WTO NOTICIAS: DISCURSOS DG PASCAL LAMY
Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido — Londres
Empezaré diciendo lo feliz que me siento por
esta oportunidad de tener una interacción con ustedes esta mañana.
Cuando venía hacia aquí se me ocurrió que esta interacción de hoy será
excepcional. Será excepcional porque tendrá lugar con “conversos”: me
dirigiré a conversos. No tengo que convencerles de la interdependencia
existente entre la apertura del comercio y el desarrollo. No tengo que
convencerles de que la apertura del comercio conduce al desarrollo si
las condiciones son adecuadas, ni tampoco tengo que convencerles de que
el desarrollo es un requisito previo para el aumento de las corrientes
comerciales. Hace tiempo que el Reino Unido ha comprendido esa
interrelación, y el Departamento de Desarrollo Internacional se destaca
como uno de los líderes mundiales en la defensa y promoción activa del
comercio como motor de crecimiento y desarrollo.
Esa convicción de que el comercio es beneficioso para el desarrollo fue
la causa de que la mayoría de nosotros promoviéramos en 2001 la
celebración de una Ronda para el Desarrollo en la OMC. Influyó también
en esa actitud el darnos cuenta de que, tal como es actualmente, el
sistema multilateral de comercio contiene, en sus normas y disciplinas,
desequilibrios que siguen penalizando a los países en desarrollo, lo que
limita y malogra sus aspiraciones de desarrollo. Ese objetivo de
establecer unas condiciones de mayor igualdad y situar a los países en
desarrollo en una posición mejor para poder sacar provecho de la
apertura del comercio sigue siendo tan válido hoy como lo era en 2001
cuando se inició el Programa de Doha para el Desarrollo.
La actual crisis económica mundial hace que sea aún más urgente reformar
y reequilibrar el sistema multilateral de comercio. No cabe duda de que
esta crisis tendrá efectos profundos y posiblemente prolongados en los
países en desarrollo, en particular en los países menos adelantados,
cuyos buenos resultados económicos en los últimos tiempos se han debido
en gran parte a factores externos. La realidad es que sus principales
exportaciones —petróleo, minerales, productos agropecuarios, textiles y
prendas de vestir, así como el turismo— experimentan ya reducciones
sustanciales a medida que disminuye la demanda mundial. Añadan a esto el
hecho de que la crisis está también teniendo efectos negativos en las
fuentes externas de financiación —como las inversiones extranjeras
directas o las remesas de fondos, que representan una contribución
sustancial a las economías de esos países— y tendrán la fórmula para una
situación económica y social que podría ser explosiva.
La Comisión de la UE ha publicado esta semana su previsión provisional
sobre el crecimiento económico. La previsión es sombría, como todos
esperábamos, pero su magnitud es mayor de lo que la mayoría de nosotros
hubiéramos esperado. En el informe se dice que el crecimiento descendió
un 1 por ciento en 2008 y descenderá menos del 2 por ciento en 2009. Ese
panorama de empeoramiento tendrá probablemente un efecto residual que
socavará aún más las perspectivas de crecimiento de una mayoría de
países en desarrollo cuyo mercado de exportación depende de la UE.
También hemos visto en los últimos tiempos previsiones mundiales de un
brusco descenso de las remesas globales que los trabajadores envían a
los países en desarrollo, lo que tendrá asimismo un impacto devastador,
en particular en pequeños países del África Subsahariana, como el
Senegal y Ghana, en los que las remesas constituyen una fuente
fundamental de financiación. Por otra parte, a finales del pasado mes de
noviembre estuve en Camboya y se nos informó de que el 60 por ciento de
las empresas de textiles y prendas de vestir de ese país no tenían
pedidos más allá de febrero de 2009, como consecuencia de la
desaceleración de la demanda en el mercado de los Estados Unidos. Se
trata de una rama de producción que actualmente emplea a unos 300.000
trabajadores. Las noticias procedentes del África Meridional son
igualmente perturbadoras. Se nos dice que en diciembre las exportaciones
del sector de los textiles y el vestido al mercado de los Estados Unidos
descendieron un 30 por ciento con relación al mes anterior y se espera
que sigan descendiendo.
