WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY
Cumbre de la Federación Alemana de Ingeniería (VDMA) — Berlín
Es para mí un gran placer estar en Berlín y
poder dirigirme a la Federación Alemana de Ingeniería. La VDMA es un
claro ejemplo de las razones por las que es importante el comercio
internacional. Uno de los objetivos declarados de esta asociación es
abrir las puertas de los mercados mundiales para las pequeñas y medianas
empresas, mediante la aplicación de medidas orientadas a la exportación.
Nos encontramos en un país, Alemania, muy abierto al comercio
internacional desde cualquier punto de vista, como lo atestigua un
coeficiente exportaciones/PIB superior al 75 por ciento. Al mismo
tiempo, la VDMA opera en sectores, como el equipo de transporte y la
maquinaria, en los que una combinación de ventajas comparativas, calidad
de los productos y conocimientos especializados contribuye a hacer de
Alemania el mayor exportador mundial.
Al dirigirme a la asociación de un sector que exporta aproximadamente
dos tercios de su producción a todo el mundo, no me será difícil
transmitir hoy la idea de que la apertura del comercio multilateral,
respaldada por los principios del GATT y la OMC, ofrece ventajas
recíprocas a los países que la practican. Desde los tiempos de Adam
Smith y David Ricardo, los economistas han demostrado que el comercio
internacional da lugar a un aumento de la eficiencia, al permitir a los
países asignar sus recursos productivos a las actividades que mejor
pueden realizar.
Las aportaciones hechas desde el decenio de
1980, incluidas las de Paul Krugman, galardonado con el premio Nobel el
pasado año, han puesto de manifiesto que el comercio internacional, y
especialmente el comercio intrasectorial que tanta importancia tiene
para los sectores de tecnología punta, podría reportar también
beneficios derivados de una mayor variedad y de unos efectos favorables
a la competencia.
Por último, la apertura del comercio está asociada a un aumento de la
productividad media de los sectores.
Los países europeos, conscientes de que el comercio puede ser fuente de
múltiples beneficios, empezaron a reducir los obstáculos al comercio en
la segunda parte del siglo XIX. El proceso de apertura del comercio no
se desarrolló sin altibajos y sufrió una brusca y desastrosa
interrupción en el período de entreguerras, cuando la imposición de
aranceles prohibitivos y las sirenas del nacionalismo económico
contribuyeron a exacerbar la Gran Depresión.
La falta de cooperación comercial en el período de entreguerras fue una
dura lección para los encargados de construir la nueva estructura
económica al término de la Segunda Guerra Mundial. En 1947 se creó el
GATT para impulsar la reducción de los aranceles en sucesivas rondas de
negociaciones comerciales multilaterales. En las ocho rondas que
tuvieron lugar entre 1947 y 1994, los aranceles aplicados a los
productos industriales en los países industrializados se redujeron
considerablemente, y al final de la Ronda Uruguay, en 1994, eran del 3,1
por ciento como promedio. Además, los recortes arancelarios se llevaron
a cabo de manera no discriminatoria.
La OMC, creada en 1994 tras la conclusión de la Ronda Uruguay, reforzó
en varios aspectos el sistema multilateral de comercio basado en normas.
Constituye un foro más amplio para los países desarrollados y en
desarrollo, es más transparente al difundir información a través de
exámenes de las políticas comerciales y tiene un mecanismo de solución
de diferencias cuyas decisiones son vinculantes para los Miembros de la
OMC, con lo que se reducen las posibilidades de adoptar medidas
injustificadas que restrinjan el comercio.
Entre 1950 y 2005, el volumen del comercio mundial de mercancías se ha
multiplicado por más de 27. Este crecimiento ha sido tres veces superior
al del PIB mundial.
No es de extrañar, pues, que en noviembre de 2001 los Miembros de la OMC
acordaran iniciar la Ronda de Doha. Se trata de una ronda ambiciosa de
negociaciones multilaterales, en las que se ha puesto sobre la mesa un
amplio conjunto de cuestiones que abarcan desde la reducción de los
obstáculos arancelarios y no arancelarios en las esferas de la
agricultura y la manufactura, hasta los servicios, la facilitación del
comercio y unos mercados más abiertos para los bienes y servicios
ambientales. Menciono esta última cuestión porque creo que reviste
especial interés para algunas pequeñas y medianas empresas afiliadas a
la VDMA que producen y exportan tecnología inocua para el medio
ambiente, como la tecnología solar fotovoltaica y la relativa al
tratamiento y reciclado de desechos.
Después de ocho años de negociaciones y cuando nos acercamos a las
etapas finales, nos enfrentamos a la crisis económica más grave y
generalizada de la historia moderna, cuyas consecuencias se dejarán
sentir durante bastante tiempo.
Aunque la crisis tiene su origen en el sector financiero, el comercio se
ha visto afectado junto con el resto de la economía real. La inseguridad
generada por la crisis ha inducido a las familias a aplazar las compras
de productos manufacturados y bienes de consumo duraderos, que son los
productos objeto de un comercio más intenso. En segundo lugar, el riesgo
de insolvencia bancaria ha agotado una fuente de financiación a la que
se recurría para financiar el 90 por ciento del comercio mundial,
estimado en 16 billones de dólares. En tercer lugar, el modelo de
manufactura basado en las cadenas internacionales de producción ha
contribuido a que la contracción del comercio sea considerablemente
mayor que la de la producción, debido a los efectos de amplificación de
las cadenas de suministro mundiales.
