Lo que está ocurriendo en la OMC
NOTICIAS:  COMUNICADOS DE PRENSA 1999

PRESS/122
19 de febrero de 1999

“Las nuevas negociaciones comerciales multilaterales, la Unión Europea y sus socios en desarrollo: un programa de acción”

Se adjunta el texto del discurso que el Sr. Renato Ruggiero, Director General de la OMC, pronunció el 18 de febrero de 1999 en Bruselas ante la Comisión de Relaciones Económicas Exteriores del Parlamento Europeo.

Deseo agradecer, ante todo, su invitación -en especial por la importancia y conveniencia del asunto que nos ocupa en la presente reunión. En la Tercera Reunión Ministerial que se celebrará a finales de este año deberán tomarse importantes decisiones sobre una nueva ronda de negociaciones comerciales multilaterales de gran alcance, muchos de cuyos temas principales ya se convinieron al término de la Ronda Uruguay.

Esto sucede en un momento en que la situación no puede ser más apremiante. El pasado año estuvo dominado por la crisis financiera -una crisis cuyos efectos negativos se han dejado sentir con mayor fuerza en los países en desarrollo. También durante el pasado año se produjo un aumento alarmante de las distancias entre las economías transatlánticas, a las que hasta el momento la crisis ha afectado en menor medida, y el resto de la economía mundial, cuyo progreso hacia el desarrollo económico se ha visto drásticamente frenado por la inestabilidad financiera, el repliegue de las inversiones y la caída de los precios y los productos básicos e industriales.

Nuestra economía mundial, cada vez más interdependiente, no puede mantener durante mucho tiempo estos desequilibrios. En un mundo cada vez más pequeño gracias a la televisión, los teléfonos e Internet, la idea de que miles de millones de personas puedan sumergirse aún más en la pobreza, mientras que millones de personas se enriquecen cada vez más, resulta simplemente insostenible -además de absurda.

¿Qué pretenden -y necesitan- los países en desarrollo del sistema multilateral de comercio? En primer lugar, la plena aplicación de los compromisos existentes en materia de liberalización, lo cual preocupa, sin duda, a todos los Miembros de la OMC, pero para ciertos países en desarrollo es una cuestión que condiciona su posición ante las futuras negociaciones comerciales. Estos países han afirmado que han tenido que enfrentarse a problemas inesperados a la hora de aplicar los compromisos de la Ronda Uruguay y que, además, algunos de esos acuerdos tienen deficiencias que no se han puesto de manifiesto hasta una vez iniciado el proceso de aplicación. Sostienen también que no se han materializado los beneficios anticipados, ya que, por ejemplo, los países industrializados no han hecho honor al espíritu de los acuerdos de liberalización (como en el caso de los textiles), han recurrido en exceso a medidas antidumping o no han respetado el principio del trato especial y diferenciado. En pocas palabras, esos países consideran que existe un desequilibrio en cuanto al modo en que los acuerdos existentes les afectan y estiman que ese problema requiere una solución política, no sólo más asistencia técnica. Asimismo, aducen que, puesto que se trata de rectificar el desequilibrio existente, no debe convertirse en algo que tengan que “costear” ellos en la próxima Ronda.

Deseo destacar la importancia de abordar esta compleja cuestión con toda la atención necesaria y la buena fe que requieren en nuestros preparativos de la próxima Conferencia Ministerial. Como han puesto de manifiesto las recientes reuniones de los dirigentes de los países en desarrollo, en particular del G-15, no será posible contar con su apoyo a la nueva Ronda mientras piensen que no se presta la debida atención a sus legítimas preocupaciones. Espero, y estoy seguro de que así será, que la Unión Europea continuará a la cabeza de ese empeño, como contribuyen ustedes a ello con esta reunión.

En segundo término, los países en desarrollo necesitan mejorar el acceso a los mercados de sus exportaciones. Según un estudio conjunto realizado en 1998 por la OMC y la UNCTAD, incluso tras la satisfactoria aplicación de la Ronda Uruguay, seguirá existiendo un número sustancial de aranceles elevados tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. Aproximadamente el 10 por ciento de los aranceles de los países de la Cuadrilateral todavía son superiores al 12 por ciento ad valorem y, además, esos tipos varían mucho, habiendo algunos máximos arancelarios que alcanzan o superan el 350 por ciento, y situándose la mayoría de los máximos entre el 12 y el 30 por ciento. Entre estos sectores se encuentran los textiles y el vestido, el calzado, los artículos de cuero y de viaje, el pescado, los alimentos transformados y los productos agropecuarios -muchos de los cuales son de primordial interés para los países en desarrollo. Sería, pues, erróneo creer que los aranceles ya no son un problema en la política comercial actual y en las futuras negociaciones habrá que prestar la debida atención a estas esferas.

