Lo que está ocurriendo en la OMC

NOTICIAS:  COMUNICADOS DE PRENSA 1996

PRESS/55
10 de septiembre de 1996

Por encima de las fronteras: En un mundo de libre comercio y gran interdependencia

Se adjunta el texto del discurso pronunciado hoy (10 de septiembre de 1996) en Buenos Aires por el Sr. Renato Ruggiero, Director General de la Organizaci�n Mundial del Comercio, ante el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales.

“Perm�tanme que comience dando las gracias al Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales por haberme invitado a hablar acerca de los retos que ha de afrontar la Organizaci�n Mundial del Comercio en una econom�a en proceso de mundializaci�n.

“Se ha dicho que la mayor�a de los gobernantes contemplan el futuro como en un espejo retrovisor. Los generales dirigen los combates como lo hicieron en la guerra precedente, mientras que los estadistas y los diplom�ticos, ante la tarea de construir el ma�ana, suelen empezar con planos de reg�menes ya fenecidos. Esta tentaci�n de volver la vista al pasado se hace sentir a�n m�s en una econom�a como la actual, en v�as de mundializaci�n, en la que el paisaje parece que se ha transformado por completo y hasta la tierra que pisamos est� cambiando constantemente. Los peligros son tambi�n mucho mayores. Vivimos en un mundo que est� ya en marcha hacia el libre comercio mundial, embarcado en un proceso que no tiene vuelta atr�s sin costos muy dif�ciles de imaginar para nuestro crecimiento y nuestro progreso en el futuro. El reto ahora es afrontar un mundo de libre comercio y creciente integraci�n y aprovechar las inmensas ventajas que ofrece. Hemos de optar entre levantar una arquitectura mundial que sea abierta, universal y basada en normas o vivir en un sistema que es an�rquico en el sentido m�s literal de la palabra. Si, con la revoluci�n tecnol�gica de los �ltimos decenios y con los ingentes esfuerzos de liberalizaci�n simbolizados por la Ronda Uruguay, ha terminado un cap�tulo de la historia econ�mica mundial, otro est� a punto de empezar. C�mo se escriba este cap�tulo depender� de las decisiones que tomemos en los pr�ximos meses y a�os.

“Afirmar que la mundializaci�n es una realidad en marcha no es pretender que estemos pr�ximos al libre comercio en todos los sectores y en cada una de las regiones del mundo. Es evidente que a�n estamos lejos de ello. La liberalizaci�n del comercio es incompleta en numerosos sectores fundamentales: sigue habiendo importantes crestas arancelarias, se negocia todav�a en sectores cruciales como los de telecomunicaciones o servicios financieros y dejan mucho que desear incluso los resultados finales de la Ronda Uruguay en lo referente a la agricultura, los textiles y la contrataci�n p�blica. En la lista de asuntos relativos a la liberalizaci�n hay sobrados temas pendientes para tenernos ocupados hasta bien entrado el siglo pr�ximo. Tambi�n es verdad que no todos los pa�ses est�n igualmente integrados en el sistema multilateral. La mundializaci�n ha avanzado mucho m�s en Europa, Am�rica y Asia que en �frica, por no hablar de grandes econom�as como las de China o Rusia que todav�a no han hecho su entrada en la Organizaci�n Mundial del Comercio.

“Ahora bien, por imperfectos que sean nuestros progresos, la tendencia de fondo no ofrece lugar a dudas. En todos los planos, sea el multilateral, el regional o el unilateral, todos los caminos llevan a una mayor libertad de comercio. Los aranceles NMF en todos los pa�ses, tanto desarrollados como en desarrollo, est�n descendiendo de manera muy pronunciada, mientras que los aranceles aplicados son en muchos casos a�n menores. Mucho m�s de la tercera parte del comercio mundial gozar� de franquicia arancelaria cuando la Ronda Uruguay est� plenamente en aplicaci�n. Tambi�n se han suprimido la mayor�a de las restricciones en frontera de car�cter no arancelario y, las que no lo han sido, se proyecta eliminarlas o transformarlas en aranceles con arreglo a un calendario estricto. El comercio de servicios ya ha entrado en el �mbito del sistema multilateral y es de pensar que las inversiones no tarden mucho en entrar. Dentro de las fronteras, numerosos pa�ses han iniciado reformas fiscales, monetarias y estructurales no menos radicales con el fin de adecuar sus econom�as a un entorno internacional cada vez m�s competitivo y abierto.

