WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

El proteccionismo no puede ser “inteligente”, dice Lamy en un centro de estudio australiano

Incluso un aislacionismo “inteligente” sería una receta segura para una depresión mundial, dijo el Director General de la OMC, Pascal Lamy, el 2 de marzo de 2009 en un centro de estudio con sede en Sydney, el Lowy Institute, porque las medidas proteccionistas adoptadas por un gobierno serían copiadas por otro, lo que provocaría un efecto dominó de consecuencias devastadoras. Era el comienzo de una serie de reuniones con dirigentes del gobierno, empresarios, sindicatos y agricultores australianos, en las que subrayó la necesidad de oponer resistencia al proteccionismo y de concluir las negociaciones de la Ronda de Doha. Este es el texto que tenía preparado:

Los valores del sistema multilateral de comercio — Sydney, Australia


> Lowy Institute (fichero audio del discurso de Pascal Lamy)

> Discursos: Pascal Lamy

Sr. Gyngell,
Señoras y señores,

Me complace sumamente encontrarme en el Instituto Lowy de Política Internacional. El mandato del Instituto consiste en proponer nuevas ideas y fomentar el diálogo sobre los acontecimientos internacionales y sobre el papel de Australia en el mundo. Supongo que estarán ustedes muy ocupados en este momento. El mundo necesita urgentemente nuevas ideas y existe sin duda margen para mejorar el diálogo sobre los espinosos problemas internacionales.

Deseo compartir con ustedes algunas ideas sobre el lugar que, en mi opinión, ocupa el comercio en la actual crisis económica, las enseñanzas que podemos sacar de 60 años del sistema multilateral de comercio y nuestro empeño por seguir liberalizando el comercio en un marco de normas mediante la conclusión de la Ronda de Doha.

El lugar del comercio en la crisis económica

El comercio se ha convertido en una víctima más de la crisis económica mundial. El bajón de la demanda y las dificultades para obtener financiación comercial han dado lugar a una importante contracción del comercio mundial. Según las últimas estimaciones, el comercio mundial se contraerá aproximadamente un 3 por ciento en 2009; será la primera vez que el crecimiento del comercio disminuye desde 1982. De la misma forma que el comercio suele crecer con más rapidez que la producción en los buenos tiempos, también suele contraerse con más rapidez en épocas de recesión.

Esto significa que uno de los motores más potentes del crecimiento mundial frena los esfuerzos por reducir la pobreza. Y es algo que afecta a los países desarrollados tanto como a los países en desarrollo. Afecta a los 12 millones de puestos de trabajo en los Estados Unidos que dependen de las exportaciones. Afecta a los 6,2 millones de puestos de trabajo en Francia que dependen del comercio. Por no hablar de los aproximadamente 100 millones de puestos de trabajo en China que están orientados a los mercados de exportación.

Creo que es importante reflexionar sobre ello cuando tratamos de encontrar respuestas a la actual crisis y cuando oímos hablar de “proteger los puestos de trabajo nacionales”. La realidad es que hoy en día una enorme proporción de puestos de trabajo nacionales dependen del acceso a los mercados de exportación y, sin el comercio, esos puestos de trabajo corren peligro de desaparecer.

He ahí el motivo de que oigamos muchas declaraciones contra las medidas aislacionistas. ¿Es verosímil imaginarse que un país puede proteger su mercado interior sin que los demás hagan lo mismo?

Imaginemos por un momento que los Estados Unidos deciden cerrar su mercado automovilístico a las importaciones, de digamos, automóviles chinos, japoneses y europeos, por valor de 80.000 millones de dólares EE.UU. Es sumamente probable que los chinos, los japoneses y los europeos decidan cerrar sus mercados a los aviones, las grúas y los productos químicos estadounidenses, cuyo valor asciende en conjunto a 120.000 millones de dólares EE.UU.

Señoras y señores, el efecto de dominó que esas medidas podrían ocasionar sería devastador. Y he ahí la razón de que el aislacionismo, incluso el aislacionismo “inteligente” que algunos propugnan, sea una receta segura para una depresión mundial. Y precisamente por eso, es imperativo resistir al proteccionismo y evitar que se agrave la crisis actual.

