Presidente Nogami,
Señoras y señores,
Es un gran placer para mí estar en el Instituto Japonés de Asuntos
Internacionales (JIIA). Este año se cumplen 50 años de la fundación de
este Instituto por el ex Primer Ministro Shigeru Yoshida en 1959.
Durante los cinco últimos decenios, el JIIA, como principal centro de
estudios del Japón en materia de relaciones internacionales, se ha
dedicado a la investigación de las cuestiones de política y seguridad
internacionales a mediano y largo plazo y ha contribuido
significativamente a fomentar la comunicación y el entendimiento entre
el Japón y sus interlocutores. Mi más sincera felicitación.
Los desafíos que encara hoy el mundo
El mundo que conoció el Primer Ministro Shigeru Yoshida ha cambiado
enormemente. Su mandato, en los difíciles años que siguieron a la
segunda guerra mundial, se consagró a la reconstrucción de un país que
había perdido su infraestructura industrial y necesitaba
desesperadamente el crecimiento económico. Luego vinieron más de 30 años
de espectacular crecimiento, en los que el Japón pasó a ser la segunda
mayor economía del mundo. A mediados de la década de los 90 el Japón
sufrió una grave recesión, pero ha hecho un importante esfuerzo para
recuperarse gradualmente.
Hoy, el Japón es uno de los primeros países en investigación científica,
ya sea en el campo de la tecnología, la maquinaria o la biomedicina. Sus
cerca de 700.000 investigadores cuentan con el tercer mayor presupuesto
para investigación del mundo. Al caminar por las calles de Tokio, el
puerto de Yokohama, o el aeropuerto de Kansai, en Osaka, uno tiene la
sensación inequívoca de haber entrado en el nuevo siglo.
Sin embargo, cuando leo los informes sobre las políticas y otros
documentos elaborados por el Instituto, compruebo que los desafíos que
el mundo afronta hoy tienen —como lo tuvieron en la época posterior a la
segunda guerra mundial— un carácter global. Ya se trate del cambio
climático, de la seguridad energética o de la proliferación de armas
nucleares, todos requieren algún tipo de cooperación internacional para
ser afrontados con eficacia.
Lo mismo cabe decir de la economía y las finanzas. La actual crisis
económica nos recuerda insistentemente que ambas tienen un alcance
global. Según las estimaciones actuales, el comercio mundial se
contraerá un 3 por ciento en 2009 y, a mi juicio, esta cifra es muy
conservadora. De hecho, el comercio disminuye con más rapidez que el
crecimiento, a causa de su desapalancamiento, después de haber aumentado
exponencialmente gracias al impulso de los procesos de producción, la
gestión de las cadenas de suministro, y la tecnología. El comercio
aumentó como múltiplo del crecimiento y disminuirá como múltiplo de la
recesión.
La inversión extranjera directa también se está reduciendo. Un informe
de la UNCTAD revela que las entradas de IED a nivel mundial han
disminuido probablemente más de un 20 por ciento en 2008 y
presumiblemente seguirán reduciéndose en 2009.
En el último trimestre de 2008 la economía del Japón experimentó una
disminución del 3 por ciento en el PIB, lo que equivale a un descenso
interanual de casi el 13 por ciento: el mayor desde 1974. Se calcula que
la economía de Corea se ha contraído un 2 por ciento y se han perdido
200.000 empleos. Un informe reciente del Gobierno chino indica que
aproximadamente 20 millones de trabajadores migrantes han perdido su
empleo desde el pasado mes de septiembre.
Lo cierto es que nuestras economías están interrelacionadas de tal modo
que el declive de la demanda en una región ocasiona una brusca
disminución del comercio —y por lo tanto de la actividad económica y el
crecimiento- en otra.
Por ello, los gobiernos de muchas de las grandes economías han pasado a
la acción y han aprobado paquetes de estímulo encaminados a fomentar una
recuperación de sus economías y, en consecuencia, de la economía
mundial.
Es alentador comprobar que en los mensajes emitidos en la reunión de los
Ministros de finanzas del G7 celebrada recientemente en Roma, o en la
que mantuvieron los líderes europeos del pasado fin de semana, se
reconoce la importancia de que los paquetes de estímulo sean concebidos
y aplicados de una manera coordinada.
Para los dirigentes políticos, la mayor preocupación es cuánto durará la
contracción económica y cuál será su magnitud. A mi juicio, la tarea que
nos incumbe es doble.
