WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

Semana de los productos básicos - Asociación Ginebrina de Comercio y Transporte Marítimo

 

Señoras y señores,

Las turbulencias que hemos observado en el sistema financiero durante las últimas semanas harían sentir vértigo a cualquiera. En 2004, un corredor de bolsa me recomendó un libro titulado “Fooled by Randomness; The Hidden Role of Chance in Life and in the Markets”, (“Engañado por el azar; la importancia oculta de la suerte en la vida y los mercados”), que no pude menos que releer esta semana. El libro, escrito por Nassim Taleb, un avezado corredor de bolsa y banquero que había visto todo tipo de subidas y bajadas de los mercados, llegaba a la conclusión de que la única explicación plausible de los vaivenes del mercado es una total y absoluta “aleatoriedad”. No hace falta decir que su libro corrió como la pólvora por Wall Street, confortando a todos aquellos cuyas predicciones estaban fracasando.

En su célebre “tabla de la confusión”, Taleb afirma que en el sistema financiero todos confundimos con demasiada facilidad suerte y capacidad, aleatoriedad y determinismo, probabilidad y seguridad, teoría y realidad, coincidencia y causalidad, y previsión y profecía. Después de lo acontecido en las últimas semanas, ¡quién podría reprocharle realmente que los mercados le parezcan total y absolutamente alucinantes!

Hace sólo algunos meses, en el mundo se hablaba de crisis alimentaria. Por cierto, también se hablaba de crisis del petróleo. Un mundo en el que los precios de los alimentos habían subido, y seguirían haciéndolo, con efectos negativos para los pobres. Habíamos visto cómo se producían desórdenes a causa del pan en varias zonas del mundo, graves déficit de arroz en otras y decenas de millares de manifestantes desfilando por la capital de México protestando contra el incremento del precio de las tortillas. Y sin embargo, entre septiembre y octubre de este año los precios de los alimentos han bajado entre el 20 por ciento y el 10 por ciento con respecto al año pasado. ¿Quién podía esperar este cambio tan repentino, esta súbita inversión de la situación?

Hemos pasado de un mundo en el que los titulares de los periódicos eran todo protestas y advertencias de una hambruna inminente a otro en el que anuncian un posible exceso de oferta de alimentos, y todo ello en el transcurso de unas pocas semanas. Lo mismo ocurre con muchos otros productos básicos, además de los alimentos. Los precios de los metales han caído un 26 por ciento, también en un solo mes, y el petróleo nada menos que el 38 por ciento. No hay duda de que el mundo está viviendo tiempos de gran incertidumbre y de que los dirigentes han de afrontar el reto formidable de restablecer el orden —o una cierta “apariencia” de orden— en un mundo que parece dominado en gran medida por el caos.

Hemos visto cómo en medio de este caos el comercio sufría un duro golpe, por cierto aún sin cuantificar, con barcos que salían de los puertos sin cargamento o que fondeaban a la espera de tiempos mejores. Hemos visto cómo el índice seco del Báltico —referencia para el costo mundial del transporte— caía a su nivel más bajo en los seis últimos años. Descendió el 50 por ciento desde finales de septiembre ante el temor del debilitamiento de la demanda mundial, de una recesión inminente y de la dificultad de conseguir financiación para el comercio. Todo ello con consecuencias para el transporte de mercancías que se comercializan en grandes cantidades, como el hierro, el carbón y los cereales. En esta situación de turbulencia, se están dejando oír las fuerzas proteccionistas, pidiendo ayuda oficial y exigiendo el cierre de los mercados a los extranjeros. En otras palabras, se están haciendo llamamientos a favor de una menor competencia.

Esta parece una situación ya conocida, ¡y en realidad lo es! En 1929, durante la Gran Depresión, ocurrió algo muy similar. La Ley arancelaria Smoot Hawley de los años 30, de infausta memoria y de la que sin duda habrán oído hablar todos ustedes, aumentó los aranceles de los Estados Unidos sobre 20.000 artículos importados a niveles sin precedentes para otras naciones, que también adoptaron sus propias medidas proteccionistas. Fue el preludio de una guerra que empobreció a toda la comunidad de naciones y que demostró que las políticas de “empobrecimiento del vecino” no son más que un camino sin salida.

Señoras y señores, considero que lo que necesitamos, en medio del caos en que nos encontramos, es una mayor reglamentación y una mejor gobernanza mundial. Aunque no cabe duda de que debe elaborarse una reglamentación financiera mundial, tampoco cabe duda de que debe reforzarse la reglamentación mundial sobre el comercio. Lo que nos urge en momentos como este es restablecer la confianza en los mercados dando a los inversores la seguridad de que siguen operando en un sistema comercial y financiero internacional basado en normas.

¿Dónde debemos situar el sistema multilateral de comercio en estos tiempos turbulentos? El sistema multilateral de comercio es ante todo una “póliza de seguros” contra el proteccionismo. Si invierte en este sistema, en su fortalecimiento y su vigor, lo que hace la comunidad internacional es, en realidad, invertir en una póliza de seguros contra el deterioro de las condiciones del mercado. Una póliza de seguros contra nuestros peores instintos, contra el instinto de dejar fuera al extranjero en un momento de crisis y erigir para siempre un muro de aranceles más altos que oculte nuestra ineficiencia.

