DISCURSOS — DG NGOZI OKONJO-IWEALA

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Excmo. Sr. Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro Momen de Bangladesh, Excelencias, distinguidos delegados, amigos.

Permítanme felicitar al Gobierno de Bangladesh por trabajar con tanto ahínco para reunirnos, y permítanme asimismo aprovechar esta oportunidad para dar las gracias al Embajador Rahman por su liderazgo en cuestiones cruciales en la OMC, como la transición de los PMA y el cambio climático.

Me complace estar hoy con ustedes para exponer mi punto de vista sobre cómo dar respuesta a las prioridades climáticas mediante medidas comerciales que prioricen los problemas específicos que afrontan los países menos adelantados (PMA) y los pequeños Estados insulares en desarrollo.

Algunas de las mayores amenazas para nuestras economías y nuestras sociedades proceden de la degradación del medio ambiente: desde el cambio climático hasta la pérdida de biodiversidad y los consiguientes desastres naturales. La crisis climática exige una respuesta en varios frentes. En el centro de esta respuesta está la necesidad de reducir la pobreza y mejorar el nivel de vida al tiempo que se refuerza la sostenibilidad ambiental. Asimismo, tenemos que integrar un cambio ambiental positivo en la recuperación tras la pandemia, para lo cual debemos crear economías más verdes y socialmente inclusivas e invertir en los sistemas necesarios para identificar y contener futuros brotes de enfermedades, por ejemplo sistemas de alerta inmediata.

Las crisis recientes han demostrado que, al igual que sucede en el “efecto mariposa”, un cambio imperceptible en una parte del planeta puede tener profundas repercusiones en la vida y los medios de subsistencia de la población del planeta en su conjunto.

Al reflexionar sobre la crisis climática y la respuesta mundial a la pandemia, me resulta evidente que el comercio es parte de la solución a las dificultades a las que nos enfrentamos, mucho más que parte del problema.

Como es inevitable, el comercio lleva aparejados algunos inconvenientes: por lo general, el movimiento de mercancías de un lugar a otro implica emisiones de carbono. Pero no olvidemos que el comercio también hace que la producción sea más eficiente, lo que puede reducir las emisiones.

Además, el comercio y los mercados mundiales abiertos han ayudado a salir de la pobreza a más de mil millones de personas en las últimas décadas. Sin embargo, muchas personas pobres, tanto en los países ricos como en los países pobres, no se han beneficiado plenamente.

La respuesta a estos problemas no reside en el rechazo al comercio o en su reducción. En una nueva nota de política conjunta elaborada por la OMC y el Banco Mundial, se deja claro que el comercio será de vital importancia para impulsar la recuperación posterior a la pandemia. Una mejor respuesta a los problemas reales que observamos reside en un comercio mejor, en una globalización más justa y equitativa que incorpore a las poblaciones y países marginados en la corriente principal de la economía y a la vez nos ayude a desvincular el bienestar humano de los efectos ambientales.

Los países en desarrollo, en particular los PMA, a menudo no tienen suficiente capacidad para gestionar los riesgos y adaptarse a las consecuencias ambientales que ya están sufriendo. Si no se adaptan cuidadosamente a las necesidades y capacidades de los países en desarrollo, las políticas internacionales de mitigación y otras medidas de lucha contra el cambio climático podrían además menoscabar la competitividad comercial de algunos países en desarrollo. Pero sé que esas políticas no son incompatibles con las necesidades de crecimiento y desarrollo de los países en desarrollo, incluidos los pequeños Estados insulares en desarrollo y los PMA. A este respecto, hay varias maneras distintas mediante las cuales el comercio puede contribuir a frenar el cambio climático y a la vez garantizar una transición justa para los países que menos han contribuido al problema.

El cambio climático ya está afectando al comercio y la economía por distintos motivos, desde los cambios en el régimen de lluvias hasta los fenómenos meteorológicos extremos que interrumpen las cadenas de suministro. El PNUMA estima que los costos anuales de adaptación de los países en desarrollo ascenderán a entre 140.000 y 300.000 millones de dólares EE.UU. para 2030 y a entre 280.000 y 500.000 millones de dólares EE.UU. para 2050. La creciente frecuencia de los desastres naturales también amenaza con debilitar aún más la capacidad de los pequeños Estados insulares en desarrollo para comerciar de forma competitiva.

Según una nota informativa de la OMC sobre la resiliencia del comercio frente a los desastres naturales, publicada poco antes de la CP26 el año pasado, los desastres naturales tienen un efecto más grave a largo plazo en las pequeñas economías, ya que los efectos inmediatos en esos países son desproporcionadamente grandes y la volatilidad de las actividades económicas es mayor. Los países en desarrollo, en particular los PMA, se enfrentan a la dificultad de mejorar la resiliencia climática de su infraestructura relacionada con el comercio, mejorar la conectividad digital y fortalecer sus marcos de política dentro de sus esfuerzos por mitigar los efectos de los desastres naturales y adaptarse al cambio climático.

