DISCURSOS — DG NGOZI OKONJO-IWEALA

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Señoras y señores:

Hoy es mi primer Día Internacional de la Mujer como Directora General de la OMC. En vista de las dificultades particulares que plantea la pandemia para las mujeres en todo el mundo, hoy quisiera centrar mis observaciones iniciales en lo que la OMC puede hacer para ayudar a resolverlas. Ahora bien, soy plenamente consciente de que la igualdad de género es también una de las máximas prioridades de la propia Secretaría, y pronto encontraremos la ocasión de celebrar un debate específico sobre cuestiones de género para la Secretaría.

La pandemia de COVID-19 ha agravado las desigualdades de todo tipo: entre los países que pueden gastar dinero en vacunas y ayudas económicas, y los que no pueden hacerlo; entre los trabajadores que tienen que poner en riesgo su salud cada día, y los que pueden trabajar de forma segura desde casa; entre las grandes empresas y las pequeñas empresas.

Pero puede que ninguna brecha haya crecido más que la divide a hombres y mujeres.

Tanto en el trabajo remunerado como en el no remunerado, las mujeres se han llevado la peor parte del impacto social y económico de la pandemia.

A nivel mundial, en 2020, el 5% de las mujeres perdió su trabajo. La pérdida de empleo entre los hombres fue del 3,8%. Las mujeres también han estado mucho más expuestas que los hombres al riesgo de quedar fuera del mercado laboral y pasar a ser inactivas.

En los países de ingreso bajo que carecen de medios para ofrecer ayudas económicas durante los períodos de confinamiento, muchas mujeres perdieron su única fuente de ingresos. Con la caída de los ingresos familiares, muchas niñas se quedaron en casa tras la reapertura de las escuelas o se pusieron a trabajar.

¿Por qué la crisis provocada por la pandemia ha afectado a las mujeres de manera tan desproporcionada?

En primer lugar, las mujeres están sobrerrepresentadas en sectores que se han visto afectados de manera más negativa que otros.

Esto incluye trabajos que requieren contacto físico, por ejemplo, en la restauración o el comercio minorista, sectores que o bien cerraron o bien pasaron a ser presentar un riesgo mucho más elevado. Las mujeres también representan una gran proporción de los trabajadores de los servicios tales como el turismo, sectores que se han visto directamente afectados por las restricciones a los viajes.

Las mujeres también superan en número a los hombres en las actividades manufactureras más afectadas por la pandemia, como las de los textiles y las prendas de vestir, cuyas fábricas cerraron al inicio de la pandemia en respuesta al desplome de la demanda de exportaciones. En Bangladesh, por ejemplo, las mujeres constituyen el 80% de la mano de obra del sector de las prendas de vestir confeccionadas. Los pedidos de esta industria descendieron un 45,8% durante el primer trimestre de 2020 y un 81% solo en abril de ese año.

En segundo lugar, hay más mujeres que hombres que trabajan en el sector informal. Las mujeres representan el 58% del empleo en el sector informal, y las cifras son más elevadas en las economías en desarrollo y menos adelantadas. En África, por ejemplo, casi el 90% de las mujeres empleadas trabajan en el sector informal. Estas mujeres son las más perjudicadas porque seguramente han perdido su única fuente de ingresos y se han quedado sin ninguna protección social o jurídica.

En tercer lugar, muchas mujeres empresarias poseen o gestionan pequeñas empresas que ya tienen dificultades debido a los limitados recursos financieros y la poca capacidad de endeudamiento. La pandemia ha agravado esas presiones.

Además, en las familias, las mujeres siguen soportando una carga más pesada que los hombres. Tras el cierre temporal de las escuelas, los padres hicieron un pequeño esfuerzo, pero las madres se esforzaron mucho más. Las madres trabajadoras cambiaron su horario de trabajo, lo redujeron o tomaron vacaciones no remuneradas en muchos más casos que los padres trabajadores. En Alemania, el 6% de los padres, frente al 62% de las madres, dice haber asumido las principales responsabilidades en lo relativo a sus hijos durante el cierre de las escuelas.

Por último, las mujeres se enfrentan a mayores riesgos para la salud, ya que trabajan más en sectores tales como la salud y la asistencia social, y la venta de alimentos y otros productos de primera necesidad. En muchos países, las mujeres representan más del 75% del personal sanitario. En determinados países (España, Estados Unidos e Italia), se constató que entre el personal sanitario había una proporción más elevada de mujeres infectadas con COVID-19 (75,5%, 73% y 69%, respectivamente): aunque todavía se están investigando las razones de ello, una posible explicación es que el equipo de protección personal se ha diseñado para los hombres, e incluso la talla más pequeña es demasiado grande para algunas mujeres.

Incluso antes de la COVID-19, los progresos hacia la paridad de género habían sido demasiado lentos y demasiado dispares. Ahora, a menos que actuemos rápidamente, el impacto desproporcionado de la pandemia en las mujeres podría durar varios decenios. Esto sería un fracaso moral y un desastre económico.

Lo más importante que puede hacer la OMC ahora es trabajar con los Miembros para mantener el comercio abierto.

Tal como indican los datos económicos, el comercio ha demostrado ser decisivo en la lucha mundial contra la pandemia.

Aunque sigue habiendo demasiadas restricciones a la exportación, durante el último año el comercio ha ayudado a mejorar el acceso a productos médicos esenciales. En el primer semestre de 2020, si bien el comercio mundial se contrajo un 14% con respecto al año anterior, las importaciones totales de equipo de protección personal y otros productos relacionados con la COVID aumentaron un 29%. El valor del comercio de mascarillas textiles se sextuplicó. El comercio de equipos de protección personal creció un 50%. Por consiguiente, el comercio reforzó la resiliencia del suministro, en particular para los países sin capacidad de fabricación.