La mejora del acceso a los mercados es un objetivo especialmente importante de los países menos adelantados y los países en desarrollo menos dinámicos. Desde la cumbre de Lyon de 1996 he instado a los Miembros de la OMC a que consoliden el acceso en régimen de franquicia de las exportaciones de los países menos adelantados. Algunos Miembros de la OMC ya han adoptado medidas en esa dirección; sé que la Unión Europea es uno de ellos, y les felicito por ello, mas también deseo recalcar que puede -y debe- hacerse aún más. La supresión de todos los obstáculos al comercio con los países menos adelantados por parte de todos los países industrializados y -con un calendario distinto- por los países en desarrollo más dinámicos, debe ser un objetivo fundamental de la próxima Ronda.

En tercer lugar, la importancia de las nuevas tecnologías en el desarrollo. Muchas de las cuestiones que abordaremos en las futuras negociaciones se referirán a la evolución de la tecnología en campos como los de las telecomunicaciones, los servicios financieros, las tecnologías de la información y el comercio electrónico. Hay quienes han afirmado que sólo afectan a los países desarrollados. Nada más lejos de la realidad. Las nuevas tecnologías, como los ordenadores, los teléfonos móviles o Internet, contribuyen a acortar distancias y ahorrar tiempo, brindando una salida de la marginación física, lo que permite acceder en condiciones de igualdad a los recursos más importantes del sigo XXI -el conocimiento y las ideas. Las nuevas tecnologías determinan si un país está preparado para participar en la nueva economía mundial, o bien quedará rezagado. En vez de considerar la tecnología una barrera entre el Norte y el Sur, deberíamos verla como un puente entre ambos -y esforzarnos en que ese puente se haga realidad.

En cuarto término, debemos subrayar la importancia en el desarrollo de las políticas sobre inversiones y competencia -y la necesidad de considerar esas cuestiones de manera flexible y creativa para tener plenamente en cuenta las necesidades de los países en desarrollo. Por un lado, no cabe duda de que unas condiciones más igualitarias en materia de inversiones son fundamentales para una gran mayoría de los países en desarrollo y para prácticamente todos los países menos adelantados. El peligro al que se enfrentan hoy día los países en desarrollo no es una riada de inversiones extranjeras sino la penuria de inversiones. Las corrientes netas de capital privado hacia los mercados emergentes, que ascendieron a 327.000 millones de dólares EE.UU. en 1996 y 260.000 millones en 1997, se desplomaron en 1998 pasando a 152.000 millones de dólares -aunque debe decirse que el mayor descenso se ha producido en las corrientes de capital a corto plazo, no en las inversiones a largo plazo.

No nos referimos únicamente al acceso al capital productivo. Nos referimos al acceso a los mercados de los países desarrollados, al acceso a las técnicas de gestión y comercialización, al acceso, ante todo, a la tecnología y a los procedimientos modernos -todo lo cual mana ahora de las inversiones y las alianzas empresariales transfronterizas. La razón de que sea preciso efectuar un examen de las normas de la OMC en materia de inversión es sencilla e imperiosa: la necesidad de establecer condiciones de igualdad globales -tanto para las economías de los países en desarrollo como para los países desarrollados- instaurando un marco de normas seguras, previsibles y no discriminatorias. Existen, sin duda, aspectos delicados como ocurre en todos los asuntos importantes, pero la función de los negociadores es tomarlos en consideración y encontrar la respuesta adecuada.

La razón para examinar las normas en materia de competencia en el sistema comercial es igualmente imperiosa. Hay que disipar la idea de que a los países en desarrollo y a los países menos adelantados no les interesa esta cuestión. Antes bien, si queremos favorecer el desarrollo del sector privado en esos países debemos ayudarles a establecer un marco reglamentario que permita funcionar a los mercados -la legislación mercantil, financiera y sobre competencia que debe apuntalar la confianza de los empresarios y la seguridad de los inversores. Las normas en materia de competencia tienen una función muy importante en ese contexto, lo mismo para los países en desarrollo que para los países desarrollados.