“Pero la transformaci�n m�s fundamental es la que se est� operando en las mentes. Las telecomunicaciones est�n creando un auditorio mundial, el transporte est� dando nacimiento a una aldea mundial y, desde Buenos Aires a Boston y a Beijing, la gente com�n ve la cadena de televisi�n MTV, viste vaqueros Levis o escucha walkmans Sony cuando van a trabajar. Sin duda cabe todav�a imaginar que algunos gobiernos bloqueen en la frontera la entrada de vaqueros Levis o la recepci�n de la MTV. Ahora bien, la consecuencia de bloquear la entrada de bienes o servicios ser� una emigraci�n masiva de personas e inversiones. Lo que est� en marcha es una revoluci�n de los ciudadanos a escala mundial e incluso aquellos a quienes no les gusta el rumbo hacia donde nos est� llevando la mundializaci�n no tienen ning�n plan realista para meter de nuevo al Genio en la l�mpara. Es en este sentido tan personal en el que se puede decir que ahora todos somos “librecambistas”.

“Todos estos cambios se reflejan en el volumen creciente del comercio mundial. Las corrientes comerciales se han multiplicado por 15 en los cuatro �ltimos decenios -hasta alcanzar 6 billones de d�lares el a�o pasado- mientras que la producci�n se ha multiplicado por seis. M�s todav�a llama la atenci�n el movimiento de las inversiones extranjeras directas en todo el mundo. En los diez a�os anteriores a 1996, las corrientes entre pa�ses de inversi�n se cuadruplicaron con creces, pasando de unos 60.000 millones de d�lares a casi 300.000 millones al a�o. Estas estad�sticas ponen de manifiesto la nueva dial�ctica de la mundializaci�n. La reducci�n sistem�tica de los obst�culos al comercio en todo el mundo, sumada a la enorme disminuci�n de los costos del transporte y las comunicaciones, ha abierto el camino a un sistema mundial de producci�n, distribuci�n y consumo en el que las empresas gozan de una libertad creciente para allegar insumos de cualquier parte del mundo y ofrecer servicios a un mercado asimismo mundial. Esto, por su parte, ha acelerado el movimiento de la inversi�n mundial, al irse dando cuenta las empresas de que lo mejor para conseguir ventajas comparativas para la producci�n, la adquisici�n de recursos y la distribuci�n, as� como en materia de tecnolog�a, es establecer una presencia directa en los mercados extranjeros.

“Se calcula que la producci�n por filiales extranjeras de empresas multinacionales supera en la actualidad el valor del comercio mundial de bienes y servicios, que el comercio interno en las empresas multinacionales representa m�s de la tercera parte del comercio mundial y que las exportaciones de multinacionales a empresas que no son filiales suyas representan otra tercera parte. Mientras que antes el comercio consist�a en el intercambio de productos entre empresas nacionales que operaban en mercados nacionales, hoy d�a el comercio es, tanto como eso, el flujo de componentes, servicios y tecnolog�a entre empresas de �mbito mundial que operan en mercados mundiales o en el interior de ellas. Mientras que antes se ve�a en la inversi�n extranjera un modo de sustituir el comercio -un modo de saltar por encima de las barreras nacionales- muchas empresas la consideran ahora una condici�n previa indispensable. Estamos llegando al punto en que el comercio y la inversi�n forman parte de un �nico entramado de actividad econ�mica internacional.