A corto plazo, hemos de centrarnos en restablecer la confianza en el
sistema financiero, para que pueda volver a lubricar los engranajes de
la economía. En esencia, se trata de sanear las deudas incobrables y
restablecer el crédito. Esto es urgente, y tengo la impresión de que
mientras se opine que el saneamiento de los sistemas financieros sigue
siendo una tarea pendiente, no habrá un punto de inflexión en la
presente crisis. Si mi lectura de los datos facilitados por el FMI y el
Foro de Estabilidad Financiera es correcta, no estamos siquiera a mitad
de camino.
Al mismo tiempo, debe dotarse a las organizaciones multilaterales
pertinentes de los recursos necesarios para ayudar a los países a hacer
frente a la crisis hoy mismo. Hay que recapitalizar los bancos
regionales de desarrollo. Es necesario ampliar los recursos financieros
del FMI. Es necesario que los países participen en el Fondo de
Vulnerabilidad propuesto por el Banco Mundial para facilitar la salida
de la crisis a los más pobres. Y quiero subrayar que esto debe hacerse
hoy y no mañana ni el mes próximo. He conversado sobre estas cuestiones
con los líderes japoneses hoy, y sé que están dispuestos a liderar estos
esfuerzos, como prueban los recursos que el Japón ha prestado al FMI. Sé
también que los líderes japoneses están dispuestos a llevar este mensaje
a la próxima reunión de líderes del G20.
A más largo plazo, el objetivo debe ser establecer un marco normativo
amplio para la actividad financiera; un marco que prevea un sistema
estable, transparente y responsable, que reduzca los riesgos sin
paralizar esta actividad económica esencial, y sobre todo, que
restablezca la confianza de los ciudadanos en una economía mundial
abierta, puesta al servicio del crecimiento y el empleo.
Qué puede hacer el comercio a corto y a largo plazo
Ante la actual incertidumbre económica, veo tres riesgos que amenazan al
sistema multilateral de comercio y que, a mi juicio, hay que conjurar
urgentemente.
El primero es el riesgo de aumento del proteccionismo comercial. El
riesgo es que el comercio sea equiparado a los elementos del consenso de
Washington que han fracasado —como la desregulación— y que se eche la
soga tras el caldero.
El pasado mes de noviembre en Washington, la cumbre del G20 subrayó que,
en estos momentos de incertidumbre económica, era fundamental rechazar
el proteccionismo y no replegarse sobre sí mismos. Los líderes acordaron
abstenerse de establecer nuevos obstáculos a la inversión o el comercio,
o de imponer nuevas restricciones a las exportaciones, en los próximos
12 meses.
Como custodio del comercio mundial, la OMC cumple una función singular:
garantizar un entorno abierto, transparente, previsible y justo para el
comercio mundial. Ya hemos comenzado a supervisar las medidas adoptadas
por los Miembros en respuesta a la crisis. El panorama es
tranquilizador: hasta la fecha sólo se han constatado tendencias
aislacionistas poco importantes. No obstante, dado que la crisis se
agrava, hemos de permanecer alerta.
La cumbre del G20 en Londres debe ser una oportunidad para que cada uno
de los líderes rinda cuenta a los demás del cumplimiento de este
compromiso y, así, mantengan bajo control los impulsos aislacionistas.
La mejor póliza de seguro contra los impulsos aislacionistas es reforzar
el sistema mundial basado en normas concluyendo las negociaciones de la
Ronda de Doha para el Desarrollo.
La conclusión de la Ronda de Doha es para la comunidad internacional la
solución global más fácil de alcanzar. Daría un gran impulso a la
economía y demostraría que los gobiernos están dispuestos a cumplir lo
que prometen. Y está a nuestro alcance. Por consiguiente, espero que la
cumbre del G20 de Londres envíe una señal clara de la voluntad de los
líderes de concluir sin dilación la Ronda de Doha.
El segundo riesgo es el agotamiento de la financiación para el comercio.
Los volúmenes de comercio se han reducido significativamente, pero no
sólo por la disminución de la demanda, también por falta de financiación
para el comercio.
En una reunión con proveedores de financiación para el comercio
organizada por la OMC el pasado mes de noviembre, la falta de crédito
para el comercio se cifró en 25.000 millones de dólares EE.UU. La
respuesta se centró inicialmente en dar garantías para el crédito al
comercio. La CFI del Banco Mundial anunció que triplicaría la cuantía
máxima de sus garantías para la financiación del comercio. Los bancos
regionales de desarrollo, entre ellos el Banco Asiático de Desarrollo,
se sumaron a este esfuerzo. Aun así, tres meses después el problema de
falta de liquidez persiste.
La OMC está trabajando con el Banco Mundial, con el FMI y con
instituciones de exportación e importación para crear un fondo de
liquidez y resolver esta limitación. Espero que los países que tienen
capacidad de hacerlo puedan contribuir a esta iniciativa, que debe
ponerse en marcha sin dilación.