La pandemia también ha puesto de manifiesto de qué manera el movimiento temporal de trabajadores sanitarios, muchos de los cuales son mujeres, ha ayudado especialmente a los países más afectados a hacer frente a la crisis. El comercio abierto seguirá siendo fundamental para generar un crecimiento más rápido e inclusivo.

En segundo lugar, los Miembros de la OMC deben reducir al mínimo o eliminar las restricciones a la exportación existentes que están obstaculizando el acceso a suministros médicos esenciales y perturbando las cadenas de suministro. También debería mejorarse la transparencia de las restricciones al comercio de exportación mediante su pronta notificación.

En todos estos esfuerzos, nuestra prioridad debe ser contribuir a que las vacunas, los tratamientos y los medios de diagnóstico estén disponibles y sean asequibles en todos los países. Hasta que no hayamos resuelto satisfactoriamente los problemas de salud para todos, no podremos resolver los problemas económicos.

En tercer lugar, el comercio puede ser una fuente de más y mejor empleo y de un mayor poder adquisitivo para las mujeres. En general, los países que están más abiertos al comercio, medido en función de la relación entre el comercio y el producto interior bruto, tienen niveles más elevados de igualdad de género.

Para empezar, es más probable que las mujeres ocupen empleos formales si trabajan en sectores integrados en el comercio con mayores niveles de exportación, lo que les da la oportunidad de obtener beneficios, formación y seguridad en el empleo. Un reciente estudio del Banco Mundial indica que, para las mujeres, la probabilidad de tener un trabajo informal disminuye del 20% en los sectores con bajos niveles de exportación al 13% en los sectores con altos niveles de exportación.

Las tecnologías digitales también pueden ayudar a las mujeres a superar los obstáculos al comercio relacionados con el género, llegar a mercados más amplios y capear mejor los efectos de las crisis. Por ejemplo, en Kenya, mujeres fabricantes de mascarillas encontraron la manera de desarrollar e incluso ampliar sus empresas durante el confinamiento aprovechando las crecientes oportunidades de comercio electrónico. Productoras rwandesas de café pudieron exportar su producto directamente a China. Cerremos la brecha digital de género y ayudemos a todas las mujeres a beneficiarse de las oportunidades generadas por las tecnologías digitales.

Por último, todos estos esfuerzos deben ir acompañados de medidas de ayuda específicas para las mujeres.

Las mujeres podrían quedarse atrás en la recuperación si no se adoptan medidas adecuadas para afrontar el impacto desigual que la pandemia está teniendo sobre ellas. Permítanme darles un ejemplo de cómo una intervención específica puede cambiar las cosas: en Zambia, el Marco Integrado mejorado (MIM) y el Centro de Comercio Internacional (ITC) ayudaron a empresas propiedad de mujeres que venden textiles, cuero y miel a asistir a ferias comerciales y a otras actividades entre empresas. El resultado fue que pudieron entrar en 10 nuevos mercados internacionales y generar cientos de miles de dólares en nuevas ventas. Además ampliaron sus redes de proveedores, de los cuales muchos también estaban dirigidos por mujeres.

Los Gobiernos tienen que dar prioridad a las mujeres en la fuerza de trabajo y en el hogar a través de medidas financieras, jurídicas y educativas. El apoyo fiscal para las mujeres será especialmente decisivo. Sin embargo, actualmente, de todas las medidas de recuperación adoptadas en todo el mundo menos del 40% tiene en cuenta las cuestiones de género y solo un 7% contiene disposiciones para apoyar la seguridad económica de las mujeres.

Este es un crudo recordatorio para todos nosotros de que las mujeres deben estar presentes en todas las mesas en las que se toman decisiones y en igualdad de condiciones con los hombres. Como dijo Dame Graça Machel, “… la transformación socioeconómica solo se producirá cuando abordemos enérgicamente los problemas específicos de género, demos prioridad a la igualdad de género y la participación de las mujeres, y afiancemos firmemente a las mujeres en puestos de liderazgo en todos los niveles de la sociedad”.

El costo de la desigualdad de género es enorme. Hace unos años, McKinsey estimó que si las mujeres desempeñaran una función completamente igual a la de los hombres en el mercado de trabajo, la producción económica mundial podría aumentar hasta 28 billones de dólares al año. Para ponerlo en perspectiva, el año pasado, esta pandemia dio lugar a una disminución de la producción mundial de entre 3 y 4 billones de dólares.

La pandemia de COVID-19 está provocando un retroceso para las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad.

Al mismo tiempo, nos ha recordado a todos el enorme valor de los cuidados y de otros tipos de tareas tradicionalmente asociadas a las mujeres. Y ha puesto de relieve el poder y la eficacia del liderazgo de las mujeres. Aunque todavía no se ha realizado un estudio analítico, algunos casos anecdóticos indican que las economías dirigidas por mujeres (por ejemplo, Nueva Zelandia, Dinamarca, Taipei Chino, Islandia, Finlandia y Noruega) han obtenido mejores resultados que las demás en cuanto a la gestión de esta pandemia.

No podemos esperar formular buenas políticas para todos los miembros de la sociedad si la mitad de la población no está representada de manera correcta e igualitaria en los debates.

La igualdad de género es una cuestión fundamental de derechos humanos y también una cuestión de empoderamiento económico. Todos debemos esforzarnos más en nuestras respectivas funciones para lograr la plena igualdad de género.

¡Les deseo a todos un feliz Día Internacional de la Mujer!

 

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