“Los obst�culos al comercio y a la inversi�n seguir�n siendo, uno tras otro, arrastrados por los vientos de la mundializaci�n como hojas en oto�o. Pero la fuerza de estos vientos ya est� poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptaci�n. El reto m�s inmediato es integrar un mundo en desarrollo que est� en r�pido proceso de ascensi�n. Nadie se beneficiar� m�s de la mundializaci�n que los pa�ses en desarrollo. La producci�n es m�vil en la actualidad, la tecnolog�a difusa y el capital tiene alas en los pies. Desarrollados o en desarrollo, todos competimos por las mismas inversiones, los mismos mercados y las mismas iniciativas de innovaci�n. En este sentido, la mundializaci�n ha arrumbado las viejas reglas del crecimiento econ�mico al poner en manos de pa�ses antes relegados de por vida al “tercer mundo” los instrumentos para acelerar su desarrollo. Los �ndices de desarrollo sin precedentes de ciertos pa�ses de Asia y Am�rica Latina en v�as de industrializaci�n muestran que se est� operando un trasvase de poder econ�mico fenomenal. Corresponde actualmente a los pa�ses en desarrollo una cuarta parte del comercio mundial frente a menos del 20 por ciento hace cinco a�os. Un tercio de los 25 pa�ses que van en cabeza de las exportaciones e importaciones mundiales son ahora pa�ses en desarrollo, entre los que figura la Argentina. Hace 20 a�os, los pa�ses industrializados importaban de pa�ses en desarrollo apenas el 5 por ciento de sus productos manufacturados; en 1990 esa cifra era ya del 15 por ciento y en 1994 superaba el 20 por ciento.

“Algunos est�n empezando ya a temer que la intervenci�n de importantes pa�ses en desarrollo lance ondas de choque por todo el sistema. Les inquieta que el aumento de las exportaciones procedentes de mercados nacientes ejerza una presi�n cada vez mayor sobre las econom�as abiertas de los pa�ses desarrollados, presi�n que, al menos en los sectores m�s sensibles, podr�a provocar incertidumbre econ�mica y desasosiego. Otros preguntan c�mo podremos gestionar un sistema comercial de complejidad creciente que se est� ensanchando al tiempo que gana en profundidad. La respuesta es, en pocas palabras, que todos estos problemas se podr�n afrontar mejor en el seno del sistema mundial existente que fuera de �l. En la medida en que los pa�ses en desarrollo se integran m�s profundamente en la econom�a mundial no nos queda m�s opci�n que la de hacerlos participar con mucha mayor proximidad y transparencia en la formaci�n de las reglas e instituciones internacionales con el fin de asegurar tanto la estabilidad como la evoluci�n del sistema. Esto pone de relieve la necesidad crucial de que China, Rusia y todos los dem�s candidatos que todav�a est�n fuera del sistema multilateral entren con pie seguro en la OMC. Nadie espera que esto vaya a resultar f�cil: sobre todo la accesi�n de grandes econom�as en transici�n plantea cuestiones fundamentales a las que no se puede dar respuesta poniendo en entredicho la integridad de las normas o los intereses de los miembros existentes. Ahora bien, no podremos mantener durante largo tiempo un sistema coherente de normas mundiales que sea tiroteado desde el exterior. Si no est� dentro del sistema una econom�a del tama�o de la de China nos arriesgamos a que nuestra Organizaci�n Mundial del Comercio sea mundial solo de nombre.

“Otro reto importante es encauzar de manera constructiva la creciente competencia internacional por los mercados de exportaci�n, por la inversi�n y, cada vez m�s, por la tecnolog�a, competencia que se hecha de ver sobre todo en la creciente red de zonas comerciales regionales y suprarregionales. La l�gica del regionalismo es que ciertos grupos de pa�ses avancen m�s y con mayor rapidez hacia la liberalizaci�n que otros. Pero una de las principales fuerzas impulsoras de una r�pida regionalizaci�n es la carrera por arrebatar una rebanada mayor de la tarta de las exportaciones y la inversi�n. Los pa�ses conciertan arreglos de libre comercio para incrementar su acceso a los mercados y a la inversi�n, lo cual a su vez incita a otros a sumarse a la carrera por miedo de quedarse atr�s. Como fichas de domin� que van cayendo sucesivamente, los acuerdos de libre comercio generan nuevos acuerdos de libre comercio. Ya el a�o pasado la OMC supo de unas 100 agrupaciones bilaterales o regionales y cada mes llegan a nuestro conocimiento nuevas alianzas o la ampliaci�n de las existentes.

