WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

Beijing University School of Government

 

Estimado Sr. Decano Fu,
Sr. Mahbubani,
Distinguidos invitados,
Señoras y señores,

Es para mí un gran placer poder estar aquí presente e intercambiar ideas con todos ustedes acerca de la gobernanza mundial. El momento es muy oportuno habida cuenta de los acontecimientos de estos últimos meses, que hacen que sea más importante que nunca comprender mejor las numerosas interconexiones del mundo actual y encontrar soluciones comunes para abordarlas.

La Global Public Policy Network predica con el ejemplo. Es global por la distribución geográfica de sus miembros —economías tanto desarrolladas como en desarrollo— y por los temas de que se ocupa, que tienen también una dimensión global, como se desprende del programa de esta reunión, que abarca las finanzas, la energía y el medio ambiente.

Hoy día la gobernanza es en su mayor parte de carácter local —un asunto interno de las naciones—Estado— y probablemente lo seguirá siendo por razones de legitimidad. Sin embargo, los problemas mundiales derivados de nuestra creciente interdependencia deben abordarse con más eficacia para asegurar la paz y la estabilidad en el mundo. Como hemos visto con la crisis financiera, las soluciones puramente nacionales no son suficientes.

La gobernanza mundial en las esferas económicas que actualmente tienen importancia clave —el comercio, las finanzas y el medio ambiente— se refiere sobre todo a un conjunto de normas de alcance mundial. La elaboración de esas normas requiere cuatro elementos, a saber: la voluntad política colectiva de actuar a escala mundial; un consenso en cuanto a la idea de adoptar normas a escala mundial o en cuanto a la manera de hacerlo; un foro donde negociar compromisos vinculantes, administrarlos y exigir su cumplimiento, y, por último, la capacidad de hacer concesiones, para lo cual se requiere apoyo a nivel nacional.

En el ámbito de las finanzas, el problema comienza con la ausencia del primer elemento: no hay voluntad política colectiva para actuar a nivel mundial debido a la división entre los partidarios de la reglamentación tradicional y los defensores de la autorreglamentación. La reglamentación embrionaria surgida de las entidades vinculadas al Banco de Pagos Internacionales de Basilea ha resultado ser en gran medida insuficiente para subsanar las deficiencias que han causado la actual crisis financiera.

No obstante, los graves efectos de esta crisis, que se ha propagado como un cáncer por todo el sistema financiero mundial, han hecho que se vuelva a poner sobre el tapete la cuestión de si necesitamos o no un sistema mundial de normas financieras. Tengo la impresión de que las naciones están empezando a converger en torno a la idea de que hace falta más reglamentación a nivel mundial en este ámbito y que ha llegado el momento de pensar en un consenso acerca de un posible programa para acometer esa tarea. Esto no se logrará de la noche a la mañana. Tendremos que deliberar sobre el programa, el marco para negociarlo y los posibles instrumentos para ponerlo en práctica. Pero quizás exista ya la energía política necesaria para reforzar la reglamentación de las finanzas a escala mundial —lo que algunos han llamado un nuevo consenso de Bretton Woods—. En mi opinión, este es un hecho positivo. Habría que tener en cuenta cuatro elementos:

  • Hoy no puede lograrse un consenso mundial sin la participación de los países en desarrollo. El Grupo de los Siete o de los Ocho países industriales no puede hacerlo por su cuenta. Se trata de una cuestión no sólo de legitimidad sino también de eficiencia, dada la función que desempeñan actualmente las economías emergentes como motores del crecimiento mundial.

  • El proceso será lento y arduo. La reglamentación financiera mundial no se creará de un día para otro. Lo más urgente es restaurar la confianza en el sistema financiero. En este sentido, sería muy positivo que las naciones demostraran estar dispuestas a embarcarse en un proceso transparente de elaboración de normas a escala mundial.

