DISCURSOS — DG NGOZI OKONJO-IWEALA

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Muchas gracias, Jake y Arrow, por su amable presentación. Es maravilloso ver a Susan aquí. Han puesto el listón muy alto.

Recibir el “World Trade Award” es un gran honor para mí. Me siento abrumada de seguir los pasos de Nelson Mandela, uno de mis grandes modelos, de Kofi Annan, del antiguo Representante de los Estados Unidos para las Cuestiones Comerciales Internacionales, Mike Froman, y de la Representante Stephanie Murphy. Esta tarde, espero expresar unas palabras sobre la inversión en el sistema multilateral de comercio y la OMC.

Señoras y señores, estos tiempos de “policrisis”— de crisis múltiples que afectan a la economía, el medio ambiente, la salud pública y la seguridad mundial — nos plantean a todos retos difíciles.

En la OMC, ya estamos haciendo frente a los retos que entrañan la reforma y el hecho de que la Organización siga siendo idónea para sus propósitos.  Ahora debemos encontrar la forma de poner en funcionamiento un sistema multilateral destinado a fomentar la interdependencia y la paz en un momento en que algunos de nuestros Miembros están en guerra. La guerra en Ucrania ha empeorado las perspectivas del comercio mundial y la seguridad alimentaria. Ahora prevemos para el año en curso un aumento en los volúmenes del comercio mundial de mercancías del 3%, lo que representa una disminución en comparación con las previsiones del 4,7% del pasado mes de octubre, y existe el riesgo de que estas empeoren aún.

Las empresas se cuestionan sobre sus responsabilidades inmediatas y sobre las consideraciones relativas al riesgo y la eficiencia o las compensaciones recíprocas que deben orientar sus opciones de abastecimiento e inversión.

Los dirigentes políticos se enfrentan a decisiones trascendentales sobre la manera de abordar las tensiones geopolíticas y la dirección de la economía mundial, que perfilarán las posibilidades de prosperidad de los países en el futuro.

A medida que reflexionamos sobre el modo de reforzar el sistema mundial de comercio para afrontar los desafíos del siglo XXI, es preciso reconocer el desencanto con el comercio y el multilateralismo mucho tiempo antes de la guerra o incluso de la COVID-19.

Todos sabemos que décadas de integración económica mundial y de multilateralismo han promovido una prosperidad sin precedentes. Más de 1.000 millones de personas salieron de la pobreza antes de la pandemia, y los países pobres redujeron por primera vez desde la Revolución Industrial las diferencias de ingresos entre ellos y los países ricos.

Pero también sabemos que algunos quedaron rezagados. Incluso en países tan ricos como los Estados Unidos, la inexistencia de políticas sociales y relativas al mercado laboral lo suficientemente sólidas impidieron a muchas personas y comunidades sacar plenamente provecho de los beneficios del crecimiento económico. La lenta recuperación de la crisis financiera mundial amplificó el enfado político, al igual que la percepción de muchos de que China prestaba ayuda desleal a su industria. El comercio, los acuerdos comerciales y las instituciones comerciales se convirtieron fácilmente en cabezas de turco para los líderes populistas en los mismos países que habían creado una globalización moderna.

Cuando apareció la pandemia, la escasez de productos clave arrojó una luz descarnada sobre las cadenas de suministro, especialmente en el caso de productos fundamentales, tales como las cadenas de suministro de material médico y semiconductores. Los consiguientes estrangulamientos suscitaron dudas en cuanto a la conveniencia de la concentración de las manufacturas en unos pocos países y la proliferación de modelos de negocio justo a tiempo en varios países con puntos de fallo únicos, un pequeño inventario y unas existencias estratégicas limitadas.

La guerra en Ucrania ha planteado cuestiones legítimas adicionales respecto de la interdependencia económica. Ha impulsado al alza los precios, de por sí elevados, del mercado mundial de los alimentos y la energía y ha reducido los presupuestos de los hogares, lo que hace temer una grave crisis alimentaria en África y Oriente Medio.

Ante estos acontecimientos, muchos consideran ahora que el comercio mundial y el multilateralismo — dos pilares de la OMC — representan más una amenaza que una oportunidad. Sostienen que deberíamos replegarnos en nosotros mismos, producir y crecer lo máximo posible nosotros mismos. Ahora se habla solo de desconexión y fragmentación del sistema multilateral de comercio en dos o tres bloques comerciales. Se están adoptando medidas para respaldar la relocalización, la relocalización en países vecinos y la relocalización en países amigos. La nueva expresión en boga es “comercio seguro”.