“Hasta ahora esto ha resultado en general beneficioso. Los acuerdos regionales han sido pelda�os para la liberalizaci�n mundial, han servido de crisoles para la innovaci�n de las pol�ticas comerciales y pueden ser una fuente de tensi�n creadora para el conjunto del sistema y de acicate a otras iniciativas regionales y multilaterales. Mi preocupaci�n no es tanto que los mecanismos regionales se corten del exterior, sino que su mismo impulso deje rezagado al sistema multilateral. Si la liberalizaci�n regional se adelanta al proceso liderado por la OMC, existe el riesgo de que carezcamos de un marco com�n de normas y disciplinas. Si nuestros intereses econ�micos vienen definidos en grado creciente en t�rminos regionales y no mundiales, ser� cada vez m�s dif�cil contar con la masa cr�tica de pa�ses indispensable para sostener el sistema multilateral. El riesgo entonces ser� el de un mundo fragmentado que, dando p�bulo a las fricciones y rivalidades interregionales, carezca de la arquitectura mundial de normas y procedimientos necesaria para arbitrarlas.

“La soluci�n a la larga no es intentar restringir los acuerdos regionales, content�ndose con que propicien el comercio y se atengan al art�culo XXIV del GATT, ya que esto ser�a como querer poner coto a la mundializaci�n. La soluci�n es cuidar de que la liberalizaci�n regional y la multilateral se refuercen rec�procamente y de que todos los caminos acaben llevando a la OMC. La soluci�n, en otras palabras, es multilateralizar el regionalismo todo lo que sea posible. Una respuesta puede darla el principio que han enunciado algunos de los grupos regionales m�s recientes: el compromiso con el “regionalismo abierto”. Lo que esto quiere decir en la teor�a es la convergencia: que la eliminaci�n de las barreras dentro de un bloque se efectuar� aproximadamente al mismo ritmo que la disminuci�n de las barreras para los pa�ses que no sean miembros. Lo que podr�a significar en la pr�ctica es verdaderamente revolucionario: que, al comprometerse con la “apertura”, los acuerdos comerciales regionales podr�an ser los agentes catalizadores del libre comercio mundial.

“Esto nos lleva al tercer reto que habremos de afrontar en los pr�ximos a�os: conseguir que el sistema multilateral de comercio sea verdaderamente universal. Por m�s que estemos avanzando en direcci�n a una mayor libertad de comercio, el progreso es desigual. Barreras residuales y pr�cticas discriminatorias distorsionan las corrientes comerciales y de inversi�n, lo cual a su vez provoca incertidumbre y fricciones. Se agrava esta situaci�n cuando las normas comerciales no avanzan al mismo paso que la integraci�n econ�mica. Lo que m�s repercute hoy d�a en la configuraci�n y la orientaci�n de la actividad econ�mica -sobre todo en lo referente a las normas de la competencia y a los flujos de inversi�n mundial- no son tanto los obst�culos puestos en frontera cuanto las estructuras econ�micas internas dentro de los pa�ses. Aqu� es donde est�n abundando m�s las ocasiones de fricciones comerciales, no por divergencias acerca de las normas, sino por la inexistencia de �stas.