  • La definición de las normas mundiales requerirá un diálogo con las instituciones financieras, los bancos centrales y otras autoridades de supervisión.

  • Por último, la reglamentación no consiste en constreñir la actividad financiera, sino asegurar que esa actividad se lleve a cabo en un entorno más seguro en el que los riesgos se mantengan bajo control. Podríamos compararla al diseño de los dispositivos de seguridad de un tren de alta velocidad: los ingenieros deben ser capaces de diseñar trenes más rápidos, más ligeros y más bonitos, pero también tienen que cerciorarse de que los trenes cumplan las normas de seguridad para que no descarrilen con cientos de pasajeros a bordo. Lo que necesitamos es un conjunto de normas de seguridad para protegernos de los descarrilamientos del sistema financiero mundial.
    Urge, por lo tanto, empezar a definir un nuevo programa de reglamentación financiera, y es evidente que las naciones tendrán que cooperar para obtener resultados.

Pasando al tema del cambio climático, debo decir que, a mi juicio, el elemento que falta es la capacidad de hacer concesiones.

La voluntad política colectiva de actuar a nivel mundial ya existe. Todos están de acuerdo en que es necesario reducir las emisiones de CO². Ya se sabe cuál debe ser el foro de negociación (la CMNUCC). Sin embargo, la dificultad reside en las concesiones necesarias para repartir la carga de la reducción de las emisiones. Es preciso encontrar una solución de compromiso que tenga en cuenta la enorme diferencia entre las emisiones de CO² en algunos países desarrollados de 20 toneladas per cápita— y en algunos países en desarrollo de 1 tonelada per cápita—.

Y, mientras se corre el riesgo de que la crisis financiera actual malogre los esfuerzos por llegar a una avenencia, el medio ambiente sigue deteriorándose en el mundo. Este es otro tema sobre el que es urgente alcanzar un consenso mundial con respecto al reparto de la carga de las reducciones de las emisiones de CO².

El comercio, en cambio, ofrece un buen ejemplo de sistema multilateral de normas de larga data. El desastroso efecto dominó de las medidas proteccionistas de los años treinta trajo aparejado el deseo colectivo de actuar a nivel mundial en materia de comercio, y así es como en 1947 surgió el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), el predecesor de la OMC. Desde entonces ha habido un amplio consenso entre todos los Miembros de la Organización de que la apertura gradual y negociada del comercio sólo puede ser beneficiosa, y de que esa apertura debe ir acompañada de un conjunto de normas multilaterales. Hay un foro donde negociar, supervisar y hacer aplicar estas normas, incluido un mecanismo de solución de diferencias vinculante que no tiene precedente en el sistema internacional.

Sesenta años de rondas de negociaciones comerciales multilaterales, que han abarcado más y más aspectos del comercio internacional y en las que ahora participan 153 Miembros (siete veces más que el número inicial, de unos 20) más otros 30 en proceso de adhesión, son prueba de la capacidad de los Miembros de la OMC para lograr soluciones de compromiso.

Precisamente, este denso sistema de normas multilaterales exigibles contribuyó en gran medida a los esfuerzos de la OMC por mantener abiertos los mercados durante las crisis financieras en Asia a finales de los años noventa. La OMC fue el “amortiguador” que impidió que la crisis se extendiera al comercio y empeorara así una situación que ya era grave.

Por lo tanto, el fortalecimiento de las normas y disciplinas de la OMC en aras de un comercio más equitativo y más abierto es una póliza de seguro contra el contagio de las crisis financieras. La existencia de normas comerciales más sólidas dificulta el recurso al proteccionismo en períodos en que los mercados tienen que permanecer abiertos para ofrecer a las economías azotadas por la crisis la oportunidad de mejorar sus balanzas de pagos. La OMC puede brindar las condiciones necesarias para una expansión previsible y estable del comercio y ser al mismo tiempo un importante mecanismo de contención en medio de las turbulencias financieras.