Ello es totalmente comprensible, habida cuenta de los tiempos de tensión e incertidumbre que atravesamos. Creo, no obstante, que no deberíamos extraer conclusiones erróneas de estas presiones. El sistema multilateral de comercio es un bien público mundial creado hace más de 77 años y desarrollado a lo largo del tiempo. Como he señalado anteriormente, ha ayudado a sacar de la pobreza a más de 1.000 millones de personas. No es un sistema perfecto, pero en lugar de replegarnos sobre nosotros mismos, deberíamos invertir en este sistema y reforzarlo. Deberíamos reformar la OMC, en la que se sustenta, y modernizar sus reglas para hacer frente a los desafíos del siglo XXI.

Por supuesto, parecen probables la relocalización, la relocalización en países vecinos y la relocalización en países amigos de las cadenas de suministro, y tal vez ello esté justificado. Sin embargo, aunque las cadenas de suministro mundiales estén expuestas a perturbaciones, el comercio también es fuente de resiliencia.

 Las cadenas de suministro transfronterizas desempeñaron un papel fundamental en nuestra respuesta a la pandemia, ayudando a acelerar rápidamente la producción de suministros médicos y el acceso a los mismos. En 2020, precisamente cuando el valor del comercio mundial se contraía casi un 8%, el comercio de contramedidas médicas registró un crecimiento del 16%. Las vacunas Pfizer/BioNTech y Moderna se basan en insumos y medios de producción de 19 países; ningún país puede producirlas de forma aislada.

El comercio ha sido un motor importante de la recuperación económica tras la pandemia. El comercio mundial de mercancías ha registrado un fuerte repunte, con un crecimiento en volumen del 10,8% en 2021 después de los confinamientos (y ha alcanzado niveles sin precedentes desde principios de 2021) aunque, como he señalado anteriormente, el ritmo de expansión se haya ralentizado considerablemente ahora como consecuencia de la guerra.

En lo que respecta más concretamente a las tensiones geopolíticas entre los Estados Unidos y China, el comercio de mercancías entre ambos países ha alcanzado niveles sin precedentes: las exportaciones de mercancías de los Estados Unidos a China batieron récords el año pasado al situarse en USD 153.000 millones, mientras que las importaciones de los Estados Unidos procedentes de China ascendieron a USD 542.000 millones, una cifra cercana al nivel máximo registrado en 2018 de USD 563.000 millones.

Retirarse del comercio haría que los países fueran más vulnerables ante perturbaciones de la producción causadas por catástrofes naturales, malas cosechas o brotes de enfermedades, y no al contrario. Ello no parece ser una buena gestión del riesgo en tiempos de crisis climática y de pandemia.

Además, la fragmentación puede resultar costosa. Los economistas de la OMC han realizado simulaciones que muestran que, si la economía mundial se dividiera en dos bloques comerciales, el PIB mundial real estimado disminuiría a largo plazo alrededor del 5%, debido precisamente a la menor especialización y propagación indirecta de conocimientos tecnológicos. Además, se producirían pérdidas derivadas de la reducción de las economías de escala, los costos de transición, la asignación de recursos desordenada, los efectos de histéresis entre los trabajadores y las dificultades financieras y en materia de balanza de pagos, etc.

Una desintegración de la cooperación multilateral también dificultaría la resolución de problemas relacionados con el patrimonio común.

Para dar un ejemplo inmediato, hay una necesidad imperiosa de una coordinación internacional en aras de estabilizar los mercados mundiales de alimentos y fertilizantes, que se han visto gravemente perturbados por la guerra. En la OMC, hemos instado a los Gobiernos a que se abstengan de aplicar restricciones a la exportación y compartan sus existencias reguladoras, a fin de contener el aumento de los precios e incrementar los limitados suministros mundiales.

La cooperación multilateral en materia de comercio es esencial para lograr que la acción por el clima sea más efectiva y rentable, mediante la difusión de tecnologías verdes de vanguardia y la gestión de las tensiones en torno a la tarificación del carbono, y para velar por el buen funcionamiento de los mercados de materias primas esenciales.

La OMC y sus 164 Miembros siguen siendo un instrumento valioso para las empresas y los Gobiernos en estos tiempos de pandemia, guerra y amenazas fundamentales a raíz del cambio climático. Pero este debe ser una OMC reformada y un sistema multilateral de comercio reinventado y reforzado. Una Organización que siga considerándose como garantía de la previsibilidad y la equidad, al tiempo que aborda los desafíos de la era moderna. Estamos comprometidos con esta reforma y solicitamos su apoyo.

La OMC debería tratar de contrarrestar los verdaderos problemas de excesiva concentración y exclusión socioeconómica.  En lugar de desglobalización, necesitamos una “reglobalización” que integre en el sistema económico mundial a aquellos países, personas y empresas que se hallan al margen. Ello daría lugar a mercados internacionales más profundos, más diversificados, más inclusivos — y más resilientes.

