a finales de este año. Así pues, permanezcan atentos.

La segunda iniciativa que quiero poner de relieve guarda relación con el comercio electrónico. Un grupo de 86 Miembros de la OMC, entre los que se incluyen China, la Unión Europea y los Estados Unidos, está trabajando en la elaboración de las normas mundiales para esta esfera.

Los negociadores están elaborando principios y disciplinas comunes para facilitar las transacciones a distancia y reforzar la confianza en los mercados digitales, desde las firmas electrónicas y el comercio sin papel hasta los contratos electrónicos y la protección del consumidor en línea.

Los negociadores también estudian la posibilidad de prohibir la imposición de derechos de aduanas a las transmisiones electrónicas transfronterizas. Este es un tema de importancia fundamental. Las asociaciones empresariales y otras partes interesadas de todo el mundo me han repetido una y otra vez que aplicar derechos de aduana a las transmisiones electrónicas sería un grave golpe a la perspectiva de una economía digital inclusiva que cree oportunidades para todos, en especial para las pequeñas empresas.

Las negociaciones sobre el comercio electrónico también aportarían normas básicas acerca de cuestiones relacionadas con los datos. Y eso incluye los espinosos asuntos del flujo de datos transfronterizo y la privacidad de los datos. Un acuerdo sobre estas cuestiones podría contribuir a velar por que los requisitos impuestos por los Gobiernos en materia de datos no se conviertan en obstáculos innecesarios al comercio digital.

Eso reviste gran importancia para el comercio de servicios, en vista de las repercusiones desproporcionadamente negativas de los obstáculos al comercio digital en los servicios digitales.

Un resultado de la OMC en materia de comercio electrónico reduciría los costos del comercio y ayudaría a más empresas de más países a importar y exportar servicios digitales.

Pero, para aprovechar los beneficios de la mejora de las normas mundiales relativas al comercio digital, debemos complementar los esfuerzos desplegados en la esfera del comercio con inversiones para salvar la brecha digital y reforzar las aptitudes digitales en todas partes.

Por último, añadiré que, en la economía mundial del futuro, el comercio de servicios brindará cada vez más oportunidades para crear puestos de trabajo, elevar el nivel de vida y transformar nuestras economías.

Pero, para convertir las posibilidades del comercio de servicios en beneficios tangibles, debemos adaptar urgentemente las políticas y las normas nacionales y mundiales sobre servicios al auge de una economía mundial más orientada a los servicios y basada en los conocimientos.

La OMC puede y debe contribuir a un comercio de servicios abierto, seguro e inclusivo. Ahora bien, la OMC no puede actuar sola. Hacer avanzar las negociaciones sobre los servicios es demasiado complejo, importante y urgente para dejar la tarea solo en manos de los negociadores comerciales.

Necesitamos más diálogo, más cooperación y más coherencia entre los agentes comerciales y no comerciales, entre los sectores público y privado, y con el mundo académico, los trabajadores y otras partes de la sociedad civil.

Aunemos fuerzas, pues, para conseguir que el comercio de servicios impulse la prosperidad del siglo xxi del mismo modo que trabajamos para conseguir que el comercio de mercancías impulsara la prosperidad en el siglo xx.

Gracias.

Compartir

Compartir


Si tiene problemas para visualizar esta página,
sírvase ponerse en contacto con [email protected], y proporcionar detalles sobre el sistema operativo y el navegador que está utilizando.