WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

55° período de sesiones de la Junta de Comercio y Desarrollo de la UNCTAD
Evolución del sistema internacional de comercio y del comercio internacional desde una perspectiva de desarrollo

 

Sr. Presidente,

Señoras y Señores:

Me habría gustado hablar en la sesión de hoy, dedicada a “La evolución del sistema internacional de comercio”, sobre el acuerdo alcanzado para establecer las modalidades relativas a los productos agrícolas e industriales con miras a un acuerdo final en las negociaciones de Doha; pero no es posible.

Les diré en cambio todo lo que podemos perder si no seguimos adelante con la muy difícil y ardua tarea de concluir la Ronda de Doha. Estoy convencido de que aún es posible alcanzar un acuerdo. Sigo creyendo que si hiciésemos otro esfuerzo todavía podríamos lograr nuestro objetivo. No se trata de obstinación; esta convicción se basa en un examen detenido de lo que tenemos sobre la mesa y lo que queda por hacer.

Aunque aún no hayamos sido capaces de establecer las modalidades, debo decir que los Ministros, durante el tiempo que estuvieron en julio en Ginebra, lograron colmar muchas de las lagunas existentes en cuestiones espinosas que llevaban años sin encontrar solución.

A pesar de que aún no hemos llegado a un acuerdo, hemos avanzado mucho. Creo que a todos los Miembros, tanto a los grandes como a los pequeños, les interesa alcanzarlo y, cuanto antes, mejor. Como muchos de ustedes saben, siempre he creído firmemente en el sistema multilateral de comercio, y sigo teniendo fe en él.

Creo que un sistema de comercio más libre y más justo ayudará considerablemente a los países menos adelantados y los países en desarrollo a lograr sus objetivos de desarrollo, especialmente los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Los propios países en desarrollo han reconocido la importancia que puede tener el comercio para su desarrollo económico, como ha quedado demostrado por el aumento del número de países en desarrollo que forman hoy día parte de la OMC —el último de ellos, Cabo Verde—, pero también por las profundas reformas que esos países han acometido para llegar a nuevos mercados y diversificar su economía.

Muchos han obtenido enormes beneficios gracias al aumento de las exportaciones de productos básicos. Sin embargo, como pone de manifiesto el informe de la Junta de Comercio y Desarrollo de este año, es precisamente ahora cuando muchos de esos mismos países podrían utilizar sus superávits comerciales para empezar a concentrar las inversiones en la diversificación de su economía y a “generar los incentivos para lograr una industrialización sostenida basada en nuevas inversiones y nuevas capacidades productivas”. Estos esfuerzos contribuirían enormemente a reducir su dependencia de unos pocos productos básicos.

Como se señaló en la XII UNCTAD celebrada en Ghana, el actual aumento de los precios de los productos básicos ha cambiado la estructura del comercio. Pero este no es el único factor que está evolucionando. La estructura del comercio ha cambiado y muchos países en desarrollo se han convertido en interlocutores importantes en la escena internacional. A eso se añade que ha aumentado el comercio sur-sur en el mundo, en especial en los países en desarrollo de Asia, que se calcula representan más de dos tercios de todo el comercio entre países en desarrollo. Por tanto, resulta cada vez más evidente que las políticas comerciales de un país en desarrollo pueden crear oportunidades para incrementar el comercio con otros interlocutores.

Hemos avanzado mucho desde que empezamos a debatir si el comercio influía en el desarrollo o no. En la actualidad sabemos que sí influye. Ahora lo que nos preocupa es asegurarnos de que el comercio contribuya al desarrollo, lo cual supone velar por que se establezcan condiciones equitativas para todos con los resultados de la Ronda de Doha.

Pero no basta con crear condiciones iguales para todos. Como pone claramente de manifiesto el informe de la UNCTAD para la presente reunión, la apertura del comercio debe venir acompañada de medidas que lo faciliten. Aquí es donde entra la Ayuda para el Comercio. Además de normas comerciales más libres y más justas, también necesitamos un programa integrado para impulsar las capacidades productivas de los países en desarrollo, a fin de que estos puedan traducir esas nuevas oportunidades comerciales en un aumento de los flujos comerciales.

La Ayuda para el Comercio no es ninguna novedad en la esfera de la ayuda para el desarrollo. Lo que es nuevo, y me atrevería a decir que fundamental, es que se considere que el comercio y la Ayuda para el Comercio son dos caras de la misma moneda. Hemos avanzado mucho desde que la incluimos entre las principales preocupaciones de la OMC en la Conferencia Ministerial de Hong Kong, en diciembre de 2005. Y aún tenemos que avanzar más, centrándonos ahora en las actividades nacionales y regionales, así como en el establecimiento de indicadores de evaluación que permitan valorar la eficacia y la repercusión de la ayuda. La reunión celebrada recientemente en Accra sobre la eficacia de la ayuda y el Simposio sobre Evaluación destinado a identificar los indicadores para la vigilancia de la Ayuda para el Comercio, que la OMC organiza esta semana, son ejemplos claros de cuál es el centro de atención en la actualidad.