¿Qué significa eso en la práctica? Ello significa llegar a un acuerdo sobre nuevas normas en ámbitos como el comercio digital, la facilitación de las inversiones y la integración de las microempresas y las pequeñas y medianas empresas y las empresas propiedad de mujeres en las cadenas de valor regionales y mundiales. Supone complementar esas normas con la financiación del comercio y el apoyo en el ámbito de la oferta.

  • Significa actualizar el conjunto de normas de la OMC relativas a las subvenciones para abordar las preocupaciones sobre la agricultura, la industria y los servicios en condiciones de igualdad. Junto con el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, la semana pasada publicamos un documento en el que se resumen los conocimientos actuales sobre las subvenciones, se señalan las lagunas existentes y se esbozan las esferas de la labor futura. La cuestión relativa a la falta de equidad y a un comportamiento anticompetitivo menoscaban la confianza entre los Miembros y dificultan la consecución de nuevos acuerdos multilaterales. Por lo tanto, no debemos tener reparos en abordar esta cuestión, que resulta tan difícil. Tenemos la intención de seguir recopilando información que nos permita abordar esta labor con otras organizaciones internacionales igualmente interesadas.
  • Necesitamos disponer de un sistema de solución de diferencias en la OMC plenamente reformado y operativo. Concluir nuevos acuerdos y normas sin restablecer el sistema para abordar los casos de infracción de esos acuerdos y normas socava la credibilidad. Me complace informar de que se han entablado conversaciones preliminares sobre el proceso para acometer esa reforma. Esperamos profundizar esta conversación en la CM12 y acordar un proceso de reforma y restauración del sistema de solución de diferencias. Hay que abordar las críticas válidas de los Estados Unidos sobre la extralimitación y las demoras del Órgano de Apelación.
  • Además, tenemos que asegurarnos de que la OMC contribuya a hacer frente a los desafíos del patrimonio común, desde el cambio climático hasta la preparación ante pandemias, pasando por las crisis alimentarias y la sostenibilidad de la pesca marítima.

Este programa de la OMC coincide en gran medida con los objetivos establecidos en el Acuerdo de Marrakech por el que se estableció la OMC: utilizar el comercio para elevar el nivel de vida, crear empleo y promover el desarrollo sostenible.

Los Miembros de la OMC ya están trabajando en ello y estamos empezando a ver resultados. El pasado mes de diciembre, 67 Miembros que representan más del 90% del comercio mundial de servicios alcanzaron un acuerdo sobre la reglamentación nacional en el ámbito de los servicios que promete ahorrar a los proveedores de servicios USD 150.000 millones al año, según las investigaciones de la OMC y la OCDE. El acuerdo abre nuevos horizontes, ya que incorpora explícitamente disposiciones antidiscriminatorias para proteger a las mujeres.  El liderazgo de los Estados Unidos ha contribuido de manera especialmente importante al logro de este resultado. Los Miembros también están trabajando en un acuerdo plurilateral sobre el comercio electrónico, así como sobre la facilitación de las inversiones.

La conclusión de estos dos acuerdos este año reflejará una utilización polivalente del instrumento plurilateral. Una OMC reformada y fortalecida exige un conjunto diversificado de instrumentos de negociación, y el acuerdo plurilateral debe ser uno de ellos. Si bien abordamos estas nuevas cuestiones, también debemos esforzarnos por obtener resultados sobre los acuerdos existentes, como las negociaciones sobre las subvenciones a la pesca. Debemos aportar una respuesta de la OMC a la pandemia. Es decepcionante ver cuánto tiempo está llevando la conclusión de estos acuerdos o cuán difícil es que los Miembros superen sus propios asuntos políticos y particulares y lleguen a acuerdos en aras del bien común.

El ambiente de la OMC es tenso y la guerra de Ucrania no facilita la situación. Entonces, ¿qué significa esto? ¿Ello significa que estamos ralentizando el ritmo o cejando en nuestros propósitos? La respuesta es un “no” rotundo. Lo que significa es que somos creativos en cuanto a la forma de trabajar y que perseveramos. Esto es lo que hemos estado tratando de hacer y nos esforzaremos por hacer en la CM12. Esto lo debemos a gente común y corriente a la que la OMC pretende servir. El futuro programa que la OMC tiene ante sí es apasionante. El futuro del comercio lo es más aún, porque se basa en el sector digital, en tecnologías verdes y en servicios. La OMC debe comprender ese futuro.

Permítanme concluir tomando algunas palabras prestadas de Nelson Mandela. “Todo parece imposible hasta que se hace.” Mientras que Winston Churchill decía “no hay que rendirse jamás. No hay que rendirse nunca jamás ante nada”. 

Señoras y señores, no desistamos nunca en lo tocante al sistema multilateral de comercio ni a la reforma de la OMC. Es indispensable revitalizar la OMC y reforzar el sistema mundial de comercio. ¡Trabajemos juntos para aprovechar estos bienes públicos mundiales!

Muchas gracias.

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