En quinto término, necesitamos una estrategia de desarrollo coherente e integrada -en particular para los países menos adelantados y los países en desarrollo menos dinámicos. El comercio por sí solo no puede resolver todos sus problemas. Muy poco puede hacerse sin una estrategia integrada que tenga en cuenta el gran número de problemas a que se enfrentan esos países -desde la salud y la educación a la asistencia técnica, pasando por la creación de capacidades y, algo importantísimo, el alivio de la carga de la deuda. Éste es el campo en el que empezamos a movernos -en colaboración con el Banco Mundial, el FMI, el PNUD, la UNCTAD y otros organismos internacionales- en el marco de los programas integrados de asistencia técnica. El tercer pilar de un nuevo esfuerzo en favor de los países menos adelantados en la esfera del comercio será un enfoque amplio e integrado de la asistencia técnica y el alivio de la carga de la deuda -junto con el pleno acceso a los mercados de las economías avanzadas.

Pero necesitamos mucha más voluntad política -para lo que el apoyo de los aquí presentes es decisivo- y más recursos. Las necesidades presupuestarias para actividades de cooperación técnica son ya de gran magnitud -y aumentarán en el futuro a medida que un mayor número de países menos adelantados se adhieran al sistema y que el propio sistema se vaya haciendo cada vez más complejo. En la actualidad, el 80 por ciento de la asistencia técnica se financia mediante contribuciones voluntarias de un número muy reducido de países muy generosos -que no se encuentran entre los principales interlocutores comerciales. Esta dependencia de donaciones  ad hoc dificulta sobremanera la eficaz preparación de las actividades de cooperación técnica, además de ser fundamentalmente injusta. ¿Cómo puede gozar de credibilidad nuestro compromiso hacia los países menos adelantados si ni siquiera podemos encontrar un mínimo de recursos en el presupuesto de la organización?

Muestra de lo que vengo diciendo es que la generosa contribución de la Comisión ha hecho posible dos iniciativas muy importantes: haciendo suya una propuesta formulada por Sir Leon Brittan y por el Presidente Clinton a principios del presente año, la OMC acogerá un Simposio de Alto Nivel sobre Comercio y Medio Ambiente que se celebrará los días 15 y 16 de marzo, y un Simposio de Alto Nivel sobre Comercio y Desarrollo los días 17 y 18 del mismo mes. Estas dos reuniones, que tendrán lugar en la sede de la OMC en Ginebra, son una iniciativa muy importante para el sistema multilateral de comercio, ya que reunirán -por primera vez- a altos funcionarios de las capitales, organizaciones intergubernamentales, organizaciones no gubernamentales, la comunidad empresarial, sindicatos, representantes de los consumidores, el desarrollo y la agricultura y miembros del mundo académico.

Es una oportunidad única para favorecer un diálogo a alto nivel y un libre intercambio de ideas sobre las complejas cuestiones que se van a tratar y las responsabilidades del sistema comercial. También preparará el camino para la Tercera Conferencia Ministerial de la OMC que se celebrará en noviembre del presente año. Estas dos iniciativas son una prueba más del alto nivel de transparencia y democracia de nuestro sistema -un sistema basado en normas y cuyas decisiones adoptan por consenso y ratifican todos los gobiernos nacionales.

Y finalmente, pero no por ello menos importante, debemos fortalecer el sistema multilateral de comercio velando por que los países en desarrollo tengan las mismas responsabilidades que los otros dentro del sistema. Actualmente, el comercio es aún más importante para el futuro económico de los países en desarrollo que para el de los países industrializados. En el decenio de los setenta, el comercio expresado como parte del PIB de los países en desarrollo era ligeramente inferior al 20 por ciento. Hoy en día corresponde al 38 por ciento -frente a menos del 15 por ciento en la UE y el 11 por ciento en los Estados Unidos. Entre 1973 y 1997, el porcentaje de las importaciones de productos manufacturados de los países en desarrollo en los mercados desarrollados se triplicó -pasando del 7,5 por ciento al 23 por ciento. Estas cifras reflejan la extraordinaria y auténtica integración de los países en desarrollo en la economía mundial durante los tres últimos decenios. Pero también ponen de manifiesto que no se producirá una recuperación económica sostenida en los países en desarrollo sin una recuperación sostenida del comercio mundial.

