WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

Lima, 31 de enero de 2006

“Las perspectivas del sistema multilateral de comercio”

Excelencias, señoras y señores,

Es para mí un privilegio tener la oportunidad de dirigirme a esta impresionante audiencia esta tarde. No es una coincidencia que mi primer viaje después de nuestra reciente Conferencia Ministerial celebrada en Hong Kong y, de hecho, la primera visita que he emprendido desde que asumí este cargo, me haya llevado a América Latina. Al margen de mi admiración personal por el entorno y las culturas de su región, que he tenido la buena suerte de explorar en mis anteriores cargos, el Perú y sus asociados regionales siempre han participado de manera constructiva en el sistema multilateral de comercio. Desde que me convertí en Director General de la OMC en septiembre del año pasado, sé que he podido contar con el firme apoyo de su región a medida que hemos hecho avanzar el programa de la OMC.

El año 2005 fue un año importante para el sistema multilateral de comercio. No sólo la OMC celebró su 10º aniversario sino que también concluimos satisfactoriamente la Sexta Conferencia Ministerial de Hong Kong y establecimos una hoja de ruta para las etapas finales de las negociaciones de la Ronda de Doha. El año 2006 debe ser aún más importante; el año en que finalicemos la Ronda en beneficio de todos los participantes.

Los últimos diez años han transformado de forma radical el modo en que los países mantienen intercambios comerciales y han llevado a la OMC a las primeras páginas de las noticias publicadas en los medios de comunicación de todo el mundo. En marcado contraste con el tranquilo y bastante desconocido GATT, la OMC ha adquirido una notoriedad considerable, desde los centros financieros mundiales hasta las pequeñas aldeas. Sigue asombrándome que una Organización que dedica la mayor parte de su tiempo a decidir sobre cuestiones de índole extremadamente compleja haya atraído tanta atención de los medios de comunicación y haya suscitado tanta controversia. Una de las razones de esta popularidad es la amplitud de las cuestiones que la Organización ha debido abordar, desde los aranceles y servicios hasta los derechos de propiedad intelectual, los obstáculos técnicos al comercio, las normas de origen y una gran variedad de cuestiones que, pese a su burocrática denominación, influyen en la vida cotidiana de millones de personas. Otra razón es que, para muchas personas, la expansión del comercio multilateral es la parte visible de la globalización, de ahí que la OMC sea el centro de atención de muchos de los que se manifiestan a favor o en contra de la globalización.

Con independencia del partido que se tome en este debate, pienso que existe un amplio acuerdo sobre la necesidad de un sistema multilateral de comercio eficaz en una época en que la integración económica es cada vez mayor. La economía mundial ha avanzado a un ritmo considerable durante el último decenio. Acontecimientos que nadie podía prever en 1995 influyen hoy en día en nuestro modo de vida. Productos que muchos de nosotros nunca habíamos imaginado y que poseían muy pocas personas constituyen ahora una parte fundamental de la vida diaria. Regiones como América Latina y Asia desempeñan hoy un papel mucho más importante en la economía mundial y en la formulación de la política económica a escala internacional.

El cambio tecnológico y la integración económica mundial no han llegado sin costo alguno. Se ha producido un desplazamiento de la fuerza de trabajo y en muchos países hay ansiedad respecto del futuro. Por este motivo, el concepto de globalización ha suscitado muchos debates. Se responsabiliza a la OMC de muchos de los temores y preocupaciones provocados por esta notable transformación económica. Muchas personas se benefician de las ventajas de la apertura del comercio pero, o no son conscientes de ello, o guardan silencio. Los pocos que padecen sus consecuencias negativas, y las hay, protestan mucho, como nos muestran los manifestantes en las Conferencias Ministeriales. Es innegable que los problemas mundiales requieren soluciones multilaterales. De no existir normas mundiales, estaríamos abandonados a una situación de incertidumbre, inestabilidad, mayores tensiones internacionales y, posiblemente, caos. La falta de progreso en el establecimiento de normas mundiales significa la persistencia de la ley del más fuerte.

De algún modo, la OMC es quizá la institución multilateral más avanzada del sistema internacional y esto se debe en gran medida a su sistema de solución de diferencias. Al establecer este mecanismo, los gobiernos Miembros de la OMC han demostrado que las soluciones multilaterales a las diferencias no sólo son posibles, sino que son deseables. Los hechos hablan por sí solos: en los últimos 10 años de actividad, el sistema de solución de diferencias de la OMC se ha utilizado más a menudo de lo que se utilizó el viejo sistema del GATT en casi medio siglo. Este sistema ha tenido éxito en gran medida gracias a que los gobiernos Miembros de la OMC han estado dispuestos a aplicar las resoluciones de los grupos especiales y del Órgano de Apelación y a poner sus leyes y reglamentos en conformidad con las normas de la OMC en los casos en que un grupo especial adopte una decisión en su contra. Del mismo modo, la mayor utilización del sistema por los países en desarrollo confirma que el enfoque multilateral protege a todos los Miembros, y no sólo a los grandes, fuertes o ricos.