En estos momentos es evidente que el comercio es una de las víctimas de
la crisis económica y que corremos el riesgo de que se pare uno de los
motores del crecimiento: de hecho, uno que es muy importante para muchos
países en desarrollo. Teniendo presente ese empeoramiento de la
situación económica mundial, la pregunta fundamental que nos hemos hecho
es cómo podemos asegurarnos de que el comercio, o más bien la falta de
comercio, no agrave aún más los efectos negativos de la crisis
económica. ¿Y cómo puede contribuir la OMC a mitigar el impacto de esta
crisis, en particular en los países en desarrollo?
Ante todo, la realidad es que el sistema multilateral de comercio es una
“póliza de seguro” contra el proteccionismo. Al invertir en este
sistema, al fortalecerlo y aumentar su vigor, la comunidad internacional
invertirá en una póliza de seguro contra el deterioro de las condiciones
del mercado, por ejemplo contra el proteccionismo. Todos sabemos que
cuando el mundo decide tomar un giro proteccionista serán los más
vulnerables los que más sufran. Por consiguiente, se puede concluir sin
temor a equivocarse que en esta coyuntura la póliza de seguro de la OMC
es aún más indispensable para los pobres.
A partir de esta semana publicaremos, en el marco de nuestro mandato de
vigilancia, informes periódicos sobre las tendencias globales del
comercio internacional y la evolución de las políticas comerciales.
Esperamos que esos informes, que serán de carácter fáctico, faciliten
los debates entre los Miembros sobre la mejor manera de hacer frente a
esta crisis.
Otra importante cuestión que seguimos activamente, por sus posibles
efectos desfavorables en los países en desarrollo, es la disponibilidad
y asequibilidad de financiación de las importaciones y las
exportaciones. En noviembre convoqué una reunión con representantes de
bancos privados, instituciones financieras internacionales y organismos
de crédito a la exportación, en la que se confirmó que el mercado de
financiación del comercio había registrado un grave empeoramiento en los
seis últimos meses aproximadamente, en particular desde septiembre.
Entre los principales factores de ese empeoramiento se destacaron los
dos siguientes: la escasez de liquidez para financiar créditos al
comercio y la revaluación general de los riesgos causados tanto por la
crisis financiera como por la desaceleración económica mundial. Ya hemos
empezado a ver los resultados de ese compromiso sobre la financiación
del comercio. El Banco Mundial anunció recientemente que triplicaría,
hasta alcanzar los 3.000 millones de dólares EE.UU., el tope de las
garantías para la financiación del comercio que se ofrecían en el marco
del programa de facilitación de la financiación del comercio de la CFI.
Está prevista una segunda reunión en la OMC para marzo, en la que se
hará balance de la situación desde que nos reunimos la última vez y se
considerará la posibilidad de respuestas adicionales.
Al poner de relieve estos problemas, trato de reafirmar una cuestión
fundamental. Que su apoyo, el apoyo de la comunidad internacional, es
ahora más necesario que nunca. La OMC ha creído siempre firmemente en la
doctrina del Departamento de Desarrollo Internacional de que, para que
los países en desarrollo aprovechen plenamente los beneficios de la
apertura del comercio, es necesario que los resultados de una conclusión
satisfactoria del Programa de Doha vayan acompañados de un amplio
paquete de medidas de ayuda. De ahí el programa de Ayuda para el
Comercio que iniciamos en 2005 y con el que el Reino Unido y, en
particular, el Departamento de Desarrollo Internacional se han mostrado
generosos.