Pero Nassim Taleb resume perfectamente la psicología humana cuando dice que “como agente de derivados observé que la gente no quiere asegurarse contra cosas abstractas; el riesgo que merece su atención es siempre lo concreto”.

Veamos un ejemplo que demuestra precisamente esta cuestión. En una encuesta que se hizo a unos viajeros en un aeropuerto, cuando se les preguntó por qué póliza de seguros estarían dispuestos a pagar más, una póliza que cubriera todos los riesgos del viaje o una póliza que simplemente les protegiera del riesgo de un ataque terrorista, la mayoría optaron por la segunda opción, y ello a pesar de que la primera les habría cubierto frente a TODOS los riesgos, incluso el del terrorismo. Huelga decir que esta encuesta ha sido objeto de estudio por los psicólogos. Como dice Taleb, el mapa probabilista mental del cerebro humano se orienta a lo sensacional.

Me temo que este es el mayor problema al que se enfrenta en estos momentos el sistema multilateral de comercio. El riesgo de una vuelta al proteccionismo es, para algunos, “demasiado abstracto” y demasiado remoto como para hacerle caso. La memoria humana es corta y algunos han olvidado por completo la Gran Depresión, en gran medida porque la mayor parte de nosotros no vivía en esa época. Pero debemos comprender que por abstracto que pueda ser el riesgo ES un riesgo plenamente real.

En la OMC, la Ronda de Doha de negociaciones comerciales ofrece una póliza de seguros aún mejor. Daré algunas cifras aproximadas acerca de lo que se ha puesto sobre la mesa en estas negociaciones, para que puedan ver con toda claridad lo que realmente significa. En los productos agrícolas, el arancel medio del mundo en desarrollo, del 60 por ciento, y el del mundo desarrollado, del 8 por ciento, disminuirían la cuarta parte y la mitad, respectivamente (añadiré que se trata de cifras ponderadas en función del comercio). En cuanto a los productos industriales, el arancel medio del mundo en desarrollo, del 15 por ciento, y el del mundo desarrollado, del 4 por ciento, disminuirían el 35 por ciento y el 60 por ciento, respectivamente. También se reducirían las dañinas subvenciones a la agricultura que otorga el mundo desarrollado; las subvenciones más perjudiciales descenderían hasta en un 80 por ciento.

Y eso sin mencionar la apertura del comercio que ofrece la Ronda de Doha en servicios vitales para el intercambio de productos básicos como los servicios de transporte, los servicios relacionados con la energía y los servicios de distribución, por citar tan sólo algunos. En un capítulo de las negociaciones conocido como “facilitación del comercio”, la Ronda de Doha reduciría también los trámites tan perjudiciales —los procedimientos aduaneros burocráticos— que demoran las mercancías en los puertos y retrasan el despacho de los productos y su llegada al consumidor final.

Como ampliación de la póliza de seguros del mundo contra el proteccionismo, estos beneficios no son insignificantes. En un mundo cuyos Miembros más pobres tienen una dependencia extrema de las exportaciones de productos básicos tienen que disminuir los obstáculos al acceso a los mercados y las subvenciones injustas que conceden los países ricos. No olvidemos que en África 34 países dependen de las exportaciones de menos de tres productos básicos, que representan más del 50 por ciento de sus exportaciones. Lo que es peor, un solo producto integra más del 50 por ciento de las exportaciones totales en 23 países africanos. Sin duda, esta dependencia exige una diversificación de la economía, pero también exige una reducción de todos los factores que pueden agravar la inestabilidad de los precios, como el proteccionismo. Esto es lo que promete hacer la Ronda de Doha. Promete también reducir el fenómeno de la “progresividad arancelaria”, esto es, el aumento de los aranceles con el nivel de elaboración, por ejemplo entre el cacao y la tableta de chocolate. Esta es una cuestión vital para el desarrollo industrial de la mayor parte de los países pobres del mundo, que afecta prácticamente a todos los productos básicos.

Para el 12 de noviembre he convocado a la OMC a los proveedores de financiación para el comercio con el fin de examinar la disponibilidad de financiación para las exportaciones y las importaciones en condiciones asequibles, y las medidas que se deberían adoptar para restablecer la confianza en los mercados y el comercio. Esta convocatoria da respuesta a las preocupaciones de algunos Miembros de la OMC, particularmente en países en desarrollo, y a los navieros y comerciantes que sufren los efectos de la resistencia de los bancos a emitir sus cartas de crédito. Confío en que esta reunión confirme que los efectos de la crisis bancaria en la financiación del comercio será de corta duración y que, entretanto, los proveedores de financiación para el comercio están dispuestos a tomar las medidas necesarias para afrontar este problema, a la espera de una rápida recuperación de la normalidad en las condiciones de los créditos de los mercados mundiales del comercio y los productos básicos.

Señoras y señores, concluiré citando una vez más la obra de Taleb. Dice que “no es posible juzgar un desempeño en ningún campo por los resultados, sino por los costos de la alternativa (es decir, si la historia discurriera de otra forma)”. Tiene toda la razón. El costo del fracaso de la Ronda de Doha, el costo de no reforzar la póliza mundial de seguros contra el proteccionismo será muy elevado. No permitamos que la historia nos enseñe una nueva lección sobre los peligros del proteccionismo.

Muchas gracias por su atención.

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