Llegado a este punto, me gustaría felicitar a la UNCTAD, y en particular al Dr. Supachai, por el apoyo que han prestado a la Ayuda para el Comercio, que no podría funcionar si no fuese un esfuerzo colectivo tanto de los países en desarrollo, como de los donantes y receptores, y de la familia de las organizaciones internacionales.

Otro tanto cabe decir del Marco Integrado mejorado para los países menos adelantados, en el que estamos asociados con la UNCTAD y la Comisión de Comercio Internacional, así como con el Banco Mundial, el FMI y el PNUD, y que espero que entre pronto plenamente en funcionamiento.

Pero permítanme volver a la cuestión de la Ronda de Doha y el intento de alcanzar en julio un acuerdo sobre las modalidades relativas a la agricultura y los productos industriales.

En la OMC aplicamos el principio del “todo único”, esto es, que nada está acordado hasta que todo esté acordado. La Ronda de Doha no se concluirá hasta que se haya alcanzado un acuerdo no sólo sobre la agricultura y los productos industriales, sino sobre todos los temas del Programa, incluidos los servicios, la facilitación del comercio, los productos y servicios ambientales o el trato especial y diferenciado, por nombrar sólo algunos de ellos.

También hay que decir que, incluso después de establecer las modalidades relativas a la agricultura y los productos industriales, aún quedaría mucho por hacer para traducirlas en listas de compromisos detalladas para cada país.

Los Miembros de la OMC empezaron la Minirreunión Ministerial de julio con la vista puesta en las subvenciones a la agricultura y los aranceles agrícolas e industriales y dispuestos a manifestar sus intenciones con respecto a la apertura de varios servicios.

En poco tiempo, consiguieron lo que algunos nunca creyeron que fuesen a lograr. Encontraron un punto de convergencia en la cuestión de las subvenciones a la agricultura, a pesar de que aún quedaba por abordar la reducción adicional específica de las subvenciones al algodón. Llegaron muy lejos en la cuestión de los aranceles agrícolas. Otro tanto cabe decir de los aranceles industriales, aunque quedasen algunas cuestiones por aclarar. Y contaban con la perspectiva de atractivas ofertas en materia de servicios, basadas en la Conferencia de manifestación de intenciones sobre los servicios que se había celebrado.

En lo que respecta a la agricultura, son varios los elementos del paquete de Doha concebidos para responder a las numerosas cuestiones sensibles de los países desarrollados y de los países en desarrollo. En julio se avanzó mucho en lo relativo a los productos sensibles para los países desarrollados y en desarrollo, así como en los productos especiales reservados exclusivamente al mundo en desarrollo, productos todos ellos que tendrían una reducción arancelaria inferior a la norma o en los que no se haría ninguna reducción en absoluto, a fin de hacer la apertura del comercio más gradual. También se lograron progresos en la reducción del alcance del actual mecanismo de salvaguarda especial, con vistas a suprimirlo para los países desarrollados. Lo mismo cabe decir de los aranceles dentro del contingente y de la administración de los contingentes arancelarios. Se avanzó muchísimo en el pilar de la competencia de las exportaciones. Se avanzó bastante igualmente en la cuestión de la erosión de las preferencias y los productos tropicales, y se logró la convergencia en el espinoso asunto del banano, cuya solución lleva pendiente mucho tiempo.

En lo que se refiere a los productos industriales, además de la fórmula básica, las flexibilidades y las iniciativas sectoriales, se avanzó bastante en el trato de los países menos adelantados, así como en la cuestión de la erosión de las preferencias. Además, tanto en la esfera de la agricultura como de los productos industriales, se reconoció un trato especial y diferenciado para las economías pequeñas y vulnerables, que por primera vez se tradujo en parámetros específicos.

Pero donde las negociaciones encallaron fue en los detalles del mecanismo de salvaguardia especial para la agricultura del mundo en desarrollo. Algunos Miembros no lograron ponerse de acuerdo en las circunstancias en las que se podría utilizar esta salvaguardia, esto es, el grado de aumento súbito del volumen o de descenso de los precios de los productos importados que tendría que darse para poder activarlo. Tampoco pudieron ponerse de acuerdo en el grado de corrección que proporcionaría una vez puesto en marcha, esto es, la magnitud del derecho adicional que se impondría a los productos importados para proteger el mercado interno. Hasta el último minuto de la reunión se intentó encontrar una fórmula de transacción en torno al mecanismo de salvaguardia especial, pero al final quedó claro que había que trabajar más para lograr la convergencia.