Su continuo y entusiasta apoyo al programa de Ayuda para el Comercio y
al Marco Integrado mejorado, entre otros, no ha sorprendido en absoluto
a aquellos de nosotros que conocemos las credenciales del Reino Unido en
cuanto a desarrollo internacional y su liderazgo dentro de la UE, por
ejemplo. Debo aprovechar también esta oportunidad para elogiar al
Departamento de Desarrollo Internacional por la ayuda que sigue
ofreciendo al Grupo de Países Menos Adelantados, de la OMC. Tengo que
confirmar que, si se compara la participación de los PMA en las
negociaciones durante los tres últimos años con periodos anteriores, se
observa una enorme mejora. Sus posiciones están ahora mejor coordinadas
y se han esforzado, con éxito, en que se trataran pronto las cuestiones
que les interesaban en las negociaciones del PDD, que es por lo que en
estos momentos las únicas cuestiones listas para dar resultados son
cuestiones relacionadas con los PMA, incluida la del acceso a los
mercados libre de derechos y de contingentes. Otro buen ejemplo es el
desarrollo y resultado de su Reunión Ministerial en Maseru, Lesotho. Fue
una de las reuniones de Ministros de Comercio mejor organizadas y
estructuradas en las que he participado. Fue centrada y decisiva. Todo
ello no hubiera sido posible sin sus oportunas y objetivas
intervenciones.
Sus satisfactorias intervenciones en el África Subsahariana, por
ejemplo, están dando ya resultados tangibles. Me produjo una gran
satisfacción leer sobre su proyecto de infraestructura en la República
Democrática del Congo, que está haciendo posible transportar mercancías
a través de este vasto país y, por consiguiente, impulsar el comercio.
Me he enterado también de su proyecto de facilitación del comercio en
Lesotho, que ha triplicado la recaudación de ingresos registrada a
finales de 2005. Las reformas conexas han eliminado también obstáculos
al comercio de las pequeñas y medianas empresas del sector informal, que
es un importante motor de la economía de Lesotho.
Por consiguiente, es evidente que, si bien todos reconocemos los
problemas con que se enfrenta la economía del Reino Unido como
consecuencia de esta crisis mundial, la reducción de su actual ayuda a
los más débiles tendría consecuencias sociales y económicas devastadoras
y de gran alcance.
Para terminar, permítanme que les diga brevemente dónde nos encontramos
en las negociaciones del PDD. En diciembre tomé la decisión de no pedir
a los Ministros que se desplazaran a Ginebra para tratar de concluir las
negociaciones sobre las modalidades básicas relativas al acceso a los
mercados de los productos agrícolas e industriales, necesarias para
desbloquear el resto de las negociaciones. Esa decisión se basó en una
simple apreciación de que las posiciones de los Miembros sobre una serie
de cuestiones fundamentales eran aún demasiado diferentes para poder
llegar a una convergencia en unos cuantos días, a pesar de las numerosas
expresiones de compromiso político de concluir la Ronda, por ejemplo en
la cumbre del G-20 celebrada en Washington. No obstante, una cosa que
debo decir es que el apoyo del Reino Unido a una conclusión oportuna del
PDD se ha mantenido siempre firme, y el liderazgo de su Primer Ministro
sigue sirviéndonos de estímulo. Contamos con ese liderazgo para lograr
que la próxima cumbre del G-20, que se celebrará aquí —en Londres- en
abril, tenga por resultado un nuevo compromiso de concluir las
negociaciones este año. La realidad es que una nueva demora en concluir
el PDD significaría que cuestiones de interés para los países en
desarrollo, como la del algodón, seguirían sin resolver.
Además, sírvanse tomar nota de que hemos fijado las fechas de 6-7 de
julio para la sesión dedicada al examen global de la Ayuda para el
Comercio en Ginebra. Participaré en los exámenes regionales que preceden
a ese examen global, incluido el acto patrocinado por el Departamento de
Desarrollo Internacional que tendrá lugar en Zambia en abril.
Seguiremos confiando en su constante apoyo y liderazgo, y los resultados
positivos que están teniendo sus intervenciones sobre el terreno
seguirán sirviéndonos de estímulo.
Muchas gracias por su atención; estoy listo para responder a sus
preguntas.
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