“Hemos abordado satisfactoriamente en la Ronda Uruguay los problemas que se planteaban en 1986. Ahora tenemos que abordar los de 1996 y a�os venideros. Pero a estas nuevas normas no necesariamente se llegar� con facilidad. Durante casi 50 a�os, las negociaciones multilaterales han estado centradas casi exclusivamente en la eliminaci�n de los obst�culos en frontera con arreglo a un marcador de inspiraci�n fundamentalmente mercantilista: el trueque de una “concesi�n” arancelaria por otra. Pero el nuevo reto no consistir� tanto en regular las relaciones entre econom�as nacionales cuanto en establecer las normas y estructuras de una econom�a transnacional. No es seguro que, al igual que sabemos negociar aranceles, hayamos aprendido a elaborar normas. Ni lo es que, a la hora de negociar servicios, normas o inversiones, sepamos todav�a medir una “concesi�n comercial” o el “acceso a los mercados” o si estos conceptos siguen significando lo mismo en una econom�a transnacional. Lo que es seguro es que en nuevos sectores como los servicios financieros, las telecomunicaciones o la inversi�n hay una coincidencia cada vez mayor de intereses entre productores y consumidores, exportadores e importadores, pa�ses desarrollados y en desarrollo. El comercio siempre ha sido un trato de ventajas rec�procas y tanto m�s lo es en una econom�a mundial en la que la competitividad y la innovaci�n dependen cada vez m�s de la apertura al flujo de t�cnicas, habilidades e ideas.

“�ste es el marco en el que debemos empezar a afrontar grandes desaf�os seg�n nos avocamos al pr�ximo siglo: el empleo, el crecimiento, el desarrollo sostenible, etc. Estos desaf�os exigen en grado creciente soluciones mundiales sencillamente porque tambi�n est� aumentando la interdependencia mundial. Es por desgracia verdad que todav�a nos falta mucho para corregir los actuales desequilibrios en la econom�a mundial, al igual que tambi�n nos falta mucho para corregir los desequilibrios incluso dentro de los pa�ses m�s ricos. Pero tambi�n es verdad que estos desequilibrios a nivel mundial o nacional son absolutamente inaceptables.

“Pero hay algo que quiero dejar claro: la liberalizaci�n sigue siendo el motor m�s importante para el crecimiento a nivel mundial. As� lo reflejan estudios como el reciente Informe sobre el Desarrollo Humano, seg�n el cual hay en el mundo 1.500 millones de personas que son m�s pobres que en el pasado, pero m�s de 3.000 millones que viven mejor en la actualidad que como se ha vivido en cualquier otro momento de la historia. La tendencia global es hacia una “lenta pero apreciable mejor�a del desarrollo humano en casi todos los pa�ses estos �ltimos decenios”. No incumbe al libre comercio la responsabilidad de distribuir la riqueza que genera. �ste es el principal cometido de los gobiernos a nivel nacional y, habida cuenta de la dimensi�n cada vez m�s mundial de los problemas, tambi�n a nivel internacional. Instaurar una protecci�n mayor contra la econom�a mundial en aras de una mayor igualdad socioecon�mica ser�a poner un remedio peor que la enfermedad. Pero, asimismo, no buscar soluciones a los problemas de la pobreza en los pa�ses menos adelantados o al desempleo en todo el mundo, ser�a con toda certeza poner en grave riesgo el crecimiento y el progreso mundial.

“La comunidad mundial puede muy bien sentirse orgullosa seg�n nos vamos aproximando al final del siglo. Se est�n derrumbando los muros que nos separaban -econ�micos, pol�ticos e ideol�gicos- al t�rmino de un siglo sangriento de conflictos nacionales. Buena parte de los pa�ses en desarrollo est�n mejorando gracias al comercio y a la tecnolog�a, borr�ndose as� una de las cicatrices m�s feas que dej� la primera revoluci�n industrial. Estamos embarcados en un hondo proceso de integraci�n mundial y de crecimiento econ�mico que se est� difundiendo m�s y m�s, proceso portador de la mejor oportunidad que hasta ahora se ha dado de alcanzar una paz mundial duradera. Es para nosotros el momento, en v�speras del quincuag�simo aniversario de la creaci�n del GATT, de celebrar nuestros logros y de enderezar nuestros pasos por el camino que nos queda por recorrer.