Dado que las transacciones financieras transfronterizas son intrínsecamente más volátiles que la circulación transfronteriza de mercancías, es necesario disponer de barreras más sólidas para limitar el contagio de esa inestabilidad financiera a la economía real. La OMC valora la existencia de un sistema financiero cada vez más globalizado, ya que la expansión del comercio mundial requiere una asignación más eficiente del capital. Pero tenemos presente que las corrientes financieras mundiales no deben convertirse en una fuente de inestabilidad por sí mismas.

El comercio no es la causa de las turbulencias financieras, pero una buena política comercial puede ser parte de la solución. El comercio permite exportar los recursos no utilizados cuando se contraen los mercados internos. La apertura del comercio también puede ser útil para aumentar la eficiencia de las economías afectadas, ya que aporta nuevas corrientes de capital —por ejemplo, en los servicios financieros— y crea nuevas oportunidades de exportación. Para los países que, sin espíritu de cooperación, desean repeler las exportaciones de países asolados por la crisis se hace mucho más difícil recurrir al proteccionismo.

Aunque la expansión del comercio ha sido una parte visible de la globalización y, por tanto, punto de mira de las inquietudes que ha suscitado este fenómeno, la crisis actual de los mercados financieros muestra que el estallido de la burbuja financiera puede ser mucho más destructivo y dejar a la gente sin vivienda, sin trabajo y sin ahorros. La OMC podría desempeñar un papel aún más destacado para ampliar el acceso a los mercados y aumentar la previsibilidad y la seguridad en las transacciones de la economía real. Todos los países, incluidos los países en desarrollo, dependerán menos de los acontecimientos cíclicos y podrán ampliar su base de exportación si se refuerzan las disciplinas antiproteccionistas de la OMC y se ofrecen a todos ellos condiciones de acceso más estables.

De ahí la urgencia de concluir las negociaciones actualmente en curso en la OMC en el marco del Programa de Doha para el Desarrollo. Dar en estos momentos un impulso decisivo a la Ronda de Doha para concluirla sería una inversión que rápidamente reportaría beneficios a los Miembros de la Organización.

Así pues, el comercio es la más accesible de una compleja serie de cuestiones que en estos momentos requieren una acción colectiva, como las finanzas, el medio ambiente y la energía. Se plantea el interrogante de si estas cuestiones deberían abordarse una a una o en una sola operación en gran escala. Mi impresión es que, incluso si estas cuestiones tienen que resolverse una a una, es necesario que los líderes mundiales de hoy las vean todas como aspectos de una sola realidad, a saber, la necesidad de conseguir que se redistribuya mejor el poder entre los países desarrollados y los países en desarrollo y que todos los países asuman sus respectivas responsabilidades para enfrentar estos problemas de escala mundial. Para llegar a una solución de esa magnitud, todos los países deben hacer su aportación. Ahora es posible volver a encauzar la Ronda de Doha. Hagámoslo al mismo tiempo que ideamos soluciones para los demás problemas que enfrentemos.

Señoras, señores,

Querría concluir con algo que dijo una vez John Maynard Keynes: “Los hombres prácticos, que se creen totalmente libres de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista desaparecido.” Créanlo ustedes o no, sabemos que si las políticas no tienen una base intelectual coherente, las decisiones de los gobiernos quedan supeditadas a intereses creados o a objetivos a corto plazo. Esto es lo que ha sucedido durante mucho tiempo con los asuntos internos de los países y es lo que sucede ahora con los asuntos mundiales.

Necesitamos capacidad intelectual, conocimientos y una ardua labor de investigación, y, en esto, la Global Public Policy Network nos puede ser de ayuda a todos. Los insto a que nos sigan ayudando a comprender mejor las complejas realidades del mundo de hoy para que así podamos afrontarlas.


Termino aquí agradeciendo a todos su atención y deseando el mayor de los éxitos a esta conferencia.
 

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