En este contexto de incertidumbres y crecientes desequilibrios -junto con la certeza de la interdependencia y de oportunidades sin precedentes- nos enfrentamos al desafío de una nueva Ronda. Estamos concluyendo ahora la primera fase de los preparativos de la Reunión Ministerial, que se ha centrado fundamentalmente en la aclaración de las cuestiones que convendrá tratar. La segunda fase, de febrero a julio, se centrará en las propuestas concretas de los Miembros de la OMC. Este proceso incluye la ardua tarea de preparar recomendaciones a los Ministros acerca del programa de trabajo de la OMC en el nuevo milenio. Nos hemos comprometido ya a negociar en esferas importantes como los servicios, la agricultura y diversos aspectos de la propiedad intelectual y existe un consenso cada vez mayor a favor de una amplia Ronda multilateral de gran alcance, aunque he de decir que no todos los países -en especial, no todos los países en desarrollo- comparten una misma visión.

Habida cuenta de lo anterior, deseo hacer una primera observación, general aunque muy importante: si queremos -y así es- que las nuevas negociaciones multilaterales sean realmente multilaterales, realmente globales, y estén de verdad orientadas a encauzar de manera creciente en el sistema de comercio multilateral a los países en desarrollo y los países menos adelantados, las principales potencias comerciales del mundo tienen que asumir algunas responsabilidades muy definidas, la primera de las cuales es disminuir las tensiones entre ellas. Estas tensiones pueden bloquear el trabajo ordinario de la OMC, y deben evitarse.

En segundo lugar, no debemos dejar que la agricultura vuelva a ser la cuestión predominante en la nueva Ronda. Y no podemos dar la impresión de que su éxito o fracaso depende únicamente de la posibilidad de que los principales interlocutores comerciales lleguen a un acuerdo sobre cuestiones agrarias. Si nos centramos demasiado en las cuestiones tradicionales, nos arriesgamos a pasar por alto lo mucho que la economía mundial ha cambiado desde la Ronda Uruguay y lo importantes que son las nuevas cuestiones tanto para los países en desarrollo como para los países desarrollados. Deseo señalar que en una nueva Ronda tendremos que prestar mayor atención a los factores que predominarán en el desarrollo económico y la economía mundial en el siglo XXI -en especial, las nuevas tecnologías y los servicios.

En tercer término, es absolutamente necesario que el programa de negociaciones de la OMC sea equilibrado y que así se vea desde la perspectiva de los países en desarrollo. Sin duda, la activa participación de los países en desarrollo será fundamental para el inicio y el éxito de esa Ronda. Los países en desarrollo y los países menos adelantados representan actualmente casi las cuatro quintas partes de los Miembros de la OMC. Desde un punto de vista político, este sistema no podrá avanzar con seguridad en su próxima Conferencia Ministerial y en el próximo siglo si esos países no albergan la convicción de que las nuevas negociaciones son necesarias y de que las exigen sus intereses económicos. Aunque éstos no son homogéneos, espero que todo lo que he dicho hoy aquí haya mostrado cuán importantes son todos ellos para el desarrollo y el progreso de nuestro mundo interdependiente.

Cuando observamos las cifras que muestran lo vinculada que está hoy en día al comercio la producción de los países en desarrollo, resulta muy difícil pasar por alto la amplitud de nuestra integración y nuestra interdependencia. Al ser nuestras economías tan dependientes unas de otras, a ningún país le interesa cerrar sus mercados ni aflojar sus lazos con el resto del mundo. Para las economías avanzadas, como la Unión Europea, la lucha contra el proteccionismo deberá seguir siendo un objetivo con el que no se pueda transigir. La tarea actual consiste en mejorar la gestión de la interdependencia. Y aumentar su dimensión humana y de desarrollo, no rechazarla.

Permítanme hacer una última observación. Actualmente nos enfrentamos a un repunte de las críticas a la mundialización. Cada vez se aboga más por una dimensión humana en este proceso. De manera creciente, la opinión pública desearía incluir en la gestión de la economía mundial cuestiones que sobrepasan los parámetros financieros y comerciales tradicionales. Creo que el alto grado de interdependencia que hemos alcanzado, y que aumentará en los próximos años, imprime una gran fuerza a esta visión -una nueva visión que no engloba únicamente la liberalización del comercio y los movimientos de capital, no sólo las normas laborales, sino también las redes de protección social, el medio ambiente, la salud y la educación -especialmente el papel de las nuevas tecnologías-, la erradicación de la pobreza, la diversidad cultural y la disminución de las desigualdades como cuestiones que deben incluirse en un concepto mejorado de gestión económica global.

La próxima ronda comercial multilateral ha de reflejar un conocimiento más profundo de la interrelación de todas esas cuestiones; no para pretender que el sistema comercial encuentre una respuesta a todas y cada una de ellas, sino para que se traten al más alto nivel dentro de una estructura mundial que las tenga todas presentes.