Estimado Sr. Decano Fu,
Sr. Mahbubani,
Distinguidos invitados,
Señoras y señores,
Es para mí un gran placer poder estar aquí presente e intercambiar ideas
con todos ustedes acerca de la gobernanza mundial. El momento es muy
oportuno habida cuenta de los acontecimientos de estos últimos meses,
que hacen que sea más importante que nunca comprender mejor las
numerosas interconexiones del mundo actual y encontrar soluciones
comunes para abordarlas.
La Global Public Policy Network predica con el ejemplo. Es global por la
distribución geográfica de sus miembros —economías tanto desarrolladas
como en desarrollo— y por los temas de que se ocupa, que tienen también
una dimensión global, como se desprende del programa de esta reunión,
que abarca las finanzas, la energía y el medio ambiente.
Hoy día la gobernanza es en su mayor parte de carácter local —un asunto
interno de las naciones—Estado— y probablemente lo seguirá siendo por
razones de legitimidad. Sin embargo, los problemas mundiales derivados
de nuestra creciente interdependencia deben abordarse con más eficacia
para asegurar la paz y la estabilidad en el mundo. Como hemos visto con
la crisis financiera, las soluciones puramente nacionales no son
suficientes.
La gobernanza mundial en las esferas económicas que actualmente tienen
importancia clave —el comercio, las finanzas y el medio ambiente— se
refiere sobre todo a un conjunto de normas de alcance mundial. La
elaboración de esas normas requiere cuatro elementos, a saber: la
voluntad política colectiva de actuar a escala mundial; un consenso en
cuanto a la idea de adoptar normas a escala mundial o en cuanto a la
manera de hacerlo; un foro donde negociar compromisos vinculantes,
administrarlos y exigir su cumplimiento, y, por último, la capacidad de
hacer concesiones, para lo cual se requiere apoyo a nivel nacional.
En el ámbito de las finanzas, el problema comienza con la ausencia del
primer elemento: no hay voluntad política colectiva para actuar a nivel
mundial debido a la división entre los partidarios de la reglamentación
tradicional y los defensores de la autorreglamentación. La
reglamentación embrionaria surgida de las entidades vinculadas al Banco
de Pagos Internacionales de Basilea ha resultado ser en gran medida
insuficiente para subsanar las deficiencias que han causado la actual
crisis financiera.
No obstante, los graves efectos de esta crisis, que se ha propagado como
un cáncer por todo el sistema financiero mundial, han hecho que se
vuelva a poner sobre el tapete la cuestión de si necesitamos o no un
sistema mundial de normas financieras. Tengo la impresión de que las
naciones están empezando a converger en torno a la idea de que hace
falta más reglamentación a nivel mundial en este ámbito y que ha llegado
el momento de pensar en un consenso acerca de un posible programa para
acometer esa tarea. Esto no se logrará de la noche a la mañana.
Tendremos que deliberar sobre el programa, el marco para negociarlo y
los posibles instrumentos para ponerlo en práctica. Pero quizás exista
ya la energía política necesaria para reforzar la reglamentación de las
finanzas a escala mundial —lo que algunos han llamado un nuevo consenso
de Bretton Woods—. En mi opinión, este es un hecho positivo. Habría que
tener en cuenta cuatro elementos:
-
Hoy no puede lograrse un consenso mundial sin la participación de los países en desarrollo. El Grupo de los Siete o de los Ocho países industriales no puede hacerlo por su cuenta. Se trata de una cuestión no sólo de legitimidad sino también de eficiencia, dada la función que desempeñan actualmente las economías emergentes como motores del crecimiento mundial.
-
El proceso será lento y arduo. La reglamentación financiera mundial no se creará de un día para otro. Lo más urgente es restaurar la confianza en el sistema financiero. En este sentido, sería muy positivo que las naciones demostraran estar dispuestas a embarcarse en un proceso transparente de elaboración de normas a escala mundial.
-
La definición de las normas mundiales requerirá un diálogo con las instituciones financieras, los bancos centrales y otras autoridades de supervisión.