La realidad es que es poco probable que las medidas proteccionistas adoptadas por determinados países contribuyan a los esfuerzos de recuperación. Por el contrario, lo que hace falta es coordinar los programas nacionales de estímulo, cooperar para hacer frente a los desafíos mundiales y considerar la utilización de los instrumentos de política comercial menos perjudiciales.

Esta es la razón por la que es esencial activar el Mecanismo de Examen de las Políticas Comerciales de la OMC. Este Mecanismo brinda a los Miembros de la OMC un foro de diálogo sobre la mejor forma de utilizar sus políticas comerciales para impulsar la recuperación, y permite al mismo tiempo un escrutinio minucioso de las medidas causantes de distorsión del comercio.

Australia ha sido firme partidaria de utilizar todas las posibilidades que ofrece esta especie de radar de la OMC, sobre todo en las presentes circunstancias, y estoy seguro de que Simon Crean y su equipo en Ginebra contribuirán a ello. Tras el primer informe que presenté en enero y que los Miembros examinaron poco después, se presentará una nueva “imagen de radar” a mediados de marzo.

Por eso no estoy de acuerdo con los que dicen que la crisis económica actual exige un giro en las prioridades de la OMC, que tenemos que concentrarnos en luchar contra el proteccionismo y que, por lo tanto, deberíamos prestar menos atención a la Ronda de Doha o incluso abandonarla.

De hecho, el comercio y la Ronda de Doha ocupan un lugar de pleno derecho, en los esfuerzos mundiales por reanimar la economía. Las corrientes del comercio abierto ayudan a sacar el máximo partido de los esfuerzos del G20 por estimular la economía mundial. Al mismo tiempo, la Ronda de Doha es el medio más eficaz de restringir aún más las presiones proteccionistas al reducirse el desfase entre los compromisos consolidados y las políticas aplicadas.

Efectivamente, si todos los Miembros de la OMC aumentaran los aranceles que aplican actualmente hasta los tipos máximos previstos hoy en día en el marco de la OMC, los aranceles se duplicarían en todo el mundo. Un estudio reciente calcula que el comercio mundial podría contraerse entonces hasta un 8 por ciento, reduciendo el bienestar mundial en una suma que podría ser de 350.000 millones de dólares EE.UU. A la inversa, con lo que ahora hay sobre la mesa en las negociaciones de Doha, los tipos arancelarios máximos se reducirían a la mitad y los ahorros para los operadores económicos podrían ascender a 150.000 millones de dólares EE.UU. al año.

Los valores del sistema multilateral de comercio

Hace poco hemos oído hablar de una Carta Económica Mundial, una ocasión para que la comunidad internacional reconstruya el consenso acerca de los principios y valores fundamentales que serían la base de sus relaciones económicas, emulando a los padres fundadores de la Carta de las Naciones Unidas de 1945.

La OMC y su predecesor, el GATT, pueden ser una fuente de inspiración al respecto. Permítanme que me refiera brevemente a algunos de los principios de la OMC que podrían ayudar a formular un nuevo consenso económico mundial.

El primero de ellos es la apertura mediante la reducción gradual de los obstáculos al comercio y va acompañado de normas colaterales destinadas a garantizar la igualdad de condiciones y prevenir los excesos. El tercer elemento está constituido por la transparencia y la vigilancia: procesos que garantizan un escrutinio más estricto para fomentar el cumplimiento de las normas y evitar la aparición de diferencias. El cuarto elemento que mencionaría es la no discriminación, que en la OMC está consagrada en los principios de la nación más favorecida y el trato nacional. El quinto elemento es la equidad, consagrado en el trato especial y diferenciado para los países en desarrollo. Todo ello con los objetivos primordiales de elevar los niveles de vida, garantizar el pleno empleo y lograr el desarrollo sostenible, como se afirma en el preámbulo del Acuerdo de Marrakech por el que se establece la Organización Mundial del Comercio.

Concluir la Ronda de Doha para impulsar el sistema multilateral del comercio

Los principios en los que se basa la OMC y sus objetivos son tan importantes hoy en día como lo eran cuando fueron adoptados en 1947. La profundidad y la amplitud de las normas de la OMC han evolucionado a la par de las realidades económicas mundiales y de las necesidades cambiantes de nuestros Miembros.