En nuestra publicación con el Centro Mundial de Adaptación destacamos que el comercio es un mecanismo de adaptación y resiliencia ante la pérdida de cosechas y los desastres naturales. Los países afectados pueden recibir los alimentos y los suministros necesarios para la reconstrucción mientras la producción nacional se ve mermada, lo que permite a la economía recuperarse más deprisa. Según las estimaciones extraídas de un conjunto de modelos publicado en Nature Climate Change, el cambio climático va camino de sumir a 55 millones de personas en la desnutrición de aquí a 2050, como consecuencia de los efectos a nivel local en la producción de alimentos. Por medio de estos modelos se constató que esa cifra se podría reducir en un 64%, o lo que es lo mismo en 35 millones de personas, si se produjera una mayor integración comercial. En cambio, la disminución del comercio de productos agropecuarios incrementaría sustancialmente el número de personas con probabilidades de pasar hambre en las décadas venideras.

En lo que respecta a la mitigación, los países en desarrollo deben tratar de aprovechar el comercio para apoyar sus objetivos de transición climática y crear una economía diversificada con bajos niveles de carbono. La competencia internacional y la aparición de una cadena de suministro integrada de energía fotovoltaica solar a nivel mundial ha permitido que la energía solar sea la fuente de generación de electricidad más barata en muchas partes del mundo. La energía eólica se ha beneficiado de tendencias similares. El comercio y la competencia pueden desempeñar un papel análogo en la reducción de los costos para las futuras tecnologías, como las baterías avanzadas y los electrolizadores de hidrógeno.

Las políticas comerciales relacionadas con el clima deben enmarcarse teniendo presente una transición justa, que prevea plazos de transición para que los países en desarrollo encuentren tanto alternativas al carbono como la financiación para poder saltar directamente de la etapa de la infraestructura sucia a la creación de alternativas sostenibles.

A este respecto existe un importante vínculo con la Ayuda para el Comercio: la asistencia relacionada con el comercio destinada a la construcción de infraestructuras en los sectores de la energía, el transporte y las telecomunicaciones ascendió a un valor total de 25.000 millones de dólares EE.UU. en 2019. En el futuro, la Ayuda para el Comercio debe tratar de construir infraestructuras resilientes al cambio climático y promover cadenas de suministro resistentes al cambio climático.

La financiación de la acción climática es desde luego esencial para hacer posible la transición a una economía de bajas emisiones de carbono en los países en desarrollo. En el caso de los países más pobres y vulnerables, los PMA y los pequeños Estados insulares en desarrollo, la financiación para la adaptación representa más del 40%, casi el doble que en el conjunto de los países en desarrollo. Tenemos que reclamar una respuesta que se ajuste de la mejor manera posible a las necesidades de los países en desarrollo y menos adelantados, de ahí que resulte desalentadora la incapacidad de movilizar los 100.000 millones de dólares anuales de financiación para el clima prometidos a los países en desarrollo.  

La iniciativa de la Ayuda para el Comercio tiene una importante función que desempeñar mediante la movilización de fondos para la infraestructura crítica relacionada con la oferta necesaria para la transformación verde en los países en desarrollo y mediante el apoyo al sector privado para que se adapte al cambio climático. Entre 2013 y 2018 se destinaron más de 65.000 millones de dólares EE.UU. en concepto de Ayuda para el Comercio a proyectos con un objetivo climático, como la generación, distribución y conservación de energía renovable, así como la infraestructura respetuosa con el clima y resiliente al cambio climático.

Por ejemplo, un proyecto en Nigeria que ha sido posible gracias a la asistencia para el desarrollo ha instalado lámparas y paneles solares y cocinas que emiten menos dióxido de carbono en beneficio de los residentes y las pequeñas empresas de las comunidades remotas.

Sin embargo, la Ayuda para el Comercio debe estar mejor orientada a atender las preocupaciones relativas al desarrollo, en consonancia con las contribuciones determinadas a nivel nacional por los PMA. Como he indicado anteriormente, hasta el momento el objetivo de financiación de la acción climática establecido en el acuerdo de la CP16 no ha logrado movilizar los 100.000 millones de dólares EE.UU. al año para 2020 que se habían comprometido. Este compromiso se reafirmó en noviembre pasado en la CP26. También debemos alentar al sector privado a que participe en las inversiones necesarias para hacer frente a la crisis climática. Por ejemplo, en 2019 la financiación privada relacionada con el clima por sí sola movilizó 14.000 millones de dólares EE.UU., lo que representa cerca del 18% del total de la financiación destinada al clima. Por consiguiente, debemos trabajar juntos para explorar las oportunidades que ofrecen la Ayuda para el Comercio y otros mecanismos de financiación innovadores para hacer frente a las cuestiones relacionadas con el cambio climático en los PMA y explorar las posibilidades de movilización de recursos por todas las partes.