-
Por último, la reglamentación no consiste en constreñir la actividad financiera, sino asegurar que esa actividad se lleve a cabo en un entorno más seguro en el que los riesgos se mantengan bajo control. Podríamos compararla al diseño de los dispositivos de seguridad de un tren de alta velocidad: los ingenieros deben ser capaces de diseñar trenes más rápidos, más ligeros y más bonitos, pero también tienen que cerciorarse de que los trenes cumplan las normas de seguridad para que no descarrilen con cientos de pasajeros a bordo. Lo que necesitamos es un conjunto de normas de seguridad para protegernos de los descarrilamientos del sistema financiero mundial.
Urge, por lo tanto, empezar a definir un nuevo programa de reglamentación financiera, y es evidente que las naciones tendrán que cooperar para obtener resultados.
Pasando al tema del cambio climático, debo
decir que, a mi juicio, el elemento que falta es la capacidad de hacer
concesiones.
La voluntad política colectiva de actuar a nivel mundial ya existe.
Todos están de acuerdo en que es necesario reducir las emisiones de CO².
Ya se sabe cuál debe ser el foro de negociación (la CMNUCC). Sin
embargo, la dificultad reside en las concesiones necesarias para
repartir la carga de la reducción de las emisiones. Es preciso encontrar
una solución de compromiso que tenga en cuenta la enorme diferencia
entre las emisiones de CO² en algunos países desarrollados de 20
toneladas per cápita— y en algunos países en desarrollo de 1 tonelada
per cápita—.
Y, mientras se corre el riesgo de que la crisis financiera actual
malogre los esfuerzos por llegar a una avenencia, el medio ambiente
sigue deteriorándose en el mundo. Este es otro tema sobre el que es
urgente alcanzar un consenso mundial con respecto al reparto de la carga
de las reducciones de las emisiones de CO².
El comercio, en cambio, ofrece un buen ejemplo de sistema multilateral
de normas de larga data. El desastroso efecto dominó de las medidas
proteccionistas de los años treinta trajo aparejado el deseo colectivo
de actuar a nivel mundial en materia de comercio, y así es como en 1947
surgió el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT),
el predecesor de la OMC. Desde entonces ha habido un amplio consenso
entre todos los Miembros de la Organización de que la apertura gradual y
negociada del comercio sólo puede ser beneficiosa, y de que esa apertura
debe ir acompañada de un conjunto de normas multilaterales. Hay un foro
donde negociar, supervisar y hacer aplicar estas normas, incluido un
mecanismo de solución de diferencias vinculante que no tiene precedente
en el sistema internacional.
Sesenta años de rondas de negociaciones comerciales multilaterales, que
han abarcado más y más aspectos del comercio internacional y en las que
ahora participan 153 Miembros (siete veces más que el número inicial, de
unos 20) más otros 30 en proceso de adhesión, son prueba de la capacidad
de los Miembros de la OMC para lograr soluciones de compromiso.
Precisamente, este denso sistema de normas multilaterales exigibles
contribuyó en gran medida a los esfuerzos de la OMC por mantener
abiertos los mercados durante las crisis financieras en Asia a finales
de los años noventa. La OMC fue el “amortiguador” que impidió que la
crisis se extendiera al comercio y empeorara así una situación que ya
era grave.
Por lo tanto, el fortalecimiento de las normas y disciplinas de la OMC
en aras de un comercio más equitativo y más abierto es una póliza de
seguro contra el contagio de las crisis financieras. La existencia de
normas comerciales más sólidas dificulta el recurso al proteccionismo en
períodos en que los mercados tienen que permanecer abiertos para ofrecer
a las economías azotadas por la crisis la oportunidad de mejorar sus
balanzas de pagos. La OMC puede brindar las condiciones necesarias para
una expansión previsible y estable del comercio y ser al mismo tiempo un
importante mecanismo de contención en medio de las turbulencias
financieras.
