DIRECTORA GENERAL ADJUNTA ANGELA ELLARD

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Muchas gracias por tan generosa presentación, Stormy. Y gracias al Aspen Institute Germany por haberme invitado a hablar en esta importante Conferencia. Es un placer estar hoy con todos ustedes, aunque sea de forma virtual.

El comercio y la tecnología están estrechamente relacionados. Desde la invención de los primeros barcos de vela, las máquinas de vapor, el ferrocarril y los barcos de vapor, hasta la aparición de la contenedorización, la logística cada vez más sofisticada y la demanda de transporte inocuo para el clima, la tecnología siempre ha desempeñado un papel esencial en la configuración de nuestra forma de vivir y comerciar. Esta tendencia se está acelerando ahora más que nunca. Estamos viviendo una era de cambios tecnológicos sin precedentes, en la que experimentamos e ideamos innovaciones que podrían repercutir considerablemente en cómo comerciamos, quién comercia y qué se comercia.

La evolución tecnológica puede generar nuevas oportunidades para las empresas y las personas de todo el mundo. Para hacer realidad esas posibilidades, debemos comprender cómo aprovechar las nuevas tecnologías para asegurarnos de que se traducen en creación de empleo y crecimiento económico, y contribuyen a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en consonancia con la misión expresa de la OMC de elevar los niveles de vida. 

No cabe duda de que el futuro del comercio está indisolublemente vinculado a las tecnologías digitales. Según las estimaciones de la OMC, las exportaciones mundiales de servicios suministrados digitalmente se han más que triplicado desde 2005. Entre 2005 y 2019, la tasa media de crecimiento anual de servicios suministrados digitalmente alcanzó el 7,3%. En cambio, las exportaciones de otros servicios crecieron tan solo un 5,6%, y las de bienes, un 4,7%. Durante la pandemia, las exportaciones de servicios suministrados digitalmente aumentaron aún más, un 14% interanual, y las ventas a través del comercio electrónico se dispararon.

El marco actual que rige el comercio de servicios y tecnología en la OMC se estableció en 1995, hace varias generaciones en términos de tecnología.  Los Miembros de la OMC están trabajando para mejorar las herramientas vigentes y están elaborando nuevas que reflejen la naturaleza cambiante del comercio. Permítanme exponer con detalle parte de este trabajo.

En primer lugar, en nuestra Duodécima Conferencia Ministerial (CM12), celebrada el pasado mes de junio, los Miembros de la OMC acordaron por consenso prorrogar la moratoria de larga data sobre la imposición de derechos de aduana a las transmisiones electrónicas hasta la próxima Conferencia Ministerial, que tendrá lugar dentro de un año. Este resultado, fundamental para preservar un entorno de política comercial propicio para el comercio electrónico, es sumamente importante para muchas empresas.

Pero, en vista de que está previsto que esta moratoria expire en un año, proseguirán los debates en los próximos meses para abordar la brecha existente entre los países desarrollados y muchos países en desarrollo, por una parte, y algunos países en desarrollo por otra parte, que consideran la moratoria perjudicial para el aumento de los ingresos y la reducción de la brecha digital en el comercio electrónico. 

En la CM12, los Ministros también acordaron revitalizar la labor en el marco del programa de trabajo sobre el comercio electrónico, un esfuerzo de larga data destinado a abordar todas las cuestiones relacionadas con el comercio pertinentes para el comercio electrónico mundial. Esta labor incluye cuestiones relacionadas con el desarrollo, como la brecha digital en lo que respecta a la infraestructura digital, la conectividad y la creación de capacidad.

En segundo lugar, se está centrando mucho la atención últimamente en la iniciativa conjunta plurilateral sobre el comercio electrónico. Ochenta y siete Miembros de la OMC, entre ellos muchos países en desarrollo, participan en esta iniciativa para elaborar normas básicas que rijan la economía digital mundial. En particular, los Miembros tratan de identificar disciplinas comunes encaminadas a facilitar las transacciones a distancia y reforzar la confianza en los mercados digitales, contribuyendo al mismo tiempo a abordar los obstáculos al comercio digital. Los Miembros tienen la intención de concluir esta labor para finales de año.