“La inquietud que sentimos algunos tal vez se deba a que a�n no tenemos una idea clara de a d�nde nos lleva este nuevo camino. En cierto sentido somos v�ctimas de nuestros propios �xitos. El derrumbe del muro de Berl�n y la conclusi�n de la Ronda Uruguay no simbolizaron tan s�lo el t�rmino de un largo combate, sino tambi�n la culminaci�n de un prop�sito com�n. Cuando estamos a punto de alcanzar esa comunidad universal de naciones que se nos escurr�a de las manos hace tan s�lo un decenio, nos encontramos de repente sin un objetivo unificador. El Everest ya est� conquistado. Tambi�n se ha esfumado el compromiso con los empe�os ideol�gicos que nos impulsaban hacia adelante. Las fracturas del �ltimo medio siglo reflejaban no s�lo un choque de intereses econ�micos y pol�ticos, sino tambi�n el choque de las ideas. En econom�a, la pugna del mercado libre con un estatismo cerrado en s� mismo, y en pol�tica, la pugna de la democracia liberal con el totalitarismo. Pero este drag�n de dos cabezas ya est� degollado. Las grandes ideas pueden ceder el paso a la lenta elaboraci�n de los pormenores t�cnicos y las grandes alianzas ser eclipsadas por mezquinas reyertas y disputas interminables.

“Pero nuestra desaz�n cala m�s hondo que el sentimiento de vac�o que nos sobreviene al t�rmino de un largo viaje. Con la liberalizaci�n y los adelantos tecnol�gicos hemos modificado radical e irreversiblemente el paisaje econ�mico. Hemos dado el gran salto a la mundializaci�n. Pero es un mundo para el que no tenemos todav�a respuestas claras y pocos puntos de orientaci�n, salvo en lo referente a las viejas pol�ticas y las instituciones del pasado. Tal vez el desequilibrio mayor sea que los acuciantes problemas econ�micos, sociales y ambientales con que tropezamos en este final de siglo son problemas realmente mundiales que requieren una visi�n mundial y respuestas mundiales. Ahora bien, los gobiernos son nacionales y con frecuencia se tiende a prestar o�do �nicamente a las preocupaciones y presiones locales y a buscar soluciones asimismo locales. Y, lo que es peor ante la falta de respuestas mundiales, existe el peligro de que acabemos pensando que el futuro est� en cierto modo fuera de nuestro control y se vea en la tecnolog�a no un instrumento que nos ayude a progresar, sino una m�quina que nos arrastra ciegamente hacia adelante. Muchos ver�n en la mundializaci�n no un proceso que es fundamentalmente liberador, sino un proceso que nos constri�e y determina.

“Por fortuna, algunas de las respuestas de �mbito mundial ya est�n a nuestro alcance. La OMC fue la primera gran instituci�n internacional que se cre� una vez terminada la Guerra Fr�a y culminada la Ronda Uruguay. Es interesante se�alarlo porque, a mi entender, la OMC nos promete el g�nero de arquitectura mundial que necesitamos para los pr�ximos decenios. Surgi� de presiones ejercidas desde abajo en pro del libre comercio y una mayor integraci�n; no fue algo otorgado desde arriba, con el rostro del burocratismo y la centralizaci�n. La cultura de la OMC hunde sus ra�ces en una tradici�n propiciadora del consenso y la cooperaci�n entre pa�ses soberanos. M�s importante todav�a, la OMC encarna derechos y obligaciones que se hacen cumplir no mediante el ejercicio bruto del poder econ�mico, sino con el imperio de la ley.

“El �xito de nuestra nueva organizaci�n depender� mucho de la labor que desarrollemos en los a�os venideros. Tenemos que consolidar lo que hemos alcanzado en la Ronda Uruguay y es preciso que acordemos un plan de trabajo para lo que queda del siglo, plan de trabajo en el que ya se pens� al final de la Ronda Uruguay en el llamado programa impl�cito. Es preciso que empecemos a afrontar los grandes desaf�os econ�micos y geopol�ticos que representa la mundializaci�n, pero m�s todav�a que un simple plan necesitamos una idea rectora. Esa idea es la realizaci�n del libre comercio mundial con la demolici�n de las �ltimas murallas del viejo orden econ�mico. El objetivo de un comercio exento de obst�culos, cuyo logro se aceler� en la Ronda Uruguay mediante la ampliaci�n de las negociaciones sobre la denominada propuesta cero por cero, se est� alcanzando a nivel regional en el Mercosur, el TLC de Am�rica del Norte, el APEC, la Uni�n Europea y las muchas otras uniones aduaneras y zonas de libre comercio que se est�n difundiendo por todo el mundo. �ste es el momento de unir en una trama todos esos hilos dispersos. Vali�ndonos de los calendarios que ya hemos establecido en los diversos acuerdos regionales, debemos avanzar hacia un mundo libre de fronteras econ�micas. La primera reuni�n ministerial de la OMC en Singapur ser� el primer gran paso que demos hacia la soluci�n de esos problemas. Nos brindar� adem�s la oportunidad de proclamar que la OMC tiene la vista puesta en el futuro, que tenemos un plan de trabajo y que el camino que nace en Singapur est� lleno de promesas.

