WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


> Discursos: Pascal Lamy

  

Ein deutscher Freund erklärte mir neulich sein Verhältnis zur französischen Sprache :

“sie ist wie meine Frau, sagte er: ich liebe sie sehr und ich achte sie ungeheuer, aber ich beherrsche sie nicht”.

Genauso ist sieht auch meine Verhältnis zur deutschen Sprache. Deshalb möchte ich sie heute nicht misshandeln. Gestatten Sie mir, jetzt auf Englisch fortzufahren.

[Hace poco un amigo alemán me hablaba de su relación con el francés. “El francés”, me dijo, “es como mi esposa: la quiero mucho y la respeto profundamente, pero no la domino”. Esa es la relación que tengo con el alemán, y como preferiría no usarlo mal, permítanme continuar en inglés.]

Es un gran honor para mí, por supuesto, ser uno de los ganadores del premio 2010 del Instituto de Kiel en una categoría en la que hay varias personalidades ilustres con las que ya he tenido el placer de trabajar, como Helmut Schmidt, Jacques Delors y Mary Robinson.

Si lo he entendido bien, se me concede esta distinción por el papel que he desempeñado a lo largo de mi carrera, inclusive en mi actual puesto, defendiendo y promoviendo el principio de una economía de mercado abierta y de orientación social.

Ésta ha sido mi convicción desde hace mucho tiempo. El hecho de que siga siendo crítico con el capitalismo de mercado se debe a la actual combinación de capitalismo y economía de mercado que considero insostenible e injusta- más que al principio de la apertura de los mercados propiamente dicho.

El capitalismo de mercado tiene virtudes económicas en cuanto a la eficiencia en la asignación de recursos y a la filosofía de apertura en que se basa, factores que han resultado muy valiosos, sobre todo en asuntos de desarrollo. No obstante, debemos admitir que este modelo se ha visto, se ve y se seguirá viendo profundamente amenazado por el rápido crecimiento económico y los importantes avances tecnológicos que se han producido a consecuencia y a causa de la globalización. Ya hemos vivido situaciones como ésta, pero nunca a escala mundial ni a un ritmo tan rápido.

La globalización amplifica las ventajas y los riesgos de una economía basada en el buen funcionamiento de los mercados. Aumenta las ventajas de la eficiencia y el crecimiento resultantes de la especialización y de las economías de escala que produce la competencia. Pero también aumenta los riesgos de inestabilidad y de desigualdades cada vez mayores, agravados por los cambios en la escala de las externalidades ambientales.

Sirva de ejemplo la actual crisis económica, no sólo por su origen y por la respuesta mundial que se ha concebido para hacerle frente, sino también por su impacto sísmico en el continente europeo.

A mi juicio, para responder a estos desafíos hay que combinar economía, antropología y política internacional; tres enfoques distintos, derivados de distintas ramas del conocimiento, que deben examinarse conjuntamente.

Comenzaré por la economía, que es el principal objeto de investigación de su Instituto, y en particular la economía internacional, que es la especialidad de Paul Krugman. Creo que su contribución a la nueva teoría del comercio y a la nueva geografía económica es esencial para comprender la economía internacional de hoy. También creo que debemos analizar más a fondo los componentes de la división internacional del trabajo, a saber, la “cadena de producción mundial”, la integración de bienes y servicios, y sus efectos cuantitativos y cualitativos en el empleo.

Por eso, recientemente sugerí que se modificaran los métodos tradicionales de medición del comercio internacional. En lugar de utilizar los flujos transfronterizos brutos, que dan una imagen distorsionada de la realidad de la competencia, deberíamos optar por una evaluación del comercio en términos de valor añadido. El verdadero papel de los países en el comercio internacional se vería con más claridad mediante una evaluación del contenido de valor añadido de sus exportaciones. Eso también nos daría una idea más clara de la intensidad de mano de obra del comercio. Aliento al Instituto de Kiel a que respalde nuestros esfuerzos en esta esfera con sus programas de investigación.

Paso ahora a la antropología. Puede parecer un tanto extraño recurrir a esta rama de las humanidades para analizar mejor la globalización. Sin embargo, creo que ésta es la ciencia que puede ayudarnos a descifrar una serie de actitudes políticas frente a la globalización, y en especial la consiguiente sensación de que representa una amenaza para las identidades. También servirá para aclarar lo que está en juego en los mercados de divisas, aunque sólo sea para confirmar que no deben contribuir a la eliminación de otras formas de intercambio consistentes en dar y en ser generosos, formas de intercambio que las actividades culturales tan caras a Liz Mohn y a la Fundación Bertelsmann ilustran a la perfección.

Por último están las ciencias políticas, las que rigen la gobernanza de las cosas y de las personas y que, como sabemos, a partir de ahora deben superar los límites intelectuales del orden westfaliano y controlar la interdependencia de las estructuras nacionales. Esto plantea un gran reto, a juzgar por los altibajos que han caracterizado la construcción de la Unión Europea que, a pesar de todo, sigue siendo el laboratorio en que se está configurando esta nueva forma de gobernanza.

Quizá estemos presenciando los primeros indicios de esto en el triángulo que ha surgido recientemente, compuesto por el liderazgo del G-20, la capacidad de las organizaciones internacionales para movilizar especialistas y recursos financieros, y la legitimidad del sistema de las Naciones Unidas. Es preciso consolidar este triángulo y definir cada uno de sus lados si queremos que cunda la idea de que la globalización sin trabas no prevalece sobre la política. Si no se lograra, es decir, si se tuviera la sensación de que la política se ve superada por los acontecimientos económicos, surgirían reacciones basadas en la identidad que podrían amenazar la democracia.

Éstas son, amigos míos, algunas pistas que podrían contribuir a conciliar el progreso que representan las economías abiertas y competitivas con los modelos sociales que seguirán siendo característicos de diferentes culturas e identidades, una nueva estructura de poderes políticos basada en el principio de la legitimidad democrática que, como sabemos, es difícil de lograr en el contexto supranacional. Se trata de una ardua tarea, pero una tarea que es proporcional a las loables ambiciones de instituciones como la que hoy nos reúne.

Gracias por su atención.

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