Nuevamente, he de elogiar al Japón por su rápida intervención en esta
esfera, con el reciente anuncio de la aportación de 1.000 millones de
dólares EE.UU. para ayudar a la financiación del comercio por medio de
la CFI y el Banco Asiático de Desarrollo. El Japón ha tenido también una
intervención decisiva en el establecimiento de la red de seguro
comercial de Asia y el Pacífico anunciada en la cumbre del APEC, cuyo
objetivo es promover la cooperación en materia de reaseguros entre los
organismos regionales de crédito a la exportación.
El tercer riesgo es que, ante la crisis, los donantes opten por
incumplir sus compromisos de ayuda para el desarrollo. Es ahora cuando
la comunidad de donantes debe cumplir sus promesas de Ayuda para el
Comercio, para que los países más pobres puedan beneficiarse del
comercio al mejorar su capacidad de producción.
Tradicionalmente, el Japón ha sido generoso en su contribución al
desarrollo. Muy recientemente, el Primer Ministro Aso anunció que
aportaría 17.000 millones de dólares EE.UU. de ayuda para facilitar a
los países asiáticos la salida de la crisis. Espero que parte de esos
fondos vayan a parar a proyectos de Ayuda para el Comercio. Tendremos
ocasión de examinar esa cuestión en la Segunda Conferencia Mundial sobre
la Ayuda para el Comercio, que se celebrará en la OMC a principios de
julio.
La OMC y la Ronda de Doha son vitales para el Japón
Es ahora cuando hay que invertir en la OMC y reforzar el sistema mundial
basado en normas que se ha establecido con tanto cuidado durante los
últimos 60 años. Fortalecer el sistema multilateral de comercio
beneficia al Japón, porque el crecimiento económico del país depende
fuertemente del comercio. Acabo de consultar cifras que indican que, en
el quinquenio que terminó en 2007, la participación de las exportaciones
en el PIB del Japón aumentó más rápidamente que la de las importaciones.
La economía japonesa se ha hecho, por lo tanto, más dependiente de las
exportaciones netas.
La OMC sigue siendo la plataforma más importante con que cuenta el Japón
para asegurar un entorno mundial de comercio favorable, y la Ronda de
Doha sigue siendo el medio más eficiente para lograr una apertura de los
mercados a gran escala para el Japón.
¿Qué puede obtener el Japón de una conclusión satisfactoria de la Ronda
de Doha? Sé que muchos de ustedes se hacen esta pregunta. En primer
lugar, el Japón obtendrá mejores condiciones de acceso a los mercados.
Con la conclusión de la Ronda el promedio de los aranceles se reduciría
a la mitad. Esto supondría un ahorro en aranceles de más de 150.000
millones de dólares al año, cuando se haya aplicado plenamente la Ronda
de Doha, sin contar con las nuevas corrientes comerciales que se
generarían como consecuencia de los recortes arancelarios.
Los servicios son otra esfera prometedora para el Japón. En la
Conferencia de manifestación de intenciones que organizamos el pasado
mes de julio hubo señales alentadoras del potencial que encierran las
negociaciones en esta importante esfera; lo mismo puede decirse de la
facilitación del comercio o las disciplinas antidumping, esferas a las
que el Japón ha consagrado buena parte de sus energías.
Por supuesto, el Japón será apremiado por otros Miembros de la OMC para
que siga abriendo su mercado agrícola y acepte nuevas disciplinas en
materia de subvenciones a la pesca. Comprendo que esta decisión es
difícil desde el punto de vista interno, y que requerirá algún tiempo.
Pero sólo quiero asegurarles que lo mismo sucede en el resto del mundo.
No es más fácil para los Estados Unidos o la Unión Europea reducir sus
subvenciones a la agricultura o para el Gobierno chino seguir recortando
sus aranceles industriales. Las negociaciones multilaterales sobre el
comercio consisten en dar y en recibir: ningún país puede obtener nunca
todo lo que pretende, y ningún país lo perderá todo sin obtener nada a
cambio. Al final se alcanzará un delicado equilibrio entre derechos y
obligaciones.
Observaciones finales
Para concluir, en el cincuentenario de este
Instituto, me resta recordarles que el Japón, la segunda mayor economía
del mundo y el cuarto mayor exportador, ha obtenido grandes beneficios
del sistema multilateral. En estos tiempos difíciles, es preciso que los
interlocutores importantes, como el Japón, den muestra de su
responsabilidad y liderazgo en foros como el G20 y el APEC. Estoy
convencido de que el Japón no defraudará estas expectativas.
Muchas gracias por su atención.
> Si tiene problemas para visualizar esta página,
sírvase ponerse en contacto con [email protected], y proporcionar detalles sobre el sistema operativo y el navegador que está utilizando.