Uno de los logros más importantes del último decenio ha sido la mayor integración de los países en desarrollo en el sistema de la OMC. Nunca antes se había producido una participación tan activa por parte de tantos países en el sistema mundial de comercio, y esto se refleja adecuadamente en el hecho de que la Ronda de Doha se ha centrado en el desarrollo. Hoy me gustaría examinar más detenidamente junto a ustedes lo que significa para los países en desarrollo el Programa de Doha para el Desarrollo —y el sistema de la OMC en su conjunto—, para estudiar después lo que hay que hacer para sacarle el máximo partido.

El Programa de Doha para el Desarrollo da un tratamiento prioritario a las cuestiones relativas al desarrollo por primera vez en una ronda comercial. Al hacerlo, los gobiernos han planteado un reto a sus negociadores: ¿Cómo asegurarse de que la Ronda esté a la altura de su denominación? ¿Qué hará falta para que pasemos de simples lemas a un resultado sólido que mantenga al desarrollo en el lugar central del programa comercial?

Estoy convencido de que la respuesta debe encontrarse, ante todo, en la sustancia de las propias negociaciones. La dimensión de desarrollo ya no puede seguir siendo una ocurrencia tardía o un elemento añadido, una especie de pisco que se añade al plato principal de la apertura del mercado. Hay cabida para excepciones y derogaciones, pero éstas pueden, con demasiada facilidad, encerrar a los países en desarrollo en el statu quo y limitar sus posibilidades futuras. La asistencia técnica también es importante para fortalecer la capacidad de los países más pobres de sacar el máximo provecho a esta Ronda, pero en ningún caso puede llegar a ser un sustituto del acontecimiento principal. Este debe ser una negociación que integre los problemas y preocupaciones de los países en desarrollo, al igual que los de todos los demás Miembros de la OMC, en cada etapa conducente a un resultado positivo para todos, empezando por las disciplinas relativas a las subvenciones a la agricultura y los aranceles que sean más similares a los aranceles impuestos a productos industriales.

Esto es posible. Conviene recordar que el comercio no es un juego de todo o nada. No obstante, lograrlo dependerá de que todos los participantes estén dispuestos a comprender las necesidades de sus asociados y tenerlas en cuenta. Esta Ronda necesita, como mínimo, una nueva mentalidad entre los negociadores, tanto los países desarrollados como los países en desarrollo, en la que alejemos el fantasma del mercantilismo y establezcamos firmemente estas negociaciones en el contexto de nuestro común interés en un mundo en el que el crecimiento económico pueda compartirse más ampliamente.

Nunca se insistirá lo suficiente en la importancia del comercio para los países en desarrollo. Generalmente se acepta que el comercio es un motor del crecimiento económico y el desarrollo sostenible. Durante los dos últimos decenios, un número significativo de países en desarrollo ha efectuado amplias reformas con objeto de aumentar sus exportaciones, diversificar sus economías e integrarlas en la economía mundial.

En cierta medida, estas reformas han empezado a producir resultados. Durante el último decenio, los países en desarrollo registraron una tasa media de crecimiento del volumen de las exportaciones de mercancías un tercio más alta que la de los países desarrollados. El valor en dólares de las exportaciones de los países menos adelantados, cuyas economías se han estancado en su mayoría, también ha aumentado al mismo ritmo.

En 2004, la participación de los países en desarrollo en el comercio mundial aumentó sustancialmente hasta un 31 por ciento, siendo la mayor en 50 años. Esto no se debió a la subida de los precios del petróleo, sino al aumento de su participación en la exportación de productos manufacturados. Hoy en día representan el 28 por ciento de las exportaciones mundiales de productos manufacturados, lo que constituye una cifra significativa teniendo en cuenta que hace un decenio su participación era sólo del 22 por ciento.

Aunque estas cifras son impresionantes y pueden ser motivo de optimismo, lo cierto es que sigue habiendo demasiados pocos países en desarrollo que se hayan beneficiado hasta ahora de la expansión del comercio mundial. Los 50 países menos adelantados representan menos del 1 por ciento del comercio mundial. La participación de los países del África Subsahariana en el comercio mundial tampoco es alentadora; el año pasado fue de un mero 2 por ciento. En general, resulta evidente que los países en desarrollo que han obtenido los mayores beneficios del sistema multilateral de comercio y han integrado con mayor éxito sus economías en la economía mundial son aquellos que han aplicado políticas económicas acertadas, en particular regímenes abiertos de comercio e inversiones. América Latina nos ofrece algunos ejemplos significativos en este sentido.

El crecimiento económico y el desarrollo sostenible adquirirán un significado más claro y evidente a medida que los países en desarrollo se impliquen más en las negociaciones y asuman compromisos mutuos, así como con sus interlocutores desarrollados. La asunción de compromisos no debe considerarse como algo negativo. La disminución o eliminación de obstáculos reduce en gran medida el alcance de las prácticas monopolísticas que asfixian la competencia y el crecimiento. El aumento de la transparencia crea algo más que un plano de igualdad entre los agentes económicos. En un entorno favorable, las empresas pueden innovar y aumentar sus exportaciones de bienes y servicios, mediante un acceso a insumos o componentes más baratos y de mejor calidad de orígenes más variados.