La crisis actual ha afectado también desfavorablemente a la inversión
extranjera directa, que disminuyó un 15 por ciento en 2008 y se prevé
que se reducirá aún más.
Todo esto ha suscitado amplios temores a que resurja un proteccionismo
virulento y egoísta como el que prevaleció en el decenio de 1930.
La OMC ha intervenido enérgicamente para hacer frente a esta situación.
Hemos establecido un mecanismo de vigilancia -una especie de “radar” de
la OMC- para ayudar a los Miembros a luchar contra las presiones
proteccionistas asegurando la transparencia en las medidas adoptadas
como respuesta a la crisis.
No hemos visto el tipo de proteccionismo de elevada intensidad del
pasado, aun cuando una acumulación de medidas de menor intensidad pueda
obstaculizar el camino hacia una recuperación más rápida.
En segundo lugar, junto con otras instituciones, hemos vigilado
atentamente la situación de la financiación del comercio, incluida la
aplicación del paquete de medidas por valor de 250.000 millones de
dólares acordado en la Cumbre de Londres del G-20 celebrada en abril.
Es especialmente importante asegurar el acceso a la financiación del
comercio para las pequeñas y medianas empresas, cuyos fondos son
limitados y que por ello dependen en gran medida del acceso al crédito
para poder participar en el comercio exterior.
La crisis ha tenido graves efectos en la economía real, y es probable
que tenga repercusiones sociales y políticas, dado el aumento del
desempleo. Se observan algunos tímidos “brotes verdes” ante los que
debemos mantener la cautela, evitando un optimismo injustificado. Por lo
que respecta al comercio, la contracción parece haber empezado a tocar
fondo. En Alemania, después de una penosa reducción del 29 por ciento de
las exportaciones y del 23 por ciento de las importaciones entre abril
de 2008 y abril de 2009, las exportaciones aumentaron durante tres meses
consecutivos antes de experimentar un nuevo descenso en agosto. Esta es
una clara indicación de que debemos ser prudentes al interpretar los
signos de recuperación en el contexto de una economía mundial frágil y
unas perspectivas económicas inciertas.
Los intentos de estimular las economías y
estabilizar el sector financiero han dado lugar a una acumulación de la
deuda pública en prácticamente todos los países.
En Alemania, el Gobierno destinó 85.000 millones de euros (en torno al
1,6 por ciento del PIB) a medidas de estímulo, aportó 115.000 millones
de euros para asegurar la liquidez de las empresas y creó un fondo de
rescate de bancos de 500.000 millones de euros para luchar contra la
crisis económica y financiera. Hubo que abandonar el objetivo de
equilibrar el presupuesto federal en 2011 a más tardar. Según los
últimos pronósticos, el déficit, que alcanzará un máximo del 6 por
ciento del PIB en 2010, no descenderá hasta 2013 al límite del 3 por
ciento fijado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE.
Todos los demás países de la zona euro están registrando también grandes
déficit y un aumento de los coeficientes de endeudamiento público. Las
“estrategias de salida” fiscales para evitar el aumento del
endeudamiento público deben basarse en una combinación de consolidación
fiscal, es decir, logro de un excedente primario, y crecimiento
sostenido del PIB.
La consolidación fiscal en tiempos de dificultades económicas no es
fácil, debido a la presencia de estabilizadores automáticos, como las
prestaciones por desempleo y la reducción de los ingresos fiscales del
gobierno, que presionan en la dirección opuesta.
El logro de un crecimiento económico sostenido tampoco es fácil. El
crecimiento económico sólo puede mantenerse con aumentos constantes de
la productividad. Como demuestra la experiencia de muchos países
europeos desde mediados del decenio de 1970, cuando se desacelera el
crecimiento de la productividad, se desacelera también el crecimiento
económico.
Se ha dicho en repetidas ocasiones que para generar un crecimiento
económico sostenido en Europa hacen falta reformas estructurales. Yo
diría que el comercio internacional puede ser también un motor de
crecimiento. Los beneficios dinámicos derivados del comercio pueden
estimular la innovación y un mejor aprovechamiento de las economías de
escala. El comercio es también un poderoso vector de difusión directa e
indirecta de conocimientos y tecnologías. La difusión directa de
conocimientos tiene lugar a través de la experiencia práctica en la
aplicación de las mejores tecnologías. La difusión indirecta tiene lugar
mediante la comunicación y el intercambio de información.
En este contexto, el éxito de la Ronda de Doha puede arrojar un doble
dividendo. Por una parte, la Ronda de Doha puede servir de paquete de
medidas de estímulo mundial. Por otra, la Ronda puede actuar de hecho
como un conjunto de medidas de reforma estructural. Es la forma más
eficaz de seguir frenando las presiones proteccionistas y de fomentar
una dinámica de economía política.
El apoyo empresarial a la apertura del comercio será fundamental para
una conclusión satisfactoria de la Ronda de Doha. La apertura de los
mercados internacionales es una oportunidad excepcional para que las
empresas más rentables se introduzcan en sectores en los que tienen una
ventaja comparativa a fin de ampliar sus actividades y, a la larga,
aumentar sus beneficios. No cabe duda de que esto lo saben bien las
empresas innovadoras y tecnológicamente avanzadas que forman parte de la
VDMA.
Por ello confío en que la VDMA respaldará la Ronda de Doha y el sistema
de comercio basado en normas encarnado en la OMC.
Muchas gracias.
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