La última revisión importante del sistema mundial de comercio se efectuó en 1995, con la conclusión de la Ronda Uruguay, que, dicho sea de paso, duró más de ocho años. Posteriormente, los Miembros de la OMC decidieron por consenso proseguir la reforma de las normas del comercio mundial con la puesta en marcha de la Ronda de Doha en 2001. ¡Señalaría que aún podemos ganar a la Ronda Uruguay en cuanto a la duración!

En el marco de la Ronda de Doha se convino en recortar considerablemente las subvenciones a la agricultura causantes de distorsión del comercio, principalmente las subvenciones al algodón, reducir las subvenciones al sector pesquero que contribuyen al agotamiento de los recursos de nuestros océanos, liberalizar en mayor medida el comercio de servicios, facilitar los trámites aduaneros, liberalizar el comercio de tecnologías no contaminantes, hacer ajustes en las normas antidumping, ofrecer un acceso libre de derechos y de contingentes a las exportaciones de los países más pobres del mundo, y lograr un mayor acceso a los mercados para los productos agropecuarios y los productos industriales, por mencionar tan sólo unas pocas de las medidas acordadas.

He ahí el consenso en el que se basa la Ronda de Doha y he ahí el programa que ha de presentarse en la conclusión de las negociaciones. La buena noticia es que ya hemos recorrido más del 80 por ciento del camino y que con un esfuerzo adicional podríamos llegar a la meta.
Hace poco he leído que algunos investigadores universitarios argumentan que se trata de un programa anticuado. Que el mundo ya no es el mismo. Que la fluctuación de los precios de los productos básicos, la cartelización de las exportaciones de petróleo, la subvaloración de las monedas, la existencia de fondos soberanos de inversión, la inestabilidad financiera y la inseguridad medioambiental tienen importantes consecuencias mundiales que requieren una solución mundial que la Ronda de Doha no puede ofrecer. Aducen, por lo tanto, que la Ronda de Doha debe abandonarse y que hay que poner en marcha una nueva ronda de conversaciones de Bretton Woods con un programa más ambicioso y una participación institucional más amplia para hacer frente a todos estos desafíos.

A mi juicio, esto constituye, en el mejor de los casos, un ejemplo clásico de “quien mucho abarca poco aprieta”. En el peor de los casos, es una apreciación falsa de la política de las negociaciones comerciales, en las que hoy en día las dos terceras partes de los participantes activos son países en desarrollo.

¿Es justo decir a los productores africanos de algodón que tienen que esperar hasta que se establezca un nuevo programa para poder resolver la apremiante cuestión de las subvenciones al algodón, que contribuyen a hacer bajar los precios nacionales? ¿Es verosímil decir que tenemos que preparar un nuevo programa mañana para someter a disciplinas las subvenciones que contribuyen hoy a la sobrepesca? ¿Es acertado retrasar un acuerdo mundial que reduzca los aranceles impuestos a la tecnología medioambiental? ¿Pueden esperar los países más pobres del mundo a que se forme un nuevo consenso y se convenga en un nuevo programa para que sus exportaciones reciban un trato libre de derechos y libre de contingentes?

Yo tengo la impresión de que la inmensa mayoría de los Miembros de la OMC quieren que el programa actual se negocie y se concluya lo antes posible. Quieren ver resultados para las prioridades que se convinieron cuando se lanzó la Ronda, resultados que deberían haberse logrado hace mucho tiempo.

Tengo la impresión también de que los Miembros de la OMC tienen que empezar a pensar en el siguiente programa: en las prioridades y los desafíos futuros, ya se trate de temas, procesos de negociación o participantes. Hay que reflexionar seriamente acerca de una mejor distribución de las funciones entre las organizaciones internacionales y los retos que plantea la coherencia.

Pero estoy seguro de que el camino hacia el futuro empieza con la conclusión de la Ronda de Doha. Ese objetivo es ahora tanto un imperativo político como una necesidad económica.

Y en este terreno es donde Australia puede desempeñar un papel de primer orden. El Primer Ministro Kevin Rudd y el Ministro Crean han sido firmes partidarios de la Ronda de Doha y deseo agradecérselo de todo corazón. Todos ustedes pueden estar seguros de que ellos y yo llevaremos este mensaje a la comunidad mundial en los meses venideros.

Gracias por su atención.

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