Ante la incapacidad de avanzar más allá de la cuestión del mecanismo de salvaguardia especial, los negociadores no llegaron a abordar otras cuestiones clave, como el algodón. Los “Cuatro del Algodón”, esto es, Benin, Burkina Faso, Chad y Malí —por no mencionar el resto de los países africanos— se retiraron sumamente decepcionados, lo cual es perfectamente comprensible.

Así que ¿ahora qué hacemos? Desde la reunión de julio, he celebrado numerosas consultas con los Miembros para hacerme una idea de cómo ven el futuro, y tengo que decir que una gran mayoría de países en desarrollo han insistido en que se haga todo lo posible para conservar lo que ya está sobre la mesa y para que los Miembros que no alcanzaron un consenso en julio redoblen sus esfuerzos en las próximas semanas a fin de resolver sus diferencias. También me ha animado el hecho de que líderes de todo el mundo hayan dado su apoyo político a la conclusión exitosa del PDD.

En estos momentos hay demasiado sobre la mesa, especialmente para los países en desarrollo, como para abandonar estas negociaciones. Y aunque creo que hay margen para renovar el empeño en las próximas semanas, es evidente que la situación es delicada. Lo positivo es que varios de los negociadores se han puesto de nuevo a trabajar. Pero sabemos que —aunque eso es necesario para que se vuelva a poner en marcha el proceso— crear un consenso y concitar la participación de todos los Miembros lleva tiempo, y no tenemos mucho.

En las próximas semanas, y dependiendo de los avances que hagan los negociadores, estoy dispuesto a convocar a los Ministros en Ginebra para intentar cerrar las cuestiones que aún siguen abiertas, de modo que pueda empezar el proceso de consignación en listas en ambas esferas.

Citando a Michael Korda, el novelista británico, daría el siguiente consejo a los negociadores: “Nunca huyas del fracaso. Muy al contrario, estúdialo detenidamente —y con imaginación— para ver las ventajas que esconde”.

El fracaso del Programa de Doha tendría graves repercusiones en los esfuerzos de todos los países en desarrollo por responder a los desafíos a los que se enfrentan y, en particular, por lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas. Los motivos por los que debemos concluir la Ronda son evidentes para todos y son cada día más acuciantes, a medida que las perspectivas económicas y financieras siguen deteriorándose.

Una de las crisis más urgentes a que nos enfrentamos, y que es extremadamente importante para el crecimiento y la lucha contra la pobreza, es la crisis alimentaria que estamos viviendo. Si bien es cierto que la OMC no puede aportar una solución inmediata, sí puede, a través de la Ronda de Doha, proporcionar soluciones a medio y largo plazo para conectar mejor la demanda y la oferta. Un acuerdo global en el marco de la OMC puede ayudar a atenuar el efecto de los precios elevados al hacer frente a las actuales distorsiones sistémicas del comercio internacional de productos agropecuarios, que durante años han frenado la producción de alimentos y la inversión en la agricultura en muchos países en desarrollo.

Y aunque la Ayuda para el Comercio no forma parte del programa de negociaciones, el hecho de no concluir la Ronda con éxito podría afectar al nivel de recursos que los donantes se han comprometido a aportar en el marco de la ayuda facilitada a los países en desarrollo para que puedan aprovechar plenamente los posibles beneficios de la mayor apertura del comercio que entrañaría el éxito del PDD.

Las próximas semanas serán difíciles, pero sigo estando convencido de que todos los Miembros, tanto los países desarrollados como los países en desarrollo, comparten el deseo de alcanzar un acuerdo. Pero para conseguirlo, los Miembros tienen que trabajar juntos para encontrar un equilibrio que favorezca no sólo a cada uno de ellos individualmente, sino a todos los Miembros, en particular a los más vulnerables. Además, los gobiernos tienen que tener claro cómo utilizarán esas nuevas oportunidades comerciales para hacer frente a sus propios desafíos en materia de desarrollo. Aunque todos estamos de acuerdo en que el comercio no es la panacea para todas las dificultades que plantea el desarrollo, si el comercio va acompañado de políticas económicas y sociales complementarias puede hacer mucho para ayudar a los países a acometer mejor esas dificultades.

Creo que esta es la plataforma que hoy por hoy comparten la UNCTAD y la OMC. Les agradezco a todos ustedes, empezando por el Dr. Supachai, sus esfuerzos por hacer que esta visión sea una realidad para sus pueblos.

Gracias por su atención.

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