“En Singapur no podemos permitirnos fracasar. Si no logramos el �xito, la tentaci�n ser� volver los ojos al “buen tiempo pasado” -como quiera que lo definamos- y regresar a los viejos m�todos y modelos de anta�o. �Volveremos a los a�os anteriores a 1914 cuando el comercio mundial se asemejaba a una mara�a de arreglos bilaterales imbricados y discriminatorios? �A los buenos tiempos de la ley Smoot-Hawley con sus aranceles prohibitivos y sus concesiones comerciales rec�procas? Fue justamente a causa de esos “buenos tiempos” -y del caos econ�mico que les sigui�- por lo que la comunidad de naciones, acabada la guerra, eligi� una v�a de progresiva liberalizaci�n del comercio en el marco de un sistema multilateral no discriminatorio. Pero lo peor para el que se viera tentado a refugiarse en “aquellos buenos tiempos” es que esos tiempos ya no existen. El proteccionismo en un mundo como el actual de tan gran interdependencia no es la receta que permitir�a aliviar el dolor o cerrar el paso a la mundializaci�n. Es la receta para agudizar el dolor y el sufrimiento y una senda que nos llevar�a, no a los buenos tiempos so�ados, sino a conflictos, violencias y guerras. Si la liberalizaci�n es un camino bien dif�cil de recorrer, el retorno del proteccionismo a contrapelo de la mundializaci�n tendr�a unos costos imposibles de soportar.

“Dice Karl Marx en un famoso aforismo que “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su capricho”. En parte, ten�a raz�n. No podemos detener el futuro, pero tampoco debemos dejarnos arrastrar por �l. La mundializaci�n, como ya he dicho antes, es una realidad en marcha. Podemos elegir entre actuar sobre esa realidad, aprovechando su inmenso potencial, e intentar resistirnos a lo inevitable. La cuesti�n no est� en la rapidez con la que avanzamos hacia una mayor mundializaci�n, sino en si queremos que este proceso se desarrolle con arreglo a reglas del juego mutuamente aceptadas o seg�n la ley de la selva de las pol�ticas de poder (pol�ticas que probablemente ya no se desplegar�an en frentes nacionales, cualesquiera que sean las dimensiones de ese poder, sino en frentes regionales e incluso continentales). Ninguno de nosotros es ya tan grande y fuerte como para poder mantener su seguridad econ�mica con una ley como la de la selva. Una mayor interdependencia significa que a todos -peque�as y grandes potencias- nos interesa que el sistema no se salga de su carril.

“Lo que est� en juego cuando contemplamos el futuro del sistema multilateral es mucho m�s que el comercio o la econom�a: es cuesti�n tambi�n de seguridad pol�tica y econ�mica, de c�mo se van a estructurar las relaciones entre los pa�ses y los pueblos, de si queremos promover la solidaridad internacional o caer en una espiral de fricciones y conflictos mundiales. Hace 50 a�os, en el crisol de la guerra y de la ruina econ�mica, algunos hombres de estado apostaron por una comunidad libre de naciones que coexistieran en un mundo sin fronteras. Termina el siglo y el milenio y esa visi�n se est� haciendo realidad. En el momento de la victoria, no perdamos la firmeza de nuestras convicciones”.