El sistema multilateral de comercio brinda a los países en desarrollo la oportunidad de adoptar y consolidar reformas que respalden el crecimiento económico y el desarrollo. Promueve la credibilidad de las políticas aplicadas por los gobiernos y envía claras señales a los inversores sobre el compromiso de un país con una economía abierta.

Cuando estudien si un país en desarrollo tiene un acceso seguro a los mercados de sus principales interlocutores comerciales, lo más probable es que los inversores otorguen más importancia a los compromisos asumidos bajo los auspicios de la OMC. Esto se debe a que su modificación o retirada conlleva un costo en el sentido de tener que ofrecer una compensación a los Miembros que se verían afectados por la medida, o el riesgo de que esos países afectados suspendan concesiones.

A fin de mejorar la seguridad y la previsibilidad de sus regímenes comerciales, los países en desarrollo se han comprometido, como promedio, a no aumentar los aranceles de importación de tres cuartas partes de sus líneas arancelarias para los productos industriales durante la Ronda Uruguay. Los países latinoamericanos han mostrado un gran espíritu de iniciativa a este respecto, adquiriendo compromisos en materia de acceso a los mercados que rozan el 100 por ciento. Las negociaciones actuales ofrecen una oportunidad a todos los países en desarrollo de aumentar el nivel de sus consolidaciones y reducir los aranceles sobre sus respectivas exportaciones. Mientras que su participación en el comercio mundial es del 31 por ciento, su factura en concepto de aranceles supera el 40 por ciento del total de los aranceles mundiales. Una de las razones de esta situación anómala es que, por lo general, los países en desarrollo imponen elevados aranceles a las exportaciones que realizan entre sí. Teniendo en cuenta que el comercio entre países en desarrollo aumenta a gran velocidad, estos países tienen todo el interés en reducir sus propios aranceles sobre los productos industriales y agrícolas durante las negociaciones en curso, así como las que se les imponen en mercados más ricos.

Una reducción significativa del nivel general de los aranceles y los obstáculos no arancelarios aumentará las oportunidades de acceso a los mercados de los países en desarrollo y facilitará la diversificación de sus economías. Contribuiría a añadir valor a las materias primas y a reducir la dependencia de los productos básicos, lo cual, a su vez, genera empleo e inversiones.

Del mismo modo, a fin de aprovechar al máximo las ventajas resultantes de las negociaciones sobre servicios, los países en desarrollo tienen interés en abrir el mayor número posible de sectores de servicios. Unos compromisos razonables deberían permitirles atraer inversión extranjera en determinados sectores críticos de la economía, en particular los servicios financieros, las telecomunicaciones, el transporte y el turismo. Debo destacar, en contra de varias alegaciones, que el Acuerdo de la OMC sobre servicios es un Acuerdo flexible. No obstaculiza el derecho de los gobiernos a decidir qué sectores de servicios abrir ni a supervisar o regular las actividades de los proveedores extranjeros de servicios.

En resumen, los países en desarrollo tienen mucho que ganar en el sistema multilateral de comercio pero, en gran parte, se trata aún de una posibilidad. A fin de hacer de esta posibilidad una realidad, es necesario que los propios países en desarrollo participen activamente en todos los aspectos de la labor de la OMC. Después de todo, representan más de tres cuartas partes de los Miembros de la Organización.

Las iniciativas regionales y bilaterales de liberalización del comercio han aumentado en los últimos años, y este continente no ha sido una excepción. Hoy en día, casi todos los Miembros de la OMC son parte en al menos un acuerdo comercial regional, y muchos, incluido el Perú, están en proceso de concluir nuevos acuerdos. Es evidente que el difícil y lento avance a nivel multilateral generará interés en otras posibilidades. Ocurrió en la Ronda Uruguay y ha ocurrido en la Ronda de Doha. No obstante, a pesar de la contribución que los acuerdos comerciales bilaterales y regionales pueden hacer para lograr una mayor liberalización del comercio, todos sabemos también que no pueden sustituir al sistema multilateral de comercio. A largo plazo, las limitaciones en lo que respecta a la cobertura y el equilibrio resultarán costosas en comparación con un sistema unificado de compromisos comunes y exigibles. Pueden complementar el sistema multilateral y lo hacen; no pueden sustituirlo. La preocupación por la lentitud de los progresos realizados en el sistema multilateral no es motivo para abandonarlo, sino una razón para esforzarse más en hacerlo avanzar.

En síntesis, ¿hacia dónde se dirige el sistema multilateral de comercio y quién puede beneficiarse de ese sistema? Permítanme finalizar esta presentación expresando mi firme convicción de que la mayor apertura del mercado, las subvenciones más bajas y el conjunto de normas previsibles y más estables para el comercio internacional que resultarán de las negociaciones en curso no cambiarán radicalmente el sistema actual. El sistema ya está en vigor, la OMC es una Organización sólida. Pero los resultados de esta ronda pueden mejorar este sistema y adaptarlo a las realidades del siglo XXI. Y esto beneficiará, de manera especial, a países como el Perú, con cuyo apoyo la OMC —y yo mismo— esperamos seguir contando.

Gracias por su atención.