Además de la Ayuda para el Comercio, es necesario establecer nuevos marcos internacionales para que los países de todos los niveles de desarrollo adopten medidas progresivas para mejorar la sostenibilidad ambiental a través del comercio.  Por consiguiente, hay que ayudar a los PMA para que participen en algunos de los debates que están teniendo lugar en cuestiones que vinculan el comercio y el medio ambiente. Por ejemplo: los Miembros de la OMC están examinando actualmente varias cuestiones, como la facilitación del comercio de bienes y servicios ambientales, la transición a una economía circular, la contaminación causada por los plásticos, las cadenas de suministro sostenibles y las subvenciones perjudiciales para el medio ambiente, incluidas las relacionadas con los combustibles fósiles. Sin embargo, los PMA apenas están participando, lo que hace necesario proporcionarles apoyo técnico para que puedan incorporarse a esos debates.

La reducción de los obstáculos al comercio de bienes y servicios ambientales disminuiría los costos de la energía renovable y los gastos de capital relacionados con la creación de infraestructuras resilientes al cambio climático. También se traducirá en una mayor diversificación económica y en creación de empleo, en particular en la esfera de los servicios. Los puestos de trabajo en el sector de los servicios relacionados con las energías renovables suelen ser ocupados por personas de la zona, en particular mujeres. Cada vez se están creando más puestos de trabajo (sobre todo en África) en el sector de la energía renovable descentralizada fuera de la red, lo que a su vez impulsa el empleo en el sector agroalimentario, la atención sanitaria, las comunicaciones y el comercio local, entre otros.

La OMC tiene mucho que aportar a este respecto. Los bienes y servicios ambientales son uno de los principales elementos de los Debates Estructurados sobre el Comercio y la Sostenibilidad Ambiental (DECSA), una iniciativa que reúne a 71 Miembros de la OMC, muchos de ellos países en desarrollo. Los participantes han definido una hoja de ruta para la labor de 2022 y han entablado conversaciones con empresas, la sociedad civil y expertos del mundo académico.

El Diálogo Informal sobre la Contaminación Producida por los Plásticos y el Comercio de Plásticos Ambientalmente Sostenible es otra iniciativa que tiene por objeto fomentar actuaciones coordinadas encaminadas a abordar los costos ambientales, sanitarios y económicos de la contaminación producida por los plásticos. El Diálogo Informal ha logrado el apoyo y la participación de países desarrollados, países en desarrollo y PMA Miembros por igual, con especial atención a los pequeños Estados insulares en desarrollo, y ha puesto de manifiesto la necesidad de reforzar la asistencia técnica destinada a las economías vulnerables. 

Para terminar, debo referirme a los esfuerzos que hay en marcha para establecer sistemas de imposición que gravan las emisiones de carbono. La fijación efectiva de los precios del carbono se considera cada vez más un mecanismo de mercado clave para apoyar la transición a una economía con bajas emisiones de carbono. Y los PMA deben formar parte del debate.

La cooperación internacional puede contribuir a asegurar que los esfuerzos para poner un precio al carbono no den lugar a costos empresariales y fricciones comerciales evitables, o que representen cargas desproporcionadas para los países pobres. La fragmentación eleva los costos de cumplimiento y la incertidumbre para el sector privado, y representa una pesada carga sobre todo para las pequeñas empresas. Además, algunos países desarrollados están planteándose “medidas de ajuste fiscal en frontera” cuyo propósito es equiparar los costos del carbono entre los productores extranjeros y nacionales.

Sin embargo, muchos países en desarrollo temen que, en la práctica, esas medidas se utilicen indebidamente como un pretexto para el proteccionismo contra sus exportaciones. Esto podría debilitar la cooperación mundial en materia de cambio climático cuando lo que necesitamos es fortalecerla. A mi juicio, la solución óptima sería un enfoque común sobre la fijación de un precio mundial del carbono conforme con lo estipulado en el Acuerdo de París y sus principios, pero todavía no hemos llegado a ese punto a nivel político.

Mientras tanto, tenemos que colaborar estrechamente con otras organizaciones internacionales como el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y otras, trabajar en la elaboración de enfoques comunes sobre la fijación de precios del carbono y velar por que las medidas no se adopten de manera discriminatoria y por que se atiendan las necesidades de los países en desarrollo y los PMA, a fin de permitir una transición justa.

En última instancia, estamos hablando de personas y del planeta. Se trata de lograr que la sostenibilidad del medio ambiente se integre en la forma en que comerciamos y en lo que intercambiamos en ese comercio.  Por lo tanto, permítanme dar las gracias al Gobierno de Bangladesh por esta iniciativa, sobre todo como impulsor del Foro sobre la Vulnerabilidad Climática, por el continuo interés en defender el fortalecimiento de la respuesta multilateral al cambio climático.

En resumen, los PMA necesitan ayuda para una transición verde y la OMC puede desempeñar un papel fundamental a ese respecto. No se debe dejar atrás a los PMA.

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