DIRECTORA GENERAL ADJUNTA ANGELA ELLARD

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Excelencias, señoras y señores, buenos días. Es un placer participar en esta mesa redonda con el Vicepresidente Dombrovskis y la Secretaria General Adjunta Lapecorella.

Permítanme empezar dando las gracias a los organizadores por haberme invitado a esta conferencia en vuestra hermosa ciudad, que celebra su séptimo centenario este año. Tengo mucho interés en aprender más acerca de la rica historia y cultura de Vilnius durante mi estancia.

Hoy me gustaría hacer algunas observaciones. Lo primero que me gustaría señalar es que, en los últimos años, hemos atravesado tres crisis: la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y la emergencia climática. A lo largo de estas crisis, el comercio ha sido un importante amortiguador y un catalizador de la resiliencia en la economía mundial.  En síntesis, el comercio es un instrumento esencial para hacer frente a las crisis a nivel mundial.

En el primer semestre de 2020, la pandemia de COVID-19 ocasionó un derrumbe de la economía mundial. En el segundo trimestre de ese año, el valor del comercio de mercancías disminuyó un 23% y el comercio de servicios registró una reducción interanual del 30%. No obstante, el comercio se recuperó con fuerza después de los confinamientos y, a principios de 2021, el comercio mundial de mercancías había alcanzado máximos históricos. A lo largo de 2021, el comercio de mercancías creció a un ritmo casi dos veces superior al de la producción mundial, por lo que la demanda externa constituyó un motor crucial para la recuperación económica de los países de todo el mundo.

Todos recordamos que las restricciones a la exportación exacerbaron la escasez de suministros médicos durante las primeras semanas de la pandemia. Sin embargo, tendemos a olvidar que el comercio y las cadenas de suministro transfronterizas se convirtieron rápidamente en un medio para aumentar la producción de equipos de protección personal, pulsioxímetros, respiradores y, en última instancia, vacunas, y permitieron mejorar el acceso a estos.  Por supuesto, ha sido mucho más fácil en el mundo desarrollado que en muchos países en desarrollo, que aún sufren los efectos de la crisis, pero, independientemente del nivel de desarrollo de un país, el comercio ha sido indispensable para la recuperación.

Los miles de millones de dosis de vacunas contra la COVID-19 que hicieron posible reanudar una vida económica normal en tantas partes del mundo se han fabricado en cadenas de suministro en las que participan hasta 19 países. No cabe duda de que, sin el comercio, la recuperación económica y sanitaria habría sido mucho más lenta, y es necesario incrementar los niveles de comercio para impulsar esa recuperación en los países menos adelantados. 

En 2022, justo después de la pandemia, estalló la guerra en Ucrania, que ha conmocionado el sistema mundial de comercio y la OMC. El PIB de Ucrania se contrajo casi un tercio en 2022, y sus exportaciones se han desplomado debido a la perturbación del transporte marítimo en el Mar Negro.

Cabe señalar, no obstante, que las consecuencias económicas de la guerra se sienten mucho más allá de las fronteras ucranianas. Ucrania y Rusia, juntas, representan apenas el 2% del PIB mundial y solo el 2,5% de las exportaciones de mercancías. Sin embargo, antes de la guerra, los dos países exportaban casi el 12% de los alimentos comercializados en todo el mundo y figuraban entre los principales proveedores de energía, abonos y determinados metales. La perturbación del transporte marítimo en el Mar Negro está agravando la crisis alimentaria en muchas partes del mundo. Por consiguiente, ha sido muy decepcionante que se pusiera fin a la Iniciativa sobre la Exportación de Cereales por el Mar Negro, puesto que ello genera inestabilidad en los mercados y amenaza el suministro de ayuda humanitaria vital en algunas de las zonas más afectadas del mundo.

