MUJERES Y EL COMERCIO

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Esta es la historia de una mujer en el decenio de 1960. Imagínensela: joven, culta, con determinación, plurilingüe. Vive en Jerusalén y trabaja. ¿A qué se dedica? A empoderar a otras mujeres jóvenes, pobres y sin estudios, a enseñarlas un oficio con el objetivo de ser económicamente independientes y de obtener ingresos.

Se dedicaba a luchar por el potencial y los derechos económicos de otras mujeres.

Esta es también la historia de un hombre. Imagínenselo: comerciante internacional y trotamundos. Se dedica a dar la vuelta al mundo, abriendo fábricas, haciendo negocios. En los años 70, fue pionero en tomar medidas para impulsar las trayectorias profesionales de las mujeres en su empresa.

Nombró a una mujer como responsable de sus operaciones. Sobre todo, instauró en ella la idea de que la educación le garantizaría la independencia en el futuro. Animó a su hija a creer que ella también podría crecer en una empresa, que podría liderarla. 

¿Por qué les cuento estas historias?

¡Porque la relación entre ellas y la razón que nos reúne a todos aquí hoy es el poder económico! El empoderamiento de las mujeres empieza con el poder económico, y su empoderamiento político y social se derivan de él.

Conozco esto de primera mano porque esa mujer es mi madre y ese hombre es mi padre.

Y, al igual que el comercio internacional y el empoderamiento de las mujeres son el legado que recibí de mis padres, la OMC también heredó del GATT un conjunto de objetivos que, de manera similar, pueden fortalecer a las mujeres económicamente en todo el mundo. Con miras al desarrollo sostenible, estos objetivos hacen que la OMC sea un agente clave en el fortalecimiento de la capacidad económica y financiera de las mujeres.

El comercio tiene el poder de transformar y mejorar la vida de las mujeres. Estoy convencida de ello. Pero solo funciona si las políticas comerciales incorporan cuestiones de igualdad de género a fin de equilibrar la esfera del comercio para las mujeres.  Esto sigue sin materializarse: las desigualdades subsisten, como sin duda hemos constatado durante los últimos días de este Congreso.  

¿Por qué existe esa necesidad tan urgente? Porque las mujeres ocupan un lugar central en las economías, las sociedades, las comunidades, las familias y los hitos históricos.

Cuando realizamos investigaciones, solemos calificar a las mujeres como trabajadoras, empresarias, consumidoras. Si bien dichas categorizaciones son fundamentales para la recopilación y el análisis de datos, me parece que esa imagen que se tiene de las mujeres es reduccionista.

Sí, las mujeres son emprendedoras. Quinientos millones de ellas participan en actividades empresariales en todo el mundo. Y eso solo en el sector estructurado. Apoyan la capacidad productiva de los países. También crean empleo, por lo que contribuyen a reducir la pobreza.

Pero las mujeres también son innovadoras. ¿Sabían que alrededor del 30% de las mujeres empresarias a nivel mundial ofrece productos innovadores? ¿Sabían que las empresas cuya dirección tecnológica la ostenta una mujer son más innovadoras que las empresas en las que dicho cargo directivo lo ocupa un hombre?

Las mujeres son motores de diversificación económica. Tienden a estar más involucradas en el sector de servicios, fomentando así la diversificación. De hecho, algunos países incluyen medidas de apoyo a las funciones económicas de las mujeres como parte de sus nuevas estrategias de diversificación económica.

Las mujeres contribuyen a mitigar el cambio climático. En los países en desarrollo, son gestoras de recursos naturales. A través de esta función, las mujeres se han convertido en auténticas expertas en el mantenimiento de la biodiversidad en la tierra y en el mar mediante el desarrollo de técnicas respetuosas con el medio ambiente. En realidad, las mujeres son impulsoras de la economía circular.

Las mujeres son cuidadoras y trabajadoras de atención sanitaria, tal y como ha revelado claramente la pandemia de COVID-19. Más del 70% de los profesionales de atención sanitaria son mujeres. A nivel mundial, 606 millones de mujeres se dedican a los cuidados a tiempo completo y sin ninguna remuneración, en comparación con solo 41 millones de hombres. Las mujeres son las auténticas guardianas de nuestra salud, y sus cuidados no remunerados contribuyen a la economía mundial con 1,5 billones de dólares EE.UU. al año.

Las mujeres son agentes de la seguridad alimentaria. Como comerciantes transfronterizas, desempeñan un papel fundamental en la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud, ya que la mayoría comercia con productos alimenticios esenciales para los consumidores pobres, sustentando de este modo las dietas equilibradas de las poblaciones. A través de su actividad comercial, también reparten alimentos a lugares en los que se carece de suministro. No se puede negar que su papel es crucial. En África Occidental, por ejemplo, las mujeres que se dedican al comercio de productos alimenticios esenciales de manera informal representan en torno al 30% del comercio total de la región.

Las mujeres son promotoras de la paz. Aunque los tratados promueven la paz, no siempre la fomentan y mantienen. Son las personas las que se encargan de ello, y las mujeres suelen ocupar un lugar central en la reconstrucción que se está llevando a cabo. ¡Basta con repasar la historia!

Las mujeres también ejercen posiciones de liderazgo, aunque todavía no son suficientes en lo que respecta a las funciones de toma de decisiones. En la actualidad, hay 31 Jefas de Estado o de Gobierno en el mundo. Y en cuanto a la OMC, hay un 36% de Embajadoras y alrededor de un 30% de Ministras encargadas de los asuntos relacionados con la OMC.

Las mujeres también pueden ser revolucionarais, como hemos podido presenciar hoy. No para destruir, sino para construir nuevas sociedades abiertas. Y, al hacerlo, también se convierten en reformadoras.

Todos sus roles las remiten al comercio, lo que puede fortalecerlas económicamente. Esto es a lo que la OMC se comprometió hace 6 años: a hacer que el comercio funcione para las mujeres.

El año 2023 será crucial para la OMC. Será un año de desarrollo de proyectos y para poner rumbo, desde el punto de vista estratégico, hacia territorios y temas inexplorados. Ya he les mencionado algunos de estos planes a algunos de ustedes en esta semana.

Alguien me dijo durante el Congreso que era genial ver la unión entre la pequeña familia del comercio y el género, con que, ¿por qué no ampliarla e invertir en jóvenes profesionales y jóvenes investigadores?

Así pues, en noviembre de 2023, el Centro de Investigación sobre Cuestiones de Género de la OMC organizará un simposio para formar a la próxima generación de expertos en género y comercio.

Por último, en 2023, me gustaría llevar la labor del Centro de Investigación sobre Cuestiones de Género de la OMC al siguiente nivel para lograr un impacto tangible con un nuevo plan de trabajo de dos años que nos conducirá a la segunda edición del Congreso Mundial de Comercio sobre el Género en diciembre de 2024.

Solo avanzaremos si colaboramos los unos con los otros, y creo que las alianzas emergentes de la OMC en cuestiones de género con la OMPI, ONU Mujeres y organizaciones regionales como la Asociación Parlamentaria del Commonwealth son imprescindibles para este proceso.

El filósofo griego Sócrates dijo una vez: “el secreto del cambio consiste en enfocar toda tu energía, no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo”.

¡Este aforismo le viene como un guante a la labor de la OMC en materia de género!

Con estas palabras, doy por clausurado el Congreso Mundial del Comercio sobre el Género de 2022, y les invito a volver a la OMC en 2024 para su segunda edición.

¡Gracias!

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