Es significativo que los países desarrollados Miembros que participan en esta iniciativa reconozcan la importancia de la inclusión y los obstáculos a que hacen frente los países en desarrollo y menos adelantados que tratan de beneficiarse de la economía digital. A este respecto, el ‘Marco de Creación de Capacidad sobre el Comercio Electrónico’ puesto en marcha por Australia, el Japón, Singapur y Suiza es un paso clave para fortalecer la inclusión digital y ayudar a aprovechar las oportunidades que brinda el comercio digital. El Marco ofrecerá una amplia gama de actividades de asistencia técnica, formación y creación de capacidad para apoyar la participación de los países en las negociaciones sobre el comercio electrónico.

Además de estas iniciativas, se están celebrando debates sobre cuestiones relacionadas con la tecnología en diversos comités especializados. Por ejemplo, ha aumentado el número de notificaciones presentadas por los Miembros al Comité de Obstáculos Técnicos al Comercio de la OMC sobre medidas que afectan al comercio digital, el comercio electrónico y la ciberseguridad. Estos temas despiertan tanto interés que el Comité celebrará sesiones temáticas sobre los desafíos y las mejores prácticas actuales en estos ámbitos.

Por último, ha habido un impulso en nombre de algunas asociaciones industriales para ampliar aún más la lista de los productos comprendidos en el Acuerdo sobre Tecnología de la Información (ATI) de la OMC, que cuenta con 82 participantes que representan alrededor del 97% del comercio mundial de productos de tecnología de la información (TI). Durante la pandemia, docenas de productos comprendidos en el Acuerdo de Ampliación del ATI, como los oxímetros de pulso, desempeñaron un papel fundamental para salvar vidas. Además, el acceso a los productos de TI y la infraestructura de la información y las telecomunicaciones es primordial para que las pequeñas empresas participen en el comercio electrónico. El año pasado celebramos una sesión de información y diálogo con representantes del sector de la TI durante nuestro Foro Público anual, y nuestros Miembros agradecieron la información de primera mano recibida de los representantes del sector. Animo a aquellos para los que este tema es importante a que participen en eventos similares en el futuro. 

El siguiente punto que deseo destacar es que el acceso a la tecnología es crucial para reducir el costo de la mitigación del cambio climático, acelerar la transición hacia bajas emisiones de carbono y crear empleo verde, y la OMC tiene un papel importante que desempeñar a este respecto.

A menudo el comercio se considera un factor que contribuye al cambio climático debido a las emisiones causadas por la producción y el transporte de mercancías. Pero esta consideración es incompleta, porque el comercio internacional — y la OMC como guardiana de las normas comerciales multilaterales — puede contribuir al logro de los objetivos climáticos favoreciendo las iniciativas de adaptación y mitigación.

Para pasar a una economía con bajas emisiones de carbono, los países necesitan un acceso asequible a tecnologías avanzadas. Y la apertura del comercio desempeña un papel esencial a este respecto. La reducción de los obstáculos al comercio de bienes y servicios ambientales contribuiría a facilitar la transferencia y el despliegue de tecnologías para la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo. Las turbinas eólicas, los paneles solares, las bombas de calor y las estufas de biogás deben poder atravesar las fronteras lo más libremente posible si queremos limitar el calentamiento global a 1,5º C.

El promedio de los aranceles aplicados a los bienes ambientales ya es relativamente bajo, especialmente en las economías desarrolladas. Pero algunos bienes ambientales siguen estando sujetos a aranceles elevados en algunos países, y los obstáculos no arancelarios también están extendidos. Nuestro análisis indica que la eliminación de los aranceles y la reducción de las medidas no arancelarias sobre determinados bienes ambientales relacionados con la energía y productos ambientalmente preferibles permitirían aumentar las exportaciones globales de estos productos por un valor de USD 109.000 millones (un 5%) y de USD 10.300 millones (14%), respectivamente, para 2030. Este impulso en la utilización de tecnologías inocuas para el clima podría dar lugar a una reducción de las emisiones netas de carbono del 0,6%.

En el mismo orden de ideas, la instalación y explotación de tecnologías limpias suelen ser complejas y requieren competencias de usuario específicas, que en ocasiones resultan difíciles de obtener en determinados países. Así pues, la eliminación de los obstáculos a los servicios ambientales mediante el recurso a servicios de consultoría e ingeniería ambiental, por ejemplo, también puede ayudar a reducir los costos de los proyectos que contribuyen a la reducción de las emisiones.

Ese acceso es especialmente importante para los países en desarrollo. No hay que olvidar que el 13% de la población mundial no tiene acceso a un suministro estable de electricidad. Los hogares que no están conectados a la red ahora pueden acceder a la electricidad gracias a la energía solar, lo que redunda en beneficio del medio ambiente, porque esa energía es renovable.