Además, los mercados internacionales integrados y diversificados ayudan de manera clave a los países a hacer frente a perturbaciones en su acceso a los alimentos y la energía de sus proveedores tradicionales. Permítanme que cite algunos ejemplos. En el caso de Etiopía, un tercio de sus importaciones de trigo procedían de Ucrania. La guerra puso fin a esas importaciones, pero Etiopía pudo sustituirlas por trigo procedente de los Estados Unidos y la Argentina. Del mismo modo, las importaciones de GNL procedentes de los Estados Unidos, en particular a través del puerto de Klaipeda, han ayudado a Europa a compensar la pérdida de gas ruso suministrado por gasoducto.

La lección es clara: en lo que respecta también a los alimentos, la libre circulación del comercio es vital para la seguridad alimentaria mundial.

A todo esto se añade el cambio climático, la mayor amenaza existencial a la que se enfrenta la humanidad. Muchos consideran que el reciente informe del IPCC sobre la mitigación del cambio climático es la “última advertencia” antes de que los principales objetivos del Acuerdo de París pasen a ser inalcanzables. Ahora se reconoce ampliamente que el comercio es la pieza que falta en las iniciativas de mitigación del cambio climático y adaptación a este. El comercio puede ayudar a los países a reducir las emisiones aumentando la disponibilidad y la asequibilidad de los bienes, los servicios y las tecnologías ambientales, como los paneles solares y las turbinas eólicas. De hecho, nuestra investigación en la OMC muestra que una reducción de los aranceles y las medidas no arancelarias sobre los bienes ambientales podría aumentar las exportaciones de esos productos un 5% para 2030 y reducir las emisiones mundiales un 0,6%.

Además, el comercio ayuda a los países a recuperarse de fenómenos meteorológicos extremos. Cuando los cultivos se arruinan debido a la sequía, el calor, el frío o una inundación, la capacidad de recurrir rápidamente a las importaciones es vital, sin procedimientos engorrosos internos o limitaciones impuestas por otros.

A pesar de que los beneficios del comercio han quedado ampliamente demostrados, en los dos últimos años hemos sido testigos de intentos de "relocalización en territorio propio", “relocalización en países vecinos” o “relocalización en países amigos” de las cadenas de suministro de tecnología sensible. En la medida en que los gobiernos y las empresas buscan resiliencia en las cadenas de suministro, indudablemente todos podemos comprender, hasta cierto punto, la tendencia a hacer negocios únicamente con amigos y vecinos, habida cuenta de las incertidumbres mundiales, aun cuando supone un cierto incremento de los costos, que incluso puede llegar a ser elevado.  Pero las consecuencias de llevar esta tendencia demasiado lejos serán contraproducentes: menor resiliencia, mayores vulnerabilidades y mayor exposición a las perturbaciones. Esto es particularmente cierto teniendo en cuenta que cada vez son más frecuentes e intensas las catástrofes naturales y causadas por el ser humano, como los episodios meteorológicos extremos y los fenómenos causados por el cambio climático, los conflictos armados y las pandemias.

Nuestros economistas estiman que si el mundo se disociara, se produciría una pérdida de PIB real de al menos un 5% en promedio, que sería más elevada en el caso de los países en desarrollo y menos adelantados. Una disociación de la economía mundial, en contraposición a una mayor liberalización, entrañaría una disminución de la renta real a nivel mundial de un 8.7% . En cambio, la reinversión en la liberalización del comercio multilateral puede generar importantes ganancias de ingresos con respecto a una situación en la que el comercio se encuentre fragmentado. El establecimiento de cadenas mundiales menos concentradas y más diversificadas, que incluyan a los países y comunidades que ahora se encuentran al margen de la economía mundial, es clave para mejorar la resiliencia, especialmente en tiempos de crisis. En resumen, el mundo debe reglobalizarse y no desglobalizarse.

En la OMC, tenemos una visión para dicha reglobalización: será ecológica, digital, basada en los servicios e inclusiva. El año pasado, el comercio mundial de servicios creció un 15% y alcanzó USD 6,8 billones, lo que representa algo más de una quinta parte del total del comercio mundial de bienes y servicios. Calculamos que, de aquí a 2040, la participación de los servicios en el comercio mundial podría llegar a ser de una tercera parte.  La contribución de los servicios al PIB de Lituania se ha duplicado desde 2005, lo que significa que hay un enorme potencial de crecimiento.

En 2012, el comercio de servicios prestados digitalmente representó el 8% del comercio mundial, y en la actualidad constituye el 12% y alcanza los USD 3,8 billones. El comercio digital puede impulsar el crecimiento económico de las economías más pequeñas, en particular en Europa Oriental y Central. Algunos estudios recientes indican que Lituania ha hecho progresos significativos en la digitalización de su economía, y que hay mucho margen para seguir trabajando en esta dirección, lo que impulsaría la innovación y la productividad. Según algunas estimaciones, el crecimiento digital puede llevar a que la economía digital de Rumania represente casi EUR 52.000 millones para 2030, lo que equivale al 15% del PIB del país en 2021. El comercio digital también puede permitir que más mipymes, mujeres y jóvenes participen de manera más efectiva en el comercio regional y mundial y hagan que sea más inclusivo, de manera tal que arroje mayores beneficios para ellos, así como para sus economías y sociedades. También puede ser vital para los países afectados por desastres naturales o conflictos y con un acceso limitado a las infraestructuras. Por ejemplo, en 2022, los servicios de tecnología de la información fueron el único sector de Ucrania que registró un crecimiento de las exportaciones, que alcanzaron un máximo histórico de USD 7.340 millones.

La evolución tecnológica puede generar nuevas oportunidades para las empresas y las personas de todo el mundo. Para hacer realidad esas posibilidades, debemos comprender cómo aprovechar las nuevas tecnologías de modo que se traduzcan en creación de empleo y crecimiento económico, y contribuyan a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas en consonancia con la misión expresa de la OMC de elevar los niveles de vida.  También necesitamos nuevas normas que tengan en cuenta las realidades tecnológicas y comerciales actuales y contemplen la brecha digital a que hacen frente los países en desarrollo, así como las comunidades con precariedad de servicios en el mundo desarrollado. Muchos de nuestros Miembros están trabajando activamente en estas cuestiones en la OMC como parte de la Iniciativa Conjunta sobre el Comercio Electrónico.

Para que la reglobalización funcione, se necesita un sistema multilateral de comercio abierto y previsible, custodiado por una OMC que funcione eficazmente. Por eso, el hecho de reforzar la OMC y mantenerla adaptada a su cometido es tan importante para la salud y la resiliencia económicas..

El año pasado, celebramos con éxito la Duodécima Conferencia Ministerial (CM12), en la que se alcanzaron resultados sobre cuestiones apremiantes relacionadas con la respuesta a la pandemia, la seguridad alimentaria y la prórroga de la moratoria sobre la imposición de derechos de aduana al comercio electrónico. Lo que es más importante, nuestros Miembros añadieron un nuevo acuerdo al conjunto de normas de la OMC, a saber, el Acuerdo sobre Subvenciones a la Pesca, que es el primer acuerdo de la Organización en el que la sostenibilidad ambiental ocupa un lugar central, y el segundo acuerdo multilateral nuevo que hemos concluido desde 1995. Ahora estamos trabajando activamente para que 2/3 de los Miembros de la OMC depositen sus instrumentos de aceptación del Acuerdo ante la Organización, a fin de que este pueda entrar oficialmente en vigor. Quiero dar las gracias a la UE y a sus Estados miembros, incluida Lituania, por haber sido una de las primeras en ratificar este histórico Acuerdo y depositar el instrumento de aceptación.

Los resultados de la CM12 se lograron en medio de una guerra, una pandemia mundial y una crisis alimentaria. Este éxito muestra que todavía es posible llegar a un consenso, incluso en tiempos de profundas fracturas geopolíticas, y que la OMC desempeña una importante función para sus Miembros.