Dado que las transacciones financieras transfronterizas son
intrínsecamente más volátiles que la circulación transfronteriza de
mercancías, es necesario disponer de barreras más sólidas para limitar
el contagio de esa inestabilidad financiera a la economía real. La OMC
valora la existencia de un sistema financiero cada vez más globalizado,
ya que la expansión del comercio mundial requiere una asignación más
eficiente del capital. Pero tenemos presente que las corrientes
financieras mundiales no deben convertirse en una fuente de
inestabilidad por sí mismas.
El comercio no es la causa de las turbulencias financieras, pero una
buena política comercial puede ser parte de la solución. El comercio
permite exportar los recursos no utilizados cuando se contraen los
mercados internos. La apertura del comercio también puede ser útil para
aumentar la eficiencia de las economías afectadas, ya que aporta nuevas
corrientes de capital —por ejemplo, en los servicios financieros— y crea
nuevas oportunidades de exportación. Para los países que, sin espíritu
de cooperación, desean repeler las exportaciones de países asolados por
la crisis se hace mucho más difícil recurrir al proteccionismo.
Aunque la expansión del comercio ha sido una parte visible de la
globalización y, por tanto, punto de mira de las inquietudes que ha
suscitado este fenómeno, la crisis actual de los mercados financieros
muestra que el estallido de la burbuja financiera puede ser mucho más
destructivo y dejar a la gente sin vivienda, sin trabajo y sin ahorros.
La OMC podría desempeñar un papel aún más destacado para ampliar el
acceso a los mercados y aumentar la previsibilidad y la seguridad en las
transacciones de la economía real. Todos los países, incluidos los
países en desarrollo, dependerán menos de los acontecimientos cíclicos y
podrán ampliar su base de exportación si se refuerzan las disciplinas
antiproteccionistas de la OMC y se ofrecen a todos ellos condiciones de
acceso más estables.
De ahí la urgencia de concluir las negociaciones actualmente en curso en
la OMC en el marco del Programa de Doha para el Desarrollo. Dar en estos
momentos un impulso decisivo a la Ronda de Doha para concluirla sería
una inversión que rápidamente reportaría beneficios a los Miembros de la
Organización.
Así pues, el comercio es la más accesible de una compleja serie de
cuestiones que en estos momentos requieren una acción colectiva, como
las finanzas, el medio ambiente y la energía. Se plantea el interrogante
de si estas cuestiones deberían abordarse una a una o en una sola
operación en gran escala. Mi impresión es que, incluso si estas
cuestiones tienen que resolverse una a una, es necesario que los líderes
mundiales de hoy las vean todas como aspectos de una sola realidad, a
saber, la necesidad de conseguir que se redistribuya mejor el poder
entre los países desarrollados y los países en desarrollo y que todos
los países asuman sus respectivas responsabilidades para enfrentar estos
problemas de escala mundial. Para llegar a una solución de esa magnitud,
todos los países deben hacer su aportación. Ahora es posible volver a
encauzar la Ronda de Doha. Hagámoslo al mismo tiempo que ideamos
soluciones para los demás problemas que enfrentemos.
Señoras, señores,
Querría concluir con algo que dijo una vez John Maynard Keynes: “Los
hombres prácticos, que se creen totalmente libres de cualquier
influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista
desaparecido.” Créanlo ustedes o no, sabemos que si las políticas no
tienen una base intelectual coherente, las decisiones de los gobiernos
quedan supeditadas a intereses creados o a objetivos a corto plazo. Esto
es lo que ha sucedido durante mucho tiempo con los asuntos internos de
los países y es lo que sucede ahora con los asuntos mundiales.
Necesitamos capacidad intelectual, conocimientos y una ardua labor de
investigación, y, en esto, la Global Public Policy Network nos puede ser
de ayuda a todos. Los insto a que nos sigan ayudando a comprender mejor
las complejas realidades del mundo de hoy para que así podamos
afrontarlas.
Termino aquí agradeciendo a todos su atención y deseando el mayor de los
éxitos a esta conferencia.
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