La libre circulación de bienes y servicios ambientales también propiciará la diversificación económica y la creación de empleo, en particular en el sector de los servicios.  Por ejemplo, el costo de instalación de módulos fotovoltaicos en los tejados representa aproximadamente el 60% del importe total. Cada vez se están creando más puestos de trabajo (sobre todo en África) en el sector de la energía renovable descentralizada fuera de la red, lo que a su vez impulsa el empleo en el sector agroalimentario, la atención sanitaria, las comunicaciones y el comercio local, entre otros.

La OMC, gracias a su amplia composición, que incluye países con distintos sistemas políticos y niveles de desarrollo, constituye un foro excepcional para entablar debates sobre la reducción de los obstáculos a los bienes y servicios ambientales.

La OMC también puede ayudar a los países a movilizar apoyo y crear capacidades relacionadas con el comercio para la adaptación. Por ejemplo, la OMC examina la evolución de las necesidades y prioridades de los países menos adelantados en materia de tecnología y los apoya vigilando la aplicación de los programas de los países desarrollados cuya finalidad es la transferencia de las tecnologías pertinentes a los países menos adelantados, en consonancia con las obligaciones que han contraído en el marco del Acuerdo sobre los ADPIC de la OMC. La adaptación al cambio climático, en particular la prevención de desastres y la gestión del agua, fue un elemento importante en el 25% de los 152 programas de transferencia de tecnologías ambientales notificados por los Miembros a la OMC entre 2018 y 2020.

Además, la iniciativa Ayuda para el Comercio — cada vez más centrada en la inversión para el comercio — puede y debe ayudar a los países en desarrollo y países menos adelantados a establecer una infraestructura comercial esencial inocua para el clima. En 2020, los desembolsos realizados con un objetivo climático representaron el 31% del total de la Ayuda para el Comercio.

La última observación que quisiera formular es que muchas de las tensiones comerciales actuales también giran en torno a la tecnología. En 1989, el antiguo Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Harold Brown, redactó un documento sobre la competencia tecnológica entre los Estados Unidos y el Japón, que tituló con gran acierto “High Tech is Foreign Policy” (La alta tecnología es política exterior). Así ocurre de nuevo en la actualidad. Para muchos países, la tecnología es un elemento central de su política exterior, seguridad nacional y tensiones geopolíticas.

Permítanme ponerles un solo ejemplo.  En los dos últimos años, hemos sido testigos de intentos de “relocalización en territorio propio”, “relocalización en países vecinos” o “relocalización en países amigos” de las cadenas de suministro de tecnología sensible. En la medida en que los gobiernos y las empresas buscan resiliencia en las cadenas de suministro, indudablemente todos podemos comprender, hasta cierto punto, la tendencia a hacer negocios únicamente con amigos y vecinos, habida cuenta de las incertidumbres mundiales, aun cuando supone un incremento de los costos reducido, o incluso elevado.  Pero las consecuencias de llevar esta tendencia demasiado lejos serán contraproducentes: menor resiliencia, mayores vulnerabilidades y mayor exposición a las conmociones. Esto es particularmente cierto teniendo en cuenta que cada vez son más frecuentes e intensas las catástrofes naturales y causadas por el ser humano, como los episodios meteorológicos extremos y los fenómenos causados por el cambio climático, los conflictos armados y las pandemias.

Ningún país ni grupo de países es capaz de producir de todo, ni siquiera una mayoría de productos, a nivel nacional. La clave de la resiliencia en las cadenas de suministro reside, por tanto, en una mayor cooperación internacional y en cadenas de suministro más diversificadas.

Además, han de considerarse otras consecuencias no deseadas del aislacionismo: estudios preliminares realizados en la OMC muestran que una disociación de la economía mundial en dos bloques entrañaría una disminución del PIB real mundial a largo plazo de un 5% aproximadamente.  Y se trata de una estimación prudente, en la que no se tienen en cuenta las consecuencias económicas, sociales y políticas incuantificables que tendría contar con dos sistemas de normas y leyes sobre cuestiones como la sostenibilidad, el trabajo y el Estado de Derecho. 

Ahora más que nunca, el impulso hacia la globalización no puede ni debe ignorarse, pese a las presiones que existen para tornarse cada vez más aislacionista y autosuficiente hasta el extremo. El elevado costo de la fragmentación demuestra que necesitamos un multilateralismo más estratégico y menos unilateralismo o bilateralismo táctico. Esta es la idea con la que me gustaría dejarles hoy.

Muchas gracias por su atención.

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