No obstante, la OMC debe hacer más.  Todos nuestros Miembros están de acuerdo en que tenemos que reformar la OMC en lo que respecta a nuestras tres funciones — negociación, vigilancia y, en particular, solución de diferencias —, a medida que nos acercamos a nuestro 30º aniversario. Tenemos que llegar a un entendimiento común sobre el tipo de reforma que queremos alcanzar y establecer un plan para lograrla, sabiendo que habrán de destinarse medidas y tiempos diferentes en cada una de las esferas de interés. Los Miembros están trabajando de manera activa para el logro de este objetivo en Ginebra.  La UE participa activamente en los debates sobre las reformas haciendo hincapié en la necesidad de mejorar la función deliberativa de la OMC y abordar las cuestiones ambientales y de inclusión relacionadas con el comercio, así como las distorsiones causadas por las subvenciones industriales y otras prácticas. 

La reforma de la función de solución de diferencias es especialmente vital para el futuro de la OMC. Como probablemente sepan, nuestro segundo nivel de examen — el Órgano de Apelación — no funciona debido a opiniones divergentes entre nuestros Miembros sobre su función.  En consecuencia, los Miembros que no obtienen un resultado favorable en la etapa inicial del grupo especial pueden presentar una apelación en el vacío, en el contexto de un Órgano de Apelación que no funciona, lo que impide que se llegue a un resultado definitivo.  Sin embargo, para aumentar la eficacia del conjunto de normas de la OMC, se requieren herramientas de aplicación sólidas, lo que acentúa la necesidad de emprender una reforma. 

En la CM12, los Miembros se comprometieron a “celebrar debates con miras a tener un sistema de solución de diferencias plenamente operativo y que funcione debidamente, accesible a todos los Miembros, para 2024”. Nuestros Miembros están manteniendo intensos y prometedores debates a tal efecto. Todas las miradas están puestas en nuestra Decimotercera Conferencia Ministerial, que tendrá lugar en Abu Dhabi en febrero, y esperamos que los Miembros puedan acordar resultados significativos en esta esfera.

Al mismo tiempo, nuestros Miembros siguen utilizando el sistema existente para hacer cumplir las normas y lograr resultados.  Por ejemplo, la UE ha planteado un asunto contra China, en el que ha impugnado las restricciones impuestas por China a Lituania en relación con su reconocimiento del Taipei Chino, como se denomina oficialmente en la OMC.  Este asunto se ha sometido a un grupo especial de la OMC.

Además de la solución de diferencias, en la Decimotercera Conferencia Ministerial tenemos que lograr resultados en otras esferas importantes:

  • Ante todo, debemos completar la segunda ronda de negociaciones sobre las subvenciones a la pesca.
  • Los Miembros también tienen que adoptar decisiones sobre la manera de tratar los medios de diagnóstico y los tratamientos contra la COVID en el marco de las normas de propiedad intelectual y acerca de la prórroga de la moratoria sobre la imposición de derechos de aduana al comercio electrónico.
  • También debemos avanzar en la esfera de la agricultura, en especial en el caso de las cuestiones relacionadas con la seguridad alimentaria.
  • Por último, necesitamos soluciones viables a las preocupaciones planteadas por los países en desarrollo en relación con la brecha digital y el riesgo de que los países en desarrollo queden rezagados en una carrera en materia de subvenciones industriales o ecológicas y excluidos de las cadenas de suministro en intentos de relocalizar la producción en el país o en países amigos, o queden limitados a la función de industrias extractivas.

Cuento con que la Unión Europea y sus Estados miembros, incluida Lituania, sigan participando activamente en los esfuerzos destinados a resolver estas cuestiones.

Para concluir, permítanme formular tres observaciones breves:

  • La OMC y otras instituciones similares son especialmente necesarias en tiempos como estos, cuando el orden internacional mundial existente corre peligro y la tentación de adoptar medidas unilaterales es elevada.
  • La OMC sigue siendo un foro importante — y, a veces, el único — para gestionar y apaciguar las tensiones económicas, por ejemplo mediante negociaciones y debates en nuestros comités o consejos especializados.
  • La negociación de acuerdos en la OMC es una tarea larga, y es difícil lograr un consenso, pero los resultados demuestran su valor.  Vale la pena invertir tiempo y esfuerzos en mejorar la OMC. Ayúdennos a asegurar que la Organización siga siendo eficaz y cumpla su cometido.

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