WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

Desafíos actuales para el comercio mundial — Universidad Erasmus, Rotterdam


> Discursos: Pascal Lamy

Sr. Lamberts, Rector Magnificus,
Sr. Ministro Heemskerk,
Sr. Esser,
Señoras y señores:

Permítanme comenzar agradeciendo a la Universidad Erasmus y la Asociación Docente de Economía de Rotterdam su invitación a la Reunión de Líderes Mundiales para exponerles mi valoración de los recientes acontecimientos económicos del mundo y su relación con el sistema multilateral de comercio.

Erasmo de Rotterdam, el gran humanista del siglo XV, se enfrentó a numerosos interrogantes tanto en materia de religión como de literatura o acerca de la sociedad de su tiempo. Trató de darles respuesta permaneciendo leal al principio de la libertad de pensamiento y expresión literaria. Debemos encontrar en ello una fuente de inspiración para todos en nuestros esfuerzos por hallar respuestas a los desafíos de hoy.

Estamos padeciendo lo que representa, con cualquier criterio, la peor crisis económica en varias generaciones y la primera crisis mundial en la historia de la humanidad. El nivel de integración económica mundial y la globalización de las actividades comerciales son lo que hace única esta crisis, si puedo calificarla así. Ha afectado a todos los sectores de la economía mundial y a todas las economías del planeta. Naturalmente, afecta a los países de distintos modos y los más débiles entre nosotros son los que sufren las peores consecuencias.

Desde el punto de vista del comercio, la crisis ha tenido una honda repercusión en las corrientes mundiales de comercio de diversas maneras.

La crisis está amenazando con revertir el impresionante crecimiento económico logrado por la mayoría de los países en desarrollo en los últimos años. A menos que se pongan en marcha de inmediato planes de recuperación, incumpliremos buen número de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas.

Además, esta crisis amenaza con mermar la confianza en el comercio internacional como factor de crecimiento y desarrollo económico.

La OMC prevé que en 2009 se producirá una contracción del comercio de aproximadamente un 10 por ciento en volumen, lo que sería su mayor declive desde la segunda guerra mundial. El principal factor de esta disminución del volumen de comercio es la reducción general de la demanda agregada en todas las grandes economías, que afecta de manera especial a los países en desarrollo debido a su elevada tasa de dependencia de las exportaciones a los mercados de los países desarrollados.

Para empeorar la situación, se están agotando los fondos destinados a la financiación del comercio, que son el lubricante de los engranajes del comercio internacional, lo que contribuye a la contracción de las corrientes comerciales.

Asistimos a un número creciente de casos de países que elevan los aranceles impuestos a determinadas importaciones, establecen nuevas medidas no arancelarias y ponen en marcha medidas antidumping. También se adoptan conjuntos de medidas de salvamento y otras medidas de rescate en favor de determinadas ramas de producción. El fundamento de estas medidas consiste en favorecer las mercancías y a los proveedores de servicios nacionales a expensas de las importaciones. Muchas de ellas se mantienen dentro de las normas de la OMC y hasta ahora no han desencadenado represalias en cadena. Pero no hay duda de que tienen un efecto contrario a las corrientes comerciales en general.

A esta altura no está claro lo que nos depara el futuro. Vemos aparecer brotes esperanzadores aquí y allá, pero aún no sabemos si la recesión ha tocado fondo ni cuánto tiempo requerirá la recuperación.

Con todo, una cosa sí está clara: la profundidad y el alcance de la crisis estarán determinados por la capacidad de cada país de asumir un compromiso global de adoptar medidas conjuntas para reinyectar confianza en nuestro sistema económico. Para salir de la crisis tenemos que actuar de manera concertada.

¿Qué se puede hacer, entonces, ante estos problemas?

El origen de la crisis es una reglamentación insuficiente del sector financiero, que a su vez ha generado una falta de confianza en que el sistema financiero pueda cumplir su función de lubricar los engranajes de la economía. Por consiguiente, la clave está en restaurar la confianza en la solidez de nuestro sistema financiero. Determinar la magnitud de las dificultades que se plantean a nuestros bancos y sanearlos a fondo son, en consecuencia, las medidas prioritarias para restablecer la confianza.

En segundo lugar, la crisis está repercutiendo ya en nuestro tejido social. Afecta a los trabajadores, que pierden sus puestos de trabajo; a los inmigrantes, que ya no pueden enviar remesas a sus hogares; a los jóvenes, que tienen enormes dificultades para incorporarse en el mercado de trabajo. En las circunstancias actuales, es esencial que los países establezcan redes de seguridad social para contribuir a la estabilización de nuestras sociedades y prevenir el malestar social. En suma, tenemos que cuidar de la población.

En tercer lugar, hemos de prepararnos para el período posterior a la crisis. Cuando haya pasado, tendremos que volver a crecer y hacer que la gente vuelva a trabajar. Por consiguiente, debemos aprovechar esta oportunidad para acometer las reformas estructurales necesarias, que nos harán más fuertes. Como ha dicho alguien hace poco, jamás hay que desaprovechar una buena crisis.

El comercio y el sistema multilateral de comercio tienen una función que desempeñar a este respecto.

En las condiciones de hoy debemos resistir las presiones aislacionistas y mantener abierto el comercio. En la reciente Cumbre del G-20 celebrada en Londres, los líderes mundiales se comprometieron a resistirse a adoptar medidas proteccionistas. Para ayudarles en ese esfuerzo, solicitaron a la OMC que supervisara y vigilara las medidas relacionadas con el comercio que adopten los países frente a la crisis. Como el canario que alerta de los peligros en la mina, el informe que elabore la OMC al respecto les revelará si están manteniendo a raya las presiones aislacionistas.

Las importaciones de un país son las exportaciones de otro. El proteccionismo de un país conduce inevitablemente a que otro país adopte medidas similares. Y al poco tiempo será demasiado tarde para detener la espiral de represalias en cadena. Ya lo hemos visto ocurrir en el decenio de 1930, con las catastróficas consecuencias que de ello resultaron.

Es evidente que a esta altura la mejor política es la de mantener abierto el comercio; pero no menos decisivo es que sigamos abriéndolo.

Una medida inmediata que pueden adoptar los países para atenuar la repercusión de la crisis es completar lo antes posible las negociaciones de la Ronda de Doha para el Desarrollo de la OMC. La Ronda de Doha es de lejos la mejor póliza de seguro que los países tienen al alcance de sus manos para luchar contra la amenaza del proteccionismo. Si los países elevaran los aranceles hasta los actuales niveles consolidados, los aranceles aplicados se duplicarían. En un estudio reciente se ha calculado que ello provocaría una reducción de 500.000 millones de dólares EE.UU. en el bienestar mundial.

De hecho, conforme a la propuesta que se está negociando actualmente en la Ronda de Doha, los tipos máximos consolidados en la OMC se reducirían a menos de la mitad. Lo mismo sucedería con las subvenciones a la agricultura de los países desarrollados. Reduciendo significativamente esas subvenciones que distorsionan el comercio generaríamos importantes oportunidades para los países en desarrollo y desbloquearíamos así todo el potencial de fomento del desarrollo que el comercio ofrece.

A ello se sumaría la mayor apertura del comercio de servicios, la reducción de las subvenciones a la pesca, que contribuyen al agotamiento de nuestros mares, y el establecimiento de nuevas normas para poner coto a la burocracia aduanera. En relación con esto último, Rotterdam, el puerto más grande de Europa, está en una posición inmejorable para apreciar el valor de un acuerdo multilateral de esa índole.

La Ronda de Doha es por consiguiente el conjunto de medidas de estímulo más accesible a escala mundial, lo que reviste especial interés para los países en desarrollo que no pueden permitirse distribuir cuantiosos incentivos financieros a sus operadores.

Pero, al margen de estos beneficios económicos, al concluir la Ronda de Doha los países restaurarán la confianza en el sistema multilateral de comercio en este momento de crisis. Aportarán estabilidad y previsibilidad a sus agentes económicos.

También deberíamos atribuir especial importancia a garantizar la disponibilidad de financiación para el comercio en condiciones asequibles, en particular para los exportadores e importadores de los países en desarrollo. La OMC está colaborando con diversos asociados, bancos regionales de desarrollo, el Banco Mundial, bancos de exportación e importación y entidades financieras privadas con objeto de movilizar un mayor volumen de recursos para la financiación del comercio. El compromiso asumido en la Cumbre del G-20 celebrada en Londres de aportar 250 millones de dólares en dos años para financiar el comercio es un hecho positivo. Ahora tenemos que vigilar atentamente la situación sobre el terreno para cerciorarnos de que haya suficientes fondos para engrasar los engranajes del comercio.

Preservar e incrementar la apertura del comercio son ingredientes esenciales para salir de la crisis. Pero para muchos países en desarrollo eso no basta. Para poder aprovechar plenamente las ventajas de un sistema de comercio abierto, los países más pobres requieren un conjunto de medidas complementarias de Ayuda para el Comercio, con objeto de que puedan subsanar las limitaciones de su oferta y dar un impulso a su competitividad.

He pasado la mañana en el Centro de Fomento de las Importaciones procedentes de países en desarrollo (CBI). Es un organismo que proporciona ayuda práctica a los exportadores de los países en desarrollo para que accedan al mercado de los Países Bajos. El CBI es un buen ejemplo de lo que una intervención centrada y con objetivos bien definidos puede hacer en favor de los países en desarrollo. Lo cierto es que esos países se enfrentan hoy a incontables limitaciones en materia de infraestructura y reglamentación, que merman su capacidad de aprovechar las oportunidades del comercio.

Desde 2005, la OMC colabora con organismos multilaterales de desarrollo como el Banco Mundial, el FMI, el PNUMA, bancos regionales de desarrollo y donantes bilaterales, entre los que sobresalen los Países Bajos, con miras a movilizar recursos destinados a la Ayuda para el Comercio. Entre 2005 y 2007 las corrientes mundiales de la Ayuda para el Comercio han crecido en torno al 20 por ciento.

Nos hallamos inmersos en la mayor crisis económica mundial de todos los tiempos. Todos los países la están padeciendo. Y es precisamente ahora cuando debemos asegurar que se respeten los compromisos de ayuda; que se cumplan las promesas, de forma que los países más débiles tengan los medios para capear el temporal. No prestar esta ayuda vital agravaría la repercusión de la crisis en esos países y desbarataría sus recientes esfuerzos por crecer y fomentar el desarrollo.

Permítanme concluir, señoras y señores, citando a Erasmo: “Muchos alabarán tu patriotismo y todos lo perdonarán fácilmente, pero en mi opinión es más sabio tratar a los hombres y las cosas como si tuviéramos este mundo por la patria común de todos”.

Y, porque tenemos este mundo por nuestra patria común, mantener un sistema de comercio mundial abierto, equitativo y transparente debe constituir el elemento central de nuestro plan de recuperación mundial.